fue una institución humanista fundada en 1459 por el mecenas Cosme de Médicis. Al principio no fue sino un cenáculo de amigos para discutir temas literarios, y no trascendió del grupo de eruditos ligados a la familia Médicis. Sin embargo, fue imitada en otras ciudades de Italia y posteriormente en todas las naciones de Europa.
Historia
Explica Ferrater Mora, en su Diccionario de Filosofía, Editorial Suramericana, Quinta edición 1964, que la llegada del filósofo bizantino Georgios Gemistos Plethon a la corte florentina de Cosme de Médicis, y las enseñanzas que dio en la misma de la filosofía platónica y neoplatónica indujeron a Cosme a fundar la llamada Academia Florentina o Academia platónica de Florencia en 1459. La Academia fue protegida asimismo por Lorenzo de Médicis.
Sus principales miembros fueron, además de Plethon, el Cardenal Bessarion, Marsilio Ficino y luego Pico della Mirándola. La tendencia común fue, ante todo, el estudio de Platón.
Otros rasgos comunes de esta Academia fueron:
Oposición al aristotelismo y en particular al averroísmo.
Fuertes tendencias humanistas y consiguiente importancia dada al "buen decir" y a la elocuencia en filosofía.
Intentos de conciliar el platonismo con el cristianismo.
Búsqueda de un Dios verdadero en todas las religiones.
Hay que observar, por lo demás, que el platonismo y neoplatonismo influyeron en muchas otras corrientes del Renacimiento, inclusive en algunas que parecían opuestas a Platón; es el caso de las renovaciones del estoicismo y el epicureismo.
Integrantes
La siguiente lista contempla a los más importantes miembros de la Academia, todos grandes intelectuales y multifacéticos en las diversas artes y oficios.
Cosme de Médicis: El gran mecenas florentino, fundador de la Academia.
Marsilio Ficino: Traductor de las obras completas de Platón.
Pico della Mirandola: El más joven del grupo, filósofo y teólogo, hablante de casi todas las lenguas conocidas.
Cristóforo Landino: El más viejo del grupo, profesor universitario de retórica. Traductor de Plinio el Viejo.
León Battista Alberti: El grandioso arquitecto renacentista.
Lorenzo de Médicis: Nieto del fundador, heredero de su afición por la cultura y el mecenazgo.
Benedetto Varchi: Humanista e historiador, autor de la Storia fioretina.
Angelo Poliziano: Humanista, profesor y poeta renacentista italiano.
Importancia
La época del humanismo y del renacimiento se caracteriza por un enorme resurgimiento del platonismo, que crea un inconfundible clima espiritual- Que resurja el platonismo no significa, sin embargo, que renazca el pensamiento de Platón tal como aparece en los diálogos. Es cierto que durante la edad media se leyeron poquísimos diálogos (Menón, Fedón yTimeo) y que en cambio durante el siglo XV se tradujeron todos los diálogos al latín.
Las versiones realizadas por Leonardo Bruni tuvieron un gran éxito y muchos humanistas, además, estuvieron en condiciones de leer y de entender el texto griego original. No obstante, los redescubiertos textos platónicos continuaron interpretándose a la luz de la tradición platónica posterior, es decir, en función de los criterios que habían fijado los neoplatónicos. Al lector actual, que se halla en posesión de las técnicas exegéticas más sofisticadas, esto puede resultarle paradójico.
En realidad, no lo es. A partir de principios del siglo XIX fue cuando se empezó a distinguir entre doctrinas auténticamente platónicas y doctrinas neoplatónicas. Y en nuestros días es cuando, gradualmente, se va configurando de modo sistemático la imagen filosófica de Platón con todos sus rasgos, como hemos visto en parte a lo largo del volumen precedente (cf. p. 122ss). Esto ha sucedido así por una serie de motivos que conviene resumir porque nos ayudan a entender la época que estamos estudiando.
Por lo general, la antigüedad se mostraba propensa a atribuir al fundador de una escuela o de un movimiento filosófico todos los descubrimientos posteriores que se inspiraban en él. En particular, esto fue lo que sucedió con Platón, dado que no dejó escritos sistemáticos, sino que transmitió en sus lecciones aquellas doctrinas que versaban sobre los principios supremos y no permitió que sus discípulos trazasen un cuadro global de su pensamiento.
La academia fundada por Platón, como hemos visto en el volumen anterior, estuvo afectada por toda clase de vicisitudes y en ella se produjeron cambios de gran relevancia (cf. volumen 1, p. 155s y 245ss), Durante la época helenística se deslizo hacia el escepticismo, luego recogió posturas eclécticas (integrando, sobre todo elementos estoicos), mientras que en la época imperial busco de manera laboriosa la creación de una sistematización metafísica de conjunto, que comenzó con los representantes del platonismo medio (cf volumen I, p 289ss) y culmino con Plotino y con los neoplatónicos tardíos (cf volumen I, p 299ss) Recordemos también que a través de los neoplatónicos los escritos aristotélico fueron en cierto modo integrados a la tradición, comentados desde una perspectiva determinada, y considerados como «pequeños misterios» cuya función consiste en introducir a los «grandes misterios», es decir son escritos propedéuticos que sirven para preparar la comprensión de Platón, Ténganse en cuenta, además, las complejidades que hemos mencionado anteriormente (p. 40-47) con respecto a la enmarañada cuestión del Corpus Hermeticum y de los Oráculos Caldeos, esto es, aquellas corrientes de pensamiento mágico-teúrgico que utilizaron filosofemas platónicos, coloreando con un matiz peculiar toda una serie de nociones platónicas, que—así coloreadas— volvieron a aparecer otra vez, por reflujo, en la misma tradición platónica de origen.
Finalmente, recordemos que el platonismo incrementó su patrimonio doctrinal propio con la especulación cristiana, alcanzando niveles muy elevados mediante los escritos del Pseudo-Dionisio el Areopagita (cf. volumen I, p. 369), en los que se combinan elementos procedentes de Proclo con elementos extraídos de la teología cristiana Y que ejercieron una enorme fascinación.
El platonismo, en consecuencia, llegó a los renacentistas junto con todos estos añadidos pluriseculares, bajo la forma de neoplatonismo y unido a todas las infiltraciones mágico-herméticas y cristianas, acogiéndolo y reconsagrándolo como tal. Empero para completar el cuadro, es preciso mencionar un último punto. Cuando se produjo la decadencia de las escuelas filosóficas de Atenas y de Alejandría, Bizancio recogió y mantuvo viva la tradición helénica, aunque con una escasísima originalidad fueron los sabios bizantinos quienes entregaron al renacimiento italiano aquella tradición, junto con todos los añadidos mencionados, a 1o que más tarde se sumaron algunos otros, provenientes del platonismo latino medieval.
Los sabios bizantinos se trasladaron a Italia en tres momentos sucesivos. 1) A comienzos del siglo XIV fueron llamados, en calidad de maestros, personajes como Manuel Crisolora, que creó la tradición de estudios griegos en Florencia. 2) A partir de 1439 se produjo una afluencia masiva, con motivo del concilio de Ferrara-Florencia, en el que se discutió la unión entre las Iglesias griega y romana. 3) Después de 1453 tuvo lugar una auténtica diáspora de sabios griegos, como consecuencia de la caída de Constantinopla en poder de los turcos.
Los historiadores ya han puesto en claro que la venida de sabios griegos a Italia no fue la que generó el renacer de los estudios sobre lo clásicos griegos (que, como hemos visto, posee raíces bastante más pro fundas), pero sí le otorgó un dinamismo y un auge notables. Por lo que s refiere a los contenidos filosóficos relacionados con el renacer platónico; estos sabios no aportaron elementos originales.
Lo único que posee cierta relevancia es la polémica que fomentaron acerca de la superioridad de Platón con respecto a Aristóteles. Jorge Gemisto Plethon (1355-aprox, 1452) sostuvo con ardor la tajante superioridad de Platón, llegando proponer una forma de neopaganismo sobre bases platónicas. En oposición a él, Jorge Scholarios Gennadio (1405-aprox. 1472) defendió decididamente a Aristóteles, respaldado —aunque sobre bases distintas— por Jorge Trapezuncio (1395-1486). Bessarión (aprox. 1400-1472), creado cardenal por el papa Eugenio IV, realizó un intento de solución del conflicto con gran delicadeza y haciendo uso de sus amplios conocimientos.
Para Bessarión, armonizar Platón y Aristóteles significaba crear la base que sirviese para unificar también las Iglesias griega y romana. Debido a ello, Bessarión fue llamado el más griego de los latinos y el más latino de los griegos. Entre otras obras suyas se hizo famosa su traducción de la Metafísica de Aristóteles. Sin embargo, a pesar de sus vastísimos conocimientos con respecto a las fuentes antiguas, también Bessarión propuso y legitimó ampliamente la interpretación neoplatónica de Platón. Por las razones antes expuestas, no podía suceder de otra manera.
Sin embargo, el gran relanzamiento del neoplatonismo desde el punto de vista filosófico debía venir por otro camino: por un lado, a través de: Nicolás de Cusa y, por el otro, gracias a la Academia Platónica de Florencia, con Ficino a la cabeza, y luego con Pico de la Mirándola. Ahora debemos hablar de estos filósofos.
Importancia
La época del humanismo y del renacimiento se caracteriza por un enorme resurgimiento del platonismo, que crea un inconfundible clima espiritual- Que resurja el platonismo no significa, sin embargo, que renazca el pensamiento de Platón tal como aparece en los diálogos. Es cierto que durante la edad media se leyeron poquísimos diálogos (Menón, Fedón yTimeo) y que en cambio durante el siglo XV se tradujeron todos los diálogos al latín.
Las versiones realizadas por Leonardo Bruni tuvieron un gran éxito y muchos humanistas, además, estuvieron en condiciones de leer y de entender el texto griego original. No obstante, los redescubiertos textos platónicos continuaron interpretándose a la luz de la tradición platónica posterior, es decir, en función de los criterios que habían fijado los neoplatónicos. Al lector actual, que se halla en posesión de las técnicas exegéticas más sofisticadas, esto puede resultarle paradójico.
En realidad, no lo es. A partir de principios del siglo XIX fue cuando se empezó a distinguir entre doctrinas auténticamente platónicas y doctrinas neoplatónicas. Y en nuestros días es cuando, gradualmente, se va configurando de modo sistemático la imagen filosófica de Platón con todos sus rasgos, como hemos visto en parte a lo largo del volumen precedente (cf. p. 122ss). Esto ha sucedido así por una serie de motivos que conviene resumir porque nos ayudan a entender la época que estamos estudiando.
Por lo general, la antigüedad se mostraba propensa a atribuir al fundador de una escuela o de un movimiento filosófico todos los descubrimientos posteriores que se inspiraban en él. En particular, esto fue lo que sucedió con Platón, dado que no dejó escritos sistemáticos, sino que transmitió en sus lecciones aquellas doctrinas que versaban sobre los principios supremos y no permitió que sus discípulos trazasen un cuadro global de su pensamiento.
La academia fundada por Platón, como hemos visto en el volumen anterior, estuvo afectada por toda clase de vicisitudes y en ella se produjeron cambios de gran relevancia (cf. volumen 1, p. 155s y 245ss), Durante la época helenística se deslizo hacia el escepticismo, luego recogió posturas eclécticas (integrando, sobre todo elementos estoicos), mientras que en la época imperial busco de manera laboriosa la creación de una sistematización metafísica de conjunto, que comenzó con los representantes del platonismo medio (cf volumen I, p 289ss) y culmino con Plotino y con los neoplatónicos tardíos (cf volumen I, p 299ss) Recordemos también que a través de los neoplatónicos los escritos aristotélico fueron en cierto modo integrados a la tradición, comentados desde una perspectiva determinada, y considerados como «pequeños misterios» cuya función consiste en introducir a los «grandes misterios», es decir son escritos propedéuticos que sirven para preparar la comprensión de Platón, Ténganse en cuenta, además, las complejidades que hemos mencionado anteriormente (p. 40-47) con respecto a la enmarañada cuestión del Corpus Hermeticum y de los Oráculos Caldeos, esto es, aquellas corrientes de pensamiento mágico-teúrgico que utilizaron filosofemas platónicos, coloreando con un matiz peculiar toda una serie de nociones platónicas, que—así coloreadas— volvieron a aparecer otra vez, por reflujo, en la misma tradición platónica de origen.
Finalmente, recordemos que el platonismo incrementó su patrimonio doctrinal propio con la especulación cristiana, alcanzando niveles muy elevados mediante los escritos del Pseudo-Dionisio el Areopagita (cf. volumen I, p. 369), en los que se combinan elementos procedentes de Proclo con elementos extraídos de la teología cristiana Y que ejercieron una enorme fascinación.
El platonismo, en consecuencia, llegó a los renacentistas junto con todos estos añadidos pluriseculares, bajo la forma de neoplatonismo y unido a todas las infiltraciones mágico-herméticas y cristianas, acogiéndolo y reconsagrándolo como tal. Empero para completar el cuadro, es preciso mencionar un último punto. Cuando se produjo la decadencia de las escuelas filosóficas de Atenas y de Alejandría, Bizancio recogió y mantuvo viva la tradición helénica, aunque con una escasísima originalidad fueron los sabios bizantinos quienes entregaron al renacimiento italiano aquella tradición, junto con todos los añadidos mencionados, a 1o que más tarde se sumaron algunos otros, provenientes del platonismo latino medieval.
Los sabios bizantinos se trasladaron a Italia en tres momentos sucesivos. 1) A comienzos del siglo XIV fueron llamados, en calidad de maestros, personajes como Manuel Crisolora, que creó la tradición de estudios griegos en Florencia. 2) A partir de 1439 se produjo una afluencia masiva, con motivo del concilio de Ferrara-Florencia, en el que se discutió la unión entre las Iglesias griega y romana. 3) Después de 1453 tuvo lugar una auténtica diáspora de sabios griegos, como consecuencia de la caída de Constantinopla en poder de los turcos.
Los historiadores ya han puesto en claro que la venida de sabios griegos a Italia no fue la que generó el renacer de los estudios sobre lo clásicos griegos (que, como hemos visto, posee raíces bastante más pro fundas), pero sí le otorgó un dinamismo y un auge notables. Por lo que s refiere a los contenidos filosóficos relacionados con el renacer platónico; estos sabios no aportaron elementos originales.
Lo único que posee cierta relevancia es la polémica que fomentaron acerca de la superioridad de Platón con respecto a Aristóteles. Jorge Gemisto Plethon (1355-aprox, 1452) sostuvo con ardor la tajante superioridad de Platón, llegando proponer una forma de neopaganismo sobre bases platónicas. En oposición a él, Jorge Scholarios Gennadio (1405-aprox. 1472) defendió decididamente a Aristóteles, respaldado —aunque sobre bases distintas— por Jorge Trapezuncio (1395-1486). Bessarión (aprox. 1400-1472), creado cardenal por el papa Eugenio IV, realizó un intento de solución del conflicto con gran delicadeza y haciendo uso de sus amplios conocimientos.
Para Bessarión, armonizar Platón y Aristóteles significaba crear la base que sirviese para unificar también las Iglesias griega y romana. Debido a ello, Bessarión fue llamado el más griego de los latinos y el más latino de los griegos. Entre otras obras suyas se hizo famosa su traducción de la Metafísica de Aristóteles. Sin embargo, a pesar de sus vastísimos conocimientos con respecto a las fuentes antiguas, también Bessarión propuso y legitimó ampliamente la interpretación neoplatónica de Platón. Por las razones antes expuestas, no podía suceder de otra manera.
Sin embargo, el gran relanzamiento del neoplatonismo desde el punto de vista filosófico debía venir por otro camino: por un lado, a través de: Nicolás de Cusa y, por el otro, gracias a la Academia Platónica de Florencia, con Ficino a la cabeza, y luego con Pico de la Mirándola. Ahora debemos hablar de estos filósofos.
una grandes academias de todos los tiempos y hito del renacimiento
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