Esteban Aguilar Orellana ; Giovani Barbatos Epple.; Ismael Barrenechea Samaniego ; Jorge Catalán Nuñez; Boris Díaz Carrasco; -Rafael Díaz del Río Martí ; Alfredo Francisco Eloy Barra ; Rodrigo Farias Picon; -Franco González Fortunatti ; Patricio Hernández Jara; Walter Imilan Ojeda ; Jaime Jamet Rojas ; Gustavo Morales Guajardo ; Francisco Moreno Gallardo ; Boris Ormeño Rojas ; José Oyarzún Villa ; Rodrigo Palacios Marambio; Demetrio Protopsaltis Palma ; Cristian Quezada Moreno ; Edison Reyes Aramburu ; Rodrigo Rivera Hernández; Jorge Rojas Bustos ; Alejandro Suau Figueroa; Cristian Vergara Torrealba ; Rodrigo Villela Díaz; Nicolas Wasiliew Sala ; Marcelo Yañez Garin;
|
|
Bartolomé Esteban Murillo, Anunciación, Museo del Hermitage, San Petersburgo |
El avemaría es una tradicional oración católica dedicada a María, la madre de Jesús. La oración tiene fundamento bíblico en el Evangelio según san Lucas y es la oración principal del Angelus y del rosario.
Dios te salve María
llena eres de gracia
el Señor es contigo;
bendita tú eres
entre todas las mujeres,
y bendito es el fruto
de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la ahora
de nuestra muerte. Amén
En latín
Ave Maria, gratia plena, Dominus Tecum. Benedicta Tu in mulieribus, et benedictus fructus ventris Tui, Iesus. Sancta Maria, Mater Dei, ora pro nobis peccatoribus, nunc, et in ora mortis nostræ. Amen.
Nota Enciclopedia Catolica
Avemaría. [En inglés Hail Mary]
El Avemaría (también llamado “salutación angélica”, el nombre Avemaría se deriva de las primeras dos palabras de esta oración en latín “Ave María”) es la oración más conocida de todas las que se emplean en la Iglesia Universal en honor a Nuestra Señora. Se describe comúnmente que la forman tres partes: “Ave (María) llena de gracia, el señor es contigo, bendita eres entre todas las mujeres” incorpora las palabras que el Ángel Gabriel empleó para saludar a Nuestra Señora (Lucas 1:28). La segunda parte “y bendito es el fruto de tu vientre (Jesús)”, se ha tomado del saludo de Isabel (Lucas 1:42), la cual se une con más naturalidad a la primera parte, porque las palabras “benedicta tu in mulieribus” (Lucas 1:28) o “inter mulieres” (Lucas 1:42) aparecen en ambos saludos. Por último, la petición “Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén” se estableció oficialmente en el “Catecismo del Concilio de Trento” que la propia Iglesia estructuró esta segunda parte. Dice el Catecismo “Y con mucha razón la santa Iglesia de Dios añadió a esta acción de gracias [para que] nos acogiésemos a Ella piadosa y rendidamente, para que por su intercesión reconciliase con Dios a nosotros pecadores, y nos alcanzase los bienes necesarios, así para esta vida como para la eterna.”
Origen.
Probablemente las palabras maravillosas de la Salutación Angélica se hayan adoptado por parte de los fieles tan pronto la devoción personal a la Madre de Dios se manifestó en la Iglesia. La traducción de la Vulgata “Ave gratia plena” (o sea “Ave, llena de gracia” o “Salve, llena de gracia”) se ha criticado por ser demasiado explícita al compararla con el original griego “Χαίρε, Κεχαριτωμένη” [Chaíre , Kecharito̱méni̱] en ambos casos las palabras no dejan de ser impresionantes, y la versión revisada de la biblia anglicana suplementa actualmente [considerando que la enciclopedia se redactó en la primera década del siglo XX] el “Salve tú que eres muy favorecida” de la versión original autorizada con la expresión alterna escrita al margen “Salve tú dotada de gracia”. Que no nos sorprenda, entonces, encontrar estas palabras u otras semejantes en un ritual siríaco atribuido a Severo, Patriarca de Antioquía (circa 513), o por Andrés de Creta y San Juan Damasceno, o de nuevo en el “Liber Antiphonarius” de San Gregorio Magno como oración de ofertorio en la misa del cuarto domingo de adviento. Pero estos ejemplos no sustentan concluyentemente que el Avemaría se haya usado en los primeros tiempos de la Iglesia como una fórmula de devoción católica por sí misma. Igualmente, la leyenda que atribuye la introducción o presentación del Avemaría a San Ildefonso de Toledo probablemente ha de tenerse por apócrifa o dudosa. Dicha leyenda narra cómo San Ildefonso yendo de noche hacia la iglesia encontró a Nuestra Señora sentada en el ábside de la silla episcopal de él, rodeada de un coro de vírgenes que cantaban alabanzas a Ella. Luego San Ildefonso se acercó “haciendo una serie de genuflexiones y repitiendo por cada una de ellas aquellas palabras de la Salutación Angélica: “Ave María, llena de gracia, el señor es contigo, bendita eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre”. Nuestra Señora se mostró complacida por este homenaje y premió al santo regalándole una bella casulla (Mabillon, Acta SS. O.S.B., sæc. V, pref., § 119). Sin embargo, la versión definitiva del relato, de Hermann de Laon, comienza a localizarse a partir de inicios del siglo XII.
De hecho, casi no hay rastros antes de 1050 que demuestren el uso del Avemaría como una fórmula de devoción reconocida. Todas las evidencias sugieren que tomó su lugar por ciertos versículos y responsorios que se presentan en el Pequeño Oficio de Nuestra Señora que para esa época se promovía su uso entre las órdenes monacales. Dos manuscritos anglosajones que se encuentran en el Museo Británico, uno de ellos tal vez sea del año 1030, muestran que las frases “Ave María…” y “benedicta tu in mulieribus et benedictus fructus ventris tui” aparecen en casi todas las partes del Pequeño Oficio, y aunque no nos asegura que en un principio dichas cláusulas se uniesen para formar una oración, hay evidencia concluyente de que esto sucedió poco después. (Véase “The Month” Nov., 1901, pp. 486-8) La gran colección de leyendas acerca de Nuestra Señora que comenzaron a elaborarse desde inicios del siglo XII (véase Mussafia “Marienlegenden”) nos demuestra que la Salutación Angélica o Salutación a Nuestra Señora comenzó a prevalecer rápidamente como una devoción privada, aunque no hay mucha certeza en que si se acostumbraba incluir la cláusula “y bendito es el fruto de tu vientre”. No obstante, el Abad Balwin, un cisterciense que luego fue Arzobispo de Canterbury en 1184, había escrito antes una especie de paráfrasis del Avemaría, el cual dice: “A esta salutación del ángel, con la cual nosotros saludamos diariamente a Nuestra Señora, con la mayor devoción que podamos, hemos acostumbrado a añadir las palabras “y bendito es el fruto de tu vientre”, con las cuales la cláusula de Isabel complementa la salutación más adelante [tal vez refiriéndose a la aparición de ambas partes en el libro de Lucas], para que se oiga la Salutación como si el mismo ángel la pronunciara completa: “bendita eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre”. Poco después (circa 1196) encontramos el decreto sinodal de Eudes de Sully, Obispo de París, en el cual exigía al clero que viese que “La Salutación a Nuestra Señora” se diera a conocer entre sus feligreses, del mismo modo que el Credo y el Padrenuestro; y más adelante aparecerían más promulgaciones de este tipo con más frecuencia en cada parte del mundo [refiriéndose a lo que abarca la religión católica], empezando en Inglaterra con el Sínodo de Durham en 1217.
El Avemaría como salutación.
Para entender el desarrollo temprano de esta devoción hay que caer en la cuenta de que los primeros en usar esta fórmula de devoción han reconocido que el Avemaría era una forma de saludo. Por lo tanto, se volvió costumbre acompañar la recitación de las palabras con gestos de reverencia, una genuflexión, o por lo menos la inclinación de la cabeza. Hay registros del siglo XII en los cuales se describe que San Alberto recitaba 150 Avesmarías diariamente, 100 con genuflexiones [es decir, se arrodillaba una vez por cada Avemaría] y 50 con postraciones [se arrodillaba y además llevaba la frente al suelo]. Así Thierry nos dice de San Luis de Francia que “sin contar sus otras oraciones el santo Rey se arrodillaba cada noche 50 veces y cada vez que se ponía de pie volvía a arrodillarse mientras repetía lentamente un “Avemaría”. En muchas órdenes monacales se exigía que uno se arrodillase al recitar el Avemaría. Así, en La Guía para las Anacoretas [nombre original Ancren Riwle], un tratado que luego de un examen del Corpus Christi MS. 402 muestra ser de una fecha anterior al año 1200, se instruye a las religiosas que, cada vez que se reciten el Gloria y el Avemaría durante el Oficio, ellas han de inclinarse o postrarse de acuerdo con el período litúrgico. Debido a la fatiga producto de estas inclinaciones y postraciones, la recitación de cierto número de Avesmarías usualmente se consideraba como un ejercicio penitencial, y hay registros de algunos santos, por ejemplo la monja dominica Santa Margarita (fallecida en 1292), hija del Rey de Hungría, que en ciertos días recitaba el Avemaría 1,000 veces y se postraba 1,000 veces. Este concepto del Avemaría como una salutación explica en parte la práctica, la cual ciertamente es anterior a la época de Santo Domingo, de repetir la salutación 150 veces sucesivamente. Esta práctica se asemeja a la de “Santo, Santo, Santo”, la cual se nos enseña que asciende ante el trono del Altísimo.
Desarrollo del Avemaría.
En el tiempo del Rey San Luis el Avemaría terminaba con las palabras de Isabel: “benedictus fructus ventris tui”; luego se extendió con la inclusión del Santo Nombre y una cláusula de petición. Con respecto a la adición de la palabra “Jesús” o, como se decía en el siglo XV, “Jesus Christus, Amen” [Jesucristo, Amén], se dice comúnmente que surgió como iniciativa del Papa Urbano IV (1261) y la confirmación e indulgencia de Juan XXII. Parece que la evidencia no es lo suficientemente clara como para garantizar una afirmación en este aspecto. Pero, no hay duda que esta creencia se difundió ampliamente a finales de la Edad Media. Un manual religioso alemán muy popular del siglo XV (“Der Selen Troïst, 1474) incluso divide el Avemaría en cuatro partes, y declara que la primera parte la compuso el ángel Gabriel; la segunda, Isabel; la tercera, que consiste sólo del Sagrado Nombre, Jesus Christus, la compusieron los papas; y la cuarta, o sea la palabra “Amén”, la compuso la Iglesia.
El Avemaría como oración.
Los reformadores reprochaban frecuentemente a los católicos que el Avemaría que se recitaba constantemente, no era en sí una oración. Era un saludo sin petición (véase, por ejemplo Latimer, Obras, II, 229-30). Parece que esta objeción ya se había planteado antes, por lo tanto se volvió costumbre entre aquellos que reciban sus Avesmarías en privado le agregasen algunas cláusulas al final de la oración, luego de las palabras “ventris tui Jesus” Encontramos indicios de esta práctica en las paráfrasis del Avemaría que datan de ese período. El más famoso de ellos incorrectamente se le atribuye a Dante, y que en cualquier caso pertenece a la primera mitad del siglo XIV. En esta paráfrasis el Avemaría termina así:
O Vergin benedetta, sempre tu
Ora per noi a Dio, che ci perdoni,
E diaci grazia a viver si quaggiu
Che’l paradiso al nostro fin ci doni;
Oh Nuestra Señora, ora a Dios por nosotros siempre,
Para que nos perdone y nos dé gracia,
para que vivamos de tal forma
que nos recompense con el paraíso a la hora de nuestra muerte.
Al comparar las versiones del Avemaría que existían en varias lenguas, por ejemplo en italiano, español, alemán, provenzal, encontramos que hay una tendencia a concluir la oración con una súplica por los pecadores y especialmente por el socorro a la hora de la muerte. No obstante, hubo variedad en el modo de formular dicha petición [información que quien traduce no ha tenido a la vista]. Al final del siglo XV no se ha definido oficialmente una forma de concluir la oración, aunque hay una fórmula muy semejante a la que se emplea actualmente denominada “la oración del Papa Alejandro IV” (véase “Der Katholik”, abril, 1903, página 334), y que se grababa separada en campanas (Beissel, “Verehrung Marias”, p. 460). Pero para propósitos litúrgicos hasta el año 1568 el Avemaría terminaba con las palabras “Jesús, Amén”, y una observación en el “Myroure” de Nuestra Señora, escrito por las monjas brigidinas de Sion, indica claramente el gusto especial en general. “Algunos dicen al inicio de esta salutación Ave benigno Jesús y otros dicen después “María madre de Dios” y también con otros añadidos. Tales frases han de recitarse cuando el pueblo dice sus Avesmarías de su propia devoción. Pero en el servicio de la Iglesia, yo exhorto y considero más meritorio obedecer la forma habitual de recitación, tal como la Iglesia ha establecido, sin todos estos añadidos.”
Hallamos el Avemaría tal como lo conocemos, impreso en el breviario de los monjes camaldulenses y en el de la orden de los mercedarios alrededor de 1514. Es probable que la forma actual del Avemaría provenga de Italia y Esser declara que ha de encontrarse, escrito tal como lo recitamos actualmente anotado de puño y letra de San Antonino de Florencia quien murió en 1459. Sin embargo, esto es dudoso. Pero ciertamente se ha encontrado un Avemaría igual que el actual, salvo por la omisión de una sola palabra nostræ, y está impresa en el encabezado de una pequeña obra de Savonarola emitida en 1495, de la cual hay una copia en el Museo Británico. Incluso, previo a este hallazgo, se ve que se ha agregado una tercera parte al Avemaria en una edición francesa del “Calendario de los Pastores”, el cual apareció en 1493, y que además se repite en la traducción de Pynson al inglés hecha unos años más tarde, y dice “Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, Amén”. Existe una ilustración en ese mismo libro, en el que aparecen el Papa y toda la Iglesia de rodillas ante Nuestra Señora y la saludan con esta tercera parte del Avemaría. Finalmente el reconocimiento oficial del Avemaría en su forma completa se dio en el breviario romano de 1568, aunque ya se había anunciado previamente en el catecismo del Concilio de Trento, citado al principio de este artículo.
Nos referiremos a otros aspectos del Avemaría muy brevemente. Pareciera que durante la Edad Media el Avemaría se vinculaba tanto al Padrenuestro que era tratado como un agregado o inserción de éste, antes de las palabras et ne nos inducas in tentationem [y no nos dejes caer en tentación] cuando el Padrenuestro se decía secreto (véanse varios ejemplos citados en “The Mouth”, noviembre 1901, p. 490). Parece que la práctica que los predicadores tenían, de interrumpir sus sermones cerca del principio para decir el Avemaría, comenzó a emplearse en la Edad Media, por parte de los franciscanos. (Beissel, p. 254). Un ejemplo muy curioso de la retención de esta práctica entre los ingleses católicos durante el reinado de Jaime II se ve en el “Diario” del Sr. John Thoresby (1, 182). Hay que notar que aunque actualmente entre los católicos se emplee la fórmula “El Señor es contigo”, parece que esto se modificó muy recientemente. Hace apenas un siglo [a principios del siglo XIX] se acostumbraba decir “Nuestro Señor es contigo”, y el Cardenal Wiseman en unos de sus ensayos reprueba enérgicamente este cambio (Ensayos de varios asuntos, 1, 76) y lo describía como “afectado, vano y destructor de la unción la cual emana de la oración”. Finalmente, hay que notar que en algunas partes, sobretodo en Irlanda, aún persiste la impresión de que el Avemaría está completo con la palabra Jesús. De hecho, el escritor de este artículo [principios del siglo XX] se ha informado que entre lo que recuerdan algunos campesinos irlandeses era común que cuando se les pedía rezar las Avesmarías como penitencia, ellos preguntaban si debían rezar también las “Santas Marías” [o sea, la segunda parte del Avemaría “Santa María, Madre de Dios…] Respecto al Avemaría en el sentido del Ángelus véase ÁNGELUS. A cuenta de su relación con el Ángelus, se acostumbraba tallar en las campanas el Avemaría. Hay una campana que lleva el Avemaría grabado con letras rúnicas, se encuentra en Eskild, Dinamarca y data del año 1200 aproximadamente. (Véase Uldall “Danmarks Middelalderlige Kirkeklokker” Copenhague 1,906, página 22).
___________________________________________________________
PROBST en Kirchenlex., s.v. Ave Maria; MABILLON, Acta SS. O.S.B., sæe V, pref. 169 dqq.; DE BUCK, Acta SS., Oct., VII 1008 sqq.; ESSER en Historisches Jahrbuch, 1884, SS sq. y 1902, 247 sq.; THURSTON en The Month, Nov., 1901, pp. 483-99; Recherches historiques sur l’Ave Maria en Mois Bibliographique, junio, 1895, pp. 243-51; Zur Geschichte der Ave Maria en Der Katholik (Mainz), mayo, 1903, pp. 333-7; KEHREIN, Pater Noster und Ave Maria (Frankfurt, 1685); BRIDGETT, Our Lady’s Doury, tercera edición pt. ii. c. 4 y apéndice p. 482; WATERTON, Pietas Mariana Británica (Londres, 1879), pt. I, pp. 143-69; GERMAIN en Renue d’l Art Crétien (1886), pp. 88-90; BEISSEL, Geschichte der Verchrung Marias in Deutschland (Friburgo, 1909), ch. xiii. KRONENBURG, Maria’s Heerlijkheid in Nederland.