Apuntes de clases

Clases de filosofía y ciencias bíblicas del Instituto de Humanidades Luis Campino, y la Parroquia de Guadalupe de Quinta Normal.


lunes, 28 de noviembre de 2016

69).-La Hermenéutica.-a

  Esteban Aguilar Orellana ; Giovani Barbatos Epple.; Ismael Barrenechea Samaniego ; Jorge Catalán Nuñez; Boris Díaz Carrasco; -Rafael Díaz del Río Martí ; Alfredo Francisco Eloy Barra ; Rodrigo Farias Picon; -Franco González Fortunatti ; Patricio Hernández Jara; Walter Imilan Ojeda ; Jaime Jamet Rojas ; Gustavo Morales Guajardo ; Francisco Moreno Gallardo ; Boris Ormeño Rojas ; José Oyarzún Villa ; Rodrigo Palacios Marambio; Demetrio Protopsaltis Palma ; Cristian Quezada Moreno ; Edison Reyes Aramburu ; Rodrigo Rivera Hernández; Jorge Rojas Bustos ; Alejandro Suau Figueroa; Cristian Vergara Torrealba ; Rodrigo Villela Díaz; Nicolas Wasiliew Sala ; Marcelo Yañez Garin; 

 Clase de religión del Presbítero Marcial Umaña, en el Instituto de Humanidades Luis Campino, Años 1990 y 1991


Profesor Presbítero Marcial Umaña

 Derivada de una palabra Griega relacionada con el nombre del dios Hermes, el supuesto mensajero e intérprete de los dioses. Sería incorrecto inferir de esto que la palabra denota la interpretación o la exégesis de la Escritura Sagrada. El uso ha restringido el significado de la hermenéutica a la ciencia de la exégesis Bíblica, es decir, a la colección de las reglas que gobiernan la correcta interpretación de la Escritura Sagrada. Exégesis por lo tanto se relaciona con la hermenéutica, como la lengua está a la gramática, o como el razonamiento a la lógica. Los hombres hablaron y razonaron antes de que hubiera cualquier gramática o lógica; pero es muy difícil hablar correctamente y razonar debidamente siempre y bajo cualquier circunstancia sin un conocimiento de la gramática y de la lógica.
 De la misma manera nuestros primeros escritores Cristianos explicaron la Escritura Sagrada --como es interpretado en casos particulares incluso en tiempo extra por estudiantes de talento extraordinario-- sin confiar en cualquier principio formal de la hermenéutica, pero tales explicaciones, si están correctas, estarán siempre de acuerdo con los cánones de nuestra ciencia actual de la exégesis.

 I. NECESIDAD DE LA HERMENÉUTICA

El lector no debe inferir que se ha dicho que la hermenéutica es una mera realización del exegeta Bíblico, ese conocimiento no es necesario para el estudiante de la Biblia. Es verdad que en la primera Iglesia la ciencia de la exégesis no fue desarrollada; pero debe ser recordado que las supuestas lenguas sagradas eran las lenguas vernáculas de los escritores Sirios y Griegos, a quienes les eran tan familiares como nosotros a las antigüedades Bíblicas, y que también fueron imbuidos en las primeras tradiciones orales que contenían la verdadera explicación de los muchos pasajes difíciles de la Sagrada Escritura. 
Tan pronto como estas ayudas naturales del intérprete Cristiano comenzaron a disminuir, los principios de la hermenéutica comenzaron a convertirse. Incluso en el tiempo de San Agustín fueron recogidos en un solo libro, de modo que pudieran ser dados a conocer y poner en práctica sin mucha dificultad. Cualquier persona familiarizada con una gran variedad de opiniones concerniente al significado de algunos de los pasajes más importantes de la Biblia se preguntará como explicar la Escritura sin la ayuda de la hermenéutica, entonces su demanda es una necesidad urgente. 
Ni puede ser dicho que la variedad de resultados exegéticos de parte de los escritores bien-versados en los principios de la interpretación científica demuestra la inutilidad de la hermenéutica en la explicación de la Sagrada Escritura. Los principios no científicos, con todo el desacuerdo de científicos siempre han desarrollado cualquier rama del conocimiento; además, en el caso de la Escritura, la hermenéutica ha disminuido el número de las opiniones de intérpretes eliminando aquellas no apoyadas por cualquier principio científico sólido. 
Tales principios son aún más necesarios para el intérprete Bíblico que un estudio de la lógica está para el pensador; mientras que las leyes del pensamiento se basan en una tendencia innata de la mente, el resto de las reglas de la hermenéutica se extienden en gran parte sobre los hechos externos de la mente. 
Y los resultados que fluyen de la aplicación de los principios de la hermenéutica no son menos importantes que aquellos derivados por medio de las leyes formales de la lógica, desde las controversias entre los Judíos y los Cristianos, entre los Cristianos y los Racionalistas, entre los Católicos y Protestantes, finalmente están de nuevo en las preguntas de la hermenéutica.

II. LÍMITES DE LA HERMENÉUTICA

Aunque la influencia de la hermenéutica es de tan gran envergadura, su eficacia no debe ser sobrestimada. La fuente de la gama de la Hermenéutica no suministra una deficiencia de la capacidad natural, ni rectifica falsos principios filosóficos o perversas pasiones, tampoco imparte la necesidad de erudición filosófica e histórica. En segundo lugar, la hermenéutica en sí misma no investiga la verdad objetiva del significado de un escritor, el cuál ha sido establecido por sus cánones; no se pregunta que es verdadero o falso, pero solamente que intentó decir el escritor. Por lo tanto una verdad hermenéutica puede ser una falsedad objetiva, a menos que la escritura este sujetada a las reglas de la hermenéutica y este dotada con la prerrogativa de la inerrancia. 
En tercer lugar, la hermenéutica no se pregunta de la autenticidad de una escritura, ni en la autenticidad de su texto, ni tampoco en su carácter especial, por ejemplo, si sea de una naturaleza profana o sagrada. La hermenéutica Bíblica presupone, por lo tanto, un conocimiento de la historia del Canon del Antiguo y Nuevo Testamento, de un conocimiento con los resultados bajo la crítica textual, y de un estudio del tratado dogmático sobre la inspiración. El número de limitaciones de la hermenéutica no rendirá la impaciencia del lector, si él tiene presente en su mente, que lleva con paciencia los límites que circunscriben el campo de otras ramas del aprendizaje; nadie culpa a la gramática, por ejemplo, porque no confiere ninguna aptitud lingüística especial al gramático, o porque no mejora la melodía o la estructura sintáctica del lenguaje.

III. OBJETO DE LA HERMENÉUTICA

Después de quitar qué es exterior a la hermenéutica, nos permite entender más a fondo su apropiado objeto. Su objeto material es el libro o la escritura que debe ser explicada; su objeto formal se preocupa con el sentido expresado por el autor del libro en cuestión. De esta manera, la hermenéutica Bíblica trata sobre la Sagrada Escritura como su objeto material, suministrando un sistema complejo de reglas para encontrar y expresar el sentido verdadero de los escritores inspirados, mientras que el descubrimiento y la presentación del sentido genuino de la Sagrada Escritura podrían ser su objeto formal.

IV. DIVISIÓN DE LA HERMENÉUTICA


El método más directo y simple de determinar el significado de un autor consiste en la última declaración del sentido que él intentó transmitir. Tal declaración, si procede del mismo autor o de otra persona que tenga cierto conocimiento de la mente del autor, es llamada una interpretación auténtica. La interpretación legal difiere en su proceder de la auténtica, no del legislador mismo sino de su sucesor, o de esté en igual poder legislativo o de la autoridad legal suprema. La interpretación científica difiere de la auténtica y de la legal; su valor no se derivó de la autoridad, sino de la información fidedigna y del aprendizaje del comentarista, del peso de sus argumentos, y de su adherencia fiel a las reglas de la hermenéutica. 
La autoridad como tal no considera en el campo de la hermenéutica general las reglas de la hermenéutica, así delimitada, podrían ser de aplicación universal o particular, es decir, podrían ser válidas para la correcta explicación de cualquier libro o escritura, o pueden ser adaptadas para una clase particular de los libros, por ejemplo, Sagrada Escritura o Derecho Canónico.
 La hermenéutica Bíblica pertenece a esta segunda clase, no porque las reglas universales de la exégesis son inaplicables a los Libros Sagrados, pero porque el carácter Sagrado de la Biblia exige las reglas adicionales de la interpretación, que no son aplicables a las escrituras profanas. Finalmente, la Hermenéutica Bíblica es cualquiera de las dos, general o especial, según el carácter de las reglas exegéticas que contiene: es general si sus reglas son aplicables a la Biblia entera; es especial si se piensan solamente para la explicación de libros particulares, por ejemplo, los Salmos o las Epístolas Paulinas.
 Pero, como en la lógica la especie contiene todas las notas esenciales del género, así que la hermenéutica especial contiene todas las reglas exegéticas de la hermenéutica general, y la hermenéutica particular adopta todas las leyes de la interpretación impuestas por la hermenéutica universal.

V. PRIMER PRINCIPIO DE LA HERMENÉUTICA

Puesto que las leyes hermenéuticas más especiales no contradicen las leyes más generales, pero solo las determinan más correctamente para adaptarlas a las escrituras particulares, las cuales son explicadas; debería ser posible determinar el primer y más alto principio o ley de la hermenéutica, de la cual se derivan todas las reglas exegéticas especiales. El lector recordará que tales primeros principios existen en otras ciencias, también; en lógica, por ejemplo, y en la ética, nosotros tenemos el principio de la contradicción un principio de hacer lo bueno respectivamente. Volviendo a la hermenéutica, el pensamiento se debe derivar del lenguaje según la misma ley que regula la expresión del pensamiento en el lenguaje, el proceso solamente sería invertido. Respecto a esto, el lenguaje en general no difiere de un mensaje de la clave que se deba leer según el código en el cual fue escrito. 
Ahora un escritor utiliza comúnmente el código de su día y de sus propias circunstancias peculiares; él emplea el lenguaje de acuerdo con sus usos peculiares y sus reglas de la gramática; él sigue en la expresión de sus pensamientos la secuencia de la lógica, y sus palabras reflejan su mentalidad así como también sus condiciones físicas y sociales. Si los deseos del intérprete de entender completamente al escritor, él debe guiarse por estos cuasi-criterios del significado del autor: su lenguaje, su hilo de pensamiento o el contexto, y de su condición psicológica e histórica a la hora de la escritura. 
Por lo tanto fluye el primer y más alto principio de la hermenéutica: Encontrar el sentido de un libro por su lenguaje (gramatical y filológicamente), por las reglas de la lógica (desde del contexto), y por la condición mental y externa del escritor. 
Expresando la misma verdad negativamente, podemos decir que ningún significado de un pasaje que no este de acuerdo con su gramática, su contexto, y las condiciones internas y externas de su autor, no puede ser el sentido verdadero del escritor. 
En el caso de la Escritura, el hecho de su inspiración y de su interpretación auténtica por la Iglesia, se debería agregar a los tres criterios comunes de la interpretación; por lo tanto ningún significado sin armonía con la gramática Bíblica, el contexto, o las condiciones concretas de los escritores bíblicos, o sin armonía con el hecho de la inspiración y el espíritu de la interpretación de la Iglesia, no puede ser el sentido verdadero de la Escritura. Respeto solamente al primero de estos tres criterios hace racionalista a la exégesis; la observancia de los primeros cuatro es un reconocimiento de la doctrina Cristiana específica de la inspiración Bíblica; pero es solamente la conjunción del quinto con los otros cuatro que da vida a la verdadera exégesis Católica sin destruir el carácter racional y simplemente Cristiano de la interpretación.

VI. FUENTES DE LOS PRINCIPIOS DE LA HERMENÉUTICA

Las observaciones precedentes revelan las fuentes de las cuales la hermenéutica deriva sus principios secundarios. Presupone un conocimiento gramatical y filológico del lenguaje en la cual se escribió el trabajo, de un conocimiento con las leyes de la lógica y de la retórica, y de una familiaridad con los datos de la psicología y de los hechos de la historia. Éstas son las fuentes de las reglas de la hermenéutica universal; en el caso de las Sagradas Escrituras, el intérprete científico debe estar bien versado en el llamado lenguaje Sagrado o Bíblico; él debe estar bien versado en historia Bíblica, arqueología, y geografía; él debe conocer los distintos dogmas Cristianos relacionados sobre la Biblia y su historia; finalmente él debe estar bien instruido en patrología, historia eclesiástica, y literatura Bíblica. Antes de entrar en la explicación de cualquier libro particular de la Escritura, el comentarista también debe estar versado en las preguntas dogmáticas, morales, filosóficas, y científicas conectadas con su tema particular.
A la luz de estos muchos requisitos, uno entiende fácilmente porqué es tan difícil encontrar los comentarios que son completamente satisfactorios, y uno también se da cuenta de la necesidad de leer varios comentarios antes de que uno pueda demandar completamente entender las Escrituras o cualquier parte de la misma.

VII. DESARROLLO HISTÓRICO DE LA HERMENÉUTICA


Viendo la importancia de la hermenéutica Bíblica, puede parecerse a una cuestión de sorpresa que esta rama del estudio no fue desarrollada previamente. Pero la historia de cada ciencia demuestra que la práctica precede de la teoría. El Lenguaje, por ejemplo, había estado en el uso para muchas generaciones antes de que las gramáticas sistemáticas fueran escritas, la salud había sido el objeto del cuidado por siglos antes del crecimiento de la ciencia de la medicina. 
De una manera similar, los libros de la Sagrada Escritura fueron leídos y explicados por medio de lo qué podría ser llamada la hermenéutica natural antes de que en la ciencia de la exégesis fuera pensada. Deut., xvii, 8-12, 18; xxi, 5; xxxi, 9-13, 24-26, podrían ser mirados por lo menos como su contenido del testimonio implicado en favor de la práctica de la exégesis, aunque es imposible determinar las leyes hermenéuticas entonces vigentes.


A. Desarrollo Judío.


Al poco tiempo después de los días de Cristo, R. Hillel estableció siete reglas de la hermenéutica (middoth), entre las cuales se encuentran la inferencia del más grande al menor contexto, de lo general a lo particular para los pasajes paralelos. Al principio del segundo siglo R. Yishma 'el ben Elisha' aumentó el número de las reglas de Hillel a trece, tratando entre otras preguntas la manera de armonizar los pasajes contradictorios. Cerca de la mitad del segundo siglo R. Eli'ezer deribó treinta y dos reglas de la hermenéutica desde entonces prevalece el método de la interpretación, y éstas todavía son encontradas en las ediciones del Talmud después del tratado "Berakhoth". 
En la Edad Media Aben Ezra y Maimonides explicaron ciertas reglas de la hermenéutica, pero ningún escritor rabínico ha escrito ex profeso cualquier tratado completo sobre hermenéutica Bíblica.


B.-Desarrollo Cristiano.


Los Primeros Tres Siglos

Entre los primeros Cristianos, también, las Escrituras fueron leídas y explicadas sin la orientación de cualquier regla reconocida de la hermenéutica. Podemos deducir de los refranes de los Padres que la tradición y la analogía de la fe eran las leyes soberanas de los primeros intérpretes Cristianos. En el segundo siglo Melito de Sardis compuso un tratado de la hermenéutica, titulado "La Llave", en la cual él explicó los tropos Bíblicos. Los Padres de los siglos tercero y cuarto sugirieron muchas reglas de la interpretación sin recopilarlas en algún trabajo distinto. 
Además de Tertuliano y Clemente de Alejandría, Orígenes propuso y defendió contra Judíos y heréticos sus reglas de la exégesis en su trabajo "De principiis", lib. IV; Diodoro de Tarso (días antes del 394 d.C.) escribió sobre la diferencia entre el tipo y la alegoría, pero su trabajo "Quomodo differt theoria ab allegoriâ" había sido perdido; San Juan Crisóstomo impulsa al comentarista a estudiar el contexto, el autor, los lectores, la intención del interlocutor, la ocasión, el lugar, la época, y la manera de escribir (Hom. en Jer. x, 33; Hom. xv en Juan.) San Jerónimo, ha dejado también muchas pistas sobre el método apropiado de la interpretación ("Ep. ad Pammach."; "De optimo genere interpretandi"; "Lib. quaest. Hebr. in Gen."; "De nominibus et loc. Hebr."; "Praef. in 12 prophet."; "In quat. evang.", etc.).

Desde el Siglo cuarto al Decimocuarto

Alrededor del 390 A. D. (Anno Domini) el Donatista Ticonius publicó un trabajo titulado "Septem regulae ad inquirendum et inveniendum sensum S. Scripturae", los cuales eran incompletos y contaminados con errores; estaba en este relato que San Agustín (d. 430 d.C.) escribió en su trabajo "De doctrinâ Christianâ libri quatuor", en el cual él trató las reglas de la interpretación más satisfactoriamente que había sido hechas antes de su tiempo. Los principios de la hermenéutica se pueden encontrar dispersos también en otros trabajos del gran Doctor Africano, por ejemplo, en su "De Genes.", su "Exposit. Psalm.", y su "De civit. Dei". San Isidoro de Pelusium (d. cerca del 440-450 d.C.) dejó las cartas que explicaban los principios de la hermenéutica de la escuela de Antioquia, y también un trabajo titulado "De interpretatione divinae scripturae". A Eucherius de Lyons (d. cerca de 450 d.C.) le estamos agradecidos por dos trabajos hermenéuticos, "Formularum spiritualis intelligentiae ad Uranium liber unus: y "Instructionum ad Salonium filium libri duo". En el siglo quinto, también, o al principio del sexto, el monje Adrián explicó las expresiones figuradas de la Sagrada Escritura, especialmente del Viejo Testamento, según los principios de la escuela de Antioquia en un trabajo titulado "Introductio ad divinas scripturas". Cerca de la mitad del siglo sexto Julius Africanus escribió su carta célebre a Primasius"De partibus divinae legis" en la cual él expone las reglas de la interpretación Bíblica, como él las recibió de un adherente de la escuela de Edessa. 
Aproximadamente en la misma época M. Aurelio Casiodoro (d. cerca de 565-75 d.C.) escribió, entre otros trabajos: "De institutione divinarum litterarum""De artibus et disciplinis liberalium litterarum", y "De schematibus et tropis".

El Concilio de Trento

Aunque conocemos algunos trabajos hermenéuticos completos durante el período de la Edad Media, todavía tenemos copiosas reglas exegéticas en los comentarios y las introducciones de San Beda el Venerable, Alcuino, Rabano Mauro, Hugo de San Víctor, y especialmente Santo Tomás (Summ. theol., I, Q. i, n. 9 sq.). Había varias razones especiales que condujeron a la promoción de estudios Bíblicos y hermenéuticos en los siglos decimocuarto y decimoquinto. El Concilio de Viena (1311) ordenó que la cátedra de idiomas Orientales debían ser anexadas en las universidades; los estudios humanísticos comenzaron a prosperar de nuevo y reaccionaron favorable en la búsqueda de idiomas Bíblicos; el descubrimiento del arte de la impresión (1440-1450) facilitó la extensión de las Escrituras; la toma de Constantinopla por los Turcos (1453) ocasionó la emigración que va hacia el oeste de los Griegos doctos numerosos, que llevaron con ellos sus tesoros literarios así como su aprendizaje y habilidad artística. Durante este período, también, fue que Nicolás de Lyra (d. 1340 d.C.) escribió sus trabajos, "Tractatus de differentiâ nostrae translationis ab Hebr. litterâ y "Liber differentiarum V. et N. Testamenti", y Juan Gerson (d. 1429 d.C.) produjo su tratado de hermenéutica titulado "Propositiones de sensu litterali Scripturae Sacrae", en el cual él considera las diversas clases del sentido de la Escritura, y expresa su preferencia para que el sentido literal sea determinado según la enseñanza de la tradición y de las declaraciones de la Iglesia. En el siglo decimosexto la llamada Reforma comenzó con mirar la analogía de la fe y los símbolos como los criterios de la exégesis Bíblica, pero finalmente tuvieron que caer detrás de las reglas del Cristianismo e incluso de la hermenéutica racionalista, de modo que prepararan naturalmente la manera para el racionalismo Bíblico del siglo decimoctavo. La literatura hermenéutica Católica también creció durante estos siglos, en parte debido a la rivalidad entre los eruditos Católicos y Protestantes. Como esto tendía a agrandar los trabajos hermenéuticos, la claridad y la minuciosidad exigieron la separación de la hermenéutica de la crítica, de lo histórico, y de las preguntas dogmáticas, y la prueba sólida del desarrollo de los principios estrictamente hermenéuticos.

VIII. RELACIONES DE LA HERMENÉUTICA CON OTRAS RAMAS DE LOS ESTUDIOS SAGRADOS

Podría ser de interés el considerar la relación en la cual la hermenéutica, reducida a sus propios límites específicos, dedicarse a las otras ramas de los estudios de la Escritura. Se excusa decir, la primer intervención en el estudio científico de la Biblia consiste en conocerse a sí misma con fundamentos y la extensión de la autoridad Divina y humana con la cual la Escritura esta dotada; la llamada introducción histórico-crítica de la Sagrada Escritura nos enseña todo esto. El segundo paso nos conduce a la llave para la correcta comprensión de esta doble colección autoritaria de libros, es decir, al estudio propio de la hermenéutica. La etapa final del estudio de la Biblia es la exégesis, que abre en nosotros los tesoros íntimos de las escrituras inspiradas. Todo esto estaría muy simple y claro, si la segunda etapa no exigió el conocimiento adicional: filología sagrada, historia, y arqueología sagrada. Sería absolutamente imposible aplicar las reglas de la hermenéutica sin poseer este conocimiento. Finalmente, quienes ordenan estos estudios teológicos sistemáticamente ponen la filosofía y el estudio de la Biblia, junto con la historia y la patrología eclesiásticas, entre los preámbulos que nos preparan para la teología teórica (fundamental, dogmática, y apologética), la teología práctica (moral), la teología pastoral, y el derecho canónico.

IX. CONTENIDO DE LA HERMENÉUTICA

Después de considerar a la hermenéutica en relación a sus ramas cognadas del estudio, podemos volver a un escrutinio más exacto de su propio contenido. Hemos visto que la ciencia de la interpretación tiene para su objeto formal el descubrimiento y la presentación del sentido de la Sagrada Escritura. A partir de este hecho, podemos deducir que

· un tratado completo de la hermenéutica debería tratar primero del sentido de la Escritura en general; · debe poner las reglas definidas para encontrar este sentido; · debe enseñarnos cómo presentar este sentido a otros.

Estas tres preguntas se han explicado completamente en el artículo EXÉGESIS, de modo que sea innecesario repetir sus progresos respectivos aquí. Será útil, sin embargo, para que el lector tenga ante sus ojos un resumen de los puntos principales tratados en ese artículo.

X. RESUMEN DE LOS PRINCIPIOS DE LA HERMENÉUTICA


(1) El escritor comienza dividiendo el sentido genuino de la Escritura Sagrada como:

· el sentido literal o su naturaleza o su división o su ubicuidad o su unidad y multiplicidad o Las dos clases de un sentido supuesto de la Escritura que en el mejor de los casos llevan solamente una analogía al sentido Bíblico verdadero: § el derivativo o el sentido consiguiente, § y la comodidad bíblica.

· el sentido típico o su naturaleza o sus divisiones o su existencia o su ocurrencia en el Viejo y en el Nuevo Testamento o su criterio o su valor teológico.

(2) En seguida el escritor trata de encontrar en el método el sentido genuino de la Escritura, considerando:

· el carácter humano de la Biblia, que exige una interpretación histórico-gramatical de modo que el comentarista deba tener presente o la significación de la expresión literaria de su lengua sagrada y de la Escritura; o el sentido de su expresión literaria, que es determinada a menudo por el tema de la escritura, por su ocasión y propósito por el contexto gramatical y lógico, y por los pasos paralelos; o el ajuste histórico del libro y de su autor. · El carácter divino o inspirado de la Biblia requiere una interpretación Católica supuesta, que implica las direcciones adicionales de o un carácter negativo que previene (a) toda la irreverencia y (b) la admisión de cualquier error y o de una naturaleza positiva, que fue ordenada por el intérprete al respecto (a) las definiciones de la Iglesia, (b) la interpretación patrística, y (c) la analogía de la fe.

(3) Después de que el sentido genuino de la Escritura Sagrada se haya encontrado, tuvo que ser presentado a otros por medio de:

· la versión, · la paráfrasis, · la glosa y el escolio · la disertación, · finalmente del comentario.

La homilía también puede ser clasificada entre el método más popular de exposición Bíblica.

(4) Las páginas concluidas del artículo EXÉGESIS están dedicadas a una breve historia del tema:

· La exégesis Judía se divide en (a) Palestino y (b) Helenístico; · La exégesis Cristiana comprende, o el período patristico § los Padres Apostólicos y los apologistas, § los Padres Griegos de las dos tendencias Alejandrinas y Antioquenas, § los Padres Latinos o el tiempo de la edad Patrística (en su sentido más estrecho) al Concilio de Trento, donde satisfacemos otra vez con (a) a escritores Griegos, y (b) de los eruditos Latinos, pre-Escolásticos o Escolásticos; o el período después del Concilio de Trento con: § sus escritores Católicos de la edad de oro, del período de transición, y de épocas recientes, y § de los exegetas no-Católicos, si están en el número del primeros Reformadores, o de sus sucesores inmediatos, u otra vez de los racionalistas.

Hemos agregado este examen de la historia de la exégesis porque lanza la luz en el desarrollo histórico de la hermenéutica.

XI. DOS PREGUNTAS ESPECIALES

Ningunas dificultades serían planteadas contra el intérprete Bíblico mientras él permanece dentro de la esfera de las reglas que gobiernan su exégesis gramático-histórico; pero se levantarán protestas tan pronto como él impulse el principio de la inerrancia Bíblica, y el deber de reverenciarse a la autoridad de la Iglesia. Algunas observaciones adicionales respecto a estos dos puntos por lo tanto no estarán fuera de lugar.


A. INERRANCIA


Naturaleza de la Inerrancia

La inerrancia de la Escritura significa que su verdad hermenéutica es también objetivamente verdad, y que su sentido genuino es presentado adecuadamente por su expresión literal, por lo menos por su expresión literal completa, basada en el texto original interpretado a la luz del propósito especial del Espíritu Santo y de su previsto círculo de lectores. Pero esta perfección de la presentación literaria no quita la oscuridad y la ambigüedad de la expresión, los defectos que fluyen naturalmente de los autores humanos de los diversos libros de la Escritura Sagrada, y fue prevista, y por las buenas razones permitidas o aún previstas, por el Espíritu Santo. Ni la veracidad absoluta de la Escritura Sagrada implica que la Biblia siempre presenta toda la verdad bajo todos sus aspectos, ni exige que todo lo dicho textualmente por la Biblia como hechos históricos son objetivamente verdaderos. Las palabras textuales en la Escritura según lo hablado como interlocutores son infaliblemente veraces, por ejemplo, por Dios Mismo, o los buenos ángeles, o los profetas y los apóstoles inspirados realmente, o por el mismo escritor sagrado mientras que bajo la influencia de la inspiración, todas estas palabras no están ni simple e históricamente, pero también objetivamente, verdad; pero las palabras citadas en la Escritura como procediendo de los interlocutores abiertos al error no son necesariamente verdades objetivas, aunque son históricamente verdades. Si sin embargo tales palabras profanas son expresamente aprobadas por los escritores inspirados, son también objetivamente verdades.

Consecuencias que fluyen de Inerrancia

Se sigue diciendo que no puede haber contradicciones en la Biblia, y que no puede haber oposición verdadera entre las declaraciones Bíblicas y las verdades de la filosofía, la ciencia, o la historia.

Sin contradicciones en la Escritura Sagrada


La imposibilidad de cualquier contradicción existente en la misma Biblia fluyen del hecho de que Dios es el autor de la Escritura Sagrada, y sería el supuesto responsable de cualquier discrepancia. Pero ¿cómo podemos remediar de las aparentes contradicciones de la Escritura, la existencia de la cual no puede ser negada?

En algunos casos es prácticamente cierto que nuestro presente texto ha sido corrompido. I Reyes, xiii, I, dicen que Saúl era un niño de un año en que empezó a reinar, y él reinó dos años sobre Israel, aunque, según Hechos, xiii, 21 (y José, Antiq., VI, xiv) Saúl reinó cuarenta años, empezando en la edad de veintiuno. En el caso anterior, las cartas del texto Hebreo indican cuarenta y veinte respectivamente mas deben haberse perdido. Una corrupción similar debe ser admitida en III Reyes, iv, 26, en la cual Salomón cedió un establo para 40,000 caballos de carrera en vez de los 4000 que le asignaron en II Par., IX, 25 (texto Hebreo).

En otros casos las contradicciones aparentes en la Biblia son debido a una exégesis errónea de uno o ambos pasajes en cuestión. Tales interpretaciones incorrectas son causadas fácilmente por el cambio del significado de una palabra; por la suposición de un nexo incorrecto de las ideas (cronológico, verdadero, o psicológico); por una restricción o una extensión del significado de un pasaje más allá de sus límites naturales; por un intercambio figurativo apropiado, con absoluto, lenguaje hipotético; por una concesión de la autoridad Divina a las meras citas de fuentes profanas, o por una negligencia de la diferencia entre el Viejo y Nuevo Testamento. Así la palabra "tentar" tiene un sentido en Gen, xxii, 1, y absolutamente otro sentido en Santiago, i, 13; las expresiones "fe" y "trabajos" no tienen el mismo sentido en Rom, iii, 28, y Santiago, ii, 14, 24; el "compañero sincero" de Fil., iv, 3, no significa "esposa", y no pone este pasaje en oposición de I, Cor., vii, 8; el "odio de los padres" inculcado en Lucas, xiv, 26, no es el odio prohibido por el mandamiento del decálogo; los nexos de los acontecimientos en el Primer Evangelio no es cronológico y no establece una oposición entre San Mateo y los otros Evangelistas; en I Reyes, xxxi, 4, el escritor inspirado atestigua que Saúl se matara el mismo, mientras que en II Reyes, i, 10, el Amalecita mentiroso se jacta que él mata bruscamente a Saúl; en Juan, i, 21, el Bautista niega que él es "el profeta”, sin la contradicción de la declaración de Cristo en Mateo, xi, 9, que Juan es un profeta; etc.

Las contradicciones aparentes en la Biblia pueden tener su fuente en una identificación errónea de palabras o de hechos distintos, en una negligencia de la diferencia del punto de vista de diversos escritores o interlocutores, o finalmente en una suposición errónea de la oposición entre dos pasajes realmente concordantes. Así el Gen, xii, 11 sqq., refiere a los hechos enteramente diferentes de ésos relacionados en el Gen, xx, 2, y xxvi, 7; la curación del criado del centurión relatado en Mateo, viii, 5 sqq., es enteramente distinta de la curación del hijo del rey mencionado en Juan, iv, 46 sqq.; la multiplicación de los panes en Mateo, xiv, 15 sqq., es distinta de la descrita en Mateo, xv, 32 sqq., la limpieza del templo relacionado en Juan ii, 13 sqq., no es idéntica con el acontecimiento dicho en Mateo, xxi, 12 sqq.; la unción descrita en Mateo, xxvi, 6 sqq., y Juan, xii, 3 sqq., difiere de lo dicho en Lucas, vii, 37 sqq.; los profetas vieron la venida de Cristo desde un punto de vista histórico, moral, y escatológico, etc.

Sin Oposición entre la Verdad Bíblica y la Profana


Prueba -- hasta el momento hemos considerado las aparentes contradicciones entre diferentes declaraciones de la Escritura Sagrada; una palabra se debe agregar sobre la oposición que puede aparecer de existir entre la enseñanza de la Biblia y los principios de la filosofía, de la ciencia, y de la historia. El estudiante de la Biblia debe estar convencido de que no puede haber una oposición verdadera. El Concilio Vaticano declara expresamente: "aunque la fe está sobre la razón, nunca podría haber una discrepancia verdadera entre la fe y la razón, desde el mismo Dios, que revela los misterios e infunde la fe, implantado en la mente humana la luz de la razón" (Sess. III, Constit. de fide cath., cap. iv). La misma verdad es mantenida por León XIII en la Encíclica "Providentissimus Deus": "Deje el docto mantener firmemente que el Dios el creador y las reglas de todas las cosas sea también el autor de las Escrituras, y que por lo tanto nada se puede recolectar de la naturaleza, nada de documentos históricos, que realmente contradicen las Escrituras." Consecuentemente, cualquier contradicción entre la verdad Bíblica y la profana es solamente aparente. Tal apariencia de la oposición puede brotar a partir de una de las tres fuentes: La Escritura puede ser interpretada erróneamente, puede haber un error en una verdad profana acreditada, o finalmente la prueba que establece la oposición entre la verdad Bíblica y la profana puede ser engañosa.

Oposición aparente -- ninguna declaración que descansa sobre un texto defectuoso, o una exégesis que abandona una o más de las muchas reglas de la hermenéutica, no se puede decir que sea una verdad Bíblica. Por otra parte, una mera teoría en la filosofía, o una mera hipótesis en la ciencia, u otra vez una mera conjetura en la historia, no puede demandar la rectitud o dignidad de una verdad profana. Muchos errores han sido hechos por los exegetas de la Escritura, pero su número no es mayor que las equivocaciones científicas. Pero incluso en los casos en los cuales el sentido de la Biblia es cierto, y la realidad de la verdad profana no se puede dudar, la prueba de su oposición mutua puede ser defectuosa. Es más fácil entrar incorrectamente en toda la prueba de tal oposición, porque el lenguaje de la Biblia no es el de la filosofía, o de la ciencia, o del historiador profesional. La Escritura no reivindica enseñanzas ex profeso de cualquier tesis filosófica, o hechos científicos, o cronología histórica. Las expresiones de la Escritura deben ser interpretadas en la luz de su propia edad y de su escritor original, antes de que se pongan en la oposición a cualquier verdad profana. Hay expresiones incluso en el lenguaje de hoy (por ejemplo, el naciente y la puesta del sol, etc.) las cuáles contradicen las verdades científicas reconocidas, si no se presta ninguna atención a la conformidad de tal lenguaje con "apariencias sensibles".

La Relación entre la Hermenéutica y Aprendizaje Profano -- ¿Cuál es, por lo tanto, la relación entre el intérprete y el científico?

· Sería incorrecto hacer de la Escritura el criterio de ciencia, para resolver nuestras preguntas científicas modernas desde nuestros datos Bíblicos. En ciertas controversias históricas esta trayectoria puede continuar, porque algunos de los libros de la Escritura son verdaderamente históricos. Pero en preguntas científicas, es suficiente sostener que "en materias de la fe y moral" la Escritura esta de acuerdo con las verdades de la ciencia; y eso en otras materias, la Escritura entendida correctamente no se opone a los resultados científicos verdaderos.

· Hacia el uso de las verdades profanas en la exégesis Bíblica, la actitud adoptada por los comentaristas no es tan uniforme. Los ultra-conservadores están inclinados en explicar la Escritura sin ninguna consideración al progreso del aprendizaje profano. Este método se opone incluso a la advertencia de Santo Tomás (I:68:1). Los conservadores son propensos a adherirse a las visiones científicas tradicionales hasta que tales son superadas evidentemente por resultados modernos; estos exegetas se exponen al peligro por lo menos a una aparente derrota --una vergüenza que refleja la exégesis Bíblica. Está bien, por lo tanto, templar nuestro conservadurismo con prudencia; prescindiendo de "materias de la fe y la moral" en las cuáles no pueden haber ahí ningún cambio, deberíamos estar listos para acomodar nuestra exégesis al progreso de los científicos e historiadores en sus campos respectivos, demostrando al mismo tiempo que tales exposiciones armonizadas de la Escritura representan solamente una etapa progresiva en el estudio de la Biblia el cual podría ser perfeccionada con el progreso del aprendizaje profano. Repetir una vez más, con respecto a "materias de la fe y la moral" no hay progreso de la fe en los fieles, pero solamente el progreso de los fieles en la fe; con respecto a otras materias, el progreso del conocimiento profano puede lanzar luz adicional en el sentido verdadero de la Escritura Sagrada.


B. AUTORIDAD DE LA IGLESIA


Hasta aquí hemos considerado la inerrancia de la Biblia la cual nunca puede ser perdida de vista por el intérprete creyente; ahora venimos a cuestionar la autoridad a la cual el exegeta Católico debe obediencia.

Ley de la Iglesia

El Concilio de Trento (Sess. IV, De edit. et usu ss. II.) prohíbe que, en "materias de la fe y de la moral pertenecientes a la edificación de la doctrina cristiana", la Biblia esté explicada contra el sentido llevado a cabo por la Iglesia, o contra el consentimiento unánime de los Padres. La Confesión Tridentina de la Fe y el Concilio Vaticano (Sess. III, Const. de fide cath., cap. ii) impone en forma positiva que en "materias de la fe y de la moral que pertenecen a la edificación de la doctrina cristiana", las Escrituras son explicadas según la enseñanza de la Iglesia y del consentimiento unánime de los Padres. 
En el artículo EXEGESIS las reglas que han sido establecidas asegurarían en su debida conformidad la exégesis Católica con la enseñanza patrística y Católica; pero poco había sido dicho acerca del significado de la cláusula "en materias de la fe y de la moral" y sobre la relación de la autoridad eclesiástica al regar las verdades que no pertenecen a las "materias de la fe y de la moral".

Significado de la "Materia de la Fe y de la Moral"

La frase "materia de la fe y de la moral" ha sido comparada con las verdades reveladas de Santo Tomás por su propia cuenta tan distintas de las verdades reveladas, accidentalmente como estaba, a causa de su conexión con el anterior (II-II:1:6, ad 1um); las materias ni de la "fe ni de la moral" han sido fundamentadas en la expresión del Doctor Angélico, "in his quae de necessitate fidei non sunt" (II Sent., dist. ii, Q. i, a. 3); Vacant amplía las palabras "materias de la fe y de la moral" a los dogmas de la fe y de las verdades que pertenecen a la custodia del depósito de la fe; Granderath identifica "materias de la fe y de la moral" con todas las verdades religiosas a diferencia simplemente de las verdades profanas: Egger está inclinado a comprender bajo las "materias de la fe y de la moral" toda la verdad revelada, y otra vez en su totalidad el depósito de la fe, en el cual él incluye todas las verdades Bíblicas; Vinati parece extender las "materias de la fe y de la moral" a todas las verdades que se deban creer con la fe Católica o Divina, agregando que todas las declaraciones Bíblicas caen bajo estos grupos; Nisius cree identificar "materias de la fe y de la moral" con las verdades contenidas en el depósito de la fe sin incluir todas las declaraciones Bíblicas en esta colección). 
Por cualquier motivo se puede pensar en las opiniones precedentes, que parece estar claro que las "materias de la fe y de la moral" contienen todas las verdades que se deban creer con la fe Católica, Divina, o fe teológica. La cláusula adicional, perteneciendo a "la edificación de la doctrina Cristiana", incluye todas las verdades necesariamente conectadas con el sistema Cristiano de la doctrina y la moral ya sea por la manera de la fundación, o la prueba necesaria, u, otra vez, la inferencia lógica.

En cuanto a las materias ni de la fe ni de la moral

Ciertos escritores han deducido del hecho de que los decretos de los concilios no dicen cualquier cosa explícitamente sobre el sometimiento del intérprete a la autoridad en caso de que de las verdades Bíblicas no incluidas entre "materias de la fe y de la moral", que la Iglesia haya dejado al comentarista perfectamente libre en esta parte de la exégesis Bíblica. Las leyes de la lógica apenas justifican esta inferencia. Al contrario, la lógica exige que no deberían llevar ninguna explicación que no estuviera en armonía con la analogía de la fe. El panorama más razonable de mantener esta cuestión que en materias ni de la fe ni de la moral la enseñanza de la Iglesia no ofrece una guía positiva al comentarista, sino que provee una ayuda negativa, ya que dice al estudiante Católico que cualquier explicación debe ser falsa, que no es conformista con el espíritu de la fe Católica. Para ilustrar las reglas precedentes, podemos considerar la actitud de la Biblia hacia el movimiento de la tierra según lo implicado en la pregunta de Galileo:

· Si la Biblia enseña evidentemente la estabilidad de la tierra, no es permitida por la inerrancia Bíblica decir que la tierra se mueve; · si la enseñanza Bíblica necesita alguna explicación con respecto a este punto, se plantea la cuestión si la estabilidad de la tierra pertenece a las "materias de la fe y de la moral"; ésta es una cuestión de derecho; · si la cuestión de derecho es contestada en el afirmativo, es seguida por la cuestión del hecho: ¿la enseñanza de la Iglesia, o la analogía de la fe, o del consentimiento unánime de los Padres mantiene otra vez la estabilidad de la tierra? O aún si la segunda pregunta es contestada en la negativa, ¿hay consentimiento unánime de los Padres en este punto que obligue la consideración reverente del intérprete Católico?

Un estudio cuidadoso de estos puntos demostrará cómo las reglas de la hermenéutica afectan el juicio pasado en Galileo.

domingo, 27 de noviembre de 2016

68).-Las concordancias de las Sagradas Escrituras.-a

  Esteban Aguilar Orellana ; Giovani Barbatos Epple.; Ismael Barrenechea Samaniego ; Jorge Catalán Nuñez; Boris Díaz Carrasco; -Rafael Díaz del Río Martí ; Alfredo Francisco Eloy Barra ; Rodrigo Farias Picon; -Franco González Fortunatti ; Patricio Hernández Jara; Walter Imilan Ojeda ; Jaime Jamet Rojas ; Gustavo Morales Guajardo ; Francisco Moreno Gallardo ; Boris Ormeño Rojas ; José Oyarzún Villa ; Rodrigo Palacios Marambio; Demetrio Protopsaltis Palma ; Cristian Quezada Moreno ; Edison Reyes Aramburu ; Rodrigo Rivera Hernández; Jorge Rojas Bustos ; Alejandro Suau Figueroa; Cristian Vergara Torrealba ; Rodrigo Villela Díaz; Nicolas Wasiliew Sala ; Marcelo Yañez Garin; 

 Clase de religión del Presbítero Marcial Umaña, en el Instituto de Humanidades Luis Campino, Años 1990 y 1991




Concordancias» o como demorar 17 años la publicación de un artículo

El redactor o colaborador de la Enciclopedia Espasa encargado de elaborar la entrada dedicada a las concordancias (que entonces lo eran por antonomasia de la Biblia, pues de hecho no existían aún concordancias de otros textos) no logró terminar su artículo en 1912, cuando se publicó el tomo 14 que alfabéticamente debía contener ese término. Pero tampoco renunció a publicar tal entrada, privando a la enciclopedia de una exposición que, sin duda, estaba preparando cuidadosamente, y se sirvió del recurso de prometer al lector tales explicaciones bajo otro rótulo que, por orden alfabético, habría de publicarse más adelante: Concordancias de la Biblia… ver Escrituras.
Tempus fugit, y cuando hubo que cerrar la entrada dedicada a las Escrituras sagradas, que apareció en el tomo 20, en 1915, tampoco tenía ultimada su explicación de las concordancias. El agobiado redactor recordó la promesa y la renovó, pero le volvió a suceder lo mismo, una y otra vez. Al final, ¡diecisiete años después!, y tras un total de seis demoras sucesivas, en las que ingeniosamente siempre supo ir encontrando otra entrada cada vez más postergada en el orden alfabético, las cinco eruditas columnas dedicadas a las Concordancias de la Sagrada Escritura, maduradas durante tanto tiempo, encontraron acomodo en la voz Testamento, tomo 61, en 1928. 
¿Cuántos lectores coetáneos a la publicación de la Espasa sufrieron con ansiedad los sucesivos retardos? 
¿Cuántos habrán fallecido a lo largo de aquellos años, angustiados por tanta espera, sin saber que la Espasa acabaría por cumplir lo prometido? 
¿Cuantos lectores de esta enciclopedia, a lo largo de más de un siglo, habrán recorrido el siguiente itinerario por siete tomos distintos de la obra?:

 Concordancias

1912 Enciclopedia Espasa, tomo 14, página 993, al final del artículo Concordancia:
Concordancias de la Biblia. Bibl. V. Escrituras (Sagradas)
1915 Enciclopedia Espasa, tomo 20, página 977, al principio del artículo Escrituras Sagradas:
Escrituras Sagradas. El título de Escrituras Sagradas comprende los mismos tratados a cuestiones que suelen estudiarse en la Introducción general a las Sagradas Escrituras, y son: […] y 7º Los principios y normas de la hermenéutica o exégesis que han de guiar para la exacta interpretación del texto sagrado, donde entra el estudio histórico de la exégesis a través de los siglos, de los principales comentarios que se han escrito, de los medios que sirven para la recta interpretación, como son las concordancias… De estas cuestiones, la mayor parte, por su importancia y substantividad, merecen ser tratadas separadamente: […] la séptima en Exégesis.
1924 Enciclopedia Espasa, tomo 22, página 1512, artículo Exégesis bíblica:
Exégesis bíblica. V. Hermenéutica.
1925 Enciclopedia Espasa, tomo 27, página 1205, artículo Hermenéutica:
Hermenéutica. Arte de interpretar textos para fijar su verdadero sentido. Se aplica especialmente a la interpretación de lo que es simbólico. V. Interpretación y Sagradas Escrituras.
1926 Enciclopedia Espasa, tomo 28-2ª, página 1835, al final del artículo Interpretación:
Interpretación. Rel. V. Sagradas Escrituras.
1926 Enciclopedia Espasa, tomo 52, página 1246, dentro del artículo Sagrado:
Sagradas Escrituras. Rel. Por otros nombres, Sagradas Letras, Escritura, Biblia. Son los escritos inspirados que forman el Antiguo y el Nuevo Testamento. La vasta y compleja materia comprendida con este título se trata en los varios artículos de esta Enciclopedia: Biblia, Escrituras Sagradas, Evangelios, Pentateuco, Reyes (Libro de los), Sabiduría (Libro de la) y sobre todo en Testamento (Antiguo y Nuevo), donde se halla desarrollado especialmente lo relativo a Concordancias, Exégesis o Hermenéutica, Inspiración, Interpretación, Versiones, &c.
1928 Enciclopedia Espasa, tomo 61, páginas 155-158, dentro del artículo Testamento:
Testamento… → Concordancias de la Sagrada Escritura…


Concordancias de la Sagrada Escritura

 [ s.v. Testamento. II. ]
Entiéndense por este nombre ciertos libros o colecciones en que se encuentran reunidos y citados por orden alfabético los diferentes pasajes de la Escritura, donde se trata un asunto determinado, o donde se encuentra un término o palabra particular. Las primeras se llaman concordancias reales; las segundas, verbales.
Concordancias reales. Esta especie de concordancias distribuye las materias de la Sagrada Escritura en cierto número de epígrafes, por ejemplo: caridad, fe, redención, infierno, justicia, &c., y, disponiéndolos en orden alfabético, facilitan a los predicadores, teólogos, &c. (pues de estas concordancias las hay que son morales, dogmáticas, &c.), el hallazgo de los pasajes de la Sagrada Escritura donde se tratan las materias que quieren estudiar. El inventor de este género de concordancias fue san Antonio de Padua (1195-1231), con su obra Concordantiarum moralium in S. Biblia Libri V, obra que fue impresa en Venecia (1575), en Roma (1623), en París (1641) y en Colonia (1647). A las concordancias reales compuestas por san Antonio pueden añadirse las siguientes: Siglo XV: Compendium biblicum quod aureum alias Bibliae Repertorium nuncupatur (París, 1497). Siglo XVI:Concordantz über die ganze Bibel aus die dolmetschung Lutheri gerichtet, por Pedro Patient (Francfort, 1571); Concordantiae breviores omnium fere materiarum ex sacris Bibliorum libris, por Antonio Broickwy de Koninsteyn, O. F. M. (Colonia, 1550; París, 1551 y 1554); Thesaurus Bibliorum omnem utriusque vitae antidotum… complectens, por Guillermo Allot (Amberes, 1579). Siglo XVII: Sacra Scriptura in locos communes morum et exemplorum novo ordine distributa, por Antonio de Balinghen, S. J. (Douai, 1621; Colonia, 1659; Trévoux, 1705; Lyón, 1711); Bibliorum sacrorum concordantiae morales el historicae, concionatoribus imprimis atque universis S. Scripturae studiosis utilissimae, por el P. Eulard, S. J. (Amberes, 1625), es concordancia mixta de reales y verbales. Siglo XVIII: Thesaurus biblicus, hoc est, dicta, sententiae et exempla ex sanctis Bibliis collecta et per locos communes distributa, ad usum concionandi et disputandi, por Felipe Pablo Merz, luterano convertido y sacerdote católico (Augsburgo, 1731, 1738, 1751 y 1791; Venecia, 1758 y 1818; París, 1822, 1825 y 1883). Sirve de tabla homilética en la Sainte Bible de Lethielleux, de París. Es una abreviación y corrección de la obra de Allot; Biblische Handconcordanz, por Godofredo Büchner. Contiene definiciones y notas. Ha salido a luz en dos formas: la breve, en Jena (1740), y la mayor, en Jena (1750). Muchas ediciones. Retocada por L. H. Heubner (6.ª ed., Halle, 1840), ha recobrado su antigua aceptación. En 1888 se hacía en Alemania la 18.ª edición, y en América se hizo una (Filadelfia, 1871) por Spät. Kleine biblische Concordanz, por G. Michaelis (Jena, 1712 y 1734-41); Biblische Kern und Stern, oder Handconcordantz über den Haupt-Sprüche der Heiligen Schrift, por W. Niederwefer (Leipzig, 1714).
 Siglo XIX: Répertoire universel et analytique de l'Ecriture Sainte, contenant tout le texte sacré selon l'ordre alphabétique des sujets d'histoire, de dogme et de morale, por Mataléne (París, 1837 y 1864);Dictionnaire de l'Ecriture Sainte, ou Répertoire el Concordance de tous les textes de l'Ancien et Nouveau Testament mis par ordre alphabétique et méthodique, por A. J. James (París, 1838); Biblische Realconcordanz, por Lueg (Ratisbona, 1855); S. S. Scripturae Concordantiae novae, seu doctrina moralis et dogmatica e sacris Testamentorum codicibus, ordine alphabetico dessumpta, por C. Mazeron (París, 1869); Biblische Concordanz, por F. G. Bernhard (7.ª ed., Dresde, 1890).
Índices bíblicos. A las concordancias reales pueden reducirse los índices de materias que acompañan la mayor parte de las ediciones modernas de la Sagrada Escritura, así griegas como latinas. El primero que introdujo este linaje de índices dícese que fue el franciscano Gabriel Bruno, quien editó su Index bibliorum en 1496. Siguieron su ejemplo Conrado Pelicano (1537), Roberto Stéfano (1540), &c. Entre los índices más correctos merecen citarse los de la edición de la Vulgata, de Desclée, Lefebvre y C.ª (Tournai, 1901).
Notas marginales. También pertenecen a las concordancias reales las notas que suelen ponerse al margen de las páginas en las ediciones de la Escritura y contienen las citaciones de los lugares paralelos o que tratan de la misma materia. Hugo Menardo (cisterciense) fue, según parece, el primero que ensayó esta forma de concordancias en los cuatro Evangelios. Su trabajo se imprimió en Nuremberg, en 1478. Después (1489) imprimió todo el Nuevo Testamento, con notas marginales, en que se citan los lugares paralelos de toda la Escritura. Los lugares paralelos del Antiguo Testamento vieron la luz por primera vez en Basilea (1491).
Concordancias verbales. Estas concordancias contienen en orden alfabético las palabras de la Sagrada Escritura. Las hay de los textos originales y de las versiones; las más antiguas son de la Vulgata latina.
Concordancias latinas. Su inventor es el famoso cardenal Hugo de Santo Caro (n. cerca de Viena, en el Delfinado, y m. en 1263), de la orden de Predicadores. Adoptó en parte la división de la Sagrada Escritura en capítulos introducida poco antes por Esteban Langton (doctor en París, más tarde arzobispo de Canterbury), y añadió una subdivisión de los capítulos en siete partes, que designó por las letras minúsculas a, b, c, d, e, f, g. Debajo de cada palabra de la Escritura se anotaban, conforme a estas divisiones, los lugares en que se encontraban. Por ejemplo:
Unigenitus
Gen., XII, a, d, f.
Prov., IV, a.
Jer. VI, g.
Heb., XI, d.
Amos, VIII, f.
Zach., XII, f.
Joan., I, b. III, d.
I Joan., IV, c.
Estas concordancias se llaman Concordantiae Sti. Jacobi, del nombre del convento en que se compusieron. En esta primera forma resultaron de poca utilidad; no daban más que una lista escueta de lugares que era menester ir a leer en el texto. Por esto, otros tres dominicos ingleses: Juan de Derlington (m. en 1284), Ricardo de Stevanesby y Hugo de Croyndon, residentes en el mismo convento de San Jacobo, emprendieron en 1250 la obra llamada de las grandes concordancias (concordantiae magnae Sti. Jacobi), que contenía, junto con la indicación del lugar, el texto o versículo íntegro. Por ejemplo:

Aaron
Exod., IV, c.  Aaron frater tuus scio quod eloquens sit.
g.  dixit dominus ad A. vade in occursum Moysi in desertum.
VII, a.  A. frater tuus erit propheta tuus, &c.
Estas concordancias, que se llamaron también inglesas (anglicae) por razón de la nacionalidad de sus autores, tenían el inconveniente de ser excesivamente voluminosas. Para obviarlo ideó hacia 1310 el dominico alemán Conrado de Halberstadt otra forma de concordancias que, sin contener todo el lugar citado, contuviese las palabras principales. Además, para las citaciones, dividió los capítulos breves en solas cuatro partes: a, b, c, d. Por ejemplo:
Aaron
Exod., 4, c.  egredietur in occursum.
g.  Moysi in desertum.
7, a.  erit propheta tuus
17, d.  et Hur sustentabant manus, &c.
Estas concordancias fueron las primeras que se imprimieron (Estrasburgo, 1470).
Todas estas concordancias contenían sólo las partes variables de la oración; mas pronto el célebre Juan de Ragusa (Juan Stoikovic), dominico también, que presidió en 1433 el Concilio de Basilea en nombre del papa Martín V, se dió cuenta de la importancia de algunas partículas indeclinables. En las disputas que tuvo con los bohemios vió la fuerza que éstos hacían en la partícula nisi del Evangelio de san Juan, cap. VI, 54, y más tarde, discutiendo en Constantinopla con los griegos sobre la procesión del Espíritu Santo, hubo de ver cuánto convenía fijar el valor de las preposiciones ex y percorrespondientes a las griegas κχ y διά, y, por tanto, de cuánta utilidad fuese la reunión de todos los lugares de la Escritura donde tales partículas y otras de semejante valor ocurriesen. Ayudado por su capellán, el escocés Jonau, y por el arcediano español Juan de Segovia, coleccionó la mayor parte de las partículas indeclinables y formó un suplemento utilísimo para completar las concordancias precedentes. Sebastián Brant fue el primero que editó, muy esmeradamente enmendadas, las concordancias de Halberstadt, junto con el suplemento de Juan de Ragusa (Basilea, 1496, imprenta de Froben).
Roberto Stéfano (Estienne) mejoró las concordancias precedentes, publicando mezcladas las partes declinables y las indeclinables e indicando los lugares por el número del capítulo y el del versículo, si bien conservó también la división en las partes a, b, c, &c.
La numeración de versículos la había excogitado e introducido él mismo hacía poco. Sus concordancias las tituló Concordantiae Bibliorum utriusque Testamenti V. et N. novae et integrae, quas revera majores appellare possis (París, 1555). Ejemplo:
Ante
Gén. 3, d. 24.  collocavit ante paradisum.
11, d. 28.  mortuus est Aran ante Thare.
27, d. 29.  incurventur ante te filii.
30, f. 38.  ante oculos haberent virgas.
32, a.  3.  misit nuntios ante se, &c.
Las concordancias precedentes, como salieron antes de la revisión de la Vulgata mandada por Sixto V y ejecutada en su tiempo y en el de Clemente VIII, seguían diferentes recensiones de la Vulgata y, por tanto, diferían más o menos entre sí. Después de la publicación de la Biblia Clementina,todos los católicos hubieron de conformarse a esta edición. Las primeras concordancias que tienen esta condición son las Concordantiae Bibliorum juxta recognitionem Clementinam (Amberes, 1599, imprenta de Plantin).
Más tarde, en 1617, el célebre Lucas de Brujas dió a luz sus Concordantiae sacrorum Bibliorum Vulgatae editionis, Hugone Cardinali authore, ad recognitionem jussu Sixti V. P. M. adhibitam recens et emend. op. et studio Fr. Lucae Brug., Antwerpiae, 1617. Estas concordancias se reeditaron en 1618 (Amberes y Venecia), en 1620 (Ginebra), en 1625 (Ginebra y Francfort), en 1635, 1638 y 1646 (París). A estas concordancias pueden añadirse las del español Gaspar de Zamora, S. J., Concordiantae sacrorum librorum… absolutissimae (Roma, 1627); las de H. Phalesius, 1649, 1652, 1667, 1687, 1700 (Lyón), 1656 (París), 1684 (Colonia), 1685 (Maguncia) y 1825 (Viena). La de los benedictinos de Wessobrunn, Concordantiae… opera PP. Monasterii Wessofontani (Augsburgo, 1751).
Finalmente, entre las concordancias recientes son dignas de mención las de F. P. Dutripon (París, 1838); las de G. Tonini (Prado, 1861); las de M. Bechis (Turín, 1887), y, de un modo especial por su forma manual, las de los padres de Raze, de Lachaud y Flandrin, S. J. (Lyón, 1851; París, 11.ª ed., 1881), y las de los padres Peultier, Etienne y Gantois, S. J., Concordantiarum Universae S. Sae. Thesaurus (Paris, 1896).
Concordancias hebreas. Las primeras se deben al judío provenzal R. Isaac Mardoqueo Natán, en 1448. Se imprimieron por primera vez en Venecia en 1523. Admite la división en capítulos de la Vulgata latina, pero cita los versículos según la división hebrea de Soph-Passuk.
Las de Mario de Calasio, O. F. M., muy superiores a las precedentes (Roma, 1621-22), han sido reeditadas en Colonia (1646) y en Roma (1657).
Las de J. Buxtorf, Concordantiae Bibliorum hebraicae nova et artificiosa methodo dispositae(Basilea, 1632); las de Nolde, Concordantiae particularum hebraeo-chaldaicarum (Copenhague, 1675 y 1679), contienen sólo las partículas indeclinables; las de B. Baer son las de Juan Buxtorf, corregidas y aumentadas con la adición de las partículas (Stettin, 1847); las de Tympe (Jena, 1734); las de Ch. Rave son manuales (Berlín y Francfort, 1677). Finalmente, las de Julio Furst (Leipzig, 1840) y las de S. Mandelkern (Leipzig, 1896; edición menor, 1900) son hoy las más usadas y, sin duda alguna, las mejores.
Concordancias griegas. El primero que emprendió la obra de componer unas concordancias griegas fue el monje Basilio Eutalio de Rodas, en 1300. Comprenden el Antiguo Testamento según la versión de los Setenta y el original del Nuevo Testamento. Estas concordancias las vió Sixto Senense en una biblioteca de Roma, pero nunca han sido impresas. De las que han sido dadas a luz, unas comprenden sólo el Antiguo y otras el Nuevo Testamento.
Concordancias griegas del Antiguo Testamento. Las primeras vieron la luz en Francfort (1607); su autor es Conrado Kircher de Augsburgo, párroco de Donanworth. Se titulan Concordantiae V. T. graecae, Ebraeis vocibus respondentes. Comprenden dos partes: la primera contiene en orden alfabético las palabras hebreas que ocurren en la Sagrada Escritura, y debajo de ellas las diferentes expresiones griegas con que se las traduce en los Setenta, indicando juntamente los pasajes. Como se ve, más bien merece esto el nombre de concordancias hebreas que el de griegas. La segunda parte de las obra contiene una tabla alfabética de las voces griegas que usan los Setenta intérpretes, con indicación de los lugares en que ocurren. Esto último es un esbozo, de concordancias griegas.
Mucho más perfectas son las Concordantiae graecae versionis vulgo dictae LXX interpretum, cujus voces secundum ordinem elementorum sermonis graeci digestae recensentur, contra atque in opere Kircheriano factum fuerat (Amsterdam y Utrecht, 1718). Su autor es el párroco calvinista de Groninga, Abraham Tromm. Además de las palabras griegas, da su correspondencia en hebreo, su traducción latina, y añade las variantes de las versiones griegas de Aquila, Símaco y Teodoción. Bagster ha publicado en Londres (1887) una concordancia con las diferentes lecciones de los códices Vaticano, Sinaítico y Alejandrino. La más perfecta hasta hoy parece ser la que en el último decenio del siglo XIX dieron a luz en Oxford E. Hatch y H. A. Redpath.
Concordancias griegas del Nuevo Testamento. El primero que tentó esta empresa fue Sixto Birken, más conocido por el nombre latinizado Betulius o Betulejus, bibliotecario y director del Gimnasio de Augsburgo. Ayudáronle en la obra sus discípulos, y, después de diez años de trabajo, salió a luz en Basilea (1846). Contiene los nombres propios, pero no las partículas, salvo raras excepciones. Acompaña a cada voz griega su traducción latina, de ordinario según la Vulgata. Da las diferentes formas de las conjugaciones verbales, pero no de las declinaciones.
El editor parisiense Roberto Stéfano es el segundo que puso la mano en la publicación de unas concordancias griegas del Nuevo Testamento. Terminó la obra su hijo Enrique, en 1594. No se sabe quién es el autor de estas concordancias; se distinguen de las precedentes en que citan los versículos y contienen muchas palabras omitidas por Betulejo. Sin embargo, no tienen la perfección que solían tener las obras editadas por la casa Stéfano (Estienne). En 1600, Pablo Stéfano publicó en Ginebra una segunda edición de esta obra completada con un suplemento de R. O. Estienne.
Erasmo Schmid publicó en 1638 (Wittemberg) su Novi Testamenti Jesu Christi graeci, hoc est, originalis linguae Ταμιεϊον (Tamieion). Corrige muchas de las faltas y omisiones de las obras precedentes, no da la traducción latina de las voces griegas, abrevia las frases y, por lo general, no contiene los pronombres. Ernesto Salomón Cyprian hizo otra edición en Gotha y Leipzig (1717), casi sin corrección alguna. La tercera edición salió en Glasgow (1819). Un compendio de estas concordancias lo publicó en Londres Guillermo Greenfied (1830).
Las mejores concordancias del Nuevo Testamento son las que publicó en Leipzig Carlos Hermann Bruder (1842) con el título Ταμιεϊον των τής καινής διαθήκης λέξεων (Tamieion ton tes kaines diathekes lexeon) sive Concordantiae omnium vocum N. T. Graeci, primum ab Erasmo Schmidio editae, nunc secundum critices et hermeneutices nostrae aetatis rationes emendatae, auctae meliore ordine dispositae, 2.ª ed., abreviada, Stuttgart, 1869; 3.ª ed., Leipzig, 1876; 4.ª ed., Leipzig, 1887)

 También son excelentes la Englishman's Greek Concordance of the New Testament, de G. V. Wigram (Londres, 1839 y 1844), y la Critical Greek and English Concordance of the New Testament(3.ª ed., Boston, 1875).

Concordancia siríaca del Nuevo Testamento. Casi merece este nombre el diccionario que Carlos Schaaf publicó en Leyden en 1709: Lexicon syriacum concordantiale, omnes N. T. syriaci voces et ad harum illustrationem multas alias syriacas et linguarum affinium complectens, en 4º.

Concordancias alemanas. Juan Schröter (Estrasburgo, 1524). Contiene sólo el Nuevo Testamento. Leonardo Brunner (Estrasburgo, 1546) añade a la precedente el Antiguo Testamento. Miguel Muling (Leipzig, 1602), Lucas Stöckel (Herborn, 1606), Conrado Agrícola (Francfort del Mein, 1610), Ch. Zeise (Leipzig, 1658 y 1674) y Federico Lanckisch (Leipzig y Francfort, 1677, 1688, 1696, 1705, 1718 y 1742).

Concordancias inglesas. The Concordance of the New Testament (Londres, sin fecha ni nombre de autor). Juan Marbeck (Londres, 1550), Cotton (Londres, 1618), Samuel Newman (Londres, 1643; Cambridge, 1720), Mulbing (Londres, 1666), Alejandro Cruden (Londres, 1737) y Roberto Young (Edimburgo, 1879; 4.ª ed. 1881). Es la mejor de todas.

Concordancias flamencas. J. Twisck (Horn, 1615) y S. Dranck (Harlem, 1618).

Concordancias danesas. E. Ewald (Copenhague, 1748-49) y C. Levinsen (Kjöbenhavn, 1856).

Concordancias suecas. L. Holenius (Estocolmo, 1734 y 1742).


Concordancias francesas. (Todas son protestantes.) Marc Wilks (París, 1840), W. B. Mackensie (París, 1867), Dictionnaire des concordances des Saintes Ecritures d'après la version du Dr. Segond(en 8.º, Lausana, 1886)

Santa Juana de Arco.-a

Santa Juana de Arcos (Domrémy, Francia, 1412 - Ruán, id., 1431) Santa y heroína francesa. Nacida en el seno de una familia campesina acomoda...