Apuntes de clases

Clases de filosofía y ciencias bíblicas del Instituto de Humanidades Luis Campino, y la Parroquia de Guadalupe de Quinta Normal.


Las lenguas clásicas y su estudio en la educación.-a

  Esteban Aguilar Orellana ; Giovani Barbatos Epple.; Ismael Barrenechea Samaniego ; Jorge Catalán Nuñez; Boris Díaz Carrasco; -Rafael Díaz del Río Martí ; Alfredo Francisco Eloy Barra ; Rodrigo Farias Picon; -Franco González Fortunatti ; Patricio Hernández Jara; Walter Imilan Ojeda ; Jaime Jamet Rojas ; Gustavo Morales Guajardo ; Francisco Moreno Gallardo ; Boris Ormeño Rojas ; José Oyarzún Villa ; Rodrigo Palacios Marambio; Demetrio Protopsaltis Palma ; Cristian Quezada Moreno ; Edison Reyes Aramburu ; Rodrigo Rivera Hernández; Jorge Rojas Bustos ; Alejandro Suau Figueroa; Cristian Vergara Torrealba ; Rodrigo Villela Díaz; Nicolas Wasiliew Sala ; Marcelo Yañez Garin; 


Introducción

Se define como clásico aquello que representa la época de mayor esplendor de un pueblo en el aspecto artístico y literario. Pero hablar de lenguas clásicas, latín y griego, resuena más que nunca a un anacronismo.
 Es una desgracia, en casi toda Europa, hemos pasado de un sistema con la impartición de estas materias en todos los cursos de la enseñanza al actual momento que ronda el cero más absoluto. Cuando produjo  este viraje vertiginoso a fines del siglo pasado, acortando tiempo y dedicación a estas materias, acarreó escándalo y protestas entre profesionales y defensores de estos idiomas.  Pero el tiempo, como decía Virgilio, todo lo tritura (tempus omnia terit). 

Y es frecuente escuchar individualmente la defensa de estas lenguas en los planes de estudio por personas de muy diversa profesión, incluso con entusiasmo inaudito, porque es evidente que, pasado el tiempo, procesamos con más claridad la utilidad de aquellos saberes que en nuestros años mozos nos veíamos obligados a estudiar.
Los bachilleratos, elemental y superior, vigentes  en viejo continente, ponían un barniz de clasicismo, a veces profundo en todos los alumnos. Muchos de ellos quedaban prendados y prendidos. Cuestión del profesor, sin duda, pero también del interés intrínseco de estas lenguas, de su rico contenido, de su inmensa riqueza y belleza. Lenguas difíciles, no cabe duda, que requieren esfuerzo y trabajo, como casi todo lo precioso, pero que siempre recompensan con una honda formación lingüística y cultural, que hacen ver como ninguna otra materia cuál es la vena de identidad de toda Europa y cómo a través de ellas se ha forjado todo lo que hoy somos.

Grecia y Roma, judaísmo y cristianismo, y no hay más. El resto es añadido, es volver sobre lo mismo, es la Edad Media y el Renacimiento, y siglos de Oro y modernidad. Sin Grecia y Roma, nada de eso hubiera sido posible. La épica, el teatro, tragedia y comedia, la poesía, oratoria, arte, historia, lírica, filosofía, etc, todo se cimenta al más alto grado en Grecia y Roma. Regímenes políticos nacen en estas civilizaciones, y sus respectivas desapariciones las presenta el mundo clásico como ningún otro pueblo, a saber: monarquía, república, democracia, oligarquía, tiranía, imperio, dictadura, anarquía...; los personajes actuales y los acontecimientos parecen un calco del pasado. Es el mismo mundo sobre el que mirar la historia, y avanzar, y cambiar y emular. No es posible acudir a ninguna otra fuente que no sea Grecia y Roma para ver nuestra identidad. Fuera de ellas el error y la ignorancia, o la carencia más absoluta. Pero hay que insistir en un aspecto del clasicismo grecolatino que aglutina todo lo anterior: es la LENGUA.

La Lengua, la palabra nos eleva, nos hace sublimes. Dice el Génesis: “In principio erat Verbum, et Verbum erat apud Deum, et Deus erat Verbum”. Nada menos: Dios era la palabra. Nuestro lenguaje y nuestro pensamiento son lo uno y lo mismo. Nuestras lenguas, sobre todo románicas, se apoyan para su conocimiento y crecimiento en las lenguas clásicas. El conocimiento y estudio de las mismas conlleva un desarrollo intelectual de primera magnitud, contribuye en altísimo grado a una excelente enseñanza y educación, y sus textos y cultura son imprescindibles en el desarrollo de los pueblos europeos. Esto es la historia, que siguen estudiando profundamente los principales países de Europa, aunque se reduzcan los círculos privilegiados de esos estudios. Aquí varias generaciones pasadas sin excepción hemos tenido la suerte de ser unos privilegiados, y muchos a través de esa vocación, estamos seguros de haber contribuido en muchísimos alumnos a dejarles esa semilla divina, que son la lengua latina y griega.

No cabe otra calificación que la de canallada la imposición de sistemas educativos actuales que, amparándose en la falacia de la modernidad supriman en profundidad estos estudios. Su ausencia en las aulas hará más pobres mentales a nuestros alumnos, los hará menos libres y evitará una auténtica enseñanza y educación cualificada, con el perjuicio, como siempre, para los más desfavorecidos. ¿Acaso será esto lo que verdaderamente se pretende?

Académico Sergio González, comentario sobre el latín. 

“Si quieres estudiar latín en Chile, te diría que le pagaras a un profesor particular

El experto en lenguas clásicas explica por qué el latín es una lengua viva.

Una columna de Alejandro Cussen en "El Mercurio" acerca de la enseñanza de las lenguas clásicas en Chile desató una polvareda. ¿Cultura o siutiquería? Sergio González ve la respuesta en los métodos de enseñanza.

—Me llamó la atención que la palabra cosmética viniera de cosmos, orden en griego. ¿En latín cómo es?

—Los latinos estudiaron a los griegos, y también acuñaron muchas palabras tomando esas mismas referencias. La palabra latina para cosmos es mundus, y también tiene que ver con el orden. Por eso, cuando uno encuentra algo inmundo es porque está sucio, desordenado. Hay varios ejemplos: la palabra cálculo significa piedrecita, porque con eso se enseñaba a contar. Por eso son cálculos renales las piedrecitas en el riñón. El senado está relacionado con la ancianidad y lo senil, y los saludos "cordiales" son saludos del corazón.

—¿Por qué se sigue estudiando lenguas clásicas en Chile?


—Por inercia. En las universidades no se las valora, cada vez se reducen más las horas y no se las vincula con otros ramos. No hay un estudio integral. Actualmente no hay interés por el pasado. En las últimas reformas, el ministerio borró prácticamente todo menos el siglo XIX. Niños europeos de 12 años terminan sabiendo más latín que lo que aprende un alumno de humanidades del Pedagógico, de la Chile o de la Católica. Aquí es un curso de relleno, y se pasa muy lentamente.

—¿El método es distinto?

—Sí. En su columna, Cussen hablaba de una academia en Italia donde se enseña latín como lengua viva. Si aprendes latín para hablarlo, a la hora de enfrentarte a un texto entras mucho más rápidamente. Sin embargo, lo que se hace mucho en las universidades chilenas es partir desde la base de que el latín es una lengua muerta, enseñando gramaticalmente. Así uno puede estar años y años para poder leer un texto auténtico.

—¿Y el latín no es una lengua muerta?

—En el sentido que hoy no hay niños que aprendan latín como lengua materna, sí, está muerta. Pero tampoco es como el etrusco, que está ahí escrito, pero nadie sabe qué dice. El latín se sigue leyendo y aprendiendo por su historia, su literatura, su filosofía. En ese sentido está vivo.

—¿El que conocemos es una convención?

—Como todas las lenguas, el latín tenía variaciones sociales, regionales, temporales. Ahora, lo que uno aprende es el latín clásico, en el que están escritas las obras del período de esplendor de la literatura romana, que es el siglo I antes y después de Cristo más o menos, que es cuando se está terminando la república y empieza el imperio. Pero si tú pudieras volver al pasado, escucharías que ellos pronunciaban de otra manera. Yo supe leyendo otros libros que no era tan así. La gente cree que el latín era una cosa esplendorosa que después se empezó a echar a perder. No es así, el latín era una lengua viva.

—¿Y hablas latín con otra gente?


—Una vez, hace muchos años, le escribí unos mails al profesor Ørberg, el autor de "Lingua latina", en el que se inspira un poco la academia de la que habla Cussen. Encontré tan fantástico su método que intenté ubicarlo para preguntarle si tenía otro en griego. Como era danés, no sabía en qué escribirle... así que le escribí en latín. Él me contestó en latín y nos estuvimos mandando varios correos así.

—Qué efecto tiene el estudio de lenguas clásicas en Chile hoy?

—Al no vincularlo con otras cosas, parece una exquisitez. Lo triste es que los profesores nunca entendieron que Ørberg, el autor de "Lingua latina", lo diseñó para que se aprendiera como una lengua moderna.

—¿Dónde se puede aprender?

—La única parte donde se estudia latín y griego exhaustivamente es el centro de estudios clásicos. Pero, ¿viste la carta que mandó al Mercurio la directora del centro? Cussen, en su columna, había dicho que en Chile no había ningún centro de estudios clásicos y ella salió a protestar. Pero lo que dijo Cussen es cierto. Desde que murió la profesora Giuseppina Grammatico, ese centro está apenas sobreviviendo. Hay poca plata, son pocos y pelean entre ellos. Si quieres estudiar latín en Chile, te diría que le pagaras a un profesor particular.

—¿Cuál es su aporte?

Las lenguas clásicas te dan un sentido de totalidad. Entiendes que todas las diferentes culturas, literatura, filosofía, están vinculados. Cuando digo que enseño latín, lo asocian a la iglesia, cuando existía de mucho antes e incluso hasta finales del siglo XIX, en las universidades europeas las tesis se escribían en latín. Leibniz, Newton, Hobbes, Descartes escribieron en latín, porque el latín en el siglo XIX era como el inglés hoy día. Gran parte del léxico técnico está en latín, en la medicina, el derecho. Por lo menos ¾ de nuestro idioma es de origen latino.


Ejemplo de una educación clásica de los príncipes.
Juana Grey (en inglés, Lady Jane Grey)

Lady Juana Grey   recibió una educación humanista, estudiando latín, griego y hebreo con John Aylmer , e italiano con Michelangelo Florio. Prefiere estudiar libros,  que  las partidas de caza  y contempló a su estricta educación, que fue bien intencionada y típico de la época, tan duras.
Juana Grey nació en el año 1537 en Bradgate, siendo hija de Henry Grey, 1° Duque de Suffolk, y Frances Brandon. La abuela de Juana, por parte materna, fue Maria Tudor, hermana de Enrique VIII. La fecha exacta de su nacimiento se desconoce. Juana Grey también tuvo a dos hermanas menores, llamadas Catherine y Mary. Las tres hermanas se encontraron en la línea de sucesión directamente detrás de los hijos del rey Enrique VIII. 
Con diez años la joven fue enviada a la residencia de Catalina Parr, antigua esposa de Enrique VIII y reina consorte de Inglaterra. Juana se encontraba junto a su prima Isabel Tudor en la residencia de Catalina Parr donde ambas recibieron una educación ejemplar.
Pese a su corta edad, Juana fue considerada una de las mujeres más cultas de la corte inglesa de su tiempo.

El hogar de la antigua reina Catalina Parr había sido el lugar de encuentro de la nobleza protestante. En 1548 cuando Catalina falleció a causa de fiebre puerperal, Juana tuvo que abandonar la residencia y volvió a la casa de sus padres. 
Con el paso del tiempo describían a los padres de Juana como extremadamente dominantes, acusandolos de haber maltratado a sus hijas.  De la madre se decía que había sido una madre desnaturalizada, obligandole a su hija exigir la corona inglesa. 
Como prueba de la malicia de los padres, muchos recurren a la conversación mantenida entre Juana y el humanista Roger Ascham cuando ella le explica: 

"En presencia de mi padre o mi madre,... si hablo o guardo silencio, me siento o estoy de pie, camino, como, bebo, estoy triste o alegre, juego, coso, bailo o realizo cualquier otra cosa, tengo que hacerlo con tanta perfección y adecuación como dios cuando hizo la tierra, de no ser asi me castigan, me amenazan, me pellizcan o me empujan de una manera que siento estar en el infierno."


Pero hay que añadir que en aquella epóca la estricta educación incluía pegar a sus hijos si no se comportaban de una manera adecuada, siempre y cuando no se sobrepasaba el límite. 
Juana era una niña muy rebelde y se dice que rechazaba demostrar unos modales perfectos cada vez que estaba en público. 
Pero sus padres ya habían percatado que su hjia mayor, Juana, iba a formar una parte importante en la élite de la nueva generación del protestantismo y por ello intentaban de la mayor forma posible preparla para ello. 

Pero en la residencia de Catalina Parr, Juana había gozado de una mayor libertad y además había sido admirada por su inteligencia. Esto le había proporcionado una nueva autoestima, algo que no le ayudaba mucho a la hora de convertirse en la hija obediente. 
Pero la obediencia al igual que la disciplina eran virtudes completamente necesarias, para las jovencitas de la era tudor. Y aún más para alguién que pertenecía a la familia real. 
Es fácil de imaginar que las discuciones entre Juana y sus padres estaban a la orden del día. 
Cuando Roger Ascham visitó la residencia de la Familia Grey en 1550 encontró a la joven Juana leyendo una obra de Platón en griego. Ascham siempre celebraba en sus cartas el dominio que tenía Juana con dicho idioma. Además del griego también hablaba francés, italiano, latín y hebreo. Cuando Roger Ascham la encontró leyendo, mientras su familia cazaba en el bosque le preguntó:
 Como es posible, Madam, que le agrade más leer, que cazar en el campo?"
Y Juana respondío:" Creo, que el placer que sienten al cazar, tan solo es una sombra del que siento yo al leer Platón. Ay, la gente todavía no ha experimentado el verdadero divertimiento."

  
LATÍN
Anllela camila hormazabal moya

Introducción

El estudio del latín y del griego se ha justificado muchas veces por su probada capacidad para facilitar el aprendizaje de otras lenguas y porque el latín y el griego siguen de alguna forma vivos aún en nuestra lengua, de manera que conocerlos es conocer mejor y más profundamente nuestras propias lenguas.

En efecto, más de la mitad del vocabulario de, por ejemplo, el inglés —por no citar las lenguas romances— proviene del latín y del griego, y muchas categorías gramaticales —como el género neutro, los casos o el genitivo sajón— son más comprensibles si se tiene conocimiento de las lenguas clásicas por antonomasia. 
Entendemos mejor nuestras propias lenguas europeas si hemos aprendido que los sufijos –itis (renitis) y –algia (cefalalgia) designan inflamación y dolor respectivamente, que “recordar” significa literalmente “volver al corazón”, que “cosmético” es lo que se usa para poner orden en la cara (del griego kósmos, que significa, en una de sus acepciones, “orden”) o que “educar” significa “sacar adelante”. Asimismo, todo aquel que busca trabajo entrega su curriculum vitae; en las series policíacas se habla del rigor mortis del cadáver y del modus operandi del asesino; cuando uno quiere relajarse, acude al SPA, que no es otra cosa que “Salud Por medio del Agua” (salus per aquam); y es muy frecuente oír que un futbolista ha marcado un gol in extremis. Sin duda alguna, estos serían ya argumentos de peso para considerar cuando menos útil estudiar griego y latín. No obstante, me atrevería a decir que no son en absoluto las ventajas más importantes, pues son argumentos que supeditan el estudio de estas lenguas a otros fines y no destacan su valor por sí mismas.
La esencia de la educación debe ser una formación integral y una cultura general que permitan al alumno desarrollarse mejor como persona y, en un futuro, desenvolverse en la vida.
 ¿Por qué, si no, se estudian tantas materias en la ESO y, sobre todo, en el Bachillerato, en la fase formativa que debe alumbrar la vocación del estudiante? 
¿Acaso todo lo que aprendemos lo aplicamos específicamente en nuestro día a día? Personalmente debo reconocer que no recuerdo ya para qué sirve una raíz cuadrada ni la tabla periódica; sin embargo, no reniego en absoluto de los conocimientos de matemáticas o de física y química que adquirí durante más de diez años, y ni mucho menos se me ocurre proclamar a los cuatro vientos que esas asignaturas no valen para nada porque no hayan tenido posteriormente presencia alguna en el ejercicio de mi trayectoria profesional. ¿Por qué, en cambio, los profesores de Griego y Latín tenemos que estar oyendo continuamente, incluso de boca de colegas, que nuestras materias no valen para nada?
 El físico Isaac Newton, considerando unánimemente como uno de los más grandes talentos científicos de la historia, escribió sus obras en latín, y no parece que sus extensos conocimientos de las lenguas clásicas mermaran en algo su potencial científico e investigador. Más bien, lo contrario.
Muchos conocimientos sirven para estructurar el pensamiento y ennoblecer el carácter. ¿Cómo no iban a ser útiles el griego y el latín, si en esas lenguas se compusieron las primeras obras de la literatura occidental, las que son la base de toda la posterior literatura occidental; si en esas lenguas se habló por primera vez de democracia, se discutió de libertad e igualdad, se establecieron las bases del derecho que ahora poseemos, se pusieron nombres a las distintas especies animales y vegetales y se dieron respuesta a muchas de las cosas que han preocupado a la humanidad?

“Somos hijos de la civilización latina y nietos de la griega”, dice Ricardo Moreno Castillo de los clásicos, profesor, por cierto… de matemáticas, “depositarios por tanto de un inmenso tesoro de sabiduría y pensamiento que debemos conservar, porque sin él nunca entenderemos el presente. Y el valor de este saber es perenne, por mucho que evolucionen los tiempos, y tenemos la obligación de transmitirlo, como nos lo han transmitido todos los que antes de nosotros han amado la belleza, el pensamiento y la ciencia”.

Método Hans H. Ørberg y método renacentista. 

La obra de latinista Hans H. Ørberg ha supuesto en los últimos años una verdadera revolución en la enseñanza del latín en nuestro país. Estoy convencido de que merece la pena que los lectores que llevan años sin ningún contacto con el latín y el griego sigan leyendo este artículo, porque el de Ørberg es un caso muy interesante de éxito educativo en un ámbito, el de las lenguas clásicas, de gran complejidad y problemas estructurales. 
Su obra maestra de la didáctica, Lingua Latina per se illustrata, es a día de hoy empleada por más de 500 centros de Secundaria de España. Es el manual de latín más vendido en Italia desde hace una década y la referencia absoluta en la enseñanza autodidacta del latín en todo el mundo.

¿Pero qué hace tan especial el método Ørberg? 

Muy sencillo: recupera la tradición humanista de la enseñanza del latín a partir de la propia lengua. Es decir, con su método ya no se aprende el latín como si se tratase de un complejo ejercicio de lógica, sino mediante el uso de la lengua (como se hace en las lenguas vivas), empezando con diálogos y textos muy sencillos, y avanzando poco a poco, de forma que los alumnos aprenden a hablar y escribir en latín fácil en vez de enfrentarse a golpe de diccionario y reglas gramaticales a complejos textos literarios que tuvieran que descifrar como si se tratase de resolver un sudoku o un código secreto.

El método Ørberg supone para los profesores que se aventuran con él un auténtico reto; ante todo, por la dificultad del cambio de metodología. Aunque pueda resultar extraordinariamente llamativo para los profanos, los profesores de Clásicas generalmente no saben hablar latín. Comenzar a enseñar la lengua como si se tratase de eso (una lengua, y no un mero conjunto de reglas de morfología y sintaxis) exige un enorme esfuerzo de preparación, estudio y reciclaje por parte del profesorado. 
Pero los resultados obtenidos merecen la pena: los alumnos que completan con éxito el primer volumen del método (algo perfectamente posible en dos cursos de Bachillerato bien aprovechados) adquieren tal soltura en la lectura de textos latinos que incluso son capaces de leer a autores como César de corrido y sin diccionario. He tenido alumnos que resolvían la traducción del examen de selectividad de un vistazo y en menos de cinco minutos. Esto, con la metodología de gramática y traducción es algo de lo que no son capaces ni nuestros licenciados universitarios.


El método Ørberg supone una vuelta a la tradición humanista y renacentista de la enseñanza del latín. Pues eso mismo debería hacerse con el griego. ¿Y cómo aprendían griego los humanistas?

 Pues igual que el latín, es decir, como una lengua viva. Con la diferencia de que el griego realmente era (y es) una lengua viva. Es decir: los humanistas aprendían el griego de sus contemporáneos griegos venidos de Constantinopla.
Existe el equivocado prejuicio de que el griego moderno y el antiguo son lenguas distintas (algo así como el latín y el castellano). Esto no es verdad. Es cierto que existen importantes diferencias en la sintaxis, y algo menores en la morfología (no tantas en la forma más culta del griego moderno), pero lo fundamental es que el 60% del léxico griego actual es exactamente igual que el del griego clásico (más otro 20% de neologismos de raíz clásica, palabras del tipo teléfono...).
De esta forma, un alumno que domine el griego actual (incluyendo su forma culta, llamada Katharévusa) no tendrá casi ningún problema a la hora de leer textos clásicos en el original. Esa era la forma que tenían los humanistas de aprender griego, a través del moderno: empezando por la conversación sencilla en la lengua cotidiana, siguiendo por el aprendizaje de la lengua culta contemporánea y los textos evangélicos, y terminando con la lectura de los grandes clásicos de la antigüedad.
¿Por qué no emplear este sencillo método también en nuestros centros de Secundaria? No sólo daría una nueva utilidad y atractivo a nuestra materia, sino que recuperaría uno de los principales valores del estudio del griego. Un valor extraordinario que, inexplicablemente, la mayoría de los helenistas ignoran: el griego es la única lengua europea con más de 3.000 años de continuidad, y unidad histórica y literaria. 


  

  

Introducción. 

El latín es una lengua de la rama itálica de la familia lingüística del indoeuropeo que fue hablada en la Antigua Roma y, posteriormente, durante la Edad Media y la Edad Moderna, llegando a la Edad Contemporánea pues se mantuvo como lengua científica hasta el siglo XIX. Su nombre deriva de una zona geográfica de la península itálica donde se desarrolló Roma, el Lacio (en latín, Latium).

Importancia.

Adquirió gran importancia con la expansión de Roma, siendo lengua oficial del imperio en gran parte de Europa y África septentrional, junto con el griego. Como las demás lenguas indoeuropeas en general, el latín era una lengua flexiva de tipo fusional con un mayor grado de síntesis nominal que las actuales lenguas romances, en la cual dominaba la flexión mediante sufijos, combinada en determinadas veces con el uso de las preposiciones, mientras que en las lenguas modernas derivadas dominan las construcciones analíticas con preposiciones, habiéndose reducido la flexión nominal a marcar solo el género y el plural, conservando los casos de declinación solo en los pronombres personales (teniendo estos un orden fijo en los sintagmas verbales).

Lenguas neolatinas.

El latín dio origen a un gran número de lenguas europeas, denominadas lenguas romances, como el portugués, el gallego, el español, el asturleonés, el aragonés, el catalán, el occitano, el francés, el valón, el retorrománico, el italiano, el rumano y el dálmata. También ha influido en las palabras de las lenguas modernas debido a que durante muchos siglos, después de la caída del Imperio romano, continuó usándose en toda Europa como lengua franca para las ciencias y la política, sin ser seriamente amenazada en esa función por otras lenguas en auge (como el castellano en el siglo XVII o el francés en el siglo XVIII), hasta prácticamente el siglo XIX.

Idioma litúrgico.

Es idioma oficial de la Santa Sede (pero no de la Ciudad del Vaticano, cuyas leyes son promulgadas en italiano). La Iglesia latina lo usa como lengua litúrgica oficial (sea en el rito romano sea en los otros ritos latinos), aunque desde el Concilio Vaticano II se permiten además las lenguas vernáculas. 

Lengua científica.

También se usa para los nombres binarios de la clasificación científica del reino animal y vegetal, para denominar figuras o instituciones del mundo del Derecho, como lengua de redacción del Corpus Inscriptionum Latinarum, y en artículos de revistas científicas publicadas total o parcialmente en esta lengua.

Estudios clásicos.

El estudio del latín, junto con el del griego clásico, es parte de los llamados estudios clásicos, y aproximadamente hasta los años 1960 fue estudio casi imprescindible en las humanidades. 

Períodos en la historia de la lengua latina

La historia del latín comienza en el siglo VIII a. C. y llega, por lo menos, hasta la Edad Media; se pueden distinguir los siguientes periodos:

Arcaico: desde que nace hasta que la sociedad romana entra en la órbita cultural de Grecia (helenización): VIII-II a. C. Autores destacados de este período son Apio Claudio el Ciego, Livio Andrónico, Nevio, Ennio, Plauto, Terencio.
Clásico: en una época de profunda crisis económica, política y cultural, la élite cultural crea, a partir de las variedades del latín coloquial, un latín estándar (para la administración y escuelas) y un latín literario. Es la Edad de Oro de las letras latinas, cuyos autores más destacados son Cicerón, Julio César, Tito Livio, Virgilio, Horacio, Catulo, Ovidio. Esto ocurrió aproximadamente en los siglos I a. C. y I d. C.
Posclásico: la lengua hablada se va alejando progresivamente de la lengua estándar, que la escuela trata de conservar, y de la lengua literaria. Esta distancia creciente hará que de las diversas maneras de hablar latín nazcan las lenguas románicas. Y la lengua escrita, que inevitablemente también se aleja, aunque menos, de la del periodo anterior, se transforma en el latín escolástico o curial.
Tardío: los Padres de la Iglesia empiezan a preocuparse por escribir un latín más puro y literario, abandonando el latín vulgar de los primeros cristianos. A este período pertenecen Tertuliano, Jerónimo de Estridón (San Jerónimo) y San Agustín.
Medieval: el latín como se conocía ya no es hablado; por ende, el latín literario se refugia en la Iglesia, en la Corte y en la escuela, convirtiéndose en el vehículo de comunicación universal de los intelectuales medievales. Mientras, el latín vulgar continuaba su evolución a ritmo acelerado. Ya que las lenguas romances fueron apareciendo poco a poco, unas antes que otras, y porque el latín seguía siendo utilizado como lengua franca y culta, no se puede dar una fecha en la que se dejó de utilizar como lengua materna.
Renacentista: en el Renacimiento la mirada de los humanistas se vuelve hacia la Antigüedad clásica, y el uso del latín cobró nueva fuerza. Petrarca, Erasmo de Róterdam, Luis Vives, Antonio de Nebrija y muchos otros escriben sus obras en latín, además de en su propia lengua.
Científico: la lengua latina sobrevive en escritores científicos hasta entrado el siglo XIX. Descartes, Newton, Spinoza, Leibniz, Kant y Gauss escribieron sus obras en latín.

Historia.

El latín debió de aparecer hacia el año 1000 a. C. en el centro de Italia, al sur del río Tíber, con los Apeninos y el mar Tirreno al oeste, en una región llamada Latium (Lacio), de donde proviene el nombre de la lengua y el de sus primeros habitantes, los latinos; sin embargo, los primeros testimonios escritos datan del siglo VI a. C., como la inscripción de Duenos y otras similares.
En los primeros siglos de Roma, desde la fundación al siglo IV a. C., el latín tenía una extensión territorial limitada: Roma y algunas partes de Italia, y una población escasa. Era una lengua de campesinos.
Así lo demuestran las etimologías de muchos términos del culto religioso, del derecho o de la vida militar. Destacamos los términos stippulare ('estipular'), derivado de stippa ('paja'), o emolumentum ('emolumento'), derivado de emolere ('moler el grano'), en el lenguaje del derecho.
En este sentido, los latinos, desde época clásica al menos, hablaban de un sermo rusticus ('habla del campo'), opuesto al sermo urbanus, tomando conciencia de esta variedad dialectal del latín.
 «En el campo latino se dice edus ('cabrito') lo que en la ciudad haedus con una a añadida como en muchas palabras».


Después del periodo de dominación etrusca y la invasión de los galos (390 a. C.), la ciudad fue extendiendo su imperio por el resto de Italia. A finales del siglo IV a. C., Roma se había impuesto a sus vecinos itálicos. Los etruscos dejaron su impronta en la lengua y la cultura de Roma, pero los griegos presentes en la Magna Grecia influyeron más en el latín, dotándolo de un rico léxico.
El latín de la ciudad de Roma se impuso a otras variedades de otros lugares del Lacio, de las que apenas quedaron algunos retazos en el latín literario. Esto hizo del latín una lengua con muy pocas diferencias dialectales, al contrario de lo que pasó en griego. Podemos calificar, pues, al latín de lengua unitaria.
Después, la conquista de nuevas provincias, primero las Galias con César, hasta la de la Dacia (Rumania) por parte de Trajano, supuso la expansión del latín en un inmenso territorio y la incorporación de una ingente cantidad de nuevos hablantes.
Paralelamente a la expansión territorial de Roma, el latín se desarrolló como lengua literaria y como lengua franca a la vez que el griego, que había tenido estos papeles antes. Desde el siglo II a. C., con Plauto y Terencio, hasta el año 200 d. C. con Apuleyo tenemos una forma de latín que no tiene ninguna variación sustancial. o una gran expansión territorial.

Uso moderno del latín.

Su estatus de lengua muerta (no sujeta a evolución) le confiere particular utilidad para usos litúrgicos y teológicos, ya que es necesario que los significados de las palabras se mantengan estables. Así, los textos que se manejan en esas disciplinas conservarán su significado y su sentido para lectores de distintos siglos. 
La nomenclatura de especies y grupos de la clasificación biológica sigue haciéndose con términos en latín o latinizados. Además de la terminología de la filosofía y medicina, donde se preservan muchos términos, locuciones y abreviaciones latinas. En la cultura popular aún puede verse escrito en los lemas de universidades u otras organizaciones.

Alfabeto latino.

El alfabeto latino, derivado del alfabeto griego, es ampliamente el alfabeto más usado del mundo con diversas variantes de una lengua a otra.
El sistema de escritura latino fue copiado de los griegos. Esto es un asunto sabido y reconocido por los propios romanos. Si tenemos en cuenta que en la Antigüedad no había más que letras unciales o mayúsculas, comprenderemos cuán parecidos son los alfabetos griego y latino.
Los avatares de la historia durante la Edad Media hicieron que los dos sistemas de escritura se apartaran cada vez más, quedando hoy en día irreconocibles entre sí. Para los romanos era una cuestión obvia el origen griego de la escritura, y así lo recogen numerosos testimonios de los autores latinos, como Lucano, Persio, etcéter.


Análisis 

Se caracteriza por ser una lengua flexiva. En el caso de los sustantivos y adjetivos la flexión se denomina declinación, en el caso de los verbos, conjugación. Existen en latín clásico seis formas que puede tomar cada sustantivo o adjetivo, o "casos": nominativo (sujeto y predicado nominal), vocativo (indica la segunda persona gramatical), acusativo (objeto directo), genitivo (indicando posesión o especificación), dativo (objeto indirecto), y ablativo (complementos circunstanciales), así como restos de un caso adicional indoeuropeo: el locativo (indicando localización), por ejemplo ruri, en el campo. 

Comentarios

1. El latín pertenece a la familia de lenguas indoeuropeas, también llamadas indogermánicas. El indoeuropeo es una lengua hipotética, de la que no quedan residuos ni documentos escritos, aunque casi todos los lingüistas coinciden en que existió y tuvo su origen en el valle del Indo, en la lejana India. 
Se han hecho incluso esfuerzos por reconstruir dicha lengua, tomando palabras semejantes en cada uno de los idiomas descendientes de ella (alemán, inglés, griego, latín, etc.) y aventurando un término originario de ellos. Para tal tarea se suele echar mano de términos que raramente son sustituidos por otros y que están presentes en todas las lenguas desde tiempos inmemoriales, como “padre”, “pan”, “caballo” y otras. 
Estas palabras suelen resistir fuertemente los cambios e influencias de otras lenguas porque son utilizadas desde el principio de las civilizaciones y sus hablantes se resisten a cambiarlas por otras, ya que las usan a diario. 

2. El latín debe su nombre a que tuvo su origen en el Lacio, llamado antiguamente Vetus Latium (“antiguo llano”).

3. Es una lengua sintética, al contrario que el castellano, que es principalmente analítica. Esto quiere decir que para representar los casos o funciones (complemento directo, complemento del nombre, etc.) utilizaba la flexión, mientras que las lenguas analíticas usan palabras añadidas. 
Por ejemplo, en latín “rosa” se decía igual que en castellano, pero para decir “de la rosa” debía decirse ROSAE, y para decir “con las rosas” se debía decir ROSIS. 
En la actualidad sigue habiendo lenguas sintéticas, como lo es en parte el alemán, que sigue teniendo declinaciones.

4. La razón de que la mayoría de las palabras en castellano acaben en -a es que también lo hacían en el acusativo latino (ROSAM). La -M final del acusativo casi no se pronunciaba incluso en tiempos de la antigua Roma mas que en ambientes refinados y cultos. 
Las palabras derivadas del latín que en castellano acaban en -o tienen su origen en términos latinos cuyo acusativo acababa en -UM. La -m final cayó rápidamente, y el castellano huyó de las terminaciones en -u, como se puede comprobar observando la práctica inexistencia de palabras españolas que acaban en este fonema.

5. Aunque nuestro alfabeto procede del alfabeto latino, hay un par de letras extrañas a él. Una de ellas es la i griega (y). Su aparición se debe a neologismos que se introdujeron en latín procedentes del griego, que era considerado por los antiguos romanos una lengua prestigiosa y más culta que el latín. 
En la Edad Media, los europeos cultos hablaban en latín; en la época de la antigua Roma, los romanos cultos sabían griego. La i griega procede de la letra griega ypsilón. Por su parte, la eñe tampoco estaba en el idioma de nuestros antepasados culturales. Su origen está en la ene duplicada (LIGNAM>lenna>leña). 
En la Edad Media, la -nn- se pronunciaba como nuestra eñe. Para abreviar, los monjes que copiaban manuscritos empezaron a poner una raya encima de la ene para indicar que ésta era duplicada, y ese es el origen de nuestra moderna eñe.

6. En latín no existía la letra jota. Las palabras con jota que existen en nuestro idioma proceden normalmente de la i latina, que podía utilizarse en latín como consonante (IOCARE>jugar). Tampoco la u, cuyo sonido se representaba con la V. 
Esta grafía también podía usarse como consonante o vocal (VOLVO, ROTVLA).

7. La hache se pronunciaba en latín aspirada, de forma semejante a como se hace hoy día en inglés. Se supone que el paso de la aspiración a la ausencia de sonido se debe al influjo del euskera, que desconocía el sonido de la efe. En las zonas de habla vascuence se aspiraba la efe, y para evitar la confluencia de dos grafías distintas en un mismo sonido, la hache perdió el suyo.
 Como el dialecto castellano, que fue el que se impuso en la Península, procede de zonas muy próximas al País Vasco, la pérdida de sonido de la hache se hizo norma general.

8. El Imperio Romano no fue latinófono en su totalidad. Cuando se dividió, el Imperio Romano de Oriente (también llamado Bizancio) usó el griego como lengua oficial.

9. Debido a su amplia extensión geográfica, a la influencia de las lenguas existentes anteriormente en los territorios donde se impuso, a su larga duración en el tiempo y a otras causas, el latín comenzó a hablarse de forma distinta en diferentes regiones, es decir, a dialectalizarse.
 Con el tiempo, los hablantes de los distintos dialectos latinos llegaron a ser incapaces de entenderse entre ellos: habían nacido las lenguas romances. Hay gente que considera las modernas lenguas románicas hijos bastardos y corrompidos del latín, pero si esta teoría fuese aceptable, también podríamos considerar al latín un hijo bastardo del indoeuropeo. Las lenguas simplemente van cambiando sin parar hasta que llegan a ser algo distinto.

10. De las muchas lenguas distintas que surgieron de nuestra lengua madre, hoy sobrevive aproximadamente una decena, entre las que están el rumano, el catalán, el francés, el portugués, el gallego y por supuesto, el italiano. 
Muchos lingüistas consideran el gallego, el portugués y el brasileño dialectos de la misma lengua, como lo son el español de América, el andaluz y el canario; y el catalán, el valenciano y el balear. 
Todas las lenguas oficiales en España, excepto el vasco, proceden del latín (y algunas hablas no oficiales que algunos consideran lenguas, como el bable asturiano). 
El vascuence existía en la Península antes de la llegada de los romanos a ella, al igual que otras lenguas, como el ibérico, pero es la única que ha sobrevivido. Su origen y filiación sigue siendo un misterio, aunque hay quien ha querido ver en ella al antiguo ibero, pero la verdad científica es que se desconoce su remoto origen.

11. El latín que se estudia en los libros de texto no es el que se hablaba en la calle, ni el que dio origen a las modernas lenguas románicas. El latín de los textos de Cicerón, Julio César, Salustio y otros grandes de la literatura antigua era un idioma muy estilizado, regido por las estrictas normas de la retórica, que era un arte y una ciencia muy respetada por los habitantes de la vieja Roma y en el cual nadie ha sabido igualarles. 
Nuestro idioma, como todos los romances, proviene del llamado despectivamente latín vulgar, que era lo que hablaba la gente corriente, los comerciantes, soldados, etc. que eran quienes poblaban los nuevos territorios conquistados, que a menudo contaban con un porcentaje de población irredenta y eran más peligrosos que la capital del Imperio, lugar donde se quedaban los políticos que escribían los discursos.

12. Aunque la mayoría de los textos conservados de esta lengua son obras literarias o retóricas, quedan testimonios del latín vulgar en lugares como Pompeya o Herculano, ciudades sepultadas por volcanes y que se han conservado prácticamente intactas hasta épocas relativamente cercanas. En las paredes de estas ciudades se pueden leer numerosos graffittis, que escribían sus habitantes normalmente para burlarse o difamar a algún vecino con el que tenían enemistad. En dichas pintadas son frecuentes las palabras malsonantes y los términos despectivos alusivos a los órganos sexuales.

La Fundación "Latinitas"

La Fundación "Latinitas" (en latín y oficialmente: Opus Fundatum Latinitas) fue una institución de la Iglesia católica dedicada al estudio y mantenimiento de los estándares de la lengua latina. Fue constituida en el año 1976 por el papa Pablo VI y suprimida por Benedicto XVI en 2012 al crear la Pontificia Academia de Latinidad.
La Fundación "latinitas" fue creada en el año 1976 por el papa Pablo VI. Actualmente, además de proveer de un estándar para la lengua escrita y hablada en latín, promueve desde diversos sectores el estudio del latín clásico, el latín medieval y el llamado latín eclesiástico. Así, y con el objetivo de la promoción de la lengua latina tiene diversos modos de difusión.

La Pontificia Academia de Latinidad

La Pontificia Academia de Latinidad fue fundada en noviembre de 2012 por el papa Benedicto XVI.

Griego



Las lenguas o dialectos griegos constituyen juntos la subfamilia helénica de la familia indoeuropea. Con un registro escrito de unos 3400 años, el griego es una de las lenguas (propiamente un grupo de lenguas) cuyo desarrollo histórico puede seguirse durante un mayor período, siendo superada sólo por los escritos en lenguas chinas, y egipcias.




La primera evidencia textual del idioma griego data del siglo XV a. C., una escritura conocida como Lineal B que se asocia con la civilización micénica. Durante la antigüedad clásica el griego fue una lingua franca muy utilizada en el mundo mediterráneo y más allá, y se convirtió en el idioma oficial del Imperio bizantino.

Historia.

Dentro de la cultura occidental la lengua griega ha tenido un impacto cultural muy considerable, llegando a ser la principal fuente de neologismos en léxico. Desde el punto de vista histórico y filogenético el griego clásico y las otras formas de griego son lenguas indoeuropeas resultado de la evolución a partir del proto-indoeuropeo o, mejor dicho, el complejo de lenguas indoeuropeas que desde el V milenio a. C. fueron traídas por pueblos seminómadas a Europa (probablemente procedente de las llanuras que se extienden de los Urales a los montes Tianshan, que cierran el paso al Xingiang y la Mongolia interior (hoy dentro de China).

La lengua griega, al igual que las lenguas del grupo indoario y armenio, deriva lingüísticamente de los dialectos hablados por los pueblos indoeuropeos. Se ha conjeturado que el griego podría tener una especial relación con el indoario (Rodríguez Adrados) o con el armenio (ver hipótesis grecoarmenia). Se ha conjeturado que los pueblos indoeuropeos se habrían desplazado a mediados del cuarto milenio antes de nuestra era desde las estepas del norte del Mar Negro (o Ponto Euxino) al valle bajo del río Danubio. Desde esta región los hablantes de proto-helénico se desplazaron en dirección sur, hacia la Península Balcánica, llegando hasta el Epiro y Macedonia, donde se configuraron dos ramas dialectales diferenciadas: el griego oriental, más innovador y cuyos hablantes se desplazaron hacia el Sur durante la primera mitad del segundo milenio a.C., dando lugar a los dialectos jónico y aqueo, y el griego occidental, más conservador y del que se derivaron los dialectos dórico y eólico.

Periodos

El grupo griego es el grupo de lenguas indoeuropeas con un registro históricamente documentado más largo, ya que existen registros escritos en alguna forma de griego desde hace unos 3600 años, cuando aparecieron las primeras inscripciones en griego micénico.
 Obviamente en un período de tiempo tan dilatado los registros de diferentes siglos muestran tantas divergencias que deben considerarse lenguas griegas diferentes (en el sentido de que ni los hablantes modernos de griego podrían haber comprendido directamente el griego clásico sin haberlo estudiado previamente, ni los hablantes de griego clásico podrían haber comprendido el griego micénico sin haberse habituado a oírlo y haber aprendido mucha de su estructura gramatical como si de una lengua nueva se tratase). 
Debido a las divergencias entre los registros escritos en griego de diferentes épocas y de diferentes lugares es conveniente establecer una periodificiación para distinguir las diferentes formas de griego testimoniadas en el registro escrito a lo largo de la historia:

1).-Prehistoria del griego
2).-Griego micénico
3).-Dialectos antiguos
4).-Griego clásico
5).-Griego helenístico
6).-Griego medieval
7).-Griego moderno

El griego arcaico. (Prehistoria del griego; Griego micénico; Dialectos antiguos)

Durante el curso del segundo milenio a.C. se estima que llegó a la península griega y a algunas islas del Egeo la primera ola de hablantes de dialectos griegos. Homero llama a estos primeros griegos akhaioí (ἀχαιοί, aqueos), que son citados en las fuentes hititas como ahhiyawa. El habla de estos aqueos parece ser la base de los dialectos jónico-áticos. Se conoce muy poco sobre los pelasgos, habitantes pregriegos de la península griega que fueron, o bien desplazados, o bien absorbidos por hablantes griegos. 
Los grupos consonánticos nth y ss que proliferan en la toponimia de Grecia: Knossos, Korinzos, Zakinzos, y en los nombres de plantas: akanza (arbusto espinoso), kyparissos (ciprés), etc. son de origen pelásgico (una lengua de la que no se sabe si era o no indoeuropea). Tampoco sabemos mucho sobre los minoicos de Creta, que nos dejaron numerosas inscripciones en Lineal A y hablaban una lengua no indoeuropea la cual sin embargo con toda probabilidad debe haber dejado —en cuanto sustrato— importantes huellas en el griego dado el grado de importancia cultural y socioeconómica a la cual llegaron las civilizaciones minoica y la cicládica en la cuenca del Mar Egeo.

Estos aqueos, muy influidos culturalmente por la civilización minoica (tal como se observa en su arte) dieron lugar a la importante civilización micénica durante la edad de Bronce, que abarca desde el 1500 a. C. al 1100 a. C. Del griego de estas gentes tenemos las inscripciones en escritura Lineal B, derivada de la escritura lineal A minoica. La lengua de estas inscripciones en bustrófedon es claramente una forma de griego, bastante uniforme a lo largo de todo su dominio, que se conoce como griego micénico. En el s. XI a. C., la civilización micénica llega a su fin a causa de las invasiones de otro grupo griego, hablantes de dialectos dóricos, que ocuparon el Peloponeso y Grecia Oriental. A esta época le sigue una importante redistribución de pueblos griegos, y el lineal B deja de usarse, entrándose en una época oscura de la que se carece de testimonios escritos directos.

Entre los siglos XI y VIII a. C. se escribieron los poemas homéricos, basados en una tradición oral anterior que se remontaría a la época micénica. Estos poemas fueron escritos en una mezcla de dialectos eolios y dialectos jónicos y en un alfabeto basado en un modelo fenicio, en el que se reutilizaron ciertos símbolos alfabéticos correspondientes a laringales inexistentes en griego como símbolos para escribir las vocales (en una lengua semítica las vocales no resultan tan necesarias para la comprensión de lo escrito y eso explica en parte porqué los alfabetos semíticos suelen carecer de ellas). 
Este alfabeto griego sería adoptado por los diversos pueblos griegos y en una de sus versiones fue adaptado por los etruscos y de ellos pasó a los latinos, convirtiéndose en el sistema de escritura más universal.

Los dialectos griegos antiguos 

Los antiguos griegos no hablaban todos exactamente la misma lengua; cada región tenía su propio dialecto. Los dialectos principales griegos comprenden cuatro grupos principales:

I. El JONICO, hablado en Eubea, en las Islas Cíclades y en la región del Asia Menor que comprende Esmirna, Efeso y Mileto. Es la base de la lengua de Homero, Hesíodo y Herodoto.

II. El EOLICO, hablado en la parte norte de la costa de Asia Menor, en la isla de Lesbos, en Tesalia y en Beocia. En él compusieron sus poesías Alceo y Safo, de Lesbos.

III. El DORICO, hablado en el N.O. de Grecia, en el Peloponeso, en la parte sur de la costa del Asia Menor, en las islas de Creta y Rodas y en la Magna Grecia. Es la lengua de Píndaro, Teócrito y de toda la poesía bucólica y coral.

IV. El ÁTICO, hablado en Atenas y en sus alrededores.

El dialecto ático

Las gramáticas clásicas suelen versar sobre el dialecto ático, que como lenguaje literario llegó  a superar a todos los demás dialectos, principalmente en los siglos V (siglo de Pericles) y IV a. J.C. En él escribieron los grandes autores de la literatura griega: los poetas trágicos Esquilo, Sófocles y Eurípides, el poeta cómico Aristófanes, los historiadores Tucídides y Jenofonte, el filósofo Platón y los oradores Lisias, Demóstenes y Esquines.

El griego clásico

El llamado griego clásico es una forma literaria estandarizada basada en el habla de Atenas que era un dialecto ático con una fuerte influencia jónica (llamado también jónico-ático). Además de este griego clásico siempre existieron otras variantes de griego en la antigüedad llamadas usualmente dialectos por más que realmente deben concebirse como lenguas griegas diferentes del griego ático, aunque estrechamente emparentadas con él. 
Las obras más reconocidas de la literatura griega están escritas en griego clásico. Esta variante de griego constituyó importante fuente de la tradición cultural occidental, y en ella escribieron autores como: Esquilo, Sófocles, Eurípides, Aristófanes, Safo, Anacreonte, Píndaro, Menandro, Platón, Aristóteles, Demóstenes, Heródoto, Tucídides y Jenofonte.

El griego que a menudo se estudia como modelo de lengua de la antigüedad es el que corresponde al dialecto ático, ya que literariamente llegó a superar a todos los demás dialectos, principalmente en los siglos V a. C. (también conocido como el «Siglo de Pericles») y en el IV a. C. En este dialecto escribieron los grandes autores de la literatura griega: los poetas trágicos Esquilo, Sófocles y Eurípides, el poeta cómico Aristófanes, los historiadores Tucídides y Jenofonte, el filósofo Platón y los oradores Lisias, Demóstenes y Esquines. 
El ático se caracterizaba por su eufonía —poseía cierta calidad musical— debida a la contracción de las vocales y al uso equilibrado de los diptongos, acentos y pneumas; por este motivo y por la importancia comercial y cultural de Atenas, especialmente a partir del Helenismo resultó el dialecto que sirvió de modelo para la constitución del conjunto idiomático común (koiné) de los hablantes de griego.

La lengua común (koiné)

Hacia los primeros años de nuestra era, el griego clásico había sufrido ciertos cambios fonéticos y además había tomado formas de otros dialectos, y habían ido eliminándose algunas peculiaridades que distinguían el área dialectal de Atenas, dando lugar a una forma de griego conocida como ἡ κοινὴ διάλεκτος (hē koinē diálektos, “lengua común”) o «griego helenístico», utilizado por los autores de Alejandría (cuyo dialecto era llamado alexandriné koiné) y Bizancio, que llegó, junto con el latín, a ser lengua oficial del Imperio romano.
 La lengua franca en el área oriental del imperio era el ἡ κοινὴ γλῶσσα (hē koinḕ glṓssa, “lengua común”), y esto se reforzó al dividirse en dos en el 395, de modo que el Imperio romano de Oriente era un estado preeminentemente grecófono. En ella escribieron, entre otros, el historiador Polibio y el moralista Plutarco. Asimismo, este dialecto constituye el fondo del griego bíblico, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento.

La koiné también se difundió en gran parte de las costas occidentales del Mar Mediterráneo hoy correspondientes a los estados de Italia, Francia y España, de modo que se hablaba o era muy conocida durante el helenismo.

El griego medieval.

Aunque la lengua oficial del Imperio Bizantino era la koiné, que siguió evolucionando hasta dar lugar a lo que se conoce como griego medieval. Al igual que ocurría en la parte occidental del imperio con el latín, se creó una situación de diglosia en la que la lengua escrita siguió siendo la antigua koiné mientras que la lengua oral acusaba rasgos fonéticos, léxicos y gramaticales cada vez más diferenciados.


El griego moderno

El griego moderno, lengua oficial de Grecia y Chipre, es una lengua diferente del griego antiguo con características gramaticales y fonológicas diferentes resultado de siglos de cambio lingüístico durante los cuales las estructuras del griego antiguo cambiaron hasta dar lugar a una lengua diferente. Los hablantes de griego moderno no son capaces de comprender los textos en griego antiguo, si previamente no han estudiado dicha lengua, porque aunque ambas lenguas están relacionadas, no son mutuamente inteligibles, de la misma manera que el español moderno y el latín no son mutuamente comprensibles. 
Esta última etapa de la lengua griega ha estado marcada desde el siglo XIX por la cuestión lingüística griega, debate en torno a la adopción como lengua oficial de la lengua popular (demótico o dimotikí) o de una variedad arcaizante inspirada en la koiné (kazarévusa). Esta disputa se resolvió en 1976 con la adopción oficial del griego demótico por parte del gobierno griego, si bien éste sigue considerablmente influido por la kazarévusa.

El Vocabulario moderno.

El núcleo del vocabulario moderno fue provisto por el griego clásico. Está suplido por numerosos estratos de palabras prestadas, de los cuales los principales son: latín (durante los períodos helenístico y bizantino), italiano (durante la ocupación veneciana y genovesa posterior al 1200), turco (durante el período 1453-1830), francés y, en grado menor, inglés (durante los últimos 150 años). Los abundantes recursos de derivación y composición que posee el griego han facilitado la creación de nuevas palabras a partir del acerbo nativo, especialmente términos científicos. Incluyen palabras traducidas, tales como sidhrodromoV (ferro-carril), y el préstamo de palabras de cuño helénico de uso corriente en el extranjero, tales como aeroplano.

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