Un ejemplo de mnemotecnia medieval
En el verano de 1453 un profesor de la universidad de Salamanca, llamado Juan Alfonso de Benavente, tomaba el cálamo para escribir una obra en la que mostraría a los alumnos cómo estudiar y a los profesores cómo enseñar; la experiencia de cincuenta años de magisterio en las aulas de la institución castellana avalaban sus palabras. El título sería Ars et doctrina studendi et docendi.
El capítulo más extenso es el que dedica a formar a los alumnos en un punto capital: la memoria. En una época en la que todavía no existía la imprenta y los libros -escasos- se copiaban a mano, una buena memoria era una cualidad casi indispensable, especialmente para los alumnos de leyes que necesitaban conocer toda la legislación de memoria.
Seguramente por ello, Benavente, que ocupa la cátedra de derecho canónico, presta especial atención a este asunto y dedica algunas páginas a la memoria artificial -lo que hoy conocemos como mnemotecnia- siguiendo el modelo de la Rhetorica ad Herennium (citada, como es habitual en los textos medievales, como Rhetorica Noua de Tulio).
Benavente utilizará el método loci, por supuesto, pero suproyecto es ambicioso: necesita memorizar cientos de leyes y se antoja difícil encontrar un lugar apropiado en el mundo real. Recurrirá entonces a la construcción de lugares imaginarios, es decir, palacios de la memoria.
NOTA: El arte de la memoria que encontramos en las páginas de Benavente no constituye algo excepcional -encaja bastante bien con lo que cabe esperar de un texto de aquella época-, pero no carece de detalles muy interesantes; por ejemplo, al hacer la clásica distinción entre memoria natural y artificial, añade una tercera categoría a la que denomina memoriaquasi-artificiosa (no conozco esta distinción en ningún otro autor, ni anterior ni posterior). No obstante, en el presente artículo me limitaré a tratar solamente el aspecto quizás más llamativo, el palacio de la memoria.
Benavente imagina una simple habitación de cuatro paredes y empieza por ubicar en una esquina a un hombre con varios lugares señalados a lo largo del cuerpo: pie (lugar 1), tobillo (lugar 2), rodilla (lugar 3)... y así subiendo hasta la cabeza y bajando por el otro lado del cuerpo hasta el otro pie; en total, veinte lugares.
«[...] ficte in mente poterit ponere in angulo unum hominem nudum sibi notum, et poterit ponere sub uno pede unam figuram animalis, et in iunctura tibie aliam figuram, et in genu aliam, et in saraballis aliam, et in zona aliam, et sub brachio aliam, et in manu aliam, et in iunctura brachii aliam, et in humero aliam, et in iunctura colli aliam, et in summitate capitis aliam figuram, et sic, descendo, ex alia parte ponet alias totidem figuras usque ad pedem.»
Después, en la pared, imaginará una columna o pilar y a su alrededor tres hombres más (con sus veinte lugares cada uno). Situando un hombre en cada esquina y un pilar -rodeado de tres hombres- en cada pared, tendremos un total de dieciséis hombres, que multiplicado por veinte lugares cada uno, ofrece un total de 320 lugares a los que poder asociar 320 leyes.
«[...] et sic in uno palatio limpido sibi noto ponet in quatuor angulis quatuor homines, et in quatuor columpnis inter angulos positis ponet duodecim, tres in qualibet columpna, et sic erunt decem et sex homines in uno palatio; in quibus decem et sex hominibus ponentur trecenta et uiginti principia capitulorum uel legum uel argumentorum.»
Si esto no es suficiente y queremos habitaciones con más posibilidades -escribe Benavente- hagamos la siguiente composición: en cada esquina un pilar -con sus tres hombres alrededor- y en medio de cada pared tres pilares más -con sus correspondientes hombres-; si añadimos otros dos franqueando la puerta de entrada, uno a cada lado, sumaremos un total de (dieciséis columnas con tres hombres cada una más los dos de la entrada) cincuenta hombres, a razón de veinte lugares por hombre, un total de 1000 lugares.
Una vez diseñado y concluido el palacio, podemos iniciar el proceso de asociar cada ley a un lugar con ayuda de vívidas imágenes. Benavente toma como ejemplo las decretales del papa Gregorio IX, que empiezan con el capitulo de Rex pacificus (rey pacífico): bajo el pie del primer hombre (lugar 1) imaginamos una cabeza coronada (rey) de aspecto pálido y frágil (pacifico); el tobillo (lugar 2) lo imaginamos con un gancho que lo sujeta firmemente al suelo, lo que recuerda el segundo capítulo, Firmiter; en la rodilla (lugar 3) imaginaremos la cabeza un perro condenado (dampnati), rabioso, con las fauces abiertas, lo que recordará el tercer capítulo Dampnamus; etc.
«Si uult memorare capitula que sunt in principio Decretalium, pro memoria c.Rex pacificus ponet sub pede hominis unum caput regis pallidi, fragilis, cum corona in capite; et in superiori iunctura pedis ponet unum uncum ferrum in terra fixum, pro memoria c.Firmiter; et in genu ponet unum caput canis dampnati, rabiosi, habentis os apertum, pro memoria c.Dampnamus...»
Breve análisis
A partir de las explicaciones de Benavente, se observan un par de detalles que merece la pena destacar.
Primero. Memorizar leyes no significa memorizar palabra por palabra el texto de las leyes: se supone que el alumno ha estudiado y debatido sobre ellas, conoce el contenido, tan sólo necesita una pequeña ayuda que le permita recordar, sin omitir ninguna, la relación de leyes que constituyen el temario, es decir, algo así como el índice a través del cual llegar al asunto que necesite en cada momento.
De hecho, antes de empezar con la descripción del sistema, Benavente ha advertido que la memoria artificiosa, según su experiencia, tan sólo aprovecha para memorizar los comienzos de leyes (lo que implica un rechazo de la memoria «verborum» o memorización de textos palabra por palabra).
«Vnum tamen principaliter circa hoc est notandum: quod hec artificiosa memoria, ut expertus sum, solum potest prodesse ad retinendum multa principia multorum capitulorum uel argumentorum uel multarum dictionum uel orationum uel legum.»
La cuestión de memorizar los principios tiene un doble significado. Muchas veces, sabiendo el principio de un texto, éste nos da pie a recordar el resto (no en vano tenemos aquella figura del apuntador en los teatros), pero Benavente lo dice con otro sentido: en la época era habitual que los textos se presentaran sin título ni numeración, por lo que se identificaban por sus palabras iniciales. Recordar el principio equivaldría a recordar el título de una ley o un fragmento.
Segundo. El diseño del palacio puede parecer complicado, pero en realidad parte de una idea muy simple.
Si en la pared imagino una ventana, a este elemento tan solo puedo asociar un dato, por lo que tendré un espacio un tanto desaprovechado. Pero si en vez de una ventana pongo un hombre en el que tengo identificados veinte lugares, entonces sobre el elemento de la pared podré realizar, no una, sino veinte asociaciones. Y si en lugar de un hombre pongo un pilar rodeado de tres hombres, entonces serán sesenta las posibles asociaciones, con lo que se multiplica -y mucho- la cantidad de datos que puedo memorizar en ese espacio.
El recurso del hombre no es casual, la figura del cuerpo humano como ruta mnemotécnica era habitual en la edad media -lo vemos, por ejemplo, en el Arspraedicandi populo de Eiximenis, escrito hacia 1384- e incluso encontramos después ilustraciones en obras como las de Rosselli o Gesualdo (ya en siglo XVI). Del mismo modo, recurrir a pilares o columnas tampoco debía ser raro, pues algo parecido vemos también en la Rhetorica christiana de Diego Valadés.
Pero la verdadera pregunta de quien tan solo busca el aspecto pragmático de la historia, es esta: ¿el sistema funciona?
Tal como aparece descrito, el sistema adolece de algunos fallos importantes. No sé cómo lo explicaría Benavente en las aulas -ojalá hubiesen sobrevivido los apuntes de algún alumno suyo para conocer más detalles- pero sé lo suficiente de mnemotecnia para ver que aquí faltan cosas.
De hecho, si tomamos las páginas dedicadas a la memoria artificial y las comparamos con las de su principal fuente, la Rhetorica ad Herennium, observamos que Benavente está resumiendo mucho y tan solo cita brevemente los puntos que considera más importantes, es decir, no está escribiendo un manual con el que aprender paso a paso, sino un compendio de los asuntos más relevantes. Sus palabras constituyen un recordatorio, más que una explicación, y seguramente van dirigidas a alumnos que ya conocen los detalles del procedimiento.
¿Y cuáles serían esos detalles?
Bien, a continuación, mi propuesta para poner en práctica el palacio de la memoria de Benavente.
Mi propuesta
Empezaría por simplificar el proceso para hacerlo más fácil. Ello supone, primero, reducir el número de lugares marcados en el cuerpo, dejándolo en tan solo diez. Benavente, de hecho, también escoge diez, pero aprovecha la simetría de la figura humana para los puntos señalados en un lado, repetirlos en el otro. Esto permite fácilmente duplicar la cantidad de lugares, sin embargo, tiene el inconveniente de que al recuperar la imagen de la rodilla, por ejemplo, nos asalte la duda de si tal imagen corresponde a la rodilla izquierda o derecha; evitaremos el problema limitando los lugares a diez, lo que además me permite escoger partes del cuerpo singulares como el ombligo, boca o nariz.
Después tenemos el problema de la uniformidad. Si en una estancia acumulamos varios hombres, está el peligro de que las imágenes que asociamos a uno acabemos identificándolas con otro si no existen rasgos distintivos que nos permitan diferenciar claramente a los diversos hombres. Es decir, podemos llenar una estancia de personas, pero no deben haber dos ni iguales ni parecidas.
Procederé entonces de la siguiente forma: dedicaré una pared, por ejemplo, a la religión, de modo que los tres hombres que rodean la columna de esta pared han de ser religiosos. Ahora bien, para distinguir uno de otro utilizaré el siguiente recurso: uno será joven, otro adulto, otro anciano. Así, frente a lapared de religión imaginaré una columna custodiada por un monaguillo, un sacerdote y un obispo (los obispos suelen tener ya cierta edad). Otra pared puede estar dedicada al mar y allí imagino la columna rodeada por un grumete, un marinero y un experimentado capitán. Y así sucesivamente. De este modo, la imagen asociada a la rodilla del grumete es improbable que la confunda con otra, pues grumete sólo hay uno y está situado el primero de los tres hombres que rodean la columna de la pared dedicada al mar.
Por otro lado, también será importante tener perfectamente identificados los temas a los que dedico cada pared. Una forma de hacerlo es esta: las cuatro paredes de la primera habitación corresponden a las cuatro primeras letras del abecedario y estarán dedicadas a A-Aviación, B-Baloncesto, C-Cine, D-Desierto; la segunda habitación E-Esquimales, F-Francia, etc. (en este modelo rehúso a usar las esquinas para tener habitaciones más simples y despejadas). Es importante evitar similitudes y si hay una pared dedicada al mar, no dedicar la siguiente a la navegación, ya que entonces las figuras de un tema encajarían también en el otro e inducirían a confusión.
Por último, quien desee experimentar con el modelo más complejo y ubicar tres columnas -con sus correspondientes hombres- en cada pared, no tendrá problemas agudizando el ingenio. Por ejemplo, en la pared de religión una columna puede ser para el cristianismo, otra para el islam, otra para hinduismo; en la pared dedicada al mar, una columna corresponderá a los tiempos de los piratas delcaribe, otra al actual ejército de mar con sus enormes portaaviones, otra a las fantásticas naves del universo de Star Trek, por ejemplo.
Conclusión
Cuando Benavente redacta el Ars et doctrina studendi et docendi ya ha alcanzado la cima de su carrera, no necesita hacer méritos ni obtener el favor de ningún noble; su principal motivación será el sincero deseo de ofrecer a estudiantes y profesores una guía que les oriente en sus tareas. Si decide incluir en estas páginas el sistema del palacio de la memoria, ha de ser porque lo ha probado y lo considera útil.
Los pormenores de su puesta en práctica seguramente nunca los conoceremos -mi propuesta quizás se aproxime a la forma en que lo ideó Benavente, quizás ni se parezca- pero esto es positivo: el tiempo dedicado a resolver el enigma constituirá el periodo de práctica necesario para dominar bien el sistema y que vuelva a ser útil. En nuestras manos está.
NOTA: Este artículo no hubiera sido posible sin el esfuerzo y dedicación de Bernardo Alonso Rodríguez, que logró encontrar dos copias manuscritas a partir de las cuales reconstruir el texto de Benavente. A él, y a todos los obstinados en recuperar los tesoros perdidos de nuestra cultura, mi mayor y más sincero agradecimiento.
Bibliografía
ALONSO RODRÍGUEZ, Bernardo. Juan Alfonso de Benavente: canonista salmantino del siglo XV. Roma: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Delegación de Roma, 1964.
BENAVENTE, Juan Alfonso de. Ars et Doctrina Studendi et Docendi. Alonso Rodríguez, Bernardo (ed.). Universidad Pontificia de Salamanca, 1972.
CRUZ AGUILAR, Emilio de la. Arte y teoría de estudiar y enseñar de Juan Alfonso de Benavente (I). Revista de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense, ISSN 0210-1076, Nº. 67, 1983, págs. 227-256.
DELGADO, Buenaventura (coord.). Historia de la educación en España y América. Vol. 1. La educación en la Hispania antigua y medieval. Madrid: SM, 1992-1994.
IANNUZZI, Isabella. La "disciplina" de la memoria: tradición clásica y su recepción pedagógica en la Universiad de Salamanca a mediados del siglo XV. Res Publica Litterarum, Suplemento Monográfico "Tradición clásica y Universalidad", ISSN 1699-7840, 2008-31, págs. 3-14.
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