Concordancias de la Sagrada Escritura
[ s.v. Testamento. II. ]
Entiéndense por este nombre ciertos libros o colecciones en que se encuentran reunidos y citados por orden alfabético los diferentes pasajes de la Escritura, donde se trata un asunto determinado, o donde se encuentra un término o palabra particular. Las primeras se llaman concordancias reales; las segundas, verbales.
Concordancias reales. Esta especie de concordancias distribuye las materias de la Sagrada Escritura en cierto número de epígrafes, por ejemplo: caridad, fe, redención, infierno, justicia, &c., y, disponiéndolos en orden alfabético, facilitan a los predicadores, teólogos, &c. (pues de estas concordancias las hay que son morales, dogmáticas, &c.), el hallazgo de los pasajes de la Sagrada Escritura donde se tratan las materias que quieren estudiar. El inventor de este género de concordancias fue san Antonio de Padua (1195-1231), con su obra Concordantiarum moralium in S. Biblia Libri V, obra que fue impresa en Venecia (1575), en Roma (1623), en París (1641) y en Colonia (1647). A las concordancias reales compuestas por san Antonio pueden añadirse las siguientes: Siglo XV: Compendium biblicum quod aureum alias Bibliae Repertorium nuncupatur (París, 1497). Siglo XVI:Concordantz über die ganze Bibel aus die dolmetschung Lutheri gerichtet, por Pedro Patient (Francfort, 1571); Concordantiae breviores omnium fere materiarum ex sacris Bibliorum libris, por Antonio Broickwy de Koninsteyn, O. F. M. (Colonia, 1550; París, 1551 y 1554); Thesaurus Bibliorum omnem utriusque vitae antidotum… complectens, por Guillermo Allot (Amberes, 1579). Siglo XVII: Sacra Scriptura in locos communes morum et exemplorum novo ordine distributa, por Antonio de Balinghen, S. J. (Douai, 1621; Colonia, 1659; Trévoux, 1705; Lyón, 1711); Bibliorum sacrorum concordantiae morales el historicae, concionatoribus imprimis atque universis S. Scripturae studiosis utilissimae, por el P. Eulard, S. J. (Amberes, 1625), es concordancia mixta de reales y verbales. Siglo XVIII: Thesaurus biblicus, hoc est, dicta, sententiae et exempla ex sanctis Bibliis collecta et per locos communes distributa, ad usum concionandi et disputandi, por Felipe Pablo Merz, luterano convertido y sacerdote católico (Augsburgo, 1731, 1738, 1751 y 1791; Venecia, 1758 y 1818; París, 1822, 1825 y 1883). Sirve de tabla homilética en la Sainte Bible de Lethielleux, de París. Es una abreviación y corrección de la obra de Allot; Biblische Handconcordanz, por Godofredo Büchner. Contiene definiciones y notas. Ha salido a luz en dos formas: la breve, en Jena (1740), y la mayor, en Jena (1750). Muchas ediciones. Retocada por L. H. Heubner (6.ª ed., Halle, 1840), ha recobrado su antigua aceptación. En 1888 se hacía en Alemania la 18.ª edición, y en América se hizo una (Filadelfia, 1871) por Spät. Kleine biblische Concordanz, por G. Michaelis (Jena, 1712 y 1734-41); Biblische Kern und Stern, oder Handconcordantz über den Haupt-Sprüche der Heiligen Schrift, por W. Niederwefer (Leipzig, 1714).
Siglo XIX: Répertoire universel et analytique de l'Ecriture Sainte, contenant tout le texte sacré selon l'ordre alphabétique des sujets d'histoire, de dogme et de morale, por Mataléne (París, 1837 y 1864);Dictionnaire de l'Ecriture Sainte, ou Répertoire el Concordance de tous les textes de l'Ancien et Nouveau Testament mis par ordre alphabétique et méthodique, por A. J. James (París, 1838); Biblische Realconcordanz, por Lueg (Ratisbona, 1855); S. S. Scripturae Concordantiae novae, seu doctrina moralis et dogmatica e sacris Testamentorum codicibus, ordine alphabetico dessumpta, por C. Mazeron (París, 1869); Biblische Concordanz, por F. G. Bernhard (7.ª ed., Dresde, 1890).
Índices bíblicos. A las concordancias reales pueden reducirse los índices de materias que acompañan la mayor parte de las ediciones modernas de la Sagrada Escritura, así griegas como latinas. El primero que introdujo este linaje de índices dícese que fue el franciscano Gabriel Bruno, quien editó su Index bibliorum en 1496. Siguieron su ejemplo Conrado Pelicano (1537), Roberto Stéfano (1540), &c. Entre los índices más correctos merecen citarse los de la edición de la Vulgata, de Desclée, Lefebvre y C.ª (Tournai, 1901).
Notas marginales. También pertenecen a las concordancias reales las notas que suelen ponerse al margen de las páginas en las ediciones de la Escritura y contienen las citaciones de los lugares paralelos o que tratan de la misma materia. Hugo Menardo (cisterciense) fue, según parece, el primero que ensayó esta forma de concordancias en los cuatro Evangelios. Su trabajo se imprimió en Nuremberg, en 1478. Después (1489) imprimió todo el Nuevo Testamento, con notas marginales, en que se citan los lugares paralelos de toda la Escritura. Los lugares paralelos del Antiguo Testamento vieron la luz por primera vez en Basilea (1491).
Concordancias verbales. Estas concordancias contienen en orden alfabético las palabras de la Sagrada Escritura. Las hay de los textos originales y de las versiones; las más antiguas son de la Vulgata latina.
Concordancias latinas. Su inventor es el famoso cardenal Hugo de Santo Caro (n. cerca de Viena, en el Delfinado, y m. en 1263), de la orden de Predicadores. Adoptó en parte la división de la Sagrada Escritura en capítulos introducida poco antes por Esteban Langton (doctor en París, más tarde arzobispo de Canterbury), y añadió una subdivisión de los capítulos en siete partes, que designó por las letras minúsculas a, b, c, d, e, f, g. Debajo de cada palabra de la Escritura se anotaban, conforme a estas divisiones, los lugares en que se encontraban. Por ejemplo:
Unigenitus |
Gen., XII, a, d, f.
Prov., IV, a.
Jer. VI, g.
Heb., XI, d. | Amos, VIII, f. Zach., XII, f. Joan., I, b. III, d. I Joan., IV, c. |
Estas concordancias se llaman Concordantiae Sti. Jacobi, del nombre del convento en que se compusieron. En esta primera forma resultaron de poca utilidad; no daban más que una lista escueta de lugares que era menester ir a leer en el texto. Por esto, otros tres dominicos ingleses: Juan de Derlington (m. en 1284), Ricardo de Stevanesby y Hugo de Croyndon, residentes en el mismo convento de San Jacobo, emprendieron en 1250 la obra llamada de las grandes concordancias (concordantiae magnae Sti. Jacobi), que contenía, junto con la indicación del lugar, el texto o versículo íntegro. Por ejemplo:
Aaron |
Exod., IV, c. | Aaron frater tuus scio quod eloquens sit. |
g. | dixit dominus ad A. vade in occursum Moysi in desertum. |
VII, a. | A. frater tuus erit propheta tuus, &c. |
Estas concordancias, que se llamaron también inglesas (anglicae) por razón de la nacionalidad de sus autores, tenían el inconveniente de ser excesivamente voluminosas. Para obviarlo ideó hacia 1310 el dominico alemán Conrado de Halberstadt otra forma de concordancias que, sin contener todo el lugar citado, contuviese las palabras principales. Además, para las citaciones, dividió los capítulos breves en solas cuatro partes: a, b, c, d. Por ejemplo:
Aaron |
Exod., 4, c. | egredietur in occursum. |
g. | Moysi in desertum. |
7, a. | erit propheta tuus |
17, d. | et Hur sustentabant manus, &c. |
Estas concordancias fueron las primeras que se imprimieron (Estrasburgo, 1470).
Todas estas concordancias contenían sólo las partes variables de la oración; mas pronto el célebre Juan de Ragusa (Juan Stoikovic), dominico también, que presidió en 1433 el Concilio de Basilea en nombre del papa Martín V, se dió cuenta de la importancia de algunas partículas indeclinables. En las disputas que tuvo con los bohemios vió la fuerza que éstos hacían en la partícula nisi del Evangelio de san Juan, cap. VI, 54, y más tarde, discutiendo en Constantinopla con los griegos sobre la procesión del Espíritu Santo, hubo de ver cuánto convenía fijar el valor de las preposiciones ex y percorrespondientes a las griegas κχ y διά, y, por tanto, de cuánta utilidad fuese la reunión de todos los lugares de la Escritura donde tales partículas y otras de semejante valor ocurriesen. Ayudado por su capellán, el escocés Jonau, y por el arcediano español Juan de Segovia, coleccionó la mayor parte de las partículas indeclinables y formó un suplemento utilísimo para completar las concordancias precedentes. Sebastián Brant fue el primero que editó, muy esmeradamente enmendadas, las concordancias de Halberstadt, junto con el suplemento de Juan de Ragusa (Basilea, 1496, imprenta de Froben).
Roberto Stéfano (Estienne) mejoró las concordancias precedentes, publicando mezcladas las partes declinables y las indeclinables e indicando los lugares por el número del capítulo y el del versículo, si bien conservó también la división en las partes a, b, c, &c.
La numeración de versículos la había excogitado e introducido él mismo hacía poco. Sus concordancias las tituló Concordantiae Bibliorum utriusque Testamenti V. et N. novae et integrae, quas revera majores appellare possis (París, 1555). Ejemplo:
Ante |
Gén. 3, d. 24. | collocavit ante paradisum. |
11, d. 28. | mortuus est Aran ante Thare. |
27, d. 29. | incurventur ante te filii. |
30, f. 38. | ante oculos haberent virgas. |
32, a. 3. | misit nuntios ante se, &c. |
Las concordancias precedentes, como salieron antes de la revisión de la Vulgata mandada por Sixto V y ejecutada en su tiempo y en el de Clemente VIII, seguían diferentes recensiones de la Vulgata y, por tanto, diferían más o menos entre sí. Después de la publicación de la Biblia Clementina,todos los católicos hubieron de conformarse a esta edición. Las primeras concordancias que tienen esta condición son las Concordantiae Bibliorum juxta recognitionem Clementinam (Amberes, 1599, imprenta de Plantin).
Más tarde, en 1617, el célebre Lucas de Brujas dió a luz sus Concordantiae sacrorum Bibliorum Vulgatae editionis, Hugone Cardinali authore, ad recognitionem jussu Sixti V. P. M. adhibitam recens et emend. op. et studio Fr. Lucae Brug., Antwerpiae, 1617. Estas concordancias se reeditaron en 1618 (Amberes y Venecia), en 1620 (Ginebra), en 1625 (Ginebra y Francfort), en 1635, 1638 y 1646 (París). A estas concordancias pueden añadirse las del español Gaspar de Zamora, S. J., Concordiantae sacrorum librorum… absolutissimae (Roma, 1627); las de H. Phalesius, 1649, 1652, 1667, 1687, 1700 (Lyón), 1656 (París), 1684 (Colonia), 1685 (Maguncia) y 1825 (Viena). La de los benedictinos de Wessobrunn, Concordantiae… opera PP. Monasterii Wessofontani (Augsburgo, 1751).
Finalmente, entre las concordancias recientes son dignas de mención las de F. P. Dutripon (París, 1838); las de G. Tonini (Prado, 1861); las de M. Bechis (Turín, 1887), y, de un modo especial por su forma manual, las de los padres de Raze, de Lachaud y Flandrin, S. J. (Lyón, 1851; París, 11.ª ed., 1881), y las de los padres Peultier, Etienne y Gantois, S. J., Concordantiarum Universae S. Sae. Thesaurus (Paris, 1896).
Concordancias hebreas. Las primeras se deben al judío provenzal R. Isaac Mardoqueo Natán, en 1448. Se imprimieron por primera vez en Venecia en 1523. Admite la división en capítulos de la Vulgata latina, pero cita los versículos según la división hebrea de Soph-Passuk.
Las de Mario de Calasio, O. F. M., muy superiores a las precedentes (Roma, 1621-22), han sido reeditadas en Colonia (1646) y en Roma (1657).
Las de J. Buxtorf, Concordantiae Bibliorum hebraicae nova et artificiosa methodo dispositae(Basilea, 1632); las de Nolde, Concordantiae particularum hebraeo-chaldaicarum (Copenhague, 1675 y 1679), contienen sólo las partículas indeclinables; las de B. Baer son las de Juan Buxtorf, corregidas y aumentadas con la adición de las partículas (Stettin, 1847); las de Tympe (Jena, 1734); las de Ch. Rave son manuales (Berlín y Francfort, 1677). Finalmente, las de Julio Furst (Leipzig, 1840) y las de S. Mandelkern (Leipzig, 1896; edición menor, 1900) son hoy las más usadas y, sin duda alguna, las mejores.
Concordancias griegas. El primero que emprendió la obra de componer unas concordancias griegas fue el monje Basilio Eutalio de Rodas, en 1300. Comprenden el Antiguo Testamento según la versión de los Setenta y el original del Nuevo Testamento. Estas concordancias las vió Sixto Senense en una biblioteca de Roma, pero nunca han sido impresas. De las que han sido dadas a luz, unas comprenden sólo el Antiguo y otras el Nuevo Testamento.
Concordancias griegas del Antiguo Testamento. Las primeras vieron la luz en Francfort (1607); su autor es Conrado Kircher de Augsburgo, párroco de Donanworth. Se titulan Concordantiae V. T. graecae, Ebraeis vocibus respondentes. Comprenden dos partes: la primera contiene en orden alfabético las palabras hebreas que ocurren en la Sagrada Escritura, y debajo de ellas las diferentes expresiones griegas con que se las traduce en los Setenta, indicando juntamente los pasajes. Como se ve, más bien merece esto el nombre de concordancias hebreas que el de griegas. La segunda parte de las obra contiene una tabla alfabética de las voces griegas que usan los Setenta intérpretes, con indicación de los lugares en que ocurren. Esto último es un esbozo, de concordancias griegas.
Mucho más perfectas son las Concordantiae graecae versionis vulgo dictae LXX interpretum, cujus voces secundum ordinem elementorum sermonis graeci digestae recensentur, contra atque in opere Kircheriano factum fuerat (Amsterdam y Utrecht, 1718). Su autor es el párroco calvinista de Groninga, Abraham Tromm. Además de las palabras griegas, da su correspondencia en hebreo, su traducción latina, y añade las variantes de las versiones griegas de Aquila, Símaco y Teodoción. Bagster ha publicado en Londres (1887) una concordancia con las diferentes lecciones de los códices Vaticano, Sinaítico y Alejandrino. La más perfecta hasta hoy parece ser la que en el último decenio del siglo XIX dieron a luz en Oxford E. Hatch y H. A. Redpath.
Concordancias griegas del Nuevo Testamento. El primero que tentó esta empresa fue Sixto Birken, más conocido por el nombre latinizado Betulius o Betulejus, bibliotecario y director del Gimnasio de Augsburgo. Ayudáronle en la obra sus discípulos, y, después de diez años de trabajo, salió a luz en Basilea (1846). Contiene los nombres propios, pero no las partículas, salvo raras excepciones. Acompaña a cada voz griega su traducción latina, de ordinario según la Vulgata. Da las diferentes formas de las conjugaciones verbales, pero no de las declinaciones.
El editor parisiense Roberto Stéfano es el segundo que puso la mano en la publicación de unas concordancias griegas del Nuevo Testamento. Terminó la obra su hijo Enrique, en 1594. No se sabe quién es el autor de estas concordancias; se distinguen de las precedentes en que citan los versículos y contienen muchas palabras omitidas por Betulejo. Sin embargo, no tienen la perfección que solían tener las obras editadas por la casa Stéfano (Estienne). En 1600, Pablo Stéfano publicó en Ginebra una segunda edición de esta obra completada con un suplemento de R. O. Estienne.
Erasmo Schmid publicó en 1638 (Wittemberg) su Novi Testamenti Jesu Christi graeci, hoc est, originalis linguae Ταμιεϊον (Tamieion). Corrige muchas de las faltas y omisiones de las obras precedentes, no da la traducción latina de las voces griegas, abrevia las frases y, por lo general, no contiene los pronombres. Ernesto Salomón Cyprian hizo otra edición en Gotha y Leipzig (1717), casi sin corrección alguna. La tercera edición salió en Glasgow (1819). Un compendio de estas concordancias lo publicó en Londres Guillermo Greenfied (1830).
Las mejores concordancias del Nuevo Testamento son las que publicó en Leipzig Carlos Hermann Bruder (1842) con el título Ταμιεϊον των τής καινής διαθήκης λέξεων (Tamieion ton tes kaines diathekes lexeon) sive Concordantiae omnium vocum N. T. Graeci, primum ab Erasmo Schmidio editae, nunc secundum critices et hermeneutices nostrae aetatis rationes emendatae, auctae meliore ordine dispositae, 2.ª ed., abreviada, Stuttgart, 1869; 3.ª ed., Leipzig, 1876; 4.ª ed., Leipzig, 1887)
También son excelentes la Englishman's Greek Concordance of the New Testament, de G. V. Wigram (Londres, 1839 y 1844), y la Critical Greek and English Concordance of the New Testament(3.ª ed., Boston, 1875).
Concordancia siríaca del Nuevo Testamento. Casi merece este nombre el diccionario que Carlos Schaaf publicó en Leyden en 1709: Lexicon syriacum concordantiale, omnes N. T. syriaci voces et ad harum illustrationem multas alias syriacas et linguarum affinium complectens, en 4º.
Concordancias alemanas. Juan Schröter (Estrasburgo, 1524). Contiene sólo el Nuevo Testamento. Leonardo Brunner (Estrasburgo, 1546) añade a la precedente el Antiguo Testamento. Miguel Muling (Leipzig, 1602), Lucas Stöckel (Herborn, 1606), Conrado Agrícola (Francfort del Mein, 1610), Ch. Zeise (Leipzig, 1658 y 1674) y Federico Lanckisch (Leipzig y Francfort, 1677, 1688, 1696, 1705, 1718 y 1742).
Concordancias inglesas. The Concordance of the New Testament (Londres, sin fecha ni nombre de autor). Juan Marbeck (Londres, 1550), Cotton (Londres, 1618), Samuel Newman (Londres, 1643; Cambridge, 1720), Mulbing (Londres, 1666), Alejandro Cruden (Londres, 1737) y Roberto Young (Edimburgo, 1879; 4.ª ed. 1881). Es la mejor de todas.
Concordancias flamencas. J. Twisck (Horn, 1615) y S. Dranck (Harlem, 1618).
Concordancias danesas. E. Ewald (Copenhague, 1748-49) y C. Levinsen (Kjöbenhavn, 1856).
Concordancias suecas. L. Holenius (Estocolmo, 1734 y 1742).
Concordancias francesas. (Todas son protestantes.) Marc Wilks (París, 1840), W. B. Mackensie (París, 1867), Dictionnaire des concordances des Saintes Ecritures d'après la version du Dr. Segond(en 8.º, Lausana, 1886)