Apuntes de clases

Clases de filosofía y ciencias bíblicas del Instituto de Humanidades Luis Campino, y la Parroquia de Guadalupe de Quinta Normal.


sábado, 14 de noviembre de 2015

40).-Los presocráticos (Filosofía) a

 Clases de Filosofía, en el Instituto de Humanidades Luis Campino, del profesor de filosofía don Oscar Santos Peralta, generación 1992.
 Oscar Santos Peralta


Esteban Aguilar Orellana; Giovani Barbatos Epple;Ismael Barrenechea Samaniego; Jorge Catalán Nuñez; Boris Díaz Carrasco; Rafael Díaz del Río Martí;Alfredo Francisco Eloy Barra ;Rodrigo Farias Picon; Franco Antonio González Fortunatti;Patricio Ernesto Hernández Jara; Walter Imilan Ojeda;Jaime Jamet Rojas;Gustavo Morales Guajardo;Francisco Moreno Gallardo; Boris Ormeño Rojas;José Oyarzún Villa;Rodrigo Palacios Marambio;Demetrio Protopsaltis Palma;Cristian Quezada Moreno;Edison Reyes Aramburu; Rodrigo Rivera Hernández;Jorge Rojas Bustos; Alejandro Suau Figueroa; Cristian Vergara Torrealba; Rodrigo Villela Díaz; Nicolas Wasiliew Sala;Marcelo Yañez Garin;Katherine Alejandra del Carmen  Lafoy Guzmán; Franco Natalino; 



La clase de filosofía en el instituto de humanidades Luis Campino, nos  enseño los filosóficos pre-socrático.

La filosofía presocrática es el período de la historia de la filosofía griega que se extiende desde su comienzo, con Tales de Mileto (nacido en el siglo VII a. C.), hasta las últimas manifestaciones del pensamiento griego no influidas por el pensamiento de Sócrates, aún cuando sean cronológicamente posteriores a él. La obra de estos pensadores antiguos no nos ha llegado sino fragmentariamente, en citas de autores posteriores, por lo que el estudio de sus doctrinas debe tener presente constantemente la forma de transmisión textual y la valoración de las fuentes.

Escuelas presocráticos

Los presocráticos basaron sus teorías en la especulación sobre el principio material de la naturaleza. Entre ellos se encuentran Tales de Mileto, Anaximandro, Anaxímenes, Pitágoras, Heráclito, Parménides, Empédocles, Anaxágoras, Leucipo y Demócrito.

El nombre de presocráticos hace referencia a todos aquellos pensadores que ejercieron su labor filosófica antes de Sócrates (desde el año 624 a. C. hasta el siglo V a. C.). No obstante, esta cronología es bastante artificial, ya que muchos de estos hombres fueron contemporáneos e incluso sobrevivieron a Sócrates. Sin embargo, lo interesante de estos pensadores griegos, que no se denominaban a sí mismos filósofos (a excepción de Pitágoras) y que eran considerados magos, sabios, médicos, físicos, etc., estriba en que con ellos se inaugura la filosofía como paradigma racional autónomo y original, es decir, ocupan ese punto de bifurcación en el que se abrió paso un nuevo camino, el logos, la razón, que terminó desalojando la religión, el rito, el mito.

Es frecuente leer en muchos manuales de filosofía que los presocráticos suponen el paso del mito al logos. Tal interpretación, sin embargo, no está exenta de prejuicios y malentendidos, provenientes de una cierta manera de observar este fenómeno, manera heredada de la tradición positivista, que entendió la historia humana como un proceso lineal y ascendente de progreso en cuyo despliegue, el advenimiento y desarrollo de la razón positiva, científica y neutral implicaba un menoscabo, paulatino retroceso del pensamiento mítico y religioso.

Ni que decir tiene que, bajo esta hipótesis, el positivista se coloca en la posición privilegiada del que ostenta la victoria y desde esta superior jerarquía lanza su mirada estimativa con la que enjuicia y valora el «imperfecto» pasado. Friedrich Nietzshe y Giorgio Colli denunciaron esta postura, considerándola como premeditadamente falsa. La interpretación del nacimiento de la filosofía (y de los filósofos presocráticos) como el «paso del mito al logos», el tránsito de una sin-razón a una Razón plena. Para Nietzsche es precisamente la razón teórica que inauguran los presocráticos la que supone un giro decisivamente perverso y falsificador de la cultura. La historia de la filosofía es la historia de una decadencia, de un resentimiento.

Ahora bien, la escisión entre lo profano (razón, filosofía, ciencia) y lo sagrado creencia, mito, religión) no es tan evidente. El arte adivinatorio ha utilizado siempre Logoi, razones o mensajes divinos que debían ser astutamente interpretados. La pitonisa era una hermeneuta y su mántica (éxtasis, delirio, locura sagrada) degeneró en una razón dialéctica o discursiva que hundía sus raíces en el asombro, en el enigma. Y el primer enigma que sorprende al hombre es la physis, la naturaleza, torrente de todo brotar y surgir que ha de ser interpretado y conocido para ser dominado. El conocimiento, como la mántica, implica una «anticipación», una previsión de futuro que sólo se puede dar si se conocen las reglas, los principios que rigen (mandan) el aparente caos del acontecer. La pregunta por el principio de todas las cosas, por el arjé de la physis, caracteriza a los filósofos presocráticos. que respondieron a ella de muy diversas maneras.


Una primera respuesta la encontramos en Tales de Mileto (h. 624 a. C.-h. 546 a. C.), para el cual el principio o arjé era el agua, afirmación que se fundamentaba en la observación de que todo cuerpo, alimento ó germen poseía la cualidad de lo húmedo, siendo el agua su principio rector. Lo importante de dicha afirmación no estriba en la elección del principio, sino en la afirmación de la necesidad de la existencia de éste para explicar la multiplicidad empírica y en que la arjé se formula fuera de todo contenido religioso. Si Tales es el primer filósofo, la filosofía surge como una explicación genealógica de lo real, de la physis, como generalización de la ley universal de todo acontecer.

El segundo presocrático del que tenemos noticia fue Anaximandro (610 a. C.545 a. C.), autor del más antiguo texto filosófico conocido, que dice así: «De donde las cosas tienen origen, hacia allí tiene lugar también su perecer, según la necesidad; pues dan justicia y pago unas a otras de la injusticia según el orden del tiempo». La naturaleza se concibe como retribución, como justicia (diké) cuya ley es la necesidad. Toda la multiplicidad (determinada) de seres surge de un principio que ya no es un «elemento físico», sino un preelemento indefinido e indeterminado: el apeiron (de péras, límite, determinación). El apeiron es la génesis y principio de los seres, por lo que ello mismo evade y rehuye toda determinación.
 La arjé de toda determinación no puede ser ella misma determinación alguna, y de ella brota el conflicto de la generación de los seres, como una segregación de parejas de contrarios que han de ser «devueltos» (según justicia) a lo indeterminado siguiendo la ley de la necesidad. Lo interesante del pensamiento de Anaximandro es la negación de toda evidencia empírica. El apeiron es un principio abstracto, hipotético, que contradice toda experiencia sensible.Para Anaxímenes de Mileto (h. 582 a. C.-524 a. C.), la arjé o principio creador de todas las cosas es el aire, que por condensación y enrarecimiento, en ciclos infinitamente repetidos, origina todos los seres y sus diferencias cualitativas. Aire es también el alma (psiché), soplo o aliento divino similar al aire que nos rodea.

Heráclito de Éfeso (h. 544 a. C.-480 a. C.) fue el último de los presocráticos que vivió en Jonia. Familiarizado con los cultos mistéricos (Deméter), su escritura es premeditadamente enigmática, de igual manera que el logos mántico lo es, motivo por el cual se le dio el sobrenombre de «el Oscuro». Afirmó que el origen de todas las cosas es la guerra, la lucha y oposición de contrarios de la que surge la armonía, según una inexorable ley que remite a una unidad oculta: el logos, el fuego eterno que «se enciende según medida y se apaga según medida». Todas las cosas están sujetas a un devenir perpetuo donde todo fluye y nada permanece, y donde el nacer o perecer de un ser implica necesariamente el nacer o perecer de su contrario. La naturaleza es conflicto, lucha de presencias y ocültamientos: «Nos bañamos y no nos bañamos en el mismo río; somos y no somos».

A la figura de Heráclito se le suele contraponerla de Parménides de Elea (finales del siglo VI a. C.), el cual niega todo devenir como pura apariencia de ser. El mundo fenoménico, del cambio, es un engaño de los sentidos, mera apariencia. Todo pensar se encuentra siempre en la encrucijada de dos caminos: el primero es el camino del uno, «que es y que no es no-ser». El segundo es el del «que no es y que no-ser es necesario». Es decir, la diosa le muestra los dos caminos, pero éstos no manifiestan lo que hay, sino que establecen la legitimidad que nos permitirá decir y pensar el ser de lo que es: el ser es eterno, infinito, continuo, único e inmóvil. El conocimiento del ser se opone a la doxa, opinión, las cosas sensibles que son pura apariencia de ser, el camino equivocado.

Pitágoras de Samos (h. 580 a. C.-500 a. C.), huyendo de la tiranía de Polícrates, se instaló en Crotona, donde fundó una comunidad de discípulos unidos por un estilo de vida y una normatividad comunes, una especie de asociación religiosa que perseguía la purificación (katarsis) del alma de las pasiones del cuerpo y su «salvación» a través de ciertas prácticas ascéticas que no debían ser reveladas a nadie ajeno a la comunidad. Pitágoras consideró que el alma era inmortal, «del linaje de los dioses», cuya unión con el cuerpo significaba un hundimiento, una «prueba» que ésta debía sufrir antes de su definitiva liberación (o hundimiento) de los ciclos de las reencarnaciones.
Entre los últimos presocráticos debemos mencionar a Jenófanes de Colofón (h. 570 a. C.-470 a. C.), que defendió la tesis de un sólo Dios. «el mayor entre los dioses y los hombres, en nada semejante a los mortales, ni en la figura ni en el pensamiento». De su poema De la naturaleza de las cosas sólo se conservan algunos versos.

También habría que mencionar a Empédocles de Agrigento (h. 490 a. C.-h. 430 a. C.), mago, profeta y adivino que estableció la teoría de los cuatro elementos (fuego, aire, tierra y agua) como principios genéticos y rectores del cosmos, elementos que se combinan como resultado de un equilibrio entre el amor (atracción) y el odio (repulsión).

De suma importancia son también Demócrito de Abdera (h. 460 a. C.-370 a. C.) y Leúcipo (h. 460 a. C.-h. 370 a. C.), que desarrollaron la teoría del atomismo, según el cual el mundo está compuesto (arjé) exclusivamente de átomos en movimiento en un espacio vacío, explicación que ha venido a denominarse mecanicismo y que será desarrollada en siglos posteriores por pensadores como Descartes o Hobbes. Estos átomos son eternos, distinguiéndose únicamente por su distinta figura, posición y orden. De los movimientos azarosos de los átomos en el espacio vacío, surgen «vórtices» O torbellinos que originan infinitos mundos, uno de los cuales habitamos nosotros. 
Fuente Consultada: Gran Enciclopedia Universal (Espasa Calpe)

Scherezada Alvear Godoy

Los presocráticos

Conjunto de pensadores griegos anteriores a Sócrates. Este término no denota solamente una clasificación cronológica, ya que entre los presocráticos se incluyen también filósofos contemporáneos de Sócrates pero que siguieron las orientaciones teóricas de los filósofos de los siglos VI y V a.C. (anteriores a la renovación conceptual realizada por Sócrates, que se toma como un punto de inflexión que marca la historia del pensamiento de forma decisiva). Entre los autores presocráticos contemporáneos de Sócrates destacan el atomista Demócrito, el naturalista ecléctico Diógenes de Apolonia y muchos sofistas.
Los filósofos presocráticos fueron los primeros pensadores que rompieron con las formas míticas de pensamiento para empezar a edificar una reflexión racional. Es decir, fueron los primeros que iniciaron el llamado «paso del mito al logos », proceso propiciado por las especiales características de espíritu crítico y condiciones sociales que permitieron una especulación libre de ataduras a dogmas y textos sagrados. En este sentido, son tanto filósofos como cosmólogos, físicos o, más en general, «sabios». Y, aunque comparten algunas características comunes, no forman un grupo bien definido sino que se dividen en diversas escuelas de pensamiento, a veces muy alejadas unas de otras.
Uno de los problemas fundamentales que presenta el conocimiento del pensamiento de dichos autores es la casi total carencia de fuentes directas, ya que solamente se conservan fragmentos y citas de sus obras (...)
El pensamiento de los presocráticos plantea el problema de la ruptura o de la continuidad respecto del pensamiento anterior y respecto de las influencias del pensamiento oriental. Olvidada ya la tesis de un pretendido «milagro griego», los autores contemporáneos destacan tanto las raíces basadas en el pensamiento mítico del primer pensamiento presocrático (especialmente se destaca la influencia de la cosmogonía mítica de Homero y de Hesíodo), como la recepción de determinados desarrollos intelectuales (especialmente de la astronomía y la matemática) del pensamiento oriental (fundamentalmente caldeo, babilonio, persa y egipcio). Pero, si bien se dan estas influencias, también se destaca el aspecto radicalmente innovador y crítico del pensamiento de los primeros filósofos. Entre los milesios (Tales, Anaximandro y Anaxímenes) se desarrollará una cosmología y una cosmogonía sin referencia a dioses ni entidades sobrenaturales, en lugar de ello, se explica a partir de los conceptos de physis (naturaleza), arkhé (principio rector) y cosmos (orden). Ya no se trata de una concepción mítica que intenta explicar apelando a unos orígenes remotos y a una historia, sino que se trata de una verdadera teoría.
Las escuelas y autores presocráticos suelen clasificarse atendiendo a diversos criterios. En primer lugar se suelen tener en cuenta dos grandes líneas de pensamiento de los primeros pensadores que se relacionan con el diverso origen geográfico: los filósofos de Jonia (los de la escuela de Mileto y Heráclito), y los itálicos o filósofos de la Magna Grecia (principalmente Pitágoras -que, aunque nació en Samos (Jonia), se trasladó a Crotona- y los eleatas). Estos dos orígenes marcan también dos tendencias o dos tradiciones distintas: los primeros son, en general, más naturalistas, es decir, más preocupados por el estudio de la physis o naturaleza entendida desde la perspectiva de sus constituyentes materiales, mientras que los segundos son más especulativos y se ocupan de la physis desde una perspectiva más formal (los números en el caso de los pitagóricos) u ontológica —a partir de la noción de "ser"— (Parménides).
También se ha señalado que sus referencias al pensamiento mítico anterior son distintas. Mientras los jónicos (en especial, los milesios) estarían más vinculados a la tradición mitológica olímpica, los itálicos estarían más relacionados con las corrientes mistéricas, como el orfismo o con las cosmogonías y teogonías rapsódicas de autores como Ferécides de Siro. Pero estas clasificaciones admiten muchos matices, ya que autores como Heráclito o Jenófanes son difícilmente clasificables en este grupo. Por otra parte, y aunque se sigue considerando, en general, a Tales como el fundador de la filosofía, no puede dejarse de lado el papel racionalizador de los mitos de autores anteriores, como Homero o Hesíodo.
Otro criterio que se ha propuesto divide a los presocráticos entre naturalistas (o físicos) y antropólogos. A su vez, los primeros se dividirían entre monistas (milesios, pitagóricos, Heráclito y los eleatas) y pluralistas (Empédocles, Anaxágoras y los atomistas) según acepten un único arkhé o una pluralidad de principios explicativos. Entre los naturalistas estarían todos los primeros presocráticos, hasta los sofistas, que encarnarían el grupo de los pensadores marcados por un giro antropológico.
Mientras los primeros se habrían ocupado fundamentalmente de la physis, los segundos tratarían especialmente de los problemas relacionados con el hombre y la polis.
Pero mejor que estas clasificaciones es abordar el estudio del pensamiento presocrático (que da por supuesto que el pensamiento de Sócrates es el que marca una gran inflexión conceptual) desde una perspectiva cronológica. Desde este punto de vista señalamos que el origen de este pensamiento se situó en las colonias griegas de las costas de Asia Menor, en la región conocida como Jonia, y en la Magna Grecia (sur de la actual Italia).

Escuela de Mileto o Pensadores Jonios

El primer movimiento filosófico conocido es el representado por los milesios o miembros de la llamada Escuela de Mileto, formada por Tales, Anaximandro y Anaxímenes. Dichos autores (bajo una fuerte influencia del pensamiento matemático) formularon una de las bases del pensamiento racional del que es heredera la cultura occidental: la reducción de la diversidad y multiplicidad de la realidad, tal como es captada por los sentidos, a un único principio explicativo o arkhé que es pensado por la razón. Además, prescindieron de la noción mítica de una realidad regulada por la libre y arbitraria voluntad de los dioses, y consideraron que lo existente está regulado por necesidad. Por ello es posible conocer lo real, ya que en caso de depender de la arbitrariedad de lo sobrenatural no tendría sentido la investigación de la naturaleza. Destaca la concepción ya altamente abstracta del ápeiron de Anaximandro y el intento de Anaxímenes de reducir las diferencias cualitativas (caliente, frío, seco, húmedo...) a diferencias cuantitativas (capaces de ser expresadas matemáticamente). De esta manera crean las bases de la investigación racional, tanto filosófica como científica, y engendran la posibilidad de concebir lo existente como un cosmos, término que en griego significa "orden" es decir, como una totalidad ordenada que puede ser aprehendida racionalmente.
Heráclito de Éfeso (ciudad jónica) es una figura aparte, un autor cuya obra enigmática y altamente especulativa no creó escuela en su época, aunque influyó decisivamente en Platón y en los posteriores filósofos estoicos. Para él, el arkhé explicativo de la physis es el fuego. Pero entendido más en sentido figurado, como expresión del continuo cambio, y como expresión logos. En Heráclito lo existente, que es concebido como una unidad de contrarios, aparece aprehensible bajo una auténtica ley, que es la que expresa la noción del fuego que, aunque continuamente cambiante, está regido por la ley del logos.

Pitagóricos

La siguiente escuela filosófica fue la fundada por Pitágoras de Samos (isla griega situada también en las costas de Jonia), que se trasladó a la ciudad de Crotona, colonia griega de origen jonio situada al sur de la actual península italiana. Allí se rodeó de discípulos que siguieron sus enseñanzas y las desarrollaron originando el pitagorismo, una de las escuelas de pensamiento más influyentes y cuyos desarrollos más importantes son posteriores a la época del propio Pitágoras. Estas dos primeras escuelas situadas en dos regiones geográficas distintas (aunque ambas iniciadas originariamente en Jonia) marcaron dos tendencias fundamentales: la de Mileto siguió más bien una tendencia cosmológica y física; la pitagórica se inclinó más hacia el misticismo y hacia preocupaciones de índole matemática, política y religiosa.

Escuela de Elea

Jenófanes, aunque originario de Colofón (ciudad jónica), se instaló, al igual que los pitagóricos, en la Magna Grecia. Siguiendo algunas orientaciones de este pensador surgió la escuela eleática o escuela de Elea (ciudad de la Magna Grecia), cuyos representantes fundamentales (Parménides de Elea, Zenón de Elea y Meliso de Samos) desarrollaron un vigoroso pensamiento, en parte contrapuesto al de Heráclito, y en pugna con algunas tesis pitagóricas, que también incidiría directamente en Platón. Mientras Jenófanes destaca por su abierta crítica al antropomorfismo de las creencias religiosas, Parménides destaca por llevar el pensamiento filosófico al terreno plenamente ontológico. Con ello Parménides radicaliza la oposición entre lo fenoménico, captado por los sentidos (múltiple, diverso y cambiante) y lo pensado por la razón. Si nos situamos en el terreno ontológico plenamente abstracto se manifiesta que las cosas no son tal como nos las muestran los sentidos. Pero el carácter todavía poco desarrollado de este pensamiento indujo a Parménides a magnificar el pensamiento que nos ofrece la razón, opuesto a los datos sensoriales, para llegar incluso a negar valor alguno a éstos. No obstante, el discurso parmenídeo sobre el ser creó las bases del pensamiento deductivo, y formuló implícitamente los principios lógicos.

Pluralistas

Para afrontar el reto lanzado por los eleatas, de cuyo pensamiento parecía derivarse la imposibilidad de entender racionalmente la realidad fenoménica y el proceso del cambio, surgieron otros pensadores, como Empédocles de Agrigento y Anaxágoras de Clazomenes (primero de los filósofos que vivió en Atenas), agrupados bajo el nombre de pluralistas. Otros filósofos pluralistas fueron Leucipo y Demócrito de Abdera, fundadores del atomismo. De hecho, Demócrito ya era contemporáneo de Sócrates y de los sofistas, razón por la cual cronológicamente ya no debería situarse entre los presocráticos, aunque se le incluye en ellos porque todavía seguía las directrices generales que marcaron el pensamiento de éstos. Justamente por el hecho de que los sofistas se preocuparon más bien de problemas antropológicos, morales y políticos (el mismo tipo de problemas que ocuparon a Sócrates, aunque con una orientación bien distinta) y se separaron de la orientación fundamentalmente física y cosmológica del conjunto de los anteriores filósofos (incluido Demócrito), a veces no se clasifican como presocráticos.
A pesar de la simplificación que representa una clasificación general, el conjunto de los presocráticos, a pesar de las grandes diferencias que les separan entre sí, comparten muchos rasgos comunes: su preocupación por intentar captar, bajo la diversidad y multiplicidad de todo cuanto se nos ofrece ante nuestros sentidos, un principio explicativo de esta diversidad inteligible sólo por la razón; la preocupación, pues, por el cosmos (orden que rige todo cuanto existe) y la physis.
En esta indagación no siguen ya las explicaciones míticas sino que, lejos de considerar que todo cuanto existe esté sometido a la libre y arbitraria voluntad de los dioses, piensan que debe haber algún o algunos principios racionales que actúan necesariamente y cuya regularidad pueda aprehenderse racionalmente. Al considerar esta cierta oposición entre la apariencia (múltiple, diversa y cambiante) que nos ofrecen los sentidos, y una realidad más profunda inteligible sólo por la razón, señalan el tránsito hacia una concepción del conocimiento que no debe basarse en lo particular, que es mutable y diverso, sino en lo universal. La manifestación más clara de esta oposición nos la ofrece el hecho mismo de que todas las cosas que se nos aparecen están sometidas al cambio o devenir, mientras que el conocimiento aspira a captar lo universal e inmutable. De ahí que uno de los problemas fundamentales a los que se enfrentaron fue el de estudiar este proceso del devenir: bien sea para afirmar que todo es un perpetuo cambio (Heráclito), bien sea para considerar que lo que es no puede admitir mutación, ya que cambiar es dejar de ser para llegar a ser, lo que es impensable (Parménides), o bien sea para afirmar una pluralidad de sustancias cuya combinación, regida por fuerzas de atracción y repulsión (Empédocles), por un noûs (el noûs o "inteligencia" de Anaxágoras), o sometidas al azar y la necesidad (los atomistas), engendra todo cuanto existe. Puesto que bajo la apariencia de la diversidad que nos ofrecen los sentidos se esconde algún principio explicativo unificador racional, los primeros presocráticos intentaron hallarlo. Esta búsqueda de un arkhé o «principio», es la que guió a los filósofos de Mileto, que lo creyeron encontrar en el agua (Tales), en el ápeiron o indeterminado (Anaximandro) o en el aire (Anaxímenes). Con ello iniciaban una investigación de la naturaleza de índole «material» (aunque este término no es muy adecuado, ya que la noción de lo material no existía en aquella época, y mucho menos como opuesta a algo «espiritual»). Los pitagóricos, en cambio, al intentar hallar un principio ordenador, que creyeron encontrar en el número, o en la oposición entre el límite y lo ilimitado, enfocaron la investigación desde un punto de vista formal. Las fuerzas de atracción (amor) y repulsión (odio o discordia) de las que hablaba Empédocles, pueden considerarse como la manifestación de una investigación que comenzaba a indagar causas eficientes, mientras que la idea de Anaxágoras, según la cual todo estaría dirigido a una finalidad organizada por el noûs, incorpora una perspectiva finalista o teleológica que sería rechazada por los atomistas. De esta manera, el conjunto del pensamiento presocrático engendró las bases de todo el ulterior desarrollo de la filosofía y de la ciencia. La preocupación por la physis, la indagación del ser, del devenir y del tiempo; la distinción entre apariencia sensorial y una realidad meramente inteligible, así como una inicial preocupación por temas morales (no tan desarrollada como las otras indagaciones, pero presente también entre los presocráticos como, por ejemplo, en Heráclito y los pitagóricos) son el conjunto de aportaciones fundamentales de estos pensadores.

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