La lengua yiddish introducción La lengua yiddish tiene sus orígenes en el siglo X, en la región de Renania de Alemania, y está escrito con el alfabeto hebreo. A medida que los judíos de la región emigraron hacia el este en los siguientes siglos el yiddish se convirtió en una “lengua de fusión ” que combina elementos de las lenguas germánicas, eslavas semíticas, y romances. En la Europa del este el número de yiddish hablantes aumentó rápidamente a medida que la población judía iba creciendo. Las grandes migraciones de judíos en los siglos 19 y 20 causaron que la comunidad de habla yiddish se expandiera por todo el mundo. En su apogeo, en los años inmediatamente anteriores al Holocausto, había once millones de hablantes en todo el mundo. A mitad del siglo 19 hubo un florecimiento en la literatura yiddish que incluye novelas, cuentos, obras de teatro y poesía. En el siglo 20 el yiddish emergió como una lengua importante de la Europa del este. Su rica literatura fue publicada más ampliamente que nunca. Tanto el teatro y cine yiddish como las publicaciones de periódicos en yiddish estaban en auge. La cultura yiddish también ha producido una gran cantidad de música, desde canciones de cuna, de amor, de la pérdida y del exilio hasta la música de klezmer. Debido a circunstancias acontecidas en el siglo pasado como el Holocausto en Europa, la asimilación de los judíos en América, la presión oficial por el gobierno israelí para usar el hebreo como lengua oficial en Israel, y la represión de la cultura yiddish en la ex- Unión Soviética, hoy hay menos de dos millones de yiddish hablantes en el mundo. idioma El yidis, también conocido como ídish, e incluso yiddish (ייִדיש yídish e אידיש ídish, pronunciados ['jidiʃ] y ambos significando ‘judío’) es un idioma perteneciente a las comunidades judías asquenazíes tanto del centro como del este europeo, así como aquellas de sus descendientes en el continente americano y otros lugares del mundo, conociéndosele alternativamente como judeoalemán. Parte de la sintaxis y léxico del yidis provienen del alemán, pero el yidis posee también influencias del idioma hebreo,así como también de algunas lenguas eslavas. La ortografía yidis usa los caracteres del alfabeto hebreo. El yidis es una lengua milenaria, se desarrolló tanto en Europa Central como en Europa del Este a partir del siglo X y fue desde entonces evolucionando en cada una de dichas regiones junto a las lenguas locales. Tras la emigración de la población judía de las mencionadas regiones europeas hacia el continente americano, y particularmente debido a los devastadores efectos del Holocausto, la población que hablaba yidis fue reducida de 13 millones en 1930 a 3 millones de personas en 2005 Los judíos ortodoxos (e incluso ultraortodoxos) emplean a diario el yidis para comunicarse entre ellos, ya que consideran que la lengua hebrea propia de la Antigüedad es sagrada y solo debe ser empleada en las plegarias o para el estudio de la Torá. No obstante, para la escritura del yidis, ellos emplean precisamente los caracteres hebreos, desde por lo menos el siglo XIII. Más allá de la vocalización que caracteriza al yidis (y que se conoce como píntelaj o niqud), los caracteres que este emplea son los mismos que figuran en los textos sagrados del judaísmo y exactamente iguales a aquellos que se emplean en la escritura del hebreo moderno. Relación con las lenguas semitas Las comunidades judías instaladas en la Europa central usaban tres lenguas: hebreo, arameo y yidis. Las tres disponían de representación escrita, pero solo el yidis podría ser considerado ser un idioma vernáculo. Acaso por esa razón, el yidis se empleó inicialmente en obras de naturaleza laica y para la correspondencia privada. Para la correspondencia comunitaria, comentarios bíblicos y toda una serie de documentos se utilizaba el hebreo. El arameo se usaba para los textos más importantes, incluyendo los tratados oficiales (especialmente comentarios sobre el Talmud) y la Cábala. Sin embargo, la escritura del yidis recurre a los caracteres hebreos. A comienzos del siglo XX, la comunidad judía de la Europa del Este estaba en términos idiomáticos dividida. Por un lado, los partidarios del sionismo, así como las Tnuot Noar, intentaban "revivir" el hebreo como lengua vernácula y modernizarla, de modo tal que fuese un símbolo del renacimiento nacional que ya había comenzado a tener lugar en Eretz Israel. Dado que el idioma era en ese entonces entendido como una de las bases fundamentales de la nacionalidad, tales partidarios sostenían que era necesario implementar un idioma común a todos los judíos (y no solo a los ashkenazim). Por otro lado, los partidarios del bundismo (Bund, partido obrero socialdemócrata judío de Rusia, Lituania y Polonia), que en esa época era el grupo político mayoritario entre las masas judías, planteaba la necesidad de acompañar la epopeya socialista internacional con una construcción nacional cultural. Tal empeño incluía el difundir el teatro judío en yidis y su literatura, promoviendo asimismo su enseñanza. Los bundistas consideraban que el yidis era un "idioma proletario", dado que era hablado por las masas judías; en contraste con el hebreo bíblico y talmúdico, heredado de la tradición religiosa y de la que ellos se querían desprender. Es más, los bundistas veían la modernización de la lengua hebrea como una estrategia propia del "nacionalismo burgués" de los sionistas.
Los sectores judíos ortodoxos apoyaban también la promoción del yidis, pero por razones muy diferentes al proyecto nacional cultural y socialista del Bund: los judíos religiosos creían que la propuesta sionista de querer usar la lengua sagrada (el hebreo) como lenguaje cotidiano era sacrílega, por lo que muchos de ellos la rechazaron de plano. Favoreciendo el laicismo y agrupados en el Folkspartei, liberales y pequeñoburgueses también preferían el yidis, pero se oponían tanto al proyecto sionista como a las intenciones revolucionarias del Bund. Como resultado del antisemitismo en Rusia y numerosas regiones de Europa, la emigración de una cantidad considerable de judíos europeos hacia el levante mediterráneo, la formulación del hebreo como lengua nacional del pueblo israelita, el asesinato de dos tercios de la judeidad europea (Shoáh) y la susbsecuente creación del moderno Estado de Israel, las perspectivas del yidis como posible idioma nacional para el pueblo judío llegaron a una especie de callejón sin salida. La emigración masiva, el asesinato de dos tercios de las comunidades judías europeas durante la Segunda Guerra Mundial y las políticas de represión y aculturación implementadas por los soviéticos condujeron a una enorme e irreparable pérdida para el idioma yidis y las diferentes expresiones culturales que se hallaban ligadas a él. Sin embargo, históricamente, e incluso durante los muchos siglos en que no fue lengua hablada cotidianamente, el idioma hebreo fue siempre un constante factor de cohesión del pueblo de Israel a través las Escrituras sagradas para el judaísmo y preservadas indefectiblemente en hebreo por todas las comunidades judías tanto en Israel como en la Diáspora. El surgimiento del Estado de Israel en 1948, así como la llegada de numerosas olas de judíos provenientes de comunidades israelitas de todo el mundo, particularmente de países islámicos y orientales, condujo a la adopción oficial de la lengua histórica del pueblo de Israel: el hebreo adquirió entonces el estatus de idioma nacional de Israel. Entre 1870 y 1945, el yidis fue un idioma europeo transmigratorio, empleado por aquellos judíos que emigraron al continente americano pero solo por algunas décadas y hasta que se integraron a las nuevas sociedades que los habían recibido. Quienes sobrevivieron la Shoáh, en muchos casos también emigraron y adoptaron luego las lenguas de los países donde fueron recibidos, si bien en algunos casos conservaron el yidis con nostalgia, como un recuerdo de un mundo destruido. En la actualidad el yidis sobrevive entre los grupos judíos ortodoxos, quienes aún lo emplean para preservar la "santidad" de la lengua hebrea, a la que solo recurren en sus oraciones y liturgia. Tanto en Tel Aviv como en Europa se ha renovado el interés por el yidis, destacándose el hecho de que ello no solo se da entre grupos judíos. |
El judeoespañol (autoglotónimo ג'ודיאו-איספאניול djudeo-espanyol) (también, ladino o djudezmo (pronunciado /d͡ʒuˈdezmo/) es un idioma hablado por las comunidades judías descendientes de hebreos llamados sefardíes, que vivieron en la península ibérica hasta 1492, cuando fueron expulsados de los reinos de España por los Reyes Católicos. El ladino, aunque procedente del castellano medieval, presenta también rasgos en diferentes proporciones de otras lenguas peninsulares y mediterráneas. Al ser una lengua judía, contiene alguna aportación del hebreo, con alguna influencia del turco e incluso del griego, principalmente, dependiendo del entorno. Además, el judeoespañol contemporáneo contiene una cantidad notable de vocablos del francés, por influencia de la Alianza Israelita Universal en ciudades como Salónica, Estambul y Esmirna. Al no haber sido nunca armonizada por una programación lingüística, es objeto de controversias, comenzando por su denominación. El nombre ladino (de "latino") surge de la costumbre rabínica de traducir las escrituras del hebreo original al castellano hablado por el común de los sefardíes, fazer en latino, utilizándose finalmente esa expresión para todo ese tipo de textos. Sin embargo, los sefardíes se referían a ella generalmente como espanyol o djudezmo. El término judeoespañol surge de la necesidad de diferenciarlo del español moderno. En el caso de la variedad haquetía, hablada principalmente en Marruecos, se observa una influencia muy fuerte del árabe. Aspectos históricos, sociales y culturales Los judíos fueron expulsados de España el 31 de julio de 1492 en virtud del Edicto de Granada, que establecía la obligación de abandonar el territorio español para todos los judíos, salvo aquellos que se convirtiesen al cristianismo. La mayoría de los sefardíes optaron por el exilio, y casi todos ellos fueron recibidos en el Imperio otomano por el sultán Bayaceto II. Otra parte se estableció en Marruecos, en Holanda y en algunos países de la Europa central. Los sefardíes establecidos en tierras otomanas pertenecían a un nivel social y económico en cierta medida superior al de las poblaciones autóctonas, lo cual permitió que estos conservaran la lengua y la mayoría de sus tradiciones hispánicas durante casi 400 años, de manera similar a lo que ocurrió en Marruecos. Sin embargo, el tiempo favoreció que se originaran dos versiones del judeoespañol: el ladino (hablado en los Balcanes) y el haquetía, hablado en Marruecos. Por la influencia cultural que tuvo el ladino y, desde luego, por el número de hablantes que tuvo, mucho mayor que el haquetía, es considerado un espécimen lingüístico muy interesante para filólogos e hispanistas. Orígenes La lengua hablada por los judíos españoles antes de la expulsión no difería sustancialmente del idioma español de la época, aunque tuviera en ocasiones rasgos específicos, particularmente el empleo ocasional de léxico hebreo. En las primeras décadas del establecimiento de los sefardíes en la ciudad de Salónica coexistían varias de las lenguas habladas en la península ibérica. Era posible identificar en los diferentes barrios o calls lenguas como el gallego, catalán, asturleonés o portugués. Sin embargo, la sustancial predominancia de los sefardíes de origen castellano o andaluz propició que las lenguas anteriores cayeran en desuso, no sin haber ejercido cierta influencia. El judeoespañol posee una gran cantidad de vocablos arcaizantes, en relación con el castellano actual. Mucho de esto se debe a la falta de dinamismo que tuvo el idioma en los Balcanes, lejos de España, cuya lengua se enriqueció y sufrió reformas con el paso de los años. El judeoespañol, por su parte, adquirió vitalidad de la lengua turca y griega principalmente, las cuales lo enriquecieron y, en cierta medida, modernizaron. En sus lugares de exilio, los judíos sefardíes mantuvieron la lengua española porque esta era un signo de pertenencia a la comunidad judía, y en los lugares donde los sefardíes compartían espacio con los askenazíes, como manera de diferenciarse. Incluso en la Turquía otomana, el español hablado por los sefardíes era conocido como yahudice (literalmente, judío). Un diplomático otomano que visitó España en el siglo xvii se sorprendía de la lengua hablada en el país, como lo manifestó en una carta escrita a la Sublime Puerta: «Curiosamente, en España han adoptado la lengua de los judíos de nuestro Imperio». Durante siglos se produjo una abundante tradición oral en judeoespañol, así como una importante obra literaria. En la ciudad de Salónica, primero otomana y más tarde griega, donde la comunidad sefardí integraba el 65 % de la población, el judeoespañol era empleado como lingua franca en el comercio y en las relaciones sociales entre los tres principales cultos de la ciudad: el cristianismo, el judaísmo y el islam. Siglo xix El siglo XIX marca un punto de inflexión en el desarrollo del judeoespañol, con un proceso simultáneo de auge y declive. El universo sefardí se secularizó, aumentaron las migraciones y la formación académica en otras lenguas, principalmente en francés, con lo que muchos relegaron el idioma original al ámbito familiar o lo abandonaron definitivamente. Incluso los sefardíes cultos mostraron su grado de occidentalización integrando palabras francesas o italianas al judeoespañol para darle un carácter más «romance» a la lengua, sustituyendo palabras de origen netamente turco. El auge de los nacionalismos y la consiguiente formación de nuevos Estados nacionales presionó a los sefardíes para que abandonasen su lengua en favor de la lengua oficial del país en que se encontrasen. Paradójicamente, los años que van desde la década de 1880 hasta la de 1930 son los de mayor uso del judeoespañol, pues es el momento histórico en que los sefardíes alcanzan su plenitud demográfica. Este mayor uso se refleja también en la producción escrita: se desarrolla la prensa judeoespañola al tiempo que se traducen multitud de obras literarias europeas o se crean otras a su semejanza. A finales del siglo XIX se producen los primeros reencuentros con el castellano de España, sobre todo en Marruecos, donde la lengua de los sefardíes adquiere muchos rasgos del castellano moderno debido a la colonización. Algunas comunidades sefardíes intentaron que España asumiera una tarea de repatriación de los antiguos exiliados, abriendo escuelas y centros de enseñanza superior que contrarrestaran la influencia del francés en el Protectorado español en Marruecos. Ejemplos de palabras francesas en el ladino actual: merci muncho (muchas gracias), depasar, profitar, etc. Asimismo se intentó que los sefardíes pudieran recuperar la ciudadanía española, sobre todo para ampararlos del desorden y las luchas que se estaban dando en los Balcanes, dada la progresiva desintegración territorial del Imperio otomano. Como resultado, el 20 de noviembre de 1924 se aprobó un decreto de ley elaborado por Miguel Primo de Rivera según el cual los sefardíes tenían derecho a obtener la nacionalidad española. Gracias a esta ley, se salvó la vida de cerca de 40 000 judíos durante la persecución sufrida en la Segunda Guerra Mundial. Siglo xx En el siglo XX el judeoespañol experimenta un rápido declive: por un lado el Holocausto, que aniquiló comunidades enteras, como la numerosa comunidad, mayoritariamente sefardí, de Salónica. La exterminación sistemática de la población judía en los campos de concentración es el acontecimiento histórico más duro que sufrieron las comunidades sefardíes. Por otro lado, las migraciones causadas por la Segunda Guerra Mundial y posteriormente por la creación del Estado de Israel propiciaron el desmembramiento y aculturación de las comunidades. En apenas cinco años la lengua de los sefardíes perdió al 90 % de sus hablantes. Esto significó para el judeoespañol dejar de tener un punto de localización reconocible y perder a quienes mejor hubieran podido abrir nuevos caminos hacia la normalización de una lengua: los escritores y creadores literarios. El mantenimiento del judeoespañol como signo de identidad judía tenía poco sentido en Israel, donde una lengua considerada más propia de los judíos, el hebreo, había sido resucitada como lengua viva. A Israel se trasladaron la mayor parte de los sefardíes marroquíes, emigrados masivamente en la década de 1950. Los sefardíes emigrados a países de habla hispana abandonaron rápidamente su lengua en favor del español moderno, y las comunidades de Francia o Estados Unidos lo mantuvieron durante un tiempo, aunque relegándolo cada vez más al ámbito doméstico o de las relaciones sociales. En la actualidad El número de hablantes de judeoespañol ronda hoy los 150 000. En Iberoamérica hay comunidades donde el ladino y las tradiciones sefardíes han sido parte integral de su historia y cultura, en países como Ecuador, Perú, Puerto Rico, Chile, Cuba, México, Colombia, Bolivia, Argentina y Brasil, Guatemala entre otros. En Israel se mantiene una revista en judeoespañol, editada por la Autoridad Nasionala del Ladino y una emisión semanal de radio en la emisora Kol Israel. Igualmente Radio Exterior de España emite el programa Bozes de Sefarad que recientemente cumplió 20 años al aire. Otros medios de comunicación en ladino han ido desapareciendo a medida que menguaba el número de hablantes. Las comunidades sefardíes más numerosas fuera de Israel están en Turquía, donde hay unos 15 000 hablantes. Ahí mismo, el número de periódicos y boletines emitidos en judeoespañol sigue siendo significativo. Desde finales del siglo XX ha habido tímidos intentos de recuperación del judeoespañol, sobre todo en Israel. Este judeoespañol académico es un estándar creado a partir de las hablas de los sefardíes. Está, incluso, muy influido por el castellano estándar, del que se ha tomado numeroso vocabulario para sustituir los préstamos turcos, franceses y eslavos. Actualmente varias casas editoriales, sobre todo españolas, editan libros escritos en lengua judeoespañola. Gad Nasí publicó recientemente su obra editorial En tierras ajenas yo me vo murir: una excelente recopilación de cuentos y testimonios en lengua judeospañola. Han vuelto a ser colocadas en el mercado publicaciones como Los Dos Mellizos, novela sefardí publicada por primera vez a finales del siglo XIX, y Crónicas de los Reyes Otomanos de Moshé Almosnino, primera publicación formal en lengua judeoespañola. También cabe destacar la labor literaria y docente que lleva a cabo Eliezer Papo desde la Universidad Ben Gurión del Neguev con publicaciones como La Meguila de Saray. Libros tanto judíos como de la fe cristiana han sido escritos o traducidos en ladino por eruditos como Frantz S. Peretz. Asimismo escritores como Moshe Shaul y Avner Peretz han publicado una gran colección de artículos en judeoespañol. Como el yidis, el judeoespañol se ha escrito tradicionalmente con caracteres hebreos. |
idiomas muy vinculado al éxodo histórico judío; en la actualidad idiomas en declive
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