Traducciones:
La Biblia se escribió originalmente en hebreo, arameo (el Antiguo Testamento [AT]) y griego (el Nuevo Testamento [NT]). Las Biblias que hoy utilizamos son traducciones al español de las lenguas originales (u otros idiomas). Lo más probable es que Jesús haya enseñado en arameo (aunque posiblemente sabía también hebreo y griego), así que el mismo NT es una traducción al griego de las enseñanzas de Cristo en arameo.
La pregunta “¿Es hoy la Biblia lo que se escribió originalmente?” implica otras dos preguntas importantes: (1) ¿Los manuscritos de la Biblia que están disponibles son reproducciones fieles de los manuscritos originales de cada libro de la Biblia? Esto es una cuestión de transmisión del texto. (2) ¿Las traducciones disponibles son reproducciones fieles de la Biblia en los idiomas originales?
Esta es cuestión de traducción.
Esta es cuestión de traducción.
Con respecto a la primera pregunta, no existen manuscritos originales de ningún texto bíblico; se conservan solamente copias. La palabra “manuscrito” se utiliza para denotar cualquier cosa escrita a mano, a diferencia de las copias producidas por una prensa. Cualquier cosa escrita en tablas de barro, piedra, hueso, madera, metal, fragmentos de vasija, pero principalmente en papiro y pergaminos, constituye una prueba textual.
Los libros más antiguos eran compilados y luego enrollados en un pergamino. Como los rollos de papiro rara vez excedían los 10.5 metros de longitud, los autores de la antigüedad dividían las obras extensas en varios “libros” (por ejemplo, el Evangelio de Lucas y los Hechos de los Apóstoles eran un juego de dos volúmenes escritos por Lucas).
Más tarde, en algún momento del primero o segundo siglo de nuestra era, se empezaron a utilizar los códices. El códice consistía en un conjunto de hojas de papiro encuadernadas, y es el prototipo del libro moderno. Así, los primeros cristianos comenzaron a coleccionar y ordenar cada uno de los libros que hoy forman el NT canónico. El término “Biblia” se deriva de la palabra griega “biblion” (libro). El uso más antiguo de la palabra “biblia” (los libros) en el sentido de nuestra “Biblia”, se encuentra en 2 Clemente 2:14 (150 d.C.).
Aunque los manuscritos originales están perdidos, los que aún existen permiten tener un alto grado de confianza en el texto de la Biblia. Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento están confirmados por un gran número de manuscritos de varias formas y edades que cubren muchos siglos.
Los principales testimonios del AT provienen de los textos masoréticos (los masoretas eran escribas judíos), incluyendo la Geniza del Cairo (895 d.C.), el Códice de Leningrado (916 d.C.), el Códice Babilónico Petropalitano (1008 d.C.), el Códice de Alepo (900 d.C.), el Códice del Museo Británico (950 d.C.) y el Códice Reuchlin (1105 d.C). El Códice de Leningrado sigue siendo el más antiguo manuscrito completo, y es la principal fuente del texto hebreo. Sin embargo, el más antiguo de estos manuscritos data del siglo IX d.C. lo que significa que pasó mucho tiempo desde la extracción del texto de los manuscritos originales hasta su inclusión en estos.
Otros testimonios son el Talmud (traducciones y comentarios en arameo), la Septuaginta (LXX; la traducción griega del AT), el Pentateuco Samaritano y los Pergaminos del Mar Muerto (PMM). Estos últimos, descubiertos durante los años 40 y 50 del siglo XX, proporcionan a los eruditos testimonios del texto del AT que datan del período comprendido entre 250 y 100 a.C. En la cueva 4 (4Q) se encontraron cerca de 40.000 fragmentos de 400 manuscritos diferentes, 100 de los cuales son de todos los libros del Antiguo Testamento, excepto de Ester. Notablemente, la comparación entre los PMM y los textos masoréticos revela un número bastante escaso de discrepancias.
Entonces la evidencia de los manuscritos del Antiguo Testamento demuestra firmemente que los textos originales del AT fueron preservados cuidadosamente y están representados con precisión en nuestra Biblia moderna.
El texto del NT sigue siendo el documento mejor atestiguado del mundo antiguo. Los testimonios del NT entran en tres grandes categorías: los manuscritos griegos; las traducciones antiguas a otros idiomas (versiones); y las citas del NT encontradas en los escritos de los primeros autores eclesiásticos (los Padres de la Iglesia). Los manuscritos griegos, más de 6.000, incluyen fragmentos en papiro, documentos unciales (escritos en mayúsculas, sin espacios ni puntuación), y textos minúsculos (en escritura pequeña semejante a la cursiva).
Los papiros forman el grupo más importante debido a que su fecha temprana implica que son los más cercanos cronológicamente a los manuscritos originales. Por ejemplo, tanto el p52 (que contiene unos cuantos versículos de Juan 18) como el p46 (que contiene todas las cartas de Pablo, excepto las pastorales) datan muy probablemente de no más de 30 años posteriores a los escritos originales.
Los unciales siguen en importancia cronológica a los papiros. El Códice Sinaítico, un documento uncial escrito alrededor del año 350 d.C. es la copia del NT completo más antigua existente. Otros unciales como los códices Vaticano, Alejandrino, Efremí y Beza, son también testimonios importantes.
Los minúsculos comprenden el mayor grupo de manuscritos griegos, pero están fechados bastante más tarde.
Finalmente, las versiones y las referencias de los Padres de la Iglesia proporcionan útiles testimonios tempranos que pueden ayudar a los eruditos a reconstruir de la manera más plausible las lecturas originales. La cuenta total de 6.000 manuscritos en griego, más de 10.000 en latín vulgar y más de 9.300 versiones antiguas suman más de 25.000 testimonios del texto del NT.
Sin embargo, esta gran variedad de manuscritos no presenta una uniformidad total de los textos. Existen miles de variantes (la mayoría pequeñas) entre los manuscritos. Aunque los escribas ponían gran cuidado y esfuerzo en hacer copias exactas, no eran inmunes al error humano. Los errores de los escribas podían ser involuntarios o intencionales. Los involuntarios son la causa de la mayoría de las variaciones textuales. Generalmente incluyen errores de visión (por ejemplo, saltarse palabras o perder la posición), manuales (trazos involuntarios o escritura de notas en los márgenes) y del oído (confundir palabras que suenan casi igual o entender mal un vocablo). Los errores intencionales se presentaban cuando los escribas intentaban corregir errores que percibían en el texto o cuando lo alteraban por razones de doctrina y armonización. Con frecuencia estos errores se estandarizaron en copias posteriores de la copia defectuosa.
Todos los manuscritos griegos muestran características que permiten a los eruditos hacer una clasificación por familias de textos (alejandrinos, occidentales, bizantinos) con base en su origen geográfico, estilo griego y fecha. Mediante un análisis comparativo realizado por los practicantes de una ciencia llamada “crítica de textos”, los eruditos tamizan todos los manuscritos con el fin de reproducir la lectura más plausible de los originales en cada caso.
Los críticos de textos juzgan los textos con criterios muy rigurosos, tales como fecha, tipo de texto, testimonios textuales (es decir, cuántos manuscritos presentan la misma redacción), y razones posibles de las variaciones (por ejemplo, facilitar la comprensión de un pasaje difícil desde el punto de vista teológico). Además de examinar los manuscritos griegos, los críticos de textos consideran todos los demás testimonios relevantes (las versiones y las referencias de los Padres de la Iglesia).
Aunque la crítica de textos es una ciencia muy compleja, y en ocasiones polémica, nos ha reafirmado al menos dos cosas. Primero, ninguna de las variaciones (incluyendo las omisiones) afecta el mensaje central o el contenido teológico de las Escrituras. Segundo, se puede afirmar con seguridad que el texto de la Biblia de hoy es una reproducción exacta y fiel de los manuscritos originales.
El segundo tema, es decir, el de la traducción, es la consecuencia natural de responder a la pregunta sobre la transmisión textual. Para evaluar la fidelidad y precisión de la Biblia de hoy, comparada con los textos originales, es necesario investigar temas como teoría de la traducción e historia de la Biblia inglesa. La tarea de traducir la Biblia a partir de las lenguas originales (hebreo, arameo y griego) a una lengua receptora (inglés) implica una plétora de problemas relacionados con la naturaleza del lenguaje y la comunicación. ¿Se encuentra el significado de las palabras en formas fijas de significado inherente, o se determina mediante el contexto en que se usan? ¿Se encuentra el significado en la forma de la gramática original o en la función de las palabras dentro de la gramática? Estas son sólo algunas de las preguntas pertenecientes a la teoría de la traducción.
Algunos traductores aseguran que una traducción fiel exige una equivalencia formal de cada una de las palabras, e.g. en inglés: KJV, NKJV, NASB, ESV; en español: Reina Valera Revisión de 1909 (RVR1909), La Biblia de las Américas (LBLA), Nácar-Colunga (NC), La Biblia Textual (BTX). Otros sostienen que la construcción de una correlación directa palabra por palabra entre dos idiomas en realidad distorsiona el significado. Estos traductores emplean un enfoque de equivalencia dinámica o funcional entre frases, e.g. en inglés: NRSV, NIV, CEV, NLT, TNIV; en español: Dios Habla Hoy (DHH), Traducción en Lenguaje Actual (TLA), La Palabra de Dios para Todos (PDT). A la luz de consideraciones lingüísticas, exegéticas y estilísticas, las traducciones producidas mediante la equivalencia dinámica o funcional tienden a reflejar con mayor exactitud el significado original.
La meta de todo traductor, sin importar qué teoría utilice, es producir una versión que refleje el texto con precisión, de manera que la Biblia conserve su belleza literaria, grandeza teológica y, lo más importante, su mensaje.
La meta de todo traductor, sin importar qué teoría utilice, es producir una versión que refleje el texto con precisión, de manera que la Biblia conserve su belleza literaria, grandeza teológica y, lo más importante, su mensaje.
Nota
Las traducciones de la Biblia han sido numerosas: a 450 lenguas de forma completa y a más de 2000 de forma parcial, lo que convierte la Biblia en el libro (o conjunto de libros) más traducido de la historia. Algunas de ellas han sido trascendentales para el desarrollo de las lenguas y las culturas en que se dieron.