(París, 1840 - Meudon, Francia, 1917) Escultor francés. Fue alumno de Jean-Baptiste Carpeaux en la Escuela de Artes Decorativas y de Antoine-Louis Barye en el Museo de Historia Natural, dos escultores a los que admiró y en quienes se inspiró en cierta medida. Por sus modestos orígenes, se vio obligado a ganarse la vida como ayudante de decoración, compaginando el trabajo profesional con su dedicación a la escultura.
Su primera obra, El hombre de la nariz rota, tuvo muy malas críticas en el Salón de 1864, hasta el punto de ser rechazada por considerarse inacabada e incompleta. Rodin incorporaba en esta escultura el modelado espontáneo y expresivo que habría de caracterizar toda su obra posterior. Tras unos años al servicio del empresario Albert Carrier-Belleuse, para quien trabajó en la decoración de la fachada de la Bolsa de Bruselas, en 1875 emprendió un viaje a Italia para conocer la obra de Miguel Ángel.
El resultado de su contacto con el genio del Renacimiento fue La edad del bronce, presentada en el Salón de 1877, que desagradó profundamente por su extraordinario realismo. La figura muestra una época de dolor y sufrimiento y refleja la influencia del David de Donatello y del Esclavo moribundo de Miguel Ángel, obras que Rodin pudo apreciar su viaje a Italia. La edad de bronce despertó una encendida polémica por su acentuado naturalismo, que hizo pensar a algunos críticos que se trataba del vaciado de un modelo vivo. En esta obra se inicia la importancia del gesto en la obra de Rodin, que comenzaba aquí a perfilarse de forma discreta y crecería luego en firmeza y expresividad.
Rodin seguía sin triunfar como escultor, lo que consiguió al fin en 1881, cuando presentó en el Salón su San Juan Bautista predicando. Poco antes, en 1880, recibió el gran encargo de su vida: las puertas monumentales del futuro Museo de Artes Decorativas de París. El portal estaba inspirado en temas dantescos, de ahí que el propio Rodin le diera el nombre de Puerta del Infierno, en la que trabajó desde 1880 hasta su muerte en 1917. Rodin se inspiró en la Divina Comedia de Dante y en la Puerta del Paraíso de Lorenzo Ghiberti, por el que el escultor sentía una gran admiración.
Sin embargo, el edificio para el que estaba destinada nunca llegó a construirse. A pesar de ello, los numerosos motivos y figuras en los que trabajó el artista para esta obra marcarían las directrices de la mayor parte de sus esculturas más famosas, como El pensador (1880) o La bella esposa del fabricante de cascos (1880-1883), que posteriormente se expondría con el nombre de La vieja cortesana y que surgió de un pequeño fragmento de la parte inferior de las puertas. La obra trata el tema, tan cultivado en el Barroco, de la perecedera y efímera belleza física. La mujer, con la mano abierta y extendida hacia atrás, busca desesperadamente lo que ya perdió para siempre.
Otra obra que deriva también del diseño de las puertas es El beso (1886), inspirada, en un principio, en el idilio entre Paolo Malatesta y Francesca de Rímini que Dante relató en la Divina Comedia, aunque esta idea fuera finalmente rechazada y se excluyó toda referencia a circunstancias concretas. El autor representa a los amantes besándose en un conjunto escultórico en donde premeditadamente no se marca con claridad el límite de las figuras con el fondo que las acompaña; suaviza las gradaciones y crea la impresión de que todo está envuelto en un ambiente etéreo en el que prevalece la belleza y la poesía. Como obra independiente, se ha convertido en símbolo universal del deseo y la pasión.
Cuando todavía trabajaba en los modelos de las puertas, Rodin aceptó el encargo de levantar el monumento de Los burgueses de Calais (1884-1888), una obra de dramatismo contenido. A pesar de recibir, tras la exposición de 1889, el apoyo de la crítica de vanguardia y de que su fama era ya notable a fines de siglo, vivió siempre envuelto en grandes polémicas en torno a su obra. Los burgueses de Calais fue mal vista por los concejales que la habían encargado, sintiéndose defraudados por un monumento que no cumplía sus expectativas de exaltación patriótica. El artista nos muestra seis reacciones complejas ante la tragedia, enfrentando el drama de los personajes con el espectador; aunque en esta ocasión los personajes no mantienen un contacto físico entre sí, la disposición de las figuras, que parecen entrelazadas, ofrece una dimensión poco corriente del espacio interpuesto.
Fueron éstos sus años de máxima creatividad, con obras que han llevado a considerarlo el principal escultor impresionista, junto con el italiano Medardo Rosso, por sus estudios texturales y lumínicos. Con posterioridad, siguió creando obras de inspiración personal, pero se centró en los retratos y en la realización de monumentos públicos, tales como los dedicados a Victor Hugo y a Honoré de Balzac, no siempre exentos de polémicas. Es el caso de Balzac (1891-1898), obra que le encargó Émile Zola, presidente de la Sociedad de Hombres de Letras, cuyos miembros consideraron después que estaba inacabada; de hecho, el retrato de Rodin fue rechazado y se pasó el encargo a Falguière. Rodin representó a un Balzac replegado en sí mismo, erguido y orgulloso. La cabeza altiva, inclinada hacia atrás, destaca sobre la túnica intemporal (el hábito de monje que solía utilizar en sus sesiones nocturnas de trabajo), que otorga un aire espectral a la figura.
La audacia y el énfasis en la expresión, así como su capacidad de innovación, asentarían el prestigio del escultor. Es difícil hallar una visión tan descarnada y libre de prejuicios del cuerpo de una mujer como la que ofrece Iris, la mensajera de los dioses (1890). La cabeza fue arrancada y aprovechada en otra escultura, centrando así la atención en el movimiento de la bailarina y en su sexo.
En 1900, una gran exposición de su obra en el Salón de la Sociedad Nacional consagró la fama del escultor. La serie de retratos se enriqueció en los últimos tiempos con las cabezas de Bernard Shaw (1906), la Duquesa de Choiseul (1908), Gustavo Mahler (1909) y los bustos de Clemenceau (1911) y Benedicto XV (1915). Entregado a su actividad hasta el fin de sus días, Rodin falleció casi al mismo tiempo que su esposa, fiel compañera suya durante más de cincuenta años. En 1911 Paul Gsell había reunido en un tomo de conversaciones con el maestro sus ideas artísticas. Por otra parte el escultor ya había escrito y publicado un volumen titulado Les cathédrales de France.
Indudablemente no puede considerarse el arte de Rodin al margen del arte de Edgar Degas. Ambos supieron persistir en el realismo otorgándole una nueva dimensión escultórica, en un intento por descubrir nuevas posibilidades en la estructura de la figura. La obra madura del escultor está, evidentemente, vinculada a los principios fundamentales del impresionismo, pues ambos tienden a representar el poder de los elementos naturales. Tanto los impresionistas como el propio escultor emplearon la luz en sus obras. Las alusiones literarias, así como el desacuerdo y la despreocupación en el arte de Rodin están también relacionados con el impresionismo.
Su obra marca la cima del movimiento romántico y abarca toda la gama de posibilidades plásticas, desde la espontaneidad de los movimientos hasta el patetismo heroico. Rodin evidenció la creación de la forma partiendo del caos como proceso dramático prometeico, influencia que recibió de Medardo Rosso. La obra de Rodin fue el inicio y el final de la escultura impresionista, pero sobre todo marcó un principio escultórico y revolucionario que ejercería una influencia determinante en los escultores posteriores y en numerosos artistas modernos.
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