Apuntes de clases

Clases de filosofía y ciencias bíblicas del Instituto de Humanidades Luis Campino, y la Parroquia de Guadalupe de Quinta Normal.


jueves, 7 de marzo de 2013

Meditación y cristianismo.-a



Esteban Aguilar Orellana; Giovani Barbatos Epple;Ismael Barrenechea Samaniego; Jorge Catalán Nuñez; Boris Díaz Carrasco; Rafael Díaz del Río Martí;Alfredo Francisco Eloy Barra ;Rodrigo Farias Picon; Franco Antonio González Fortunatti;Patricio Ernesto Hernández Jara; Walter Imilan Ojeda;Jaime Jamet Rojas;Gustavo Morales Guajardo;Francisco Moreno Gallardo; Boris Ormeño Rojas;José Oyarzún Villa;Rodrigo Palacios Marambio;Demetrio Protopsaltis Palma;Cristian Quezada Moreno;Edison Reyes Aramburu; Rodrigo Rivera Hernández;Jorge Rojas Bustos; Alejandro Suau Figueroa; Cristian Vergara Torrealba; Rodrigo Villela Díaz; Nicolas Wasiliew Sala;Marcelo Yañez Garin;Katherine Alejandra del Carmen  Lafoy Guzmán;Paula Flores Vargas; 

Otro cristianismo (1)
Publicado por Emilio de Miguel Calabia el 07/09/2018


En “Eremitas” Isidro-Juan Palacios se queja de aquéllos que, encontrando el cristianismo “insuficiente”, se han dirigido a las religiones orientales (budismo, taoísmo, hinduísmo…), sin darse cuenta de que lo que buscaban ya lo tenía el cristianismo. En “Catolicismo Zen” Don Aelred Graham se hacía una pregunta similar e indicaba que lo que muchos buscaban en el zen, ya estaba en el catolicismo, aunque fuese como un venero subterráneo y casi oculto, que nunca ha sido la corriente principal.
“Eremitas” trata de explicar cuáles eran las prácticas y enseñanzas de los Padres del Desierto y reconozco que muchas de ellas tienen un tufillo bastante budista.
El primer parecido tiene que ver con las técnicas. En el budismo se insiste mucho en mantener la postura correcta para meditar, porque ello ayuda mucho a la meditación. La postura ideal es la postura denominada del loto y, en mi opinión, lo principal en ella es mantener erguida la columna vertebral. El Peregrino Ruso, por su parte, aconseja: “Siéntate solo y en silencio. Inclina la cabeza, cierra los ojos, respira dulcemente. Dirige al corazón todos los pensamientos de tu alma.” Gregorio el Sinaíta recomienda: “Doblado por la mitad, reunirás tu espíritu en tu corazón y llamarás a Jesucristo en tu ayuda.”
Aun cuando el libro no detalla cómo era exactamente la postura corporal recomendada por los Padres y no puedo compararla con la postura del loto, sí que hay muchas concomitancias sobre la manera de meditar. Una es la importancia de la respiración, algo que también reconoce el hinduísmo. “Conseguir que el intelecto descienda al corazón por medio de la respiración es una propuesta que se hace a aquellos que ignoran dónde concentrar su atención…” (Teófanes el Recluso) “Existe una técnica suscitada por los antiguos Padres que consiste en emplear la respiración, en lugar del rosario, para ritmar la oración…” (Teófanes el Recluso).

Tanto los budistas como los Padres del Desierto son conscientes de lo fácil que es distraerse. Una vieja metáfora budista dice que la mente es como un mono loco enjaulado, que no puede parar de moverse. Si los monjes budistas no hubieran sido célibes, la metáfora que habrían empleado es la de un niño de tres años aburrido y encerrado en una habitación antes de que se hubiese inventado la televisión.
 “…hay que procurar que el pensamiento se aquiete…” (Basilio el Grande). “Todo vuestro desequilibrio interior procede de la disolución de vuestras potencias; el intelecto y el corazón van cada cual por su parte. Hay que reunirlos. Entonces se acallará el tumulto de vuestros pensamientos…” (Teófanes el Recluso)
 “… todos los métodos, reglas y ejercicios no tienen otro origen ni razón que nuestra impotencia para orar en nuestro corazón con pureza y sin distracciones” (Calixto e Ignacio Xantopoulos). “La ausencia de distracción no es concedida de inmediato, ni cuando lo deseamos” (Agapito).
La meditación consiste básicamente en concentrarse en la mente pura para los budistas. Los Padres del Desierto hablan de “llevar el espíritu al centro del corazón y entonces contemplar mentalmente al hombre interior en su integridad” (Nicodemo el Hagiorita). “Aquel que mantiene su atención en el corazón está a salvo” (Teófanes el Recluso) “La atención es el principio de la contemplación, su base firme” (Nicéforo el Solitario).
Una herramienta que utilizan muchas espiritualidades (hinduísmo, budismo, sufismo…) es la del mantra, la repetición de una fórmula que ayuda a concentrar la mente. El mantra, o más bien la oración según la terminología de los padres del desierto, era muy utilizado por éstos. La oración más repetida es: “Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí.” Existe un libro anónimo del siglo XIX, “El peregrino ruso”, que comienza con la búsqueda del autor de lo que quería decir el Apóstol cuando dijo: “Orad sin cesar”
Para el autor, “La oración interior continua es el esfuerzo incesante del espíritu humano por alcanzar a Dios (…) La oración de Jesús interior y constante es la invocación continua e ininterrumpida del nombre de Jesús con los labios, el corazón y la inteligencia, en el sentimiento de su presencia, en todo lugar y en todo tiempo, aun durante el sueño.” El libro cuenta la historia de un peregrino que se ha entregado a la oración interior y ha hecho de ella el centro de su vida; ahora vive en la continua presencia de Dios y ya nada más importa.

Los Padres del Desierto como el budismo, especialmente el tibetano, afirman que hace falta un maestro. Los libros son letra muerta si no hay un maestro que los explique y los haga vivos. En el budismo tibetano, para emprender una práctica no basta con que el estudiante lea una descripción muy detallada de la misma y la ejecute según su leal saber y entender. Es preciso que un maestro le inicie, que establezca un vínculo vivo entre el estudiante y la práctica.
Teófanes el Recluso advierte: “… Debemos, en ello [la práctica de la oración], seguir las instrucciones dadas en las Filocalia. Esas orientaciones deben ser seguidas por un maestro que conozca la manera correcta de practicar la oración. Pero si alguno pretende practicarla por su cuenta, valiéndose exclusivamente de las descripciones de los libros, no podrá escapar de la ilusión. En las descripciones que hay en los libros se dan únicamente los rasgos exteriores de este trabajo, ya que en este ámbito un texto no puede penetrar en todos los consejos y detalles que proporciona un starets (…) Quien practica este método de oración sin un guía que lo auxilie, permanece naturalmente en lo exterior de su actividad…”
Uno de los acicates más poderosos para la práctica es el recuerdo de la muerte. En todo el budismo, sobre todo en el vajrayana, la muerte está muy presente. Un lama, no recuerdo cuál, decía que un día pasado sin pensar en la muerte era un día perdido. Aryadeva, uno de los grandes filósofos madhyamika, escribió: “Lo que quita la ambición por las recompensas y los honores,/ El mejor acicate para practicar con denuedo en la soledad,/ El secreto excelente de todas las escrituras,/ Es comenzar acordándose de la muerte.
 A este respecto hay una historia que me encanta del maestro Drubthop Chöyung. Regularmente venía a importunarle un gañán que quería que le impartiese enseñanzas. Drubthop se negaba, porque sentía que el otro no estaba preparado. Pero tanta lata le dio, que finalmente Drubthop le dijo: “Yo moriré, tú morirás. Esto es todo lo que mi guru me enseñó; esto es todo lo que practico. Simplemente medita sobre esto. Te prometo que no hay nada más grande.”

Consejos parecidos los podemos encontrar en los Padres del Desierto. “Que siempre se acueste con vosotros el pensamiento de la muerte y que con vosotros se despierte junto a la oración monológica de Jesús. No podríais encontrar para vuestro sueño mejores auxiliares que éstos.” (Juan Clímaco)
 “Si es posible, recordemos sin desmayo la muerte. Ese recuerdo determina la exclusión de toda preocupación vana, la vigilancia del espíritu y la oración incesante” (Hesiquio de Batos)
 “El recuerdo de la muerte, ¡cuánto he procurado tenerla siempre por compañera, descansar a su lado, conversar con ella, preguntarle sobre cuál es la suerte que me espera…!” (Filoteo el Sinaíta).

La contemplación es el estado espiritual que aparece en el ser humano cuando practica el silencio mental.

El silencio mental

El silencio mental se consigue con el desapego de pensamientos y sensaciones. Se puede trabajar para que aparezca mediante la meditación o la oración en silencio. El desapego por lo material surgirá como resultado de la práctica y esfuerzo total.

La práctica

La práctica se puede acompañar de lecturas que inspiren a la persona a continuar en el silencio interno y lo ilustren de cómo otros lograron que ese estado espiritual sucediera. Aparece, ya que no lo podemos provocar voluntariamente, solo meditando en silencio sin buscarlo.
La contemplación ha sido practicada desde tiempos inmemoriales por la humanidad.

En las diferentes culturas

Formas de contemplación diversas las podemos encontrar en diferentes culturas y épocas de la humanidad, desde los chamanes o brujos de las tribus, hasta los tiempos actuales como los sufíes, los monjes tibetanos, los maestros zen, los gurus de la India, etc. Para que aparezca la contemplación, primero debemos de ver en nuestra mente que no puede tener interferencias de tipo, pensamiento, imaginación, etc. Luego simplemente contemplar. La maravilla de la contemplación surge, aparece en la propia contemplación sin dar nombre a lo contemplado. Contemplar no tiene nada que lo rodea, nada que lo envuelve, es la magia de la propia contemplación sin ser magia. Como contemplación no necesita nada más.

Contemplación cristiana

Se trata de hacerse consciente de las realidades sobrenaturales, centrando la mente en Dios.
Los primeros grados para alcanzar la contemplación se basan en la ascesis, en que se domina el cuerpo para iluminar el alma, haciéndola más sensible a la Presencia Divina. El último grado de contemplación se podría definir como experiencia mística, aunque para llegar a este estado no es necesario experimentar éxtasis o levitaciones. Las levitaciones pueden ser paranormales, pero pueden ir acompañadas de estos fenómenos (ver Místicos españoles).
El iniciado debe ir evolucionando en su capacidad de contemplación a medida que se va haciendo más sensible al Amor transmitido por Dios. La intimidad con Cristo hace posible la unión con el Padre, haciéndonos Uno con Él, a través de la asistencia del Espíritu Santo. Mediante esta unión nos vinculamos a todo el Cosmos creado.
Los principales maestros contemplativos de la Iglesia se encuentran en las órdenes contemplativas, especializadas en la oración. Para llegar a este estado mental y espiritual se pueden usar diferentes tipos de oración, generalmente la meditación. Para practicar la contemplación no es necesario ser clérigo o religioso, basta con tener fe y fuerza de voluntad.
Existe una oración contemplativa por excelencia, el Oficio divino; en el cual se meditan salmos y lecturas del Nuevo Testamento y se dirigen preces o peticiones a Dios. Siendo muy útil para disipar de la mente los pensamientos banales, haciendo del Creador el centro del pensamiento.
Una lectura recomendada acerca de la contemplación cristiana es La nube del no-saber, un libro anónimo inglés del siglo XIV.

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