Apuntes de clases

Clases de filosofía y ciencias bíblicas del Instituto de Humanidades Luis Campino, y la Parroquia de Guadalupe de Quinta Normal.


sábado, 24 de junio de 2017

95).-La Fiesta de San Juan.-a


Esteban Aguilar Orellana; Giovani Barbatos Epple;Ismael Barrenechea Samaniego; Jorge Catalán Nuñez; Boris Díaz Carrasco; Rafael Díaz del Río Martí;Alfredo Francisco Eloy Barra ;Rodrigo Farias Picon; Franco Antonio González Fortunatti;Patricio Ernesto Hernández Jara; Walter Imilan Ojeda;Jaime Jamet Rojas;Gustavo Morales Guajardo;Francisco Moreno Gallardo; Boris Ormeño Rojas;José Oyarzún Villa;Rodrigo Palacios Marambio;Demetrio Protopsaltis Palma;Cristian Quezada Moreno;Edison Reyes Aramburu; Rodrigo Rivera Hernández;Jorge Rojas Bustos; Alejandro Suau Figueroa; Cristian Vergara Torrealba; Rodrigo Villela Díaz; Nicolas Wasiliew Sala;Marcelo Yañez Garin;Katherine Alejandra del Carmen  Lafoy Guzmán;Paula Flores Vargas; 


Fiesta de San Juan, de Jules Breton (1875).


La Fiesta de San Juan, también llamada víspera de San Juan o noche de San Juan es la festividad del nacimiento de San Juan Bautista por parte del cristianismo el día 24 de junio. Algunos vinculan la festividad o algunas de sus celebraciones en ritos de origen pagano previos o ajenos al cristianismo (Litha).​ En países europeos-mediterráneos la realización de hogueras de fuego suele ser un elemento habitual.
La llegada del solsticio de verano se celebra en toda la geografía española con ritos y tradiciones ancestrales. Algunos piensan que San Juan es la noche más corta del año (en el hemisferio norte) o la más larga (en el sur); aunque esto suele ocurrir el día 21 de junio; alargándose en ciudades la fiesta hasta el amanecer. La noche de San Juan ha adquirido la magia de las antiguas fiestas paganas que se organizaban con el solsticio de verano.
El origen de esta costumbre se asocia con las celebraciones en las que se festejaba la llegada del solsticio de verano, el 21 de junio en el hemisferio norte, cuyo rito principal consiste en encender una hoguera. La finalidad de este rito era "dar más fuerza al sol", que a partir de esos días iba haciéndose más "débil" ―los días se van haciendo más cortos hasta el solsticio de invierno. Simbólicamente, el fuego también tiene una función "purificadora" en las personas que lo contemplaban.
Se celebra en muchos puntos de Europa, aunque está especialmente arraigada en España, Portugal (fogueiras de São João), Noruega (Jonsok), Dinamarca (Sankthans), Suecia (Midsommar), Finlandia (Juhannus), Estonia (Jaanipäev) y Reino Unido (Midsummer).

La fiesta cristiana de San Juan es el 24 de junio, seis meses antes de la víspera del nacimiento de Jesús, que es el 24 de diciembre. Estos seis meses son la diferencia que los evangelios indican entre uno y otro nacimiento. No obstante, tres días de diferencia de ambas fechas con ambos solsticios hace que no sea razonable asignar esta fiesta al solsticio, y los estudiosos se inclinan por el hecho de que el 25 de diciembre, nacimiento de Jesús, se asocia más razonablemente a la celebración judía de la Hanukkah o dedicación del Templo (Jesús era el nuevo Templo para los cristianos). Según este razonamiento, la fiesta de San Juan no tendría nada que ver con las celebraciones paganas del solsticio de verano. Una diferencia de 3 días es demasiado margen para el conocimiento astronómico de cualquier época que consideremos. 

America Latina

En América Latina, en el nordeste de Argentina, Brasil (tiene Festas Juninas), Bolivia, Cuba, Chile, Ecuador, Paraguay, Perú, Puerto Rico y Venezuela, la noche de San Juan está así mismo relacionada con antiquísimas tradiciones y leyendas españolas como la Leyenda de la Encantada.
En muchos lugares no cabe duda de que las celebraciones actuales tienen una conexión directa con las celebraciones de la antigüedad ligadas al solsticio de verano, influidas por ritos precristianos o simplemente vinculados a los ciclos de la naturaleza. Sin embargo, en otros lugares (por ejemplo, España y Portugal) la existencia de una vinculación entre las celebraciones del solsticio de verano (en el hemisferio norte) que tiene lugar el 20-21 de junio y las celebraciones del día de San Juan (el 24 de junio) varían en función de las fechas, la discontinuidad en la celebración, las tradiciones y costumbres o la ruptura con el pasado pre-cristiano que supuso el largo periodo de dominación musulmana en la Península Ibérica, que haría imposible cualquier vinculacion con cultos paganos de una festividad vinculada al cristianismo. Pese a ello, se observan elementos comunes, como la realización de hogueras en las calles y plazas de las poblaciones donde se reúnen familiares y amigos.


Chile


Los conquistadores reemplazaron las fiestas solsticiales del Machaq Mara y We Tripantu, que marcaban el inicio del año para aymaras y mapuches, por una celebración con tintes demoniacos para dejar en claro la posición respecto a las religiones indígenas. La tradición relacionada a la Noche de San Juan en Chile se refiere eminentemente a creencias populares relacionadas a la figura del Diablo, en un principio focalizadas en la isla de Chiloé y sectores rurales del centro-sur de Chile, y actualmente diseminadas a lo largo del país en diversas variantes.
 El folclore local sugiere que en esta festividad, la presencia demoníaca es más patente que en cualquier otra fecha del año, lo que se reconoce como la oportunidad para la realización de ciertos actos de brujería. Célebre en el país es la "tradición de las papas" (de las patatas), según la cual, la colocación de estos tubérculos bajo la cama en la Noche de San Juan puede ser utilizada como un oráculo de Año Nuevo. También se relaciona a esta festividad con numerosos eventos relacionados con el árbol de la higuera, que van desde el aprendizaje instantáneo de la interpretación de un instrumento musical (mediada por el demonio) bajo este árbol, como la aparición de su supuesta flor.

miércoles, 21 de junio de 2017

94).-Monedas en tiempo de Cristo.-a


  Esteban Aguilar Orellana ; Giovani Barbatos Epple.; Ismael Barrenechea Samaniego ; Jorge Catalán Nuñez; Boris Díaz Carrasco; -Rafael Díaz del Río Martí ; Alfredo Francisco Eloy Barra ; Rodrigo Farias Picon; -Franco González Fortunatti ; Patricio Hernández Jara; Walter Imilan Ojeda ; Jaime Jamet Rojas ; Gustavo Morales Guajardo ; Francisco Moreno Gallardo ; Boris Ormeño Rojas ; José Oyarzún Villa ; Rodrigo Palacios Marambio; Demetrio Protopsaltis Palma ; Cristian Quezada Moreno ; Edison Reyes Aramburu ; Rodrigo Rivera Hernández; Jorge Rojas Bustos ; Alejandro Suau Figueroa; Cristian Vergara Torrealba ; Rodrigo Villela Díaz; Nicolas Wasiliew Sala; Marcelo Yañez Garin; 

La autoridad para acuñar monedas de oro o plata sólo la tenía el emperador romano (en tiempos de Jesús primero Octavio Augusto y luego Tiberio), y las acuñaciones de las monedas de alto valor se centralizaban en Roma. Estas monedas eran las interesantes para la maquinaria recaudadora de impuestos. En cuanto a las monedas de bronce y cobre había más permisividad y Roma permitía que se realizaran acuñaciones locales por parte de los reyes-cliente o por parte de sus gobernadores provinciales. En el año 18 a.C. Augusto realizó una reforma monetaria que dejó el valor y conversiones de monedas como indicamos en este documento.

La monedas oficiales del imperio romano y sus provincias eran éstas:


Aureo (latín Aureus): era la moneda más alta, hecha de oro. Equivalía a 25 denarios o 400 ases.



Quinario de oro (latín Denarius Aureum o Quinarius Aureus): era medio aúreo, de oro, es decir, 12 denarios y medio.
Según el Evangelio (S. Mateo 22:20, S. Marcos 12:17 y S. Lucas 20:25) los Fariseos mandaron algunos de sus alumnos a probar a Jesús y le preguntaron si era algo lícito y moral el pagar los tributos que les exigían los gobernantes.

Jesús, viendo sus intenciones, les dijo entonces: “mostrarme con que habéis de pagar esos tributos”. Ellos le acercaron un denario y entonces les volvió a preguntar: “¿quién es el que aparece en la moneda?”, a lo que ellos le respondieron que era el César de Roma.

Jesús les respondió: “Pues dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”.

Es por este pasaje bíblico del Nuevo Testamento por lo que los denarios de Tiberio son denominados denarios bíblicos ó monedas del tributo.

Denario (latín Denarius Argenteus): era la moneda oficial del Imperio romano, hecha de plata, réplica del antiguo dracma griego. En la época de Jesús valía 16 ases. Empezó valiendo 10 ases (de ahí la palabra denario) pero en la época de Jesús se había devaluado a 16 ases. Tenía por una cara un busto del emperador y por el otro solía tener motivos religiosos romanos, como el lituum o cayado de los augures y vasos ceremoniales. Pesaba unos 3,36 g, un octavo de onza (27 g).


Quinario de plata (latín Quinarius Argenteus): o medio denario, hecho también en plata, equivalía a 8 ases.


Sestercio (latín Sestertius): solía ser una moneda de bronce, aunque podía hacerse de plata, era la cuarta parte de un denario o 4 ases.

Dupondio (latín Dupondius): de bronce, la octava parte del denario o 2 ases (de ahí su nombre).

As (latín Aes): Augusto acuñó una doble serie de bronce y de latón u oricalco, difíciles de distinguir de los dupondios.

Semis (latín Semis): la mitad del as, acuñada en una doble serie de bronce y latón u oricalco.

Cuadrante (latín Quadrans): la cuarta parte del as, era de bronce.


Sin embargo, en la zona de Judea y sus alrededores, y en el resto del mundo conocido, se usaban otras monedas que eran usadas localmente de forma preponderante sobre las monedas oficiales. Nunca eran de oro, pues este metal estaba reservado para las monedas imperiales, y solían ser de plata y bronce.

En la zona hebrea:



Siclo de Tiro: era un shekel (ver más abajo) acuñado en Tiro con el que estaba obligado todo judío a realizar el pago de los tributos al Templo, que era de medio siclo al año por persona. Esta era la razón de la existencia de cambistas en los recintos del Templo, que tan poco gustaban a Jesús, que como usureros se llevaban una jugosa comisión por realizar el cambio de moneda. Equivalía a cuatro denarios de plata. Las famosas treinta monedas que se pagó a Judas por su traición se cree que eran siclos. 


Zuz (vocablo hebreo, plural zuzzim): de plata. Era una moneda equivalente al denario y al dracma que estuvo en uso antes de que el territorio judío cayese bajo dominio romano y que volvió a ser acuñada por los propios judíos durante la revuelta de Bar Kochba, pero que durante el período de la vida de Jesús fue desautorizada en favor del denario romano. Sin embargo, debido a su popularidad entre los judíos, es muy posible que en ciertas regiones continuara en uso de un modo subersivo y en la sombra. Aunque se usa este término de forma intercambiable con el denario, en realidad el zuz originalmente se equivalía al dracma griego que era un cuarto del tetradracma griego, unos 17 gr de peso, mientras que el denario era un cuarto del siclo tirio (o siclo judío para el pago del impuesto) o del tetradracma de las provincias del imperio romano, unos 14 gr de peso. Por tanto, tenía algo más valor que el dracma habitual en las provincias, y ahí que fuera preferido por los judíos.


Kalbon (vocablo hebreo, plural kalbonot): de plata. No se tiene muy claro si equivalía a un sexto o a un doceavo de denario o zuz. Si fue un sexto entonces fue equivalente a una moneda antigua hebrea llamada gerah o ma’ah (plural ma’ot), y si fue un sexto entonces fue equivalente a una antigua moneda llamada medio-ma’ah. Dos kalbon eran la cantidad típica con la que se quedaban los sacerdotes al cobrar el impuesto al templo supuestamente para pagar a los cambistas.
Prutah de John Hyrcanus (134 a. C. a 104 a. C.).
Anv.: Doble cornucopia .
Rev: cinco líneas de escritura hebrea antigua; leyendo "Yehochanan Kohen Gadol Chever Hayehudim" (Yehochanan el Sumo Sacerdote, Consejo de los Judíos )


Prutah (vocablo hebreo, plural prutot): de bronce, eran 2 lepta. Era equivalente al quadrans romano.
 el lepton que busco aparece el báculo que he leido se llama Lituus, un baston enroscado en resumen, y la inscripción TIBEPIOY KAICAPOC, tiberio cesar.


Lepton (vocablo hebreo, plural: lepta): de bronce, la moneda más pequeña usada en Judea en tiempos de Jesús. También se la llamaba mite. La famosa viuda de los evangelios echó varias de estas monedas en el arca de las ofrendas del Templo.

En zona fenicia y cartaginesa:

Trishekel: de plata, o tres shekel.

Dishekel: de plata, o dos shekel.

Shekel o siclo: de plata. Equivalía a 4 denarios o dracmas, o al tetradracma.

Medio shekel: valía la mitad de un shekel.

Cuarto de shekel: valía la cuarta parte del shekel.

Agorá: valía de 1/20 a 1/25 de shekel.

En zona griega (Alejandría y Grecia):




Tetradracmas de vellón: introducida por el emperador Tiberio en Alejandría, equivalía a cuatro dracmas. Existió un tetradracma anterior, de plata, pero cayó en desuso por la moneda en vellón. El vellón es una aleación de plata y cobre al 50% más o menos, llamada del francés billon, que significa lingote.

Dracma: de plata, equivalente al denario, y representaba 6 óbolos, 24 dicalcos o 48 calcos de esta época. Fue la moneda oficial de la época helenística, que en tiempos anteriores al romano cumplió el mismo propósito que el denario romano, pero dejó de acuñarse durante el imperio romano en favor del denario.

Óbolo: de bronce, un sexto de dracma, introducido por Augusto en Alejandría. Era una moneda intermedia entre el sestercio y el dupondio romanos.

Dicalco: de bronce, la cuarta parte del óbolo, introducido por Augusto en Alejandría. Era una moneda entre el semis y el as romanos.

Calco: de bronce, la octava parte del óbolo, introducida por Augusto en Alejandría. Era una moneda. Era una moneda entre el semis y el cuadrans romanos.

En Mesopotamia:

Talento: aunque inicialmente fue una medida monetaria babilónica, la de mayor valor, luego se extendió su designación por todo el mundo conocido, para designar fuertes sumas de dinero. En la época romana un talento eran 100 libras de plata, o 1.200 onzas de plata (1 libra = 12 onzas), o 9.600 denarios (1 onza, 27 g = 8 denarios), o 153.600 ases (unos 25 millones de las antiguas pesetas españolas, en comparación con el coste de la vida actual).

Mina: otra medida monetaria, que no moneda, que era 1/ 60 de talento, o 160 denarios o 2.560 ases.

En Pérgamo:


Cistóforo: Moneda de plata símbolo de los antiguos reinos de Pérgamo (reinos que posteriormente serian la provincia romana de Asia) que se acuñó desde el siglo II a.C. y continuó emitiéndose durante el siglo I d. C., con los primeros emperadores del Imperio. El nombre de cistóforo proviene de la persona que portaba la “cista mystica” usada en el culto a Dionisio, que contenía una serpiente en su interior. Acuñada sobre todo en Efeso y Pérgamo y con el valor de tres denarios, fue adoptando con el tiempo los motivos y estilos de Roma.

En la India:


Satamana: de plata, 3 karshapana



Karshapana: Característica moneda de plata de forma rectangular de la India antigua. Su acuñación por una sola cara, la ausencia de escritura y sobre todo, los diferentes símbolos que distinguen las series (y tal vez los reinados, aunque no han sido descifrados claramente), diferencian a estas primitivas monedas de las acuñadas en el mundo griego. Estas primitivas emisiones (siglos V-II a.C.) se basan en la plata, siendo su unidad de cuenta el “ratti”, la masa de la semilla de gunja de color escarlata que pesa 0,11 g. Las monedas principales se denominan: satamana, con un peso de 11 g (100 rattis) y karshapana con 3,5 g (32 rattis). Era aproximadamente equivalente a un denario.


Tabla de equivalencias (comparando con el as romano)
Talento
153.600 as
Mina
2.560 as
Aureo
400 as
Quinario de oro
200 as
Trishekel
192 as
Dishekel
128 as
Shekel (siclo)
Siclo de Tiro (usado judíos)
Tetradracma
64 as
Cistóforo
Satamana
48 as
Medio shekel
32 as
Denario
Dracma
Cuarto de shekel
Zuz
Karshapana
16 as
Quinario de plata
8 as
Sestercio
4 as
Obolo
Agora
Kalbon
2/3 as
Dupondio
2 as
As
1 as
Dicalco
2/3 as
Semis
½ as
Calco
1/3 as
Cuadrans
Prutah
¼ as
Lepta
1/8 as


Los impuestos en tiempos de Jesús.


Impuestos imperiales

En la época de Jesús no existían naciones como hoy las entendemos, sino imperios y estados vasallos. El imperio que gobernaba los destinos judíos era el romano, y por la ápoca de Jesús, el reino más o menos amplio que gobernó Herodes hasta el año 4 a.C. fue dividido a su muerte en un conjunto de tetrarquías (unas divisiones de menor categoría que el reino). Herodes Antipas se hizo cargo de Galilea y Perea; su hermano Arquelao, y luego un prefecto romano, se hicieron cargo de Samaría, Judea e Idumea, en este caso formando una etnarquía; Herodes Filipo de Batanea, Panias, Gaulanítide y Traconítide; Salomé, una hermana de Herodes, de las ciudades de Jamnia, Azoto y Fáselis. Por otra parte, existió en medio de estos territorios una zona llamada Decápolis, una liga de ciudades gobernadas de forma independiente.

El poder gobernante final estaba en manos del emperador y las familias aristocráticas romanas. Ellos eran quienes ejercían el derecho a recaudar impuestos en sus territorios anexionados, y en caso de rebelión, enviaban implacables sus tropas.

Pero la recaudación de impuestos, que era el eje central que condicionaba la vida económica de la época, no se realizaba de forma simple y directa, sino que se desplegaba a través de toda una telaraña y toda una jerarquía de puestos hasta que se efectuaba sobre el habitante común.

Esta jerarquía se puede resumir del siguiente modo:

1. El emperador y la aristocracia

Los emperadores fueron los mayores multimillonarios de la época gracias unos ingresos desproporcinados que obtenían sobre todo de tributos anuales directos que ejercían sus reyes-cliente sobre la tenencia de la tierra y sobre las personas físicas (Mc 13 12-17, Josefo BJ II 403 y 405). En segundo lugar, se enriquecían mediante impuestos indirectos de varias clases, inclusive honorarios de aduana en puertos y caminos (Plinio, Historia Natural 12,32, 63-65). Por último, eran beneficiarios del testamento de sus reyes-cliente, y esta última fuente no era nada despreciable. Josefo informa de que Herodes el Grande, por ejemplo, legó a Augusto 1000 talentos (unos 6 millones de denarios), y Julia, esposa de Augusto, 500 talentos (Josefo AJ XVII 146 y 190). Suetonio dice que en los últimos veinte años de su reinado, Augusto recibió 1400 millones de sestercios de testamentos («Augustus»
101).

El talento de plata, que en realidad era una medida de peso (35 kg), se correspondía proximadamente con 6000 dracmas en época antigua, y con la misma cantidad de denarios. Pero esta medida de dinero no era muy precisa y fluctuó en la época de Jesús.

2. Los reyes – cliente y los prefectos

Debajo del emperador están los reyes-cliente, como Herodes padre, y después sus hijos Arquelao, Herodes Antipas y Herodes Filipo. Del mismo modo, si no resultaba conveniente que gobernara un reyezuelo local, el emperador podía echar mano de gobernadores romanos. Durante el período de la vida de Jesús, esto es lo que sucedió con la etnarquía de Arquelao, que pasó a manos de un prefecto romano.

En cuanto a Herodes el Grande, éste ganó fama de derrochador. Josefo dice de él: «Como gastaba más de lo que le permitían sus recursos, tenía que mostrarse duro con sus súbditos». Sus cuantiosos ingresos mediante impuestos le granjeó no pocas antipatías entre el pueblo. Su hijo Arquelao, como él, se sobrepasó tanto en estas cuestiones y gestionó tan mal su etnaquía, que Augusto no dudó en deponerle, desterrarle y confiscarle todos sus bienes, colocando a un prefecto romano.

Tanto los reyes-cliente como los prefectos deben ganarse la confianza del emperador. Su cargo no es vitalicio. Saben que en cualquier momento pueden ser depuestos y sustituidos por otro soberano de mayor confianza. Por ello, debían estar prestos a satisfacer al emperador haciéndole todo tipo de halagos. Por ejemplo, Antipas construye Tiberias en honor del emperador Tiberio y su hermanastro Filipo refuerza Betsaida renombrándola como Julias, en honor de una hija del César, según Josefo.

Cada división administrativa tenía aplicadas unas rentas anuales. Arquelao estaba obligado a pagar 600 talentos ó 3,6 millones de denarios (según menciona Flavio Josefo en AJ 17, 318), Herodes Antipas 200 talentos ó 1,2 millones de denarios, Filipo 100 talentos ó 600.000 denarios, y Salomé 60 talentos.

Sin embargo, estas fueron las cantidades a la muerte de Herodes el Grande, cuando su reino fue dividido por Augusto en tetrarquías. Muy posiblemente, en tiempos del Jesús adulto, treinta años después, estos impuestos fueran bastante mayores. Podemos deducir esto al comprobar que los 960 talentos exigidos entre todas las tetrarquías pasaron a ser 2000 talentos (¡más del doble!) con Agripa I, en tiempos de Calígula, 38 d.C. (Josefo AJ 19, 352). Por tanto, hacia el año 30 d.C. los 960 talentos seguramente habían pasado a ser ya unos 1500.

Por otra parte, los reyezuelos y prefectos también sacaban su tajada personal del cobro de impuestos. Ellos tenían que entregar la cantidad exigida al emperador, pero en realidad cobraban al pueblo unos porcentajes mayores, a veces verdaderamente abusivos, de modo que esos 1500 talentos podían llegar a convertirse fácilmente en 2000. La ganancia de 500 talentos iba a engrosar las arcas privadas de estos reyes-cliente y gobernadores. Este dineral representaban una buena fortuna con la que estos personajes podían vivir en muchas ocasiones rodeados de lujo y derroche. Herodes Antipas fue el exponente de rey necio que se granjeó la enemistad de su pueblo por sus continuos excesos. No es de extrañar, pues, que se produjeran entre el pueblo judío frecuentes protestas (Josefo BJ II 4; Tácito «Anales» 2-42). Josefo llama a Herodes Antipas un «amante del lujo» (AJ XVIII 245). Ya que Josefo mismo estaba situado en la élite urbana, hay que tomar este comentario como algo crítico, queriendo decir que Herodes Antipas «se pasaba con mucho». En cambio, su hermanastro Herodes Filipo parece que gobernó en su tetrarquía con algo más de moderación.

Como elemento de comparación, conviene recordar que un denario era el jornal de trabajo de un obrero común. Un legionario del ejército romano cobrara dos denarios al día. Esos 500 talentos que podían llegar a engrosarse los tetrarcas cada año para sus arcas privadas, o 3 millones de denarios, representaba una fortuna desproporcionada.

3. Jefes de los recaudadores de impuestos

Estos eran a quienes los reyes-cliente y prefectos entregaban de forma directa los derechos de recaudación. Sin duda, ellos se llevaban una parte muy sustanciosa de la operación elevando el impuesto, que ya venía aumentado con el extraordinario plus que aplicaban los gobernantes. Como veremos el impuesto iba aumentando a través de un buen número de intermediarios, de modo que los pagadores finales tenían que sufrir un gravamen mucho mayor que el fijado por los emperadores.

Se les llamaba architelonai. Tenemos un ejemplo mencionado en el evangelio con Zaqueo de Jericó (Lc 19 1-10). En Jericó estaba la capital de una de las toparquías de Judea (la toparquía es una división administrativa justo por debajo de la tetrarquía, con fines fiscales), por lo que Zaqueo tenía un puesto de importancia. Es curioso pero de Lc 19 10 se prueba el hecho de que estos recaudadores jefes se enriquecían hasta límites insospechados a costa de las comisiones. Dice Zaqueo: «Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres, y si engañé a alguno, le devolveré cuatro veces más«. Mucho dinero debía haber acaparado este hombre para hacer semejante afirmación. (Es interesante pensar en cómo debió de sentarle a Pilato, que gobernaba en Judea, el que uno de sus architelonai de Jericó decidiera volverse altruista de pronto. No sabemos qué fue de Zaqueo pero es poco probable que su repentino cambio de conducta le permitiera continuar en su cargo. Los gobernantes necesitaban gente sin escrúpulos para estos puestos.)

La parábola que viene a continuación de la historia de Zaqueo en el evangelio de Lucas (Lc 19 11-28) tiene también muchísimo que ver con estos recaudadores jefes. Se trata de una referencia velada a Herodes Arquelao y su intento de obtener la corona de manos de Augusto. Los criados del aspirante a rey son en realidad los architelonai. Como se puede apreciar de la parábola, estos recaudadores jefes tenían que tener muy buen olfato para los negocios, puesto que no sólo tenían que  entregar la cantidad exigida por el emperador sino también el plus que el gobernante local les exigía. Por tanto, tenían que ser expertos en realizar inversiones productivas y conseguir que su dinero creciera. En caso contrario, no había segundas oportunidades, y se entregaba el puesto a otro. Un cargo semejante, a pesar de lo mal visto que estaba entre los judíos, era sin embargo muy codiciado.

4. Recaudadores de impuestos y funcionarios de aduanas

Los architelonai vendían en realidad sus derechos de cobro de impuestos a recaudadores locales, quienes elevaban con un nuevo plus el impuesto para su ganancia personal antes de aplicarla finalmente a los ciudadanos. Para poder hacer esto se requería que toda persona susceptible de pagar el impuesto (mayor de dieciséis años) estuviera inscrita en algún tipo de censo. Había censos de las personas, censos de propiedades, y censos de actividades industriales. Los recaudadores disponían de estos censos y los mantenían al día. Nadie podía trabajar sin estar inscrito en algún censo. Los recaudadores literalmente perseguían a los morosos e iban casa por casa exigiendo el tributo. Para ello contarían con un buen número de funcionarios encargados del cobro de aquellos que no se presentaban voluntariamente para el pago.

Se aplicaban impuestos, por tanto, por las posesiones y bienes (tributum soli), por la producción, y por las personas o impuesto de capitación (tributum capitis). En caso de un empresario que tuviera jornaleros o esclavos a su cargo, éste retenía una parte del jornal para el pago de este último impuesto. En el pago del impuesto por producción, éste podía hacerse en especie. Este pago en especie se hacía con frecuencia para las cosechas de cereal y para el vino.

Cuando el jornalero no podía pagar el impuesto, estos recaudadores actuaban también como prestamistas, adelantando el dinero en forma de deuda que luego había que devolver con sangrantes intereses.

Pero todo esto son sólo los impuestos directos. Había también un buen número de impuestos indirectos, provenientes de la utilización de puentes y calzadas, el transporte de mercancías (hasta cada producto tenía su precio particular), el uso del agua proveniente de acueductos, el uso de instalaciones portuarias, y una largo etcétera. Para el cobro de estos impuestos se disponía también de un denso cuerpo de publicanos (publicani) o recaudadores de aduanas. Lo más posible es que Mateo, el apóstol, fuera uno de ellos.

Las tasas aduaneras eran del 2%, 2.5%, o 5%, dependiendo de los bienes; y esta tasa de 2% (más o menos) se ejemplifica por uno de los términos técnicos para “recaudadores de aduana”: pentêkostologos («el recaudador del quincuagésimo»; Ateneo «Los deinosofistas» 2,49; 11,481). Los honorarios de peaje para los caminos variaban considerablemente; también se aplicaban a animales (en tasas diferentes para camellos y asnos) y a las carretas. Presumiblemente los gobernantes reunieron unas buenas sumas por el tráfico local en caminos y puentes. La construcción de estas infraestructuras, sufragadas por los reyes y los emperadores, no se realizaban para la satisfacción del populacho, sino de la clase alta. Para el pueblo llano tan sólo tenía una función fiscal. En una lista de peajes de Coptus, Egipto (90 d.C.), aparecen los peajes, proporcionando alguna idea de las tasas del siglo primero en una provincia romana. Cubren diferentes clasificaciones de personas basadas en el sexo, la posición, y la profesión (por ejemplo, 5 dracmas para un marinero, 20 dracmas para una mujer de marinero); y animales y transportes diferentes (por ejemplo, 1 óbolo para un camello, 4 dracmas para un carro cubierto). Otro ejemplo: los derechos de importación para llevar pescado en sazón a Palmyra en el año 137 d.C. era de 10 denarios por cada carga de camello.



Impuestos religiosos.

A toda esta axfisiante situación de la economía de la época hay que sumar el pago de las obligadas tasas religiosas para el sustento de la clase sacerdotal y del Templo de Jerusalén. Este pago se efectuaba tanto en moneda como también en la forma de un porcentaje de la producción o diezmo.

Había varios impuestos religiosos que era obligado pagar anualmente:

Uno procedente de la producción de la tierra y del ganado,

otro para el mantenimiento del culto, conocido como el «medio siclo» o didracma,

y finalmente, otros menores, como el destinado a la compra de leña para el altar.

Mención aparte están los impuestos por causa del nacimiento de hijos primogénitos.

Impuesto procedente de los productos de la tierra

Este impuesto incluía varios conceptos que podían ser abonados en dinero o en especie. De este impuesto y del procedente del ganado es de donde obtenían los sacerdotes sus mayores ingresos. Se componía de lo siguiente:

Las primicias o bikkurim. Afectaba a las llamadas «siete especies», es decir, las siete principales cosechas en Palestina: trigo, cebada, uvas, higos, granadas, aceitunas y miel. Si se vivía cerca de Jerusalén se llevaba el producto fresco y si se vivía en el extranjero, seco. Llama la atención que a pesar de ser un impuesto, el pueblo organizaba procesiones festivas con gran algaraza para llevar la carga. Se colocaban guirnaldas sobre los cestos, un toro enjaezado marchaba en cabeza para ser sacrificado, y la procesión era recibida en el atrio del templo por los levitas. Cada participarte entregaba entonces su cesto al tiempo que entonaba un pasaje del Deuteronomio. Quizá este ambiente festivo se deba
a que el pueblo, a pesar de saber que era un impuesto, lo veía aún como una ofrenda religiosa en agradecimiento por la cosecha, que debió ser su significado original.

El terumah. Aquí no sólo entraban las siete especies de las primicías, sino también el fruto de los árboles. Sobre todo afectaba al trigo, el vino y el aceite. Había que entregar
por término medio la quincuagésima parte de los ingresos anuales de la persona. Este pago seguramente se veía más que el anterior como un pago a los sacerdotes, aunque los dos lo eran en realidad, puesto que éstas primicias sólo podían ser consumidas en el interior del templo por los sacerdotes. Las familias de éstos no podían beneficiarse.

El diezmo. Era el más importante y de mayor cuantía. Afectaba a todo, hasta a lo más nimio que el agricultor pudiera producir, de lo cual había que entregar anualmente la décima parte. Los evangelios muestran en algunos pasajes la excesiva escrupulosidad que aplicaban los sacerdotes para determinar si el producto era diezmable o no. Hasta los productos menos valiosos, como la menta, el eneldo y el comino, debían tenerse en cuenta (Mt 23 23; Lc 11 42). Este impuesto estaba destinado a los levitas o ministros de segundo orden del templo, pero los sacerdotes habían ideado una argucia para hacerse con parte del botín. La décima parte de lo que percibían los levitas era para los sacerdotes. Y esta parte sí podía usarse por toda la familia sacerdotal.

El segundo diezmo. No estaba destinado ni a los sacerdotes ni a los levitas, pero aún así, era un impuesto más que minaba por completo la economía doméstica de la época. Era otra décima parte de todo lo producido, que debía ser llevado a Jerusalén y consumirse allí en banquetes sacrificiales.

Finalmente, la «ofrenda de la masa» o hallah. Afectaba a la masa que se hacía con trigo, cebada, espelta, avena y centeno. Se entregaba la masa, no el grano. Un ciudadano normal debía entregar la vigésima cuarta parte, y un panadero la cuadragésima octava parte del total.

Si se suman los porcentajes de cada impuesto puede verse que en total la aportación representa ¡un poco más de la cuarta parte de toda la producción agrícola!

Impuesto procedente del ganado

Lo más importante era la entrega del primogénito macho del ganado. En el caso de animales aptos para el sacrificio (toros, carneros y machos cabríos), debía ser entregado en especie. Si no tenían defecto alguno se sacrificaban, su sangre se asperjaba en el altar y la grasa se quemaba. El resto se lo quedaban los sacerdotes y podían consumirlo en Jerusalén a su antojo. Si tenían defecto entonces todo el animal quedaba en propiedad del sacerdocio. En cuanto a los animales impuros (caballo, asno y camello), tenía que pagarse una cantidad de dinero en concepto de rescate. Por un asno había que pagar una oveja. La cantidad venía a ser de un siclo y medio por cada animal.

También había un impuesto por esquileo para los propietarios de rebaños de ovejas. Venía a ser de unos cinco selá de Judea, o diez de Galilea.

El «medio siclo»

Debía pagarse en la moneda hebrea antigua o tiria (fenicia). El tiempo fijado para hacer el pago era el mes de adar (febrero-marzo) y solía recogerse por medio de recolectores locales en las comunidades, que luego se encargaban de transferir a Jerusalén. Estaba obligado a pagarlo todo israelita varón mayor de veinte años. Debido a que el siclo no era una moneda de curso habitual, el pueblo se veía en la necesidad de utilizar cambistas que realizaban la conversión de moneda, gravando con una nada despreciable cantidad el cambio, y ocasionando que el medio siclo se convirtiera en casi tres cuartos de siclo.

Se cuenta en el Talmud que si una persona acudía al templo para pagar su tributo de medio siclo con un siclo entero, entonces los sacerdotes se quedaban con todo el siclo completo, exigían una cantidad adicional, 2 kalbonot, y devolvían al contribuyente un medio-siclo. El pago de los kalbonot, al parecer, se justificaba en que los sacerdotes después tendrían que cambiar esas monedas a los cambistas, que les cobrarían a su vez por el cambio. Además, al devolver medio-siclo al pagador, le facilitaban el pago para el año
siguiente. Al final, el judío de a pie podían llegar a pagar un quinto de siclo en concepto de cambios de moneda.

Otros impuestos

Se pagaba anualmente otra tasa, concretamente una ofrenda anual de leña para el altar de los holocaustos. Se admitía cualquier clase de leña, excepto la del olivo y cepa de vid.

El rescate de los primogénitos

El hijo primogénito, es decir el primer hijo varón que tuviera una mujer, había de ser rescatado a la edad de un mes mediante el pago de cinco siclos (Nm 18,15-16; cf. Nm 3,44ss; Neh 10,37; Ex 13,13; 22,28; 34,20). No era necesario presentar al niño en el templo, contrariamente a lo que da a pensar Lc 2,22.

En resumen

Podemos imaginarnos la situación económica de un campesino medio de aquella época, o de un comerciante de bajo rango, si le suponemos unos ingresos medios de 500 denarios anuales, y realizamos la siguiente lista de impuestos a deducir:

Concepto                                       Denarios

 

Impuestos al monarca                                                    50

Otras tasas (caminos, portazgos, aduanas, etc)             25

Primicias                                                                             5

Terumah                                                                            10

Diezmo general                                                            50

Diezmo para los pobres o segundo diezmo                    15

Sacrificios anuales por cualquier causa (ganado, primogénitos, etc)     9

Tasa anual para el Templo (teniendo en cuenta a los cambistas)   2,5

Total                                                     166,5


Es decir, que se iban sólo en impuestos unos 167 denarios, el 33%, la tercera parte de los ingresos de una persona con pocos recursos, y además sujeto a los riesgos del clima y de una mala época. Podemos imaginarnos el descontento que semejante sangría podía causar en la población, sobre todo al contemplar cómo eran malgastados y derrochados por sus  gobernantes esos ingresos que con tanto esfuerzo y sudor el pueblo se encargaba de producir.

Conclusión

En definitiva, la situación económica de Palestina en aquel tiempo era muy precaria debido sobre todo a los agobiantes impuestos y a la avariciosa burocracia que se había creado en torno a ellos. Los obreros de la época de Jesús ganaban lo justo para vivir, no existía superávit ni había posibilidad de ahorro. Sin embargo, era una situación compartida en todo el Imperio. Los judíos no estaban especialmente gravados a impuestos, y el ciudadano de aquella época, por mucho que se indignara, sabía que no podía hacer nada contra un poder establecido y sostenido por un férreo ejército que se abatiría inexorable al menor síntoma de rebelión anti-recaudadora. A Jesús intentaron hacerle caer en la trampa de manifestar declaraciones en contra del impuesto al César (Mt 22 15-22; Mc 12 13-17; Lc 20 20-26), y él, con buen ojo, y conociendo la nula permisividad que Roma tenía en estos asuntos, eludió la respuesta directa. ¿Había que pagar el impuesto, o había que rebelarse contra esta situación? En el caso de los judíos había un trasfondo distinto que en el resto de pueblos para el impuesto romano. Los judíos no resentían en especial el impuesto al César por la simple cuestión económica, sino más bien un criterio de celo religioso. Y fue ese celo religioso, y no la cuantía del impuesto, la que finalmente desató en varias ocasiones la rebelión armada contra Roma. Pero por lo general, la situación, aunque asfixiante, siempre fue admitida y soportada de una forma u otra por todos los habitantes de aquel tiempo.


ARQUEOLOGÍA


Descubiertas 120 monedas de la Tercera Guerra Judía




En una cueva de 20 metros de profundidad en las colinas judaicas cerca de Jerusalén, se han descubierto 120 monedas de oro, plata y bronce que datan de la revuelta de Bar Kokhba (o Kokheba) . Los arqueólogos también recuperaron armas de hierro, una jarra, lámparas de aceite, una pequeña taza, un arete de plata y una botella de vidrio.

La cueva casi inaccesible tiene un "ala oculta": un acceso resbaladizo y peligroso conduce de hecho a un estrecho pasaje que conduce a una pequeña cámara que a su vez desemboca en otra habitación, entonces utilizada como escondite por los guerreros judíos.

La mayoría de las monedas (en excelentes condiciones) eran romanas y luego se sobreescribieron: las nuevas impresiones muestran imágenes y palabras hebreas, incluidos lemas como "Por la libertad de Jerusalén" y representaciones del Segundo Templo.

El profesor. de la Universidad Hebrea de Jerusalén Frumkin también señala el tamaño de la cueva y su proximidad a Betar, el último bastión judío de esa revuelta. "El descubrimiento pone a prueba la suposición de que los refugiados de la revuelta escaparon a cuevas en el centro de un área poblada, así como los que se encuentran en áreas más aisladas del desierto de Judaic", dice.









Aparentemente, quienes dejaron estos objetos huían de sus hogares o de una batalla contra los romanos; en cualquier caso, no pudieron regresar para recuperar sus objetos de valor.



viernes, 16 de junio de 2017

93).-La cuarentena.-a


Esteban Aguilar Orellana; Giovani Barbatos Epple;Ismael Barrenechea Samaniego; Jorge Catalán Nuñez; Boris Díaz Carrasco; Rafael Díaz del Río Martí;Alfredo Francisco Eloy Barra ;Rodrigo Farias Picon; Franco Antonio González Fortunatti;Patricio Ernesto Hernández Jara; Walter Imilan Ojeda;Jaime Jamet Rojas;Gustavo Morales Guajardo;Francisco Moreno Gallardo; Boris Ormeño Rojas;José Oyarzún Villa;Rodrigo Palacios Marambio;Demetrio Protopsaltis Palma;Cristian Quezada Moreno;Edison Reyes Aramburu; Rodrigo Rivera Hernández;Jorge Rojas Bustos; Alejandro Suau Figueroa; Cristian Vergara Torrealba; Rodrigo Villela Díaz; Nicolas Wasiliew Sala;Marcelo Yañez Garin;Katherine Alejandra del Carmen  Lafoy Guzmán;Paula Flores Vargas; 




La cuarentena es la acción de aislar o apartar a personas o animales durante un período de tiempo para evitar o limitar el riesgo de que se extienda una determinada enfermedad contagiosa. No es necesario que sea durante cuarenta días.

Historia

Las formas de aislamiento más antiguas efectivas conocidas son las mencionadas en el Pentateuco (Biblia) hace más de 3400 años, de la que se siguieron los consejos, especialmente en el caso de la lepra. A partir de los siglos XIII y XIV toma auge
Su uso durante cuarenta días con la aparición de la peste negra en embarcaciones determinó su nombre, aunque no se basa en una razón científica, sino en el número de días que de acuerdo con la Biblia, Cristo pasó en el desierto.
Las personas infectadas fueron separadas para evitar la propagación de la enfermedad entre los antiguos israelitas bajo la ley mosaica, como grabados en el antiguo testamento.
Venecia tomó el liderazgo en medidas sanitarias para controlar la propagación de plagas, habiendo nombrado a tres guardianes de la salud pública en los primeros años de la peste negra (1348). La palabra "cuarentena" se origina de la forma del dialecto veneciano quaranta giorni, lo que significa "cuarenta días"

Santa Juana de Arco.-a

Santa Juana de Arcos (Domrémy, Francia, 1412 - Ruán, id., 1431) Santa y heroína francesa. Nacida en el seno de una familia campesina acomoda...