Apuntes de clases

Clases de filosofía y ciencias bíblicas del Instituto de Humanidades Luis Campino, y la Parroquia de Guadalupe de Quinta Normal.


domingo, 10 de enero de 2021

240).-Platón El primer Alcibiades o de la naturaleza humana III a

Anllela hormazabal Moya


Sócrates

Pero, Alcibiades, sea fácil o no, es cosa infalible que si una vez llegamos a conocerlo, sabremos bien pronto y sin dificultad el cuidado que debemos tener de nosotros mismos; en vez de que si lo ignoramos, jamás llegaremos a conocer la naturaleza de este cuidado.

Alcibiades

Eso es indudable.

Sócrates

¡Ánimo, pues! ¿Por qué medio encontraremos la esencia de las cosas, hablando en general? Siguiendo este rumbo encontraremos bien pronto lo que somos nosotros, y si ignoramos esta esencia nos ignoraremos siempre a nosotros mismos.

Alcibiades

Dices verdad.

Sócrates

Sígueme, y te conjuro a ello por Júpiter. ¿Con quién conversas en este momento? ¿Es con otro más que conmigo?

Alcibiades

No, es contigo. [180]

Sócrates

¿Y yo contigo?

Alcibiades

Sí.

Sócrates

¿Es Sócrates el que habla?

Alcibiades

Sí.

Sócrates

¿Es Alcibiades el que escucha?

Alcibiades

Así es.

Sócrates

Y para hablar Sócrates, ¿no se vale de la palabra?

Alcibiades

¿Qué quieres decir con eso?

Sócrates

Servirse de la palabra y hablar, ¿no son la misma cosa?

Alcibiades

Sin dificultad.

Sócrates

El que se sirve de una cosa y la cosa de que se sirve, ¿no son diferentes?

Alcibiades

No te entiendo.

Sócrates

Un zapatero, por ejemplo, ¿se sirve del trinchete, de las hormas y otros instrumentos?

Alcibiades

Sin duda.

Sócrates

¿Y el que corta con su trinchete es diferente del trinchete con que corta?

Alcibiades

Ciertamente. [181]

Sócrates

¿Por consiguiente, el hombre que toca la lira no es la misma cosa que la lira con que toca?

Alcibiades

Es seguro.

Sócrates

Esto es lo que te preguntaba antes: si el que se sirve de una cosa te parece diferente siempre de la cosa de que él se sirve.

Alcibiades

Sí, muy diferente.

Sócrates

Pero el zapatero no corta sólo con sus instrumentos, corta también con sus manos.

Alcibiades

También con sus manos.

Sócrates

¿Se sirve de sus manos?

Alcibiades

Sin duda.

Sócrates

¿Se sirve igualmente de sus ojos al cortar?

Alcibiades

Seguramente.

Sócrates

¿Estamos de acuerdo en que el que se sirve de una cosa es siempre diferente de la cosa de que se sirve?

Alcibiades

Estamos de acuerdo.

Sócrates


Por consiguiente, ¿el zapatero y el tocador de lira son otra cosa que las manos y los ojos de que ambos se sirven?


Alcibiades

Es claro. [182]

Sócrates

El hombre se sirve de su cuerpo.

Alcibiades

¿Quién lo duda?

Sócrates

¿Y lo que se sirve de una cosa es diferente que la cosa de que se sirve?

Alcibiades

Sí. =

Sócrates

El hombre, por consiguiente, es otra cosa que su cuerpo.

Alcibiades

Lo creo.

Sócrates

¿Qué es el hombre?

Alcibiades

Yo no puedo decirlo, Sócrates.

Sócrates

Por lo menos podrías decirme, que el hombre es una cosa que se sirve del cuerpo.

Alcibiades

Eso es cierto.

Sócrates

¿Hay alguna cosa que se sirva del cuerpo más que el alma?

Alcibiades

No, no hay más que el alma.

Sócrates

¿Es ella la que manda?

Alcibiades

Ciertamente.

Sócrates

Y yo creo, que no hay nadie que no se vea forzado a reconocer... [183]

Alcibiades

¿Qué?

Sócrates

Que el hombre es una de estas tres cosas.

Alcibiades

¿Qué cosas?

Sócrates

O el alma o el cuerpo, o el compuesto de uno y otro.

Alcibiades

Conforme.

Sócrates

¿Pero estamos conformes en que el alma manda al cuerpo?

Alcibiades

Lo estamos. Sócrates. ¿El cuerpo se manda a sí mismo?

Alcibiades

No, ciertamente.

Sócrates

Porque hemos dicho que el cuerpo es el que obedece.

Alcibiades

Sí.

Sócrates

Luego no es lo que buscamos.

Alcibiades

Así parece.

Sócrates

¿Es el compuesto el que manda al cuerpo? ¿y éste compuesto es el hombre?

Alcibiades

Podrá suceder.

Sócrates

Nada menos que eso, porque no mandando uno de los dos, es imposible que los dos juntos manden. [184]

Alcibiades

Eso es muy cierto.

Sócrates

Puesto que ni el cuerpo ni el compuesto de alma y cuerpo son el hombre, es preciso de toda necesidad, o que el hombre no sea absolutamente nada, o que el alma sola sea el hombre.

Alcibiades

Seguramente.

Sócrates

¿Hay necesidad de demostrar aún más claramente que el alma sola es el hombre?

Alcibiades

No, ¡por Júpiter! está bastante probado.

Sócrates

Aún no hemos profundizado esta verdad con toda la exactitud que ella exige, pero es suficiente la prueba hecha, y esto basta. La profundizaríamos más, cuando hubiésemos encontrado lo que acabamos de abandonar, porque era de difícil indagación.

Alcibiades

¿Qué es?

Sócrates

Lo que dijimos antes, que era preciso, en primer lugar, conocer la esencia de las cosas generalmente hablando, y en lugar de esta esencia absoluta nos hemos detenido a examinar la esencia de una cosa particular, y quizá esto baste, porque no podremos encontrar en nosotros nada que sea más que nuestra alma.

Alcibiades

Eso es muy cierto.

Sócrates

Por consiguiente, es un principio sentado que cuando conversamos tú y yo, es mi alma la que conversa con la tuya. [185]

Alcibiades

Entendido.

Sócrates

Esto es lo que decíamos hace un momento: que

Sócrates

habla a Alcibiades dirigiéndole la palabra, no a su cuerpo como parece, sino a Alcibiades mismo; es decir, a su alma.

Alcibiades

Eso es evidente.

Sócrates

¿El que manda que nos conozcamos a nosotros mismos manda, por consiguiente, que conozcamos nuestra alma?

Alcibiades

Yo lo creo así.

Sócrates

Luego el que conoce sólo su cuerpo conoce lo que está en él, pero no conoce lo que él es?

Alcibiades

Sí.

Sócrates

Así un médico no se conoce a sí mismo, en tanto que médico, ni un maestro de palestra, en tanto que maestro de palestra?

Alcibiades

No, a mi parecer.

Sócrates

Aún menos los labradores y todos los demás artesanos que lejos de conocerse a sí mismos, ni conocen lo que particularmente les toca, y además su arte los liga a cosas más lejanas aún de ellos que lo que está en ellos. En efecto, el objeto de sus cuidados no es tanto su cuerpo como las cosas que tienen relación con el cuerpo.

Alcibiades

Todo eso es también muy verdadero. [186]

Sócrates

Por lo tanto, si es sabiduría conocerse a sí mismo, ninguno de estos artistas es sabio por su arte.

Alcibiades

Soy de tu dictamen.

Sócrates

Y he aquí por qué todas estas artes parecen viles, y por consiguiente indignas de una persona decente.

Alcibiades

Eso es cierto.

Sócrates

Volviendo, pues, a nuestro principio, todo hombre que tiene cuidado de su cuerpo, tiene cuidado de lo que le pertenece, pero no de sí mismo.

Alcibiades

Estoy de acuerdo.

Sócrates

Todo hombre que ama las riquezas no se ama a sí mismo, ni lo que está en él; sino que ama una cosa aún más lejana de él y de lo que está en él.

Alcibiades

Así me lo parece.

Sócrates

El que sólo se ocupa en amontonar riquezas, ¿maneja mal sus negocios?

Alcibiades

Es muy cierto.

Sócrates

Si alguno se ha enamorado del cuerpo de Alcibiades, no es Alcibiades el objeto de su cariño, sino una de las cosas que pertenecen a Alcibiades.

Alcibiades

Estoy convencido de ello.

Sócrates

El que ha de amar a Alcibiades ha de amar su alma. [187]

Alcibiades

Consecuencia necesaria.

Sócrates

He aquí por qué el que sólo ama tu cuerpo se retira desde que esta flor de belleza comienza a marchitarse.

Alcibiades

Es cierto.

Sócrates

Pero el que ama tu alma, no se retira jamás, en tanto que puede ella aspirar a mayor perfección.

Alcibiades

Así parece.

Sócrates

Aquí tienes la razón por qué he sido yo el único que no te ha abandonado y que permanece constante, después que aparece marchita la flor de tu belleza y que todos tus amantes se han retirado.

Alcibiades

Gran placer me das, y te suplico que no me abandones.

Sócrates

Trabaja sin descanso con todas tus fuerzas para hacerte mejor.

Alcibiades

Trabajaré.

Sócrates

Al ver lo que sucede, es fácil juzgar que Alcibiades, hijo de Clinias, jamás ha tenido, y aun ahora mismo no tiene, más que un único y verdadero amante; y este amante fiel, digno de ser amado, es Sócrates, hijo de Sofromico y de Ferarete.

Alcibiades

Nada más verdadero.

Sócrates

¿No me dijiste, cuando me avisté contigo y antes de [188] que yo te hiciera prevención alguna, que tenías intención de hablarme para saber por qué era el único que no me había retirado?

Alcibiades

Así te lo dije, y es muy cierto.

Sócrates

Ahora ya sabes la razón, y es, que yo te he amado a ti mismo, mientras que los demás sólo han amado lo que está en ti. La belleza de lo que está en ti comienza a disiparse cuando tu belleza propia comienza a florecer; y si no te dejas malear y corromper por el pueblo, yo no te abandonaré en toda mi vida. Pero temo que infatuado con el favor del pueblo, como ha sucedido a un gran número de nuestros mejores ciudadanos; porque el pueblo de la magmánima Erectea{10} tiene una preciosa máscara; pero es preciso verle con la cara descubierta. Créeme, pues, Alcibiades, y toma las precauciones que te digo.

Alcibiades

¿Qué precauciones?

Sócrates

La de ejercitarte y aprender bien lo que es preciso saber antes de mezclarte en los negocios de la república, a fin de que, robustecido con un buen preservativo, puedas sin temor exponerte a los peligros.

Alcibiades

Todo eso está muy bien dicho, Sócrates; pero trata de explicarme cómo podemos tener cuidado de nosotros mismos.

Sócrates

Ese es negocio ya ventilado; porque ante todas cosas hemos sentado lo que es el hombre, y con razón, porque temeríamos, no siendo este punto bien conocido, dirigir [189] nuestro cuidado a otras cosas que no fueran nosotros mismos, sin apercibirnos de ello.

Alcibiades

Así es.

Sócrates

Estamos convenidos, además, en que es el alma la que es preciso cuidar, debiendo ser este el único fin que nos propongamos.

Alcibiades

Sin duda.

Sócrates

Que es preciso dejar a los demás el cuidado del cuerpo y de lo que pertenece al cuerpo, como las riquezas.

Alcibiades

¿Puede negarse eso?

Sócrates

¿Cómo podríamos sentar esta verdad de una manera más clara y evidente? porque si consiguiéramos verla con toda claridad, es indudable que nos conoceríamos perfectamente a nosotros mismos. Tratemos, pues, en nombre de los dioses, de entender bien el precepto de Delfos, de que ya hemos hablado; pero ¿comprendemos, por ventura, ya toda su fuerza?

Alcibiades

¿Qué fuerza? ¿Qué quieres decir con eso, Sócrates?

Sócrates

Voy a comunicarte lo que a mi juicio quiere decir esta inscripción y el precepto que ella encierra. No es posible hacértele comprender por otra comparación que por esta que se toma de la vista.

Alcibiades

¿Cómo?

Sócrates

Fíjate bien: si esta inscripción hablase al ojo, como habla al hombre, y le dijese: mírate a ti mismo, ¿qué [190] creeríamos nosotros que le decía? ¿No creeríamos que la inscripción ordenaba al ojo que se mirase en una cosa, en la que el ojo pudiera verse?

Alcibiades

Eso es evidente.

Sócrates

Busquemos esta cosa, en la que, mirando, podamos ver el ojo y nosotros mismos.

Alcibiades

Puede verse en los espejos y en otros cuerpos semejantes.

Sócrates

Hablas muy bien. ¿No hay también en el ojo algún pequeño punto que hace el mismo efecto que el espejo?

Alcibiades

Hay uno seguramente.

Sócrates

Has observado que siempre que miras en tu ojo ves, como en un espejo, tu semblante en esta parte que se llama pupila, donde se refleja la imagen de aquel que en ella se ve?

Alcibiades

Es cierto.

Sócrates

Un ojo, para verse, debe mirar en otro ojo, y en aquella parte del ojo, que es la más preciosa, y que es la única que tiene la facultad de ver?

Alcibiades

¿Quién lo duda?

Sócrates

Porque si fijase sus miradas sobre cualquiera otra parte del cuerpo del hombre, o sobre cualquier otro objeto, a menos que no fuese semejante a esta parte del ojo que ve, de ninguna manera se vería a sí mismo. [191]

Alcibiades

Tienes razón.

Sócrates

Un ojo, que quiere verse a sí mismo, debe mirarse en otro ojo, y en esta parte de ojo, donde reside toda su virtud, es decir, la vista.

Alcibiades

Seguramente.

Sócrates

Mi querido Alcibiades, ¿no sucede lo mismo con el alma? para verse ¿no debe mirarse en el alma, y en esta parte del alma donde reside toda su virtud, que es la sabiduría, o en cualquiera otra cosa a la que esta parte del alma se parezca en cierta manera?

Alcibiades

Así me lo parece.

Sócrates

¿Pero podremos encontrar alguna parte del alma, que sea más divina que aquella en que residen la esencia y la sabiduría?

Alcibiades

No ciertamente.

Sócrates

En esta parte del alma, verdaderamente divina, es donde es preciso mirarse, y contemplar allí todo lo divino, es decir, Dios y la sabiduría, para conocerse a sí mismo perfectamente.

Alcibiades

Así me parece.

Sócrates

Conocerse a sí mismo es la sabiduría, según hemos convenido.

Alcibiades

Es cierto. [192]

Sócrates

No conociéndonos a nosotros mismos, y no siendo sabios, ¿podemos conocer ni nuestros bienes, ni nuestros males?

Alcibiades

¡Ah! ¿cómo los conoceríamos, Sócrates?

Sócrates

Porque no es posible que el que no conoce a

Alcibiades

conozca lo que pertenece a Alcibíades, como perteneciendo a Alcibiades.

Alcibiades

No, ¡por Júpiter! eso no es posible.

Sócrates

Sólo conociéndonos a nosotros mismos, es como podemos conocer, que lo que está en nosotros nos pertenece.

Alcibiades

Seguramente.

Sócrates

Y si no conociésemos lo que está en nosotros, no conoceríamos tampoco lo que se refiere a las cosas que están en nosotros.

Alcibiades

Lo confieso.

Sócrates

Hemos hecho mal, cuando hemos convenido en que hay gentes, que no conociéndose a sí mismos, conocen sin embargo lo que está en ellos, porque ni aun las cosas que pertenecen a lo que está en ellos conocen. Estos tres conocimientos: conocerse a sí mismo, conocer lo que está en nosotros, y conocer las cosas que pertenecen a lo que está en nosotros, están ligados entre sí; son efecto de un solo y mismo arte.

Alcibiades

Así parece. [193]

Sócrates

Todo hombre que no conoce las cosas que están en él, no conocerá tampoco las que pertenecen a otros.

Alcibiades

Eso es verdad.

Sócrates

No conociendo las cosas pertenecientes a los demás, no puede conocer las del Estado.

Alcibiades

Es una consecuencia necesaria.

Sócrates

¿Un hombre semejante puede ser alguna vez un buen hombre de Estado?

Alcibiades

No.

Sócrates

¿Ni puede ser tampoco un buen administrador para gobernar una casa?

Alcibiades

No.

Sócrates

¿Ni sabe lo que hace?

Alcibiades

Nada sabe.

Sócrates

No sabiendo lo que hace, ¿es posible que no cometa faltas?

Alcibiades

Imposible, seguramente.

Sócrates

Cometiendo faltas, ¿no causa mal en particular y en público?

Alcibiades

Seguramente. [194]

Sócrates

Haciendo mal ¿no es desgraciado?

Alcibiades

Sí, muy desgraciado.

Sócrates

¿Y aquellos a cuyo servicio se consagra?

Alcibiades

Desgraciados también.

Sócrates

¿Luego no es posible que el que no es ni bueno, ni sabio, sea dichoso?

Alcibiades

No, sin duda.

Sócrates

¿Todos los hombres viciosos son entonces desgraciados?

Alcibiades

Muy desgraciados.

Sócrates

¿Luego no son las riquezas, sino la sabiduría la que libra al hombre de ser desgraciado?

Alcibiades

Seguramente.

Sócrates

Por lo tanto, mi querido Alcibiades, los Estados para ser dichosos no tienen necesidad de murallas, ni de buques, ni de arsenales, ni de tropas, ni de grande aparato; la única cosa de que tienen necesidad para su felicidad es la virtud.

Alcibiades

Es cierto.

Sócrates

Y si quieres manejar bien los negocios de la república, es preciso que imbuyas a tus conciudadanos en la virtud.

Alcibiades

Estoy persuadido de eso. [195]

Sócrates

¿Pero puede darse lo que no se tiene?

Alcibiades

¿Cómo puede darse?

Sócrates

Ante todas cosas es preciso, pues, que pienses en ser virtuoso, como debe de hacer todo hombre, que no sólo quiera tener cuidado de sí mismo y de las cosas que son suyas, sino también del Estado y de las cosas que pertenecen al Estado.

Alcibiades

Sin dificultad.

Sócrates

No debes, por consiguiente, pensar en adquirir para ti y para el Estado un grande imperio y el poder absoluto de hacer todo lo que te agrade, sino únicamente lo que dicten la sabiduría y la justicia.

Alcibiades

Eso me parece muy cierto.

Sócrates

Porque si tú y el Estado gobernáis sabia y justamente, obtendréis el favor de los dioses.

Alcibiades

Estoy persuadido de ello.

Sócrates

Y gobernaréis justa y sabiamente, si como te dije antes, no perdéis de vista esa luz divina que brilla en vosotros.

Alcibiades

Así parece.

Sócrates

Porque mirándoos en esta luz, os veréis vosotros mismos, y conoceréis vuestros verdaderos bienes.

Alcibiades

Sin duda. [193]

Sócrates

Y obrando así, ¿no haréis siempre el bien?

Alcibiades

Ciertamente.

Sócrates

Si hacéis siempre el bien, me atrevo a salir garante de que seréis siempre dichosos.

Alcibiades

En esta materia eres tú una buena garantía, Sócrates.

Sócrates

Pero si gobernáis injustamente, y en lugar de suspirar por la verdadera luz, os fijáis en lo que está sin Dios y lleno de tinieblas, no haréis, sin que pueda ser de otra manera, sino obras de tinieblas, porque no os conoceréis a vosotros mismos.

Alcibiades

Así lo creo.

Sócrates

Mi querido Alcibiades, represéntate un hombre que tenga el poder de hacerlo todo, y que no tenga juicio; ¿qué debe esperarse y cuál será el resultado para él y para el Estado? Por ejemplo, que un enfermo tenga el poder de hacer todo lo que le venga a la cabeza, que no conozca la medicina, y que nadie se atreva a decirle nada ni a contenerle, ¿qué le sucederá? Destruirá sin duda su cuerpo.

Alcibiades

Eso es cierto.

Sócrates

Y si en una nave un hombre, sin tener ni buen sentido ni la habilidad de piloto, se toma la libertad de hacer lo que le parezca, tú mismo ves lo que no puede menos de suceder a él y a todos los que a él se entreguen.

Alcibiades

No podrán menos de perecer todos. [197]

Sócrates

Lo mismo sucede con todas las ciudades, repúblicas y todos los poderes; si están privados de la virtud, su ruina es infalible.

Alcibiades

Imposible de otra manera.

Sócrates

Por consiguiente, mi querido Alcibiades, si quieres ser dichoso tú y que lo sea la república, no es preciso un grande imperio, sino la virtud.

Alcibiades

Seguramente, Sócrates.

Sócrates

Y antes de adquirir esta virtud, lejos de mandar, es mejor obedecer, no digo a un niño, sino a un hombre, siempre que sea más virtuoso que él.

Alcibiades

Eso me parece cierto.

Sócrates

Y lo que es mejor, ¿no es lo más precioso?

Alcibiades

Sin duda.

Sócrates

Y lo que es más precioso, ¿no es lo más conveniente?

Alcibiades

Sin dificultad.

Sócrates

¿Es conveniente al hombre vicioso ser esclavo, porque esto le cuadra mejor?

Alcibiades

Seguramente.

Sócrates

¿El vicio, pues, es una cosa servil?

Alcibiades

Convengo en ello. [198]

Sócrates

¿Y la virtud una cosa liberal?

Alcibiades

Sí.

Sócrates

¿Y no es preciso evitar este servilismo?

Alcibiades

Seguramente, Sócrates.

Sócrates

Pues bien, mi querido Alcibiades, conoces tu propia situación; ¿eres digno de ser libre o esclavo?

Alcibiades

¡Ah! Sócrates, conozco bien mi situación.

Sócrates

¿Pero sabes cómo puedes salir de ese estado, que no me atreveré a calificar, hablando de un hombre como tú?

Alcibiades

Sí, lo sé. ¿Cómo? Si Sócrates quiere.

Sócrates

Dices muy mal, Alcibiades.

Alcibiades

¿Pues cómo tengo que decir?

Sócrates

Si Dios quiere.

Alcibiades

Pues bien, digo si Dios quiere; y añado, que para lo sucesivo vamos a mudar de papeles, tú harás el mío y yo el tuyo, es decir, que yo voy a mi vez a ser tu amante, como tú has sido el mío hasta aquí.

Sócrates

En este caso, mi querido Alcibiades lo que se dice de [199] la cigüeña se podrá decir de mi amor para contigo, si después de haber hecho nacer en tu seno un nuevo amor alado, este le nutre y le cuida a su vez.

Alcibiades

Así será; y desde este día voy a aplicarme a la justicia.

Sócrates

Deseo que perseveres en ese pensamiento; pero te confieso, que sin desconfiar de tu buen natural, temo que la fuerza de los ejemplos que dominan en esta ciudad, nos arrollen al fin a ti y a mi.

———

{1} Por su padre, Clinias, descendía de Eurisaces, hijo de Axas; y por su madre, Dinomaca, descendía de Alemeonides y de Megacles.

{2} Le hinchaba los carrillos desagradablemente.

{3} Este juego no era de damas ni de ajedrez, sino un juego científico, porque enseñaba el movimiento de los cielos, los eclipses, &c.

{4} Esta gran batalla se dio en la Olimpiada 80, cuando Sócrates contaba cerca de 12 años.

{5} Esta batalla de Coronea se dio el segundo año de la Olimpiada 83. Sócrates tenía 22 años.

{6} El Hipólito, v, 352.

{7} Peparetes es una de las islas Cicladas.

{8} Cenon de Elea, discípulo de Parménides, había venido con su maestro a Atenas (590 años antes de J. C.) donde Sócrates en su juventud oyó a ambos.

{9} Homero, l. II, v. 547 de la Iliada.

{10} Alusión al picaresco dicho popular contra los libertos que habían salido de la esclavitad.—Lleva aún sobre su cabeza la cabellera de esclavo.


{Obras completas de Platón, por Patricio de Azcárate,
tomo primero, Madrid 1871, páginas 117-199.}

puerta al infierno

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