(del griego αρχιεπίσκοπος, archiepiskopos: arche > primero, y epi-skopos > supervisor) es un miembro perteneciente al orden episcopal cristiano, pero que goza de un estatus superior al de los "simples" obispos; generalmente están al frente de una diócesis particularmente importante, ya sea por su tamaño, su relevancia histórica o por ambas, llamada archidiócesis. Cuando un obispo se convierte en arzobispo no está siendo, de ningún modo, ordenado ni está recibiendo ningún sacramento; en contraste (en los ritos copto, anglicano, católico y ortodoxo) alguien que es ordenado obispo está siendo consagrado.
Un arzobispo no tiene, por fuerza, mayor poder que un obispo; sin embargo, están a cargo de diócesis más prestigiosas. De cualquier modo, muchos arzobispos son también los metropolitanos de la provincia eclesiástica en la que se localiza su archidiócesis. En las Iglesias occidentales (p. ej. la católica o la anglicana), este es casi siempre el caso. Sin embargo, en la Iglesia católica, los arzobispos que no son también los metropolitanos son llamados Arzobispo ad personam, y no tienen derecho a usar el palio.
En algunos casos, cuando son designados Obispos de Diócesis y más aún cuando no han sido elevadas a Archidiócesis, se les denomina Obispo con Dignidad de Arzobispos o Arzobispo Obispo, tal como ocurrió en los años 90 con Francisco de Borja Valenzuela, quien anteriormente fue Arzobispo de Antofagasta y luego fue destinado primero a San Felipe como Arzobispo Obispo de dicha Diócesis y posteriormente a Valparaíso, pasando a ser Arzobispo Obispo de Valparaíso.
Historia
San Atanasio parece que fue el primero que empleó la denominación de arzobispo con el obispo de Alejandría. Pero si el título es del siglo IV, la dignidad y la jurisdicción tienen un origen mucho más antiguo. La Escritura y la Tradición nos enseñan que los apóstoles y sus discípulos han residido en las grandes ciudades desde las cuales enviaban otros obispos a las inferiores. Estas consideraban a las primeras como a sus matrices. En el gobierno político ya se las daba el nombre de metrópolis y los obispos que residían en ellas se llamaron también metropolitanos.
La Iglesia, en tiempo de los emperadores romanos, siguió la división de las provincias de aquel imperio. Los obispos establecidos en las ciudades mayores o metrópolis tomaron insensiblemente el título de metropolitanos y arzobispos, como que tenían en su territorio y jurisdicción a otros obispos. Las revoluciones que hubo en el imperio y el establecimiento de los pueblos del Norte, que repartieron entre sí sus provincias, no cambiaron en nada esta división. Las ciudades que los romanos habían llamado metrópolis han conservado casi todas su título y sus arzobispos. Alguna otra solamente se erigió después en metrópoli, como París y Albi en Francia.
Juan José Omella Omella (Cretas, Teruel, 21 de abril de 1946) es un obispo y cardenal español, actual arzobispo de Barcelona y presidente de la Conferencia Episcopal Española. Anteriormente fue obispo auxiliar de Zaragoza, obispo de Barbastro-Monzón y obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño. Fue creado cardenal por el papa Francisco con el título de Santa Cruz en Jerusalén en el consistorio del 28 de junio de 2017. |
La administración de la Iglesia católica se hace dividiendo el territorio en diócesis y agrupando estas en provincias eclesiásticas distribuidas en los países civiles. Al frente del pastoreo de cada diócesis está el obispo y él y solamente él es el que ejerce con autoridad apostólica el gobierno pastoral de esa región, en unión al Romano Pontífice. En la distribución de las diócesis en provincias, siempre es una la que ejerce una especie de capitalidad sobre el resto, que es la archidiócesis.
El obispo que queda al frente de éstas, tiene el título de arzobispo metropolitano, que tienen el deber de organizar la cooperación entre las diócesis, aunque, propiamente, no tienen autoridad sobre otras diócesis ajenas a la suya. Su insignia es el palio, una banda de lana blanca adornada con cruces negras.
Al ser el título de arzobispo un título, como otros, no vinculado al Sacramento del Orden, puede ser otorgado, como lo es, a otros prelados sin dirigir una sede metropolitana sea por razón de su cargo, dignidad personal o de la diócesis u otros motivos, a decisión de la Sede Apostólica.
Los nuncios apostólicos también tienen el título de Arzobispo "ad personam", así como otros cargos episcopales en la Curia Romana, normalmente, los que cumplen obispos no cardenales (por ejemplo, el Maestro de Ceremonias Pontificio, entre otros). Sin embargo, sacramentalmente, el arzobispado no es un grado en el Orden, pues éstos siguen siendo Obispos, sino un título a razón de la diócesis o de otros aspectos.
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