Apuntes de clases

Clases de filosofía y ciencias bíblicas del Instituto de Humanidades Luis Campino, y la Parroquia de Guadalupe de Quinta Normal.


martes, 7 de junio de 2016

57).-Los manuscritos del Nuevo Testamento.-a


Esteban Aguilar Orellana; Giovani Barbatos Epple;Ismael Barrenechea Samaniego; Jorge Catalán Nuñez; Boris Díaz Carrasco; Rafael Díaz del Río Martí;Alfredo Francisco Eloy Barra ;Rodrigo Farias Picon; Franco Antonio González Fortunatti;Patricio Ernesto Hernández Jara; Walter Imilan Ojeda;Jaime Jamet Rojas;Gustavo Morales Guajardo;Francisco Moreno Gallardo; Boris Ormeño Rojas;José Oyarzún Villa;Rodrigo Palacios Marambio;Demetrio Protopsaltis Palma;Cristian Quezada Moreno;Edison Reyes Aramburu; Rodrigo Rivera Hernández;Jorge Rojas Bustos; Alejandro Suau Figueroa; Cristian Vergara Torrealba; Rodrigo Villela Díaz; Nicolas Wasiliew Sala;Marcelo Yañez Garin;Katherine Alejandra del Carmen  Lafoy Guzmán; Franco Natalino; 

Introducción.
 


Los Manuscritos bíblicos del Nuevo Testamento en griego están categorizados en cinco grupos, basados en un esquema introducido en 1981 por Kurt y Bárbara Aland en Der Text des Neuen Testaments (El texto del Nuevo Testamento). Las categorías están basadas en cada manuscrito, se relaciona a los diferentes tipos textuales. Generalmente hablando, los manuscritos antiguos alejandrinos están en la categoría I, mientras que los manuscritos posteriores bizantinos están en la categoría V. El método de Aland toma en cuenta 1000 pasajes en los que el texto bizantino difiere de los textos no bizantinos. El método de Aland no seleccionó sus 1000 lecturas de todos los libros del NT; por ejemplo, no se tomaron de Mateo y Lucas.


Descripción de las categorías

Categoría I - Alejandrina

Esta categoría representa los manuscritos más antiguos. Los papiros y unciales del siglo IV están en esta categoría, como son los manuscritos del tipo textual alejandrino. Los manuscritos en esta categoría son importantes cuando se consideran problemas textuales, y son considerados por muchos eruditos como una buena representación de los autógrafos, debido a su fecha antigua.

Categoría II - Egipcia

Los manuscritos en esta categoría son similares a la categoría I de los manuscritos, y son importantes en consideración textual de los autógrafos. Sin embargo, el texto usualmente contiene algunas influencias extranjeras, tales como las que encontramos en el tipo textual bizantino. Los textos egipcios pertenecena esta categoría.

Categoría III - Ecléctica

Los manuscritos en la categoría III son importanes cuando se discute la historia de las tradiciones textuales, y en menor grado, para establecer el texto original. Los manuscritos usualmente contienen lecturas independientes, y tienen un carácter distintivo. f1 y f13 son ejemplos de manuscritos familias que se encuentran dentro de esta categoría. Los manuscritos de esta categoría usualmente presentan tipo textual mixto o ecléctico.

Categoría IV - Occidental

La Categoría IV contiene los pocos manuscritos que siguen el texto del Códice de Beza (D). Esos textos son el tipo textual occidental.

Categoría V - Bizantina

Los bizantinos y la mayoría de textos bizantinos se encuentran en esta categoría.

Scherezada Jacqueline Alvear Godoy

Manuscritos de la Biblia

Los manuscritos, en cuanto opuestos a impresos, son copias del texto original o de una versión ya sea de toda la Biblia o de parte de ella. Después de unas observaciones introductorias sobre los manuscritos en general, hablaremos en detalle de los manuscritos bíblicos hebreos, griegos, latinos, siríacos, armenios y coptos; manuscritos de otras versiones no son lo suficientemente importantes para entrar al alcance de este artículo.

En General

Los manuscritos pueden ser convenientemente divididos entre los manuscritos en papiro y en pergamino.

Manuscritos en Papiro:

En el Imperio Romano de los tres primeros siglos de nuestra era, el papiro era el material de escritura ordinario. Hecho con tiras del corazón de la planta acuática egipcia del mismo nombre, el papiro era muy frágil, quebradizo al aire, se desmenuzaba con el uso, no resistía la fuerza desintegradora de la humedad y muy poco practicable para la forma de libro. Todos los manuscritos en papiros de todas clases se han perdido, excepto los enterrados en terreno extremadamente seco, como el de Alto y Medio Egipto, donde los ignorantes labradores destruyeron injustificadamente y de una vez grandes cantidades de manuscritos en papiro. Los excavadores egipcios evitan ahora esa destrucción y siguen añadiendo a la ya considerable colección de papiros. Es más que probable que los escritores sagrados del Nuevo Testamento o sus escribas usaran tinta y rollos de frágil papiro para sus autographa (2 Cor. 3,3; 2 Juan 12). Estos manuscritos originales probablemente perecieron hacia fines del siglo I o principios del II. No hallamos rastros de ellos ni en los Padres Apostólicos ni en los Padres apologéticos---a no ser que exceptuemos las palabras de Tertuliano "las auténticas cartas de los Apóstoles mismos", que hoy se descartan por considerarlas retóricas. Una prueba significativa de la pérdida temprana de las copias autógrafas del Nuevo testamento es el hecho de que San Ireneo nunca apela a los escritos originales sino sólo a las antiguas y esmeradas copias (en pasi tois spoudaiois kai archaiois antigraphois), al testimonio de los que vieron a Juan cara a cara (kaimartyrounton auton ekeinon ton katopsin ton Ioannen heorakoton), y a la evidencia interna de la palabra escrita (kai tou logou didaskontos hemas).

Manuscritos en pergamino:

Egipto se adhirió a sus rollos de papiro hasta el siglo VIII y aún más tarde. El pergamino había sido usado antes de los tiempos de Cristo (cf. Plinio, "Historia Naturalis", XIII, 11), y durante el tiempo de los Apóstoles (2 Tim. 4,13). En el siglo III comenzó a sustituir a los papiros fuera de Egipto; en la primera parte del siglo IV el pergamino y el códice (o forma de libro) venció completamente al papiro y la forma de rollo. Cuando Constantino fundó su capital del Imperio Bizantino, ordenó a Eusebio de Cesarea que mandara a hacer cincuenta manuscritos de la Biblia en pergamino (somatia en diphtherais) para usar en las iglesias de Bizancio (Vita Constant., IV, 36). Los manuscritos bíblicos existentes más antiguos pertenecen al siglo IV, pero en forma fragmentaria.

Palimpsestos:

Algunos sumamente importantes manuscritos en pergamino son palimpsestos (del latín palimpsestum, griego palimpsestos, "raspado de nuevo")---es decir, habían sido borrados con piedra pómez por segunda vez hacía tiempo y escrito sobre lo borrado. El descubrimiento de los palimpsestos llevó a la imprudente acusación de que los monjes habían producido una destrucción al por mayor de manuscritos bíblicos desde muy antiguo. Se desprende que hubo algunas destrucciones del decreto de un sínodo griego del año 691 d.C. que prohibía el uso de manuscritos palimpsestos, ya fuera de la Biblia o de los Padres, a no ser que estuvieran completamente inservibles (ver Wattenbach, "Das Schriftwessen im Mittelalter", 1896, p. 299). Y también es suficientemente claro que tal destrucción no fue al por mayor, sino que sólo tuvo que ver con manuscritos gastados o estropeados, por el hecho significativo de que no se ha encontrado aún ninguna obra completa de cualquier clase en ningún palimpsesto. El descifrado de un palimpsesto se puede realizar a veces empapándolo en agua clara; generalmente hablando para recuperar la escritura original. Tales reactivos químicos son una infusión de agallas, la tintura de Gioberti e hidrosulfuro de amonio, los cuales dañan el manuscrito. Wattenbach, una autoridad en el tema dice: “Los expertos experimentadores de nuestro tiempo han destruido mucha más cantidad de preciosos manuscritos, en proporción a la cantidad existente, que los monjes antiguos.”

Manuscritos Hebreos

Época:

a. Texto pre-masorético. 

El manuscrito hebreo más antiguo es el papiro Nash. Hay cuatro fragmentos que cuando se ponen juntos dan veinticuatro líneas de un texto pre-masoreta de los Diez Mandamientos y el shema (Éxodo 20,2-17; Deuteronomio 5,6-19; 6,4-5). El escrito está sin vocales y paleográficamente parece que no es posterior al siglo II. Este es el más antiguo manuscrito bíblico existente (vea Cook, "Un Papiro Bíblico Pre-Masorético" en "Proced. de la Soc. de Arq. Bib.", enero 1903). A veces concuerda con la Versión de los Setenta comparada con la Masora. Otro texto pre-masorético es el Pentateuco Samaritano. La recensión samaritana es probablemente anterior al Exilio; ha llegado a nosotros libre de la influencia masorética, está escrita sin vocales y en caracteres samaritanos. El más antiguo manuscrito samaritano existente es el de Nablus, que antes se databa anterior a los manuscritos masoréticos, pero ahora se asigna al siglo XII o XIII d.C. Aquí hay que hacer ahora mención de los manuscritos hebreos no-masoréticos del libro del Eclesiástico. Estos fragmentos, obtenidos de una “genizah” de El Cairo (una caja para los manuscritos gastados o desechados), pertenecen al siglo X u XI de nuestra era. Nos proveen con más de la mitad del Eclesiástico y duplican ciertas partes del libro. Muchos especialistas consideran que los fragmentos de El Cairo prueban que el hebreo fue el idioma original del Eclesiástico (vea "Facsímiles de los Fragmentos recobrados hasta ahora del Libro del Eclesiástico en Hebreo”, Oxford y Cambridge, 1901).

b. Texto Masorético: 

Todos los otros manuscritos hebreos de la Biblia son masoréticos (Vea Masora) y pertenecen al siglo X o posterior. Algunos de estos manuscritos están datados antes, pero los críticos textuales consideran que esas fechas se deben a un fraude intencional o a una transcripción no-crítica de fechas de manuscritos anteriores. Por ejemplo un códice de los profetas anteriores y posteriores, que ahora está en la sinagoga caraíta de El Cairo, está fechado 895 d.C., pero Neubauer lo asigna al siglo XI o XIII. Califica como una obra del siglo XIII el manuscrito # 12 de Cambridge, datado en 856 d.C. Rechaza como absolutamente imposible la fecha 489 del Pentateuco de San Petersburgo (ver Studia Biblica, III, 22). Probablemente los manuscritos masoréticos más antiguos sean: "Prophetarium Posteriorum Codex Bablyonicus Petropolitanus", fechado 916 d.C.; La Biblia de San Petersburgo, escrita por Samuel ben Jacob y fechada en 1009 d.C.; el "Códice Oriental 4445" en el Museo Británico, que Ginsburg (Introducción, p. 469) asigna a 820-50 d.C. Los críticos textuales varían mucho en las fechas que asignan a ciertos manuscritos hebreos. De Rossi incluso piensa que sólo unos nueve o diez manuscritos masoréticos son anteriores al siglo XII. (Variæ Lectiones, I, p. XV).

Cantidad:

Kennicott, el primer estudioso crítico del texto masorético, examinó o mandó a examinar unos 16 manuscritos samaritanos, unos 40 textos impresos y 638 manuscritos masoréticos (ver "Dissertatio Generalis in Vetus Testam. Hebraicum", Oxford, 1780). Los numeró en seis grupos:

núms. 1-88, manuscritos de Oxford;
núms. 89-144, otros manuscritos de países angloparlantes;
núms. 145-254, manuscritos de Europa continental;
núms. 255-300, textos impresos y varios manuscritos;
núms. 301-694, manuscritos cotejados por Brunsio.
De Rossi (Variæ Lectiones Vet. Test.) retuvo la numeración de Kennicott y añadió una lista de 479 manuscritos, todos de su propiedad privada, de los cuales, desafortunadamente, 17 habían recibido ya numeración por Kennicott. De Rossi añadió más tarde cuatro listas suplementaria de 110, 52, 37 y 76 manuscritos, y llegó a la cifra de 1375 manuscritos masoréticos. Desde entonces nadie ha emprendido un estudio crítico tan colosal de los manuscritos hebreos. Unos pocos de los principales manuscritos se cotejan y comparan más exactamente en las ediciones del texto masorético que fueron hechas por S. Baer, Fr. Delitzsch y Ginsburg. Al vasto número de manuscritos hebreos examinado por Kennicott y De Rossi hay que añadir unos dos mil manuscritos de la Biblioteca Imperial de San Petersburgo que Firkowitsch cotejó en Tschufut-Kale ("Roca de los Judíos") en la Crimea (ver Strack, "Die biblischen und massoretischen Handschriften zü Tschufut-Kale" en "Zeits. für luth. Theol. und Kirche", 1875).

Valor:

El estudio crítico de esta rica variedad de cerca de 3400 rollos y códices masoréticos no promete tan importantes resultados como al principio se creyó. Los manuscritos son todos de fechas recientes si se comparan con los códices griegos, latinos y siríacos; todos son singularmente parecidos. En copias hechas para uso privado se hallan unas pocas variantes: las copias hechas para el servicio público de las sinagogas son tan uniformes que no animan al crítico a compararlas. Todos los manuscritos masoréticos nos devuelven a un solo editor---el de la tradición textual que probablemente comenzó en el siglo II y cada vez se hizo más y más minucioso hasta que cada detalle y título del texto quedó casi absolutamente fijado y sagrado. Parece que fue R. Aqiba la cabeza de esta escuela judía del siglo II. Se tomaron medidas sin precedentes para mantener el texto fijado. Los estudiosos contaron las palabras y consonantes de cada libro, la palabra central y las consonantes centrales, las peculiaridades del escrito etc. Hasta cuando tales peculiaridades eran claramente debidas a un error o accidente, fueron perpetuadas e interpretadas por un significado místico. Letras rotas o invertidas, consonantes que eran demasiado pequeñas o grandes, puntos que estaban fuera de lugar---todas estas rarezas fueron transmitidas como intención divina. En el Génesis 2,4 bebram (“cuando fueron creados”), todos los manuscritos tiene una Hê, y los eruditos judíos vieron esta peculiaridad como inspirada y la interpretaron: “En la letra Hê fueron creados” y después se pusieron a averiguar qué quería decir aquello. Esta falta de variantes en los manuscritos masoréticos nos deja sin la esperanza de recuperar el texto hebreo original excepto a través de las versiones. Kittel en su espléndido texto hebreo da tantas variantes como sugiere la versión.

Manuscritos Griegos

En General:

Los manuscritos griegos se dividen en dos clases según el tipo de escritura: uncial y minúscula.

a. Las unciales se usaban entre los siglos IV y X, con letras grandes y desconectadas. 

Estas letras no eran mayúsculas, sino que tenían una forma característica: epsilon, sigma y omega no se escribían EPSILON, SIGMA, OMEGA, como son esas mayúsculas en las inscripciones; rho, phi, psi, y a veces upsilon se prolongaban sobre o por debajo de la línea. Las palabras no estaban separadas; no se utilizaban acentos ni signos de puntuación; los párrafos se señalaban sólo con una pequeña laguna; las letras eran uniformes y artísticas y sólo se usaban ligaduras para las palabras más comunes---IC (Iesous), KC (Kyrios), XC (Christos), ICL (Israel), PNA (pneuma), DLD (David), ANOC (anthropos), PER (pater), MER (mater), OUC (pater), CER (soter), OUNOC (ouranos). En el siglo VI comenzó la decadencia de la elegante escritura uncial; ciertas letras se torcían y se curvaban. En el siglo VII más letras recibían esas florituras y se introdujeron acentos y pausas, y la escritura se inclinaba hacia la derecha.

b. Minúsculas: 

Mientras las unciales seguían dominando en manuscritos bíblicos, en otras obras se usaban las minúsculas. Durante el siglo IX se escribieron manuscritos de la Biblia con unciales y con minúsculas. Esta última muestra una forma de escribir tan desarrollada que no deja duda sobre su largo prolongado. Las letras son pequeñas, conectadas y escritas con una mano rápida. Después del siglo X se usaron las minúsculas hasta el siglo XV, en que los manuscritos fueron sustituidos por impresos.


Manuscritos del Antiguo Testamento:

a. Versión de los Setenta (LXX): 

Hay tres familias de manuscritos de la Versión de los Setenta: los de la Hexapla de Orígenes, los de Hesiquio y los de San Luciano de Antioquía. San Pánfilo de Cesarea, discípulo de Orígenes, conservó en Cesarea los manuscritos de su Hexapla y Tetrapla. Algunos manuscritos existentes (es decir, aleph y Q) aluden en escolios a estas gigantescas obras de Orígenes.
 En el siglo IV, Panfilio y su discípulo Eusebio de Cesarea reprodujeron la quinta columna de la Hexapla, es decir, del texto de los Setenta de la Hexapla de Orígenes, con todos sus signos críticos. Esta copia es la fuente de la familia de la Hexapla de los manuscritos de los Setenta. Con el curso del tiempo, los escribas fueron suprimiendo los signos críticos en parte o del todo. Pasajes que faltaban en los Setenta pero estaban en el hebreo, y por lo tanto suministrados por Orígenes ya de Aquila o de Teodoción, fueron irremediablemente entremezclados con pasajes de la Versión de los Setenta disponible en ese momento.
 Casi al mismo tiempo se publicaron otras dos ediciones de los Setenta: la de Hesiquio en Alejandría y la de Luciano en Antioquía. Los manuscritos existentes han descendido de estas tres ediciones, pero de manera que aún no se puede identificar bien. Muy pocos manuscritos se pueden asignar con más que probabilidad a una de las tres familias; los manuscritos de la Hexapla, los de Hesiquio y los de Luciano influyeron unos sobre los otros. La mayoría de los manuscritos existentes de los Setenta contienen, como resultado, variantes de cada una y de ninguna de las grandes familias. Los críticos textuales aún tienen pendiente la tarea de seguir la pista de la influencia de estos tres grandes manuscritos.

Papiros: 

Existen unos dieciséis fragmentos en papiro. Los más importantes son:
Oxyrhyncus Papiro 656 (principios del siglo III) que contiene partes del Génesis 14 a 27, en donde faltan la mayoría de los grandes manuscritos en pergamino.
Museo Británico Papiro 37, a veces llamado U (siglo VII), que contiene parte de los Salmos (Hebreo) 10 - 33.
Un papiro en Leipzig (siglo IV) que contiene los salmos 29-54. Estos dos Salterios nos dan el texto del Alto Egipto.
Un papiro en Heidelberg (siglo VII) que contiene Zacarías 4,6 a Malaquías 4,5.
Un papiro en Berlín (siglos IV o V) que contiene alrededor de treinta capítulos del Génesis.
Pergamino Uncial: Parsons cotejó 13 unciales y 298 manuscritos en minúsculas de los Setenta. Designó a los primeros con números romanos, I-XIII, y los últimos con números arábigos, 14-311 (cf. “V.T. Græcum cum Variis Lectionibus", Oxford, 1798). Legarde designaba los unciales con mayúsculas romanas y griegas, que es la numeración generalmente aceptada (cf. Swete, "Introducción al Antiguo Testamento en Griego", Cambridge, 1902, 148).
aleph: S, Códice Sinaítico (siglo IV; 43 hojas, en Leipzig, 156 junto al Nuevo Testamento en San Petersburgo) contiene fragmentos del Génesis y Números; 1 Crón. 9,27 - 19,17; Esdras 9,9 hasta el final; Ester; Tobías; Judit; 1 y 4 Macabeos; Isaías; Jeremías.; Lam. 1,1 - 2,20; Joel; Abdías - Malaquías; los libros poéticos, el Nuevo Testamento completo, la Epístola de Bernabé y parte del “Pastor” de Hermas. El texto está mezclado. En Tobías difiere mucho de A y B; su origen es dudoso. Dos correctores (Ca y Cb) son del siglo VII. Ca nos dice al final de Ester que comparó este manuscrito con una copia muy antigua, de la que Pánfilo testificó que había sido tomada y corregida de acuerdo a la Hexapla u Orígenes.

A, o Códice Alejandrino (siglo V; en el Museo Británico) contiene la Biblia completa (excepto Salmos 1,20 - 80,11, y lagunas menores) e incluye los libros deuterocanónicos y fragmentos, los Apócrifos 3 y 4 Macabeos y también 1 y 2 Clemente. Su origen es egipcio y puede ser hesiquiano. Difiere mucho de B, especialmente en Jueces. El manuscrito fue escrito por dos escribas y el corrector era aproximadamente de esa misma época.

B, o Códice Vaticano (siglo IV, en el Vaticano) contiene la Biblia completa; al Antiguo Testamento le falta el Gén., 1,1 - 46,28; 1 y 2 Macabeos; porciones de 2 Samuel 2; y los salmos, 105 - 137. El Nuevo Testamento carece de Hebreos, 9,14; 1 y 2 Timoteo; Tito y Apocalipsis. Su origen es del Bajo Egipto. Hort piensa que es de la familia del texto usado por Orígenes en su Hexapla.

C, o Códice Efrén Rescripto (palimpsesto del siglo V, en la Biblioteca Nacional de París) contiene 64 hojas del Antiguo Testamento; la mayor parte de Eclesiastés; partes del Eclesiástico; Sabiduría; Libro de Proverbios y el Cantar; 145 de las 238 hojas del Nuevo Testamento.

D, o Cotton Genesis (siglo V, Museo Británico) contiene fragmentos de Génesis; fue casi destruido por un incendio en 1731 pero había sido estudiado previamente.

E, o Códice Bodleiano (siglos IX o X; en la Biblioteca Bodleiana, Oxford) contiene fragmentos del Heptateuco.

F, o Códice Ambrosiano (siglo V, en Milán) contiene fragmentos del Heptateuco.

G, o Códice Sarraviano (siglo V, 130 hojas, en Leyden; 22 en París, una en San Petersburgo) contiene el Octateuco de la Hexapla (fragmentos) con algunos de los asteriscos y obeliscos de Orígenes.

H, o Códice Petropolitano (siglo VI; en la Biblioteca Imperial, San Petersburgo) contiene partes de Números.

I, o Códice Bodleiano (siglo IX; Bibl. Bodl., Oxford) contiene los Salmos.

K, o Códice Lipsiensis (siglo VII; en Univ. de Leipzig) contiene fragmentos del Heptateuco.

L, o Genesis de Viena (siglo VI; en la Librería Imperial, Viena) contiene un Génesis incompleto, escrito con letras de plata sobre pergamino púrpura.

M, o Códice Coisliniano (siglo VII; en la Biblioteca Nacional de París) contiene el Heptateucco y Reyes.

N-V, o Códice Basiliano-Veneto (siglos VIII o IX, parte en Venecia y parte en el Vaticano) contiene el Génesis, Éxodo, y partes del Levítico, y se usó con B en la edición crítica de los Setenta (Roma, 1587).

O, o Códice Dublinense (siglo VI, en el Trinity College, Dublin) contiene fragmentos de Isaías.

Q, o Códice Marchaliano (siglo VI, en el Vaticano) contiene los Profetas, completo; es muy importante y se originó en Egipto. El texto es probablemente hesiquiano. En los márgenes hay muchas lecturas de la Hexapla; también muestra muchos signos de la Hexapla.

R, o Códice Veronense (siglo VI, en Verona) contiene el Psalterio en griego y latín y el Cantar.

T, o Códice Zuricensis, el Psalterio de Zürich (siglo VII) muestra, con R, el texto occidental; letras de plata, iniciales doradas sobre pergamino púrpura.

W, o Códice Parisiensis (siglo IX, en la Biblioteca Nacional, París) contiene fragmentos de los Salmos.

X, o Códice Vaticano (siglo nueve, en el Vaticano) contiene el Libro de Job.

Y, o Códice Tauriensis (siglo nueve, en la Biblioteca Nacional, Turín) contiene los Profetas Menores.

Z, o Códice Tischendorf (siglo IX) contiene fragmentos de Reyes; publicado por Tischendorf.

Gamma, o Códice Cryptoferrantensis (siglo VIII o IX; en Grottaferrata) contiene fragmentos de los Profetas.

Delta, o Códice Bodleiano (siglos IV o V; Oxford, en Bodl. Libr.) contiene un fragmento de Daniel.

Theta, o Códice Washington (siglos V o VI, Instituto Smithnsoniano), contiene del Deuteronomio a Josué, encontrado en Egipto, uno de los manuscritos de Freer. Hay además siete Psalterios unciales (dos completos) del siglo IX o X y dieciocho fragmentos poco importantes listados por Swete (op. cit., p. 140).

Pergamino en Minúsculas.

 Se conocen más de 300 pero sin clasificar. Los Setenta de Cambridge intenta cotejar los principales de estos manuscritos y agruparlos con la intención de distinguir las varias recensiones de los Setenta. Más de la mitad de estos manuscritos son Salterios y unos pocos de ellos dan el Antiguo Testamento completo. Al editar la Políglota de Alcalá, el cardenal Cisneros usó los minúsculos 108 y 248 del vaticano.

b. Aquila:

(Ver Versiones de la Biblia). Vestigios de los manuscritos de Aquila se encuentran en fragmentos de las terceras columnas de Orígenes, escritos como notas marginales en algunos manuscritos como Q; el palimpsesto de Milán de la Hexapla, una copia muy importante del siglo X encontrada por Mercati en 1896. Contiene alrededor de once salmos, no tiene columna hebrea y usa el espacio de la misma para variantes;
el fragmento de Cambridge, siglo VII, descubierto en una genizah de El Cairo. Contiene partes del salmo 21 (ver Taylor, "Palimpsestos de la Genizah del Cairo", 1900). El nombre Yahveh está escrito en letras antiguas hebreas.
Los fragmentos de El Cairo del siglo IV y V; tres palimpsestos (contienen 1 Reyes 20,7 - 17; 2 Reyes 23,11-27) publicados por Burkitt en 1897; y cuatro porciones de salmos (89,17 - 91,10; 95,7 - 96,12; 98,3; 101,16 - 102,13) publicados por Taylor (op. cit.).
El fragmento de papiro del siglo IV de Gen., 1,1-5, publicado por Grenfell y Hunt en 1900.

c. Teodoción: 

(Ver VERSIONES DE LA BIBLIA). El libro de Daniel de Teodoción se halla en los manuscritos de los Setenta mencionados arriba. El Palimpsesto de Milán contiene su texto en parte.


d. Símaco (Ver Versiones de la Biblia). Las fuentes del manuscrito son los palimpsestos de Milán, el fragmento de Cambridge y las notas marginales de la Hexapla, todos los cuales son fuentes manuscritos de Aquila.


Manuscritos del Nuevo Testamento:

a. En General: 

Según von Soden ("Die Schriften des N.T. in ihrer ältesten erreichbaren Textgestalt", Berlin, 1902) existen 2328 manuscritos del Nuevo Testamento. Sólo unos 40 contienen enteros o en parte todos los libros del Nuevo Testamento. Hay 1716 copias manuscritas de los Evangelios, 531 de los Hechos, 628 de las Epístolas Paulinas y 219 del Apocalipsis. La numeración comúnmente aceptada de los manuscritos del Nuevo Testamento es la de Wettstein; los unciales se designan por mayúsculas latinas y griegas, y las minúsculas con números arábigos. Estos manuscritos se dividen en los cuatro grupos arriba mencionados: Evangelios, Hechos, Epístolas Paulinas, Apocalipsis. En el caso de las unciales se usa un exponente para designar al grupo al que se refieren. D o Dev es el Códice Bezae, un manuscrito de los Evangelios; D3 o Dpaul es el Códice Claromontano, un manuscrito de las Epístolas Paulinas; E2 o Eact es el Códice Laudiano, un manuscrito de los Hechos.

La nomenclatura es menos clara para las minúsculas, pues cada grupo tiene una serie de números diferentes. Si una minúscula es un manuscrito completo del Nuevo Testamento, se designa por cuatro números diferentes. Uno y el mismo manuscrito en Leicester es Evan. 69, Act 31, Paul 37, Apoc 14. La lista de Wettestein de los manuscritos del Nuevo Testamento fue completada por Birch y Schols; más tarde Scrivener y Gregory continuaron las listas, cada uno con su propia nomenclatura. Von Soden ha introducido una nueva numeración para indicar el contenido del manuscrito y la fecha. Si el contenido tiene algo más que los Evangelios, se marca delta (es decir diatheke, "testamento”); si es sólo el evangelio, eta (i.e., euaggelion, "evangelio"); si lo demás, excepto el evangelio, alpha (es decir, apostolos). B es delta-1; aleph es delta-2; Q es epsilon 4, etc. No se hacen distinciones entre inciales y minúsculas. Los especialistas admiten la lógica y el valor científico de esta nueva numeración aunque las encuentran un poco pesada e impracticable.

b. Papiros:

 En la colección del Archiduque Rainer, en Viena, hay algunos trozos muy fragmentados de frases del Nuevo Testamento griego, que Wessely, el custodio de la colección, asigna al siglo II. Las excavaciones de Grenfell y Hunt en Oxyrhyncus sacaron a la luz varios fragmentos del Nuevo Testamento que Kenyon, el asistente del conservador de los manuscritos del Museo Británico, asigna a la última parte del siglo III. Sólo un papiro manuscrito del Nuevo Testamento es importante para los críticos textuales: Oxyrhyncus Pap. 657 del siglo III-IV, porque preserva alrededor de un tercio de la Epístola a los Hebreos, una epístola en la que el Códice B (Códice Vaticano) es defectuoso.

c. Pergamino en Unciales:

 Hay alrededor de 160 pergaminos unciales del Nuevo Testamento; unos 110 contienen los Evangelios o partes de los mismos. Los más importantes de esos unciales son los cuatro grandes códices de la Biblia griega completa alef, A, B. C (ver arriba). El Vaticano (B) es el más antiguo y probablemente el mejor manuscrito del Nuevo Testamento.

D. o Códice Bezae 

(siglos V o VI, en la Biblioteca Universitaria de Cambridge) contiene los Evangelios y Hechos en griego y latín, excepto Hechos 22,29 hasta el final; es un espécimen único de manuscrito griego cuyo texto es occidental, es decir, el del latín antiguo y siríaco antiguo.
D3 o Códice Claromoniano (probablemente del siglo VI, en la Biblioteca Nacional de París). Contiene las epístolas paulinas en griego y latín, cada texto independiente del otro. Antes de Hebreos hay una lista de los libros del Nuevo Testamento y el número de líneas (stichoi) de cada uno. Esta lista omite Tesalonicenses, Hebreos y Filipenses; incluye cuatro libros apócrifos y sigue un orden inusual: Mateo, Juan, Marcos, Lucas, Romanos, 1 y 2 Corintios, Gálatas, Efesios, 1 y 2 Timoteo, Tito, Colosenses, Filemón, 1 y 2 Pedro, Santiago, 1, 2 y 3 Juan, Judas, Bernabé, Apocalipsis, Hechos, Hermas, Hechos de Pablo, Apocalipsis de Pedro.

E, o Códice Basileensis (siglo VIII; en la Biblioteca de la Universidad de Basilea) contiene los Evangelios.

E2, o Códice Laudiano (siglo VI; Oxford, en Biblioteca Bodleiana) contiene los Hechos en griego y latín. el primero es como D.

E3, o Códice Sangermanensis (siglo IX; en Bibl. Imperial, San Petersburgo) contiene las epístolas paulinas en griego y latín; de la misma familia que D3.

F, o Códice Boreeli (siglo IX, en Utrecht), contiene los Evangelios.

F3, o Códice Augiensis (siglo IX; en el Trinity College, Cambridge), contiene las Epístolas Paulinas en griego y latín; de la misma familia que D3, E3 y G3.

G, o Códice Wolfii A (siglo IX o X; en Cambridge y Londres), contiene los Evangelios.

G3, o Códice Boernerianus (siglo IX, en Dresden), contiene las Epístolas Paulinas en griego y latín; texto de tipo D3.

H, o Códice Wolfii B (siglo IX o X, en Dresden), contiene las Epístolas de San Pablo en griego y latín; texto del tipo D3.

H2, o Códice Mutinensis (siglo IX; en Módena), contiene los Hechos.

H3, o Códice Coisliniano (siglo VI; originalmente en el Monte Athos, donde quedan 8 hojas. Otras partes fueron utilizadas para encuadernar manuscritos; 22 hojas llegaron así a Paris; 3 fueron descubiertas en San Petersburgo, Moscú y Kiev; 1 en Turín). Este manuscrito nos da, en gran parte, un texto del siglo IV de Eutalio de Sulca.

K, o Códice Cyprius (siglo IX en la Biblioteca Nacional, Paris), contiene los Evangelios.

K2, o Códice Mosquensis (siglo IX; en la Biblioteca del Santo Sínodo de Muscú), contiene Hechos, las epístolas paulinas y católicas.

L, o Códice Regio (siglo VIII; Biblioteca Nacional, Paris), contiene los Evangelios.

L2, o Códice Angélico (siglo IX, en Roma), contiene Hechos y las Epístolas Católicas y Paulinas.

M, o Códice Campiano (siglo IX; Biblioteca Nacional, Paris), contiene los Evangelios.

M3, o Códice Campiano (siglo IX Biblioteca Nacional, Paris), contiene los Evangelios.

N, o Códice Purpúreo, también llamado Petropolitano (siglo VI), contiene los Evangelios en plata sobre pergamino púrpura. Existe casi la mitad del manuscrito: 182 hojas (encontradas en Asia Menor, 1986) están en San Petersburgo, 33 en Patmos, 6 en el Vaticano, 4 en el Museo Británico y 2 en Viena.

P, o Códice Guelferbitano A (siglo VI; Wolfenbüttel), contiene fragmentos de los Evangelios.

P2, o Códice Porfiriano (siglo IX, en San Petersburgo), contiene Hechos, y las epístolas católicas y paulinas.

Q, o Códice Guelferbitano B (siglo V; Wolfenbüttel), contiene fragmentos de los Evangelios.

R, o Códice Nitriense (siglo VI en el Museo Británico, Londres), una copia de Lucas en palimpsesto.

T, o Códice Borgiano (siglo V, en el Vaticano), fragmentos en griego y sahidico. Uno tiene el doble final de Marcos; otro tiene 17 hojas de Lucas y Juan y un texto parecido a D y Alfa.

Z, o Códice Dublinense (siglo VI en el Colegio Trinity, Dublín), palimpsesto que contiene 295 versículos de Mateo; probablemente texto egipcio parecido a alef.

Delta, o Códice Sangallensis (siglo IX o X, en Saint-Gall); contiene Evangelios en griego y latín.

Lambda, o Códice Rossanensis (siglo VI; en Rossano, Calabria), contiene Mateo y Marcos en letras de plata sobre pergamino púrpura con ilustraciones. N, Sigma, Sigma-b, y Phi son de la misma familia probablemente producidos en Constantinopla de un mismo original.

Sigma-b, o Códice Sinopensis (siglo VI; en la Biblioteca Nacional de Paris) consiste de 43 hojas (Mateo 7-24), en letras de oro sobre pergamino púrpura con 5 ilustraciones; fue comprado por un oficial naval francés en Sinope, en 1899 y se llama también Omicron y Hê.

Phi, o Códice Beratino (siglo VI; en Berat, Albania), contiene Mateo y Marcos.

Beth, o Códice Patirense (siglo V; en el Vaticano) contiene Hechos y las Epístolas Paulinas y Católicas.

El Manuscrito Americano de los Evangelios (siglo V) encontrado en Egipto en 1907 no se ha publicado todavía; ni tiene los fragmentos de las epístolas paulinas (siglo VI) que fueron encontradas al mismo tiempo.

d. Pergaminos en Minúsculas:

 El amplio número de testigos en minúsculas del texto del Nuevo Testamento parecen indicar un rico campo de investigación para la crítica textual, pero este campo no es rico en absoluto. Muchos de esos minúsculos testigos nunca han sido estudiados por completo. El 95 por ciento son testigos del mismo tipo de texto, el textus receptus. Sólo interesan a los críticos textuales los que son peculiares o parientes de uno de los grandes unciales. Entre los Evangelios en minúsculas, según la numeración de Gregorio, el tipo B-alef se ve más o menos en 33; 1, 118, 131, 209; 59, 157, 431, 496, 892. El tipo D es el de 235, 431, 473, 700, 1071; y el “Grupo Ferrar”, 13, 69, 124, 346, 348, 543, 713, 788, 826, 828. Entre los Hechos en minúsculas, 31 y 61 muestran semejanzas a B; 137, 180, 216, 224 a D. 15, 40, 83, 205, 317, 328, 329, 393 se agrupan y se remontan hasta el texto del siglo IV de Eutalio de Sulica. Entre los paulinos, este mismo texto, (es decir, el de H3) se encuentra en 81, 83, 93, 379, 381.

e. Leccionarios: 

Hay unos 1100 manuscritos de lecturas del Evangelio (Evangelia o Evangeliaria) y 300 manuscritos de lecturas de los Hechos y Epístolas (Praxapostoli). Aunque más de 100 de estos leccionarios son unciales, son del siglo IX o más tarde. Muy pocos de estos libros de las Epístolas y Evangelios han sido examinados críticamente. Tal examen puede servir más tarde para agrupar mejor los minúsculos del Nuevo Testamento y ayudar a localizarlos.

Manuscritos Latinos

Los manuscritos bíblicos son mucho más uniformes en griego que en latín. La paleografía divide el griego en unciales y minúsculas; el latino en unciales, semiunciales, mayúsculas, minúsculas y cursivas, e incluso estas divisiones tienen subdivisiones. Se puede seguir el tiempo, el lugar y hasta el monasterio del manuscrito latino por la forma específica del texto escrito a mano.

Latín Antiguo:

Unos 40 manuscritos nos han preservado un texto anterior a la traducción San Jerónimo y son designados con letras minúsculas. Desafortunadamente no hay dos de estos manuscritos que presenten el mismo texto. Las correcciones introducidas por los escribas y la inevitable influencia de la Vulgata han hecho que sea muy difícil agrupar los manuscritos en latín antiguo. Los críticos textuales concurren en que hay un tipo de texto africano, uno europeo y uno italiano.
 El texto africano es el mencionado por Tertuliano (c. 150-220) y usado por San Cipriano de Cartago (ca. 200-258), el cual es el más antiguo y crudo en estilo. El texto europeo es menos crudo en estilo y vocabulario y puede ser una traducción completamente nueva. El texto italiano es una versión del europeo y fue revisado por San Jerónimo en partes de la Vulgata.
 Los manuscritos más importantes en latín antiguo son los del Nuevo Testamento bilingüe: D, D3, E2, E3, F3, G3, Delta.

a, o Códice Vercellensis (siglo IV, en Vercelli), contiene los Evangelios.
b, o Códice Veronensis (siglo V, en Verona), contiene los Evangelios en un pergamino púrpura. a y b son nuestros testigos principales del texto europeo de los Evangelios.
e, o Códice Palatino (siglo V; en Viena, una hoja en Dublín), contiene los Evangelios. Para los Hechos, e es latín de E2; para las epístolas de Pablo, e es latín de E3.
f, o Códice Brixiano (siglo VI, en Brescia), contiene los Evangelios en un pergamino púrpura; Wordsworth y White lo consideran el mejor representante existente del texto en latín antiguo que San Jerónimo usó al revisar el Nuevo Testamento.
ff2, o Códice Corbeiensis (siglo V, en París), contiene los Evangelios.
g, o Códice Gigas (siglo trece, en Estocolmo), una Biblia completa; los Hechos y el Apocalipsis están en latín antiguo y son los mejores ejemplos del tipo europeo.
h, o Palimpsesto de Fleury (siglos IV o V, en Turín), contiene Marcos, 7 - 16,8 y Mateo 1 - 15; el más antiguo en latín antiguo, tipo africano, muy cercano al texto usado por San Cipriano.
q, o Códice Monacensis (siglos VI o VII, en Munich, contiene los Evangelios; tipo de texto italiano.

Vulgata:

Se estima que existen más de 8000 manuscritos de la Vulgata. La mayoría de ellos son posteriores al siglo XII y tiene poco valor en la reconstrucción del texto. Tischendorf y Berger designan los principales manuscritos por abreviaciones de los nombres: am = Amiatino; fu o fuld = Fuldense. Wordsworth y White, en su edición crítica de los Evangelios y los Hechos (1899-1905), usan mayúsculas latinas para anotar los 40 manuscritos de los que depende su texto. Gregory (Textkritik, II, 634) enumera 2369 manuscritos. 
La forma más lógicas y útil de agrupar estos manuscritos es genealógica y geográficamente. El trabajo de los críticos del futuro será reconstruir el texto reconstruyendo los varios tipos, español italiano, irlandés, francés etc. Los principales manuscritos de la Vulgata son:

A, o Códice Amiatino (siglo VIII, en Florencia), contiene la Biblia completa, texto probablemente italiano, es el mejor manuscrito existente de la Vulgata.
C, o Códice Cavensis (siglo IX, en La Cava, cerca de Nápoles), una Biblia completa, la mejor representante del tipo español.
Delta, o Códice Dunelmensis (siglos VII u VIII, en la Catedral de Durham, Inglaterra), Evangelios, texto de la familia de A.
F, o Códice Fuldense ( 541-546 d.C.; en Fulda, Alemania), un Nuevo Testamento completo: los Evangelios están como el "Diatessaron" de Tatiano. El obispo Víctor de Capua encontró una versión latina antigua de Tatiano y sustituyó la Vulgata por el latín antiguo.
G, o Códice Sangermanense (siglo IX; en Paris), contiene la Biblia. En Hechos, Wordsworth lo usa más que cualquier otro manuscrito.
H, o Códice Hubertiano (siglo IX, en el Museo Británico, Londres), Una Biblia del tipo de Teodulfo.
theta, o Códice Teodulfiano (siglo IX; en Paris); una Biblia del tipo de Teodulfo.
K, o Códice Karolinus (siglo IX; en el Museo Británico, Londres). Una Biblia del tipo de Alcuino. Ver V.
O, o Códice Oxoniense (siglo VII; en Oxford, en Bodl.), contiene los Evangelios; texto en inglés afectado por influencias irlandeses.
O2, o Códice Oxoniensis, o Selden Acts (siglo VIII; en Oxford, en Bodleian), contiene Hechos; tipo irlandés.
Q, o Códice Kenanensis, Libro de Kells, (siglo VIII; en el Trinity College, Dublín), contiene los Evangelios; tipo irlandés.
S, o Códice Stonyhurstensis (siglo siete; en el Colegio Stonyhurst, Inglaterra), contiene el Evangelio según San Juan; texto como el de A probablemente escrito cerca de Durham.
V, o Códice Vallicellianus (siglo IX; en Roma, en Vallicelliana), Biblia del tipo Alcuino. Ver K.
Y, o Códice Lindisfarnense (siglo siete; en el Museo Británico, Londres). Evangelios. Indicaciones litúrgicas en el texto muestran que es copia de un manuscrito escrito en Nápoles; texto de la familia A.
Z, o Códice Hareianus (siglos VI o VII; en el Museo Británico, Londres) contiene Epístolas y el Apocalipsis.

Manuscritos Siríacos

1. Siríacos Antiguos: 

Los manuscritos siríacos sinaíticos y curetonianos representan una versión más antigua que el Peshitto y dan testimonio de un texto anterior, uno muy similar a aquel del que D y el latino antiguo dan testimonio

El Siríaco Curetoniano (Syr-Cur) fue descubierto en 1842, entre los manuscritos traídos al Museo Británico del Monasterio de Santa María Deipara en el desierto de Nitria en Egipto y fue publicado por Cureton en 1858. Contiene 5 capítulos de Juan, grandes porciones de Mateo y Lucas y Marcos 16,17-20, suficiente para mostrar que los últimos doce versículos estaban en el documento original

El Siríaco Sinaítico (Syr-Sin) fue encontrado por las señoras Lewis y Gibson, durante 1892, en el monasterio de Santa Catalina del Monte Sinaí. Este palimpsesto contiene los cuatro Evangelios en gran parte, aunque no completos; es una recensión más antigua de la misma versión Syr-Cur. Ambos se asignan al siglo V y representan la versión siríaca que no puede ser posterior al año 200 d.C.

2. El Diatessaron: 

Esta armonía de los Evangelios fue escrita por Tatiano, un asirio discípulo de San Justino Mártir, alrededor de 170 d.C. y fue ampliamente utilizada en Siria. Nuestros registros manuscritos son dos versiones árabes, descubiertas una en Roma y la otra en Egipto y publicadas en 1888. Una traducción latina de una edición armenia del comentario de San Efrén al Diatessaron da testimonio de esta temprana versión de los Evangelios. Los especialistas tienden a pensar que la de Tatiano es la primera traducción siríaca de los Evangelios.

3. El Peshitto:

 El manuscrito más antiguo de esta Vulgata siríaca es un Pentateuco datado el 464 d.C., el cual es el más antiguo manuscrito bíblico, y se halla en el Museo Británico. Hay dos manuscritos del Nuevo Testamento del siglo V. En todos, los manuscritos del Peshitto suman 125 de los Evangelios, 58 de los Hechos y Epístolas Católicas y el 67 de las Epístolas Paulinas.

4. La versión Siríaca Filoxenia del Nuevo Testamento nos ha llegado solamente en las cuatro Epístolas Católicas menores, que no están incluidas en el Peshitto original y un solo manuscrito del Apocalipsis que está en el Trinity College, Dublin.

5. La versión Heraclea-Siríaca:

 Esta versión del Nuevo Testamento está representada por unos 35 manuscritos que datan del siglo VII y posterior; son parecidos a la familia de D.

6. La versión Siríaca Palestina: 

Esta versión del N.T nos ha llegado por leccionarios y otros manuscritos fragmentados descubiertos a finales del siglo XIX; los tres principales son de 1030,1104 y 1118 d.C., respectivamente.

Manuscritos Armenios

Los manuscritos armenios datan de antes del 887 d.C. y son numerosos.

Manuscritos Coptos

1. Sahídicos: El Apocalipsis es el único libro del Nuevo Testamento que nos ha llegado completo en un manuscrito en este dialecto del Alto Egipto. Muchos fragmentos aislados han sido recobrados en las recientes excavaciones en Egipto, con los que será posible pronto reconstruir un Nuevo Testamento en sahídico. Los fragmentos más antiguos parecen pertenecer al siglo V. Algunos son bilingües (ver T de los manuscritos del Nuevo Testamento).

2. Bohaíricos: 

Esta versión en el dialecto del Bajo Egipto está bien representada por manuscritos del mismo tipo que B-alef, La Catena Curzon es el más antiguo manuscrito bohairico existente de los Evangelios; está datado el 889 d.C. y está en la Biblioteca Parham, otros son de los siglos XII y XIII. Ninguno es tan antiguo como los fragmentos sahídicos.

3. Egipcio Medio: 

Los fragmentos del Egipto Medio en pergamino o papiro se han encontrado en Fayum y cerca de Akhmim y Memphis. El más extenso es un palimpsesto del siglo VI que está en el Museo Británico y tiene Juan 3 y 4.


Manuscritos griegos del Nuevo Testamento en mayúsculas

 – manuscritos en letras mayúsculas, escrito sobre vitela y pergamino.

NúmeroSímboloNombreSigloContenidoInstituciónCiudadPaís
01אCódex SinaiticusSiglo IVNuevo TestamentoBiblioteca Británica, Add. 43725Londres Reino Unido
02ACodex AlexandrinusSiglo VNuevo Testamento †Biblioteca Británica, Royal 1 D. VIIILondres Reino Unido
03BCodex VaticanusSiglo IVNuevo Testamento †Biblioteca Vaticana, Gr. 1209Vaticano Ciudad del Vaticano
04CEphraemi RescriptusSiglo VNuevo Testamento †Biblioteca Nacional de Francia, Gr. 9París Francia
05DeaBezae CantabrigiensisSiglo VEvangelios, HechosUniversidad de Cambridge, Nn. 2. 41Cambridge Reino Unido
06DpCodex ClaromontanusSiglo VIEpístolas paulinasBiblioteca Nacional de Francia, Gr. 107 ABParís Francia
07EeCodex BasilensisSiglo VIIIEvangeliosUniversidad de Basilea, AN III 12Basilea  Suiza
08EaCodex LaudianusSiglo VIHechosBodleian Library, Laud. Gr. 35Oxford Reino Unido
09FeCodex BoreelianusSiglo IXEvangeliosUniversidad de Utrecht, Ms. 1Utrecht Países Bajos
010FpCodex AugiensisSiglo IXEpístolas paulinasTrinity College, B. XVII. 1Cambridge Reino Unido
011GeCodex Seidelianus ISiglo IXEvangeliosBiblioteca Británica, Harley 5684Londres Reino Unido
012GpCodex BoernerianusSiglo IXEpístolas paulinasSächsische Landesbibliothek, A 145bDresden Alemania
013HeCodex Seidelianus IISiglo IXEvangeliosUniversidad de Hamburgo, codex 91
Trinity College, B. XVII 20, 21
Hamburg
Cambridge
 Alemania
 Reino Unido
014HaCodex MutinensisSiglo IXHechosBiblioteca Estense, A.V. 6.3. (G. 196)Módena Italia
015HpCodex CoislinianusSiglo VIEpístolas paulinasBiblioteca Nacional de Francia
Gran Laura; s. n.
París
Athos
 Francia
 Grecia
016ICodex FreerianusSiglo VEpístolas paulinasSmithsonian Institution, 06. 275Washington, D.C. Estados Unidos
017KeCodex CypriusSiglo IXEvangeliosBiblioteca Nacional de Francia, Gr. 63París Francia
018KapCodex Mosquensis ISiglo IXHechos, PauloMuseo Estatal de Historia, V. 93Moscú Rusia
019LeCodex RegiusSiglo VIIIEvangeliosBiblioteca Nacional de Francia, Gr. 62París Francia
020LapCodex AngelicusSiglo IXHechos, PauloBiblioteca Angelica 39Roma Italia
021MCodex CampianusSiglo IXEvangeliosBiblioteca Nacional de Francia, Gr. 48París Francia
022NPetropolitanus PurpureusSiglo VIEvangeliosBiblioteca Nacional Rusa, Gr. 537San Petersburgo Rusia
023OCodex SinopensisSiglo VIEvangelio de MateoBiblioteca Nacional de Francia, Suppl. Gr. 1286París Francia
024PeCodex Guelferbytanus ASiglo VIEvangeliosHerzog August Bibliothek, codices Weißenburg 64Wolfenbüttel Alemania
025PaprCodex PorphyrianusSiglo IXHechos, Paulo, ApBiblioteca Nacional Rusa, Gr. 225San Petersburgo Rusia
026QCodex Guelferbytanus BSiglo VLucas 4,6,12,15,17–23;
Juan 12,14
Herzog August Bibliothek, codices Weißenburg 64Wolfenbüttel Alemania
027RCodex NitriensisSiglo VIEvangelio de LucasBritish Library, Add. 17211Londres Reino Unido
028SVaticanus 354949EvangeliosBiblioteca Vaticana, Gr. 354Ciudad del Vaticano Ciudad del Vaticano
029 =
[0113=0125=0139]
TCodex BorgianusSiglo VLucas — JuanBiblioteca Vaticana, Borgia Coptic 109
Biblioteca y Museo Morgan
Ciudad del Vaticano
New York City
 Ciudad del Vaticano
 Estados Unidos
030UCodex NanianusSiglo IXEvangeliosBiblioteca Marciana, 1397 (I,8)Venecia Italia
031VCodex Mosquensis IISiglo IXEvangeliosMuseo Estatal de Historia, V. 9Moscú Rusia
032WCodex WashingtonianusSiglo VEvangeliosSmithsonian Institution, 06. 274Washington, D. C. Estados Unidos
033XCodex MonacensisSiglo XEvangeliosUniversidad de Múnich, fol. 30Múnich Alemania
034YCodex MacedoniensisSiglo IXEvangeliosUniversidad de Cambridge, Add. 6594Cambridge Reino Unido
035ZCodex DublinensisSiglo VIMateo 1–2,4–8,10–15,17–26Trinity College, Ms. 32Dublín Irlanda
036ΓTischendorfianus IVSiglo XEvangeliosBiblioteca BodleianaOxford Reino Unido
037ΔCodex Sangallensis 48Siglo IXEvangeliosAbadía de San Galo (48)Sankt Gallen  Suiza
038ΘCodex KoridethiSiglo IXEvangeliosCentro Nacional georgiano de Manuscritos (Gr. 28)Tiflis Georgia
039ΛTischendorfianus IIISiglo IXLucas — JuanBodleian Library, Auct. T. inf. 1.1Oxford Reino Unido
040ΞCodex ZacynthiusSiglo VIEvangelio de LucasCambridge University Library, BFBS Ms 213Cambridge Reino Unido
041ΠCodex PetropolitanusSiglo IXEvangeliosBiblioteca Nacional Rusa, V. 9San Petersburgo Rusia
042ΣRossanensisSiglo VIMateo, MarcosDuomo di RossanoRossano Italia
043ΦBeratinusSiglo VIMateo, MarcosArkivi Qëndror i Shtetit, No. 1Tirana Albania
044ΨCódice Athos LaurenceSiglo VIII/Siglo IXEvangelios, Hechos,PauloGran LauraAthos Grecia
045ΩAthous DionysiouSiglo IXEvangeliosMonasterio de Dionisiou, 10 (55)Athos Grecia


Bibliografía

MANUSCRITOS: STRACK Y HARKAVY, Catalog der hebr. Bibelhandschriften der kaiserlichen Bibliothek (Leipzig 1875); NEUBAUER, Facsímiles de Manuscritos Hebreos en la Biblioteca Bodeliana (Oxford, 1886); NEUBAUER, Catálogo de Manuscritos Hebreos en la Biblioteca Bodleiana y en las Bibliotecas Colegiales de Oxford (Oxford, 1886); KRAFT Y DEUTSCH, Die handschriftl. hebräischen Werke der K.K. Hofbibliothek (Viena, 1857); STEINSCHNEIDER, Die hebräisch. Handschriften der K. Hof. und Staatsbibliothek (Munich, 1895); SCHILLER-SZINESSY, Catálogo de Manuscritos Hebreos conservados en la Biblioteca Universitaria (Cambridge, 1876); ASSEMANI, Bibliothecæ Apostolicæ Vaticanæ codices Orientales (Rome, 1756); MAI, Apéndice a Assemani (Roma, 1831). MANUSCRITOS GRIEGOS (ANTIGUO TESTAMENTO): SWETE, Introducción al A.T. en griego; KENYON, Nuestra Biblia y los Manuscritos Antiguos (1898); NESTLE, Septuagintastudien (1886-1907); FIELD, Origenis Hexaplorum quæ supersunt (Oxford, 1875).

MANUSCRITOS GRIEGOS (NUEVO TESTAMENTO): SCRIVENER, Introducción al Criticismo del Nuevo Testamento (1894); GREGORY, Textkritik des N.T. (1900); Die Griechischen Handschriften des N.T. (1908); HARRIS, Más investigaciones en la historia del grupo Ferrar (1900).

MANUSCRITOS LATINOS: BURKITT, El Latín Antiguo y la Itala (Cambridge, 1896); WORDSWORTH, SANDAY, AND WHITE, Textos Bíblicos en el Latín Antiguo (Oxford, 1883-97); GREGORY, Textkritik des N.T. (1900). WORDSWORTH Y WHITE, Edición de la Vulgata (1889-1905).

MANUSCRITOS SIRIACOS: LEWIS, Los Cuatro Evangelios traducidos del Palimpsesto Sinaítico (1894); WOODS AND GWILLIAM en Studia Biblica, vols. I y III.

MANUSCRITOS COPTOS: CRUM, Catálogo de Manuscritos Coptos en el Museo Británico (Londres, 1905); HYVERNAT, Etude sur les versions coptes de la Bible in Rev. Bibl. (1896).

jueves, 26 de mayo de 2016

56).-La Biblia de Cervera.-a


Esteban Aguilar Orellana; Giovani Barbatos Epple;Ismael Barrenechea Samaniego; Jorge Catalán Nuñez; Boris Díaz Carrasco; Rafael Díaz del Río Martí;Alfredo Francisco Eloy Barra ;Rodrigo Farias Picon; Franco Antonio González Fortunatti;Patricio Ernesto Hernández Jara; Walter Imilan Ojeda;Jaime Jamet Rojas;Gustavo Morales Guajardo;Francisco Moreno Gallardo; Boris Ormeño Rojas;José Oyarzún Villa;Rodrigo Palacios Marambio;Demetrio Protopsaltis Palma;Cristian Quezada Moreno;Edison Reyes Aramburu; Rodrigo Rivera Hernández;Jorge Rojas Bustos; Alejandro Suau Figueroa; Cristian Vergara Torrealba; Rodrigo Villela Díaz; Nicolas Wasiliew Sala;Marcelo Yañez Garin;Katherine Alejandra del Carmen  Lafoy Guzmán; Franco Natalino; 




La Biblia, como Libro Sagrado entorno al cual se orquesta la espiritualidad del pueblo judío, constituyó durante la Edad Media uno de los mejores soportes en los que materializar su ideal artístico de belleza aplicado a los objetos utilizados en el cumplimiento de los preceptos, o Hidur Mitzvà, si bien completamente influenciado por la cultura imperante cristiana y/o islámica.
El Libro era un objeto muy preciado y cuidado, pero debido a las persecuciones y destrucciones sistemáticas, nos han llegado muy pocos ejemplares conservados en buen estado, por lo que los pocos que han sobrevivido, tienen un singular valor.
La Biblia de Cervera es una de las más antiguas y expléndidas biblias medievales sefarditas que se conservan. Fue localizada a principios del siglo XIX en los Paises Bajos, adonde llegó con una familia de judíos expulsados de Portugal. Actualmente se encuentra en la Biblioteca Nacional de Portugal, siendo considerada una de sus piezas de más valor.

Menorah de Zacarias

Se trata de un códice manuscrito sobre pergamino, en lengua hebrea, que fue realizada entorno a 1299-1230 en la localidad leridana de Cervera.
Fl- 435v-436 Biblia de Cervera

El códice está formado por 226 folios, escritos a dos columnas y profusamente iluminado con motivos mozárabes y judíos. Tiene unas dimensiones de 282 x 220 mm y comprende los libros del Antiguo Testamento, una massorah (colección de explicaciones sobre textos bíblicos) y un tratado gramatical del Rabí David Qimhi. La grafía está dispuesta de derecha a izquierda, que es lo natural en lengua hebrea.


Colofón del iluminador

La calidad de las ilustraciones es magnífica, así como su estado de conservación. Además, y esto lo hace más valioso si cabe, es uno de los pocos libros de los que se conoce la identidad del copista, Samuel Ben Abraham ibn Nathan, y del iluminador, Joseph Asarfati, cada uno de los cuales tiene su página de colofón, estándo la de este último escrita en unos curiosos caracteres zoomórficos.
No me quiero imaginar cuantas obras maravillosas como esta habrán sido pasto de las llamas durante los siglos, aunque siendo optimista cabe pensar ¿cuantas habrá aún ocultas en algún recóndito agujero?

martes, 17 de mayo de 2016

55).-Las 10 cosas más extrañas que podrás leer en la Biblia.-a


Biblias centenarias llevadas de contrabando de Siria a Israel por el Mossad permanecerán en la Biblioteca Nacional.



Los libros introducidos de contrabando en Israel en la década del 90′ son “en beneficio de todo el público, en nombre de las generaciones futuras y para perpetuar el patrimonio de la comunidad judía siria”, dictamina el la Justicia.

Diario Judío México - Las “Coronas de Damasco”, unas biblias raras de cientos de años de antigüedad que fueron introducidas de contrabando a Israel desde Siria por el Mossad, permanecerán en la Biblioteca Nacional de Israel, según dictaminó el lunes el Tribunal de Distrito de Jerusalem. El rabino Avraham Hamra, el último rabino de Damasco y el principal rabino de la comunidad judía siria de Israel, que ayudó a traer las Biblias a Israel a lo largo de los años, ha pedido al tribunal que sean devueltas a la comunidad.
Los libros seguirán siendo una “confianza pública sagrada” y deberán permanecer permanentemente en la Biblioteca Nacional de Jerusalem, donde han estado desde la década de 1990, dictaminó el tribunal.

El juez David Gideoni escribió que esperaba que la declaración de las Biblias, cada una conocida como “corona” (keter), como un fideicomiso de propiedad pública sagrada proporcionaría una base “para proteger, preservar y glorificar este tesoro del pueblo judío, en beneficio de todo el público, en nombre de las generaciones futuras y para perpetuar el patrimonio de la comunidad judía siria”.
Las Biblias fueron escritas por escribas en los siglos XIII al XV, en España o Italia, y a lo largo de los siglos encontraron su camino en varias sinagogas de Damasco. Los libros fueron llevados a Israel desde Siria en una operación secreta de rescate por el Mossad en la década de 1990, cuando la comunidad judía dejó Siria y llegó a Israel.
Hamra desempeñó un papel central en la operación, y llegó a Israel en 1994. Los representantes del Mossad depositaron las Biblias en la Biblioteca Nacional de Jerusalem, donde fueron tratadas, conservadas y restauradas.

En los últimos años se produjo una controversia sobre la cuestión de la propiedad y el control de las coronas. Hamra dijo que el Mossad le había prometido que si lograban rescatarlas de Siria -y si también hacía aliá a Israel- el gobierno le ayudaría a fundar un instituto para el patrimonio de la judería siria, que sería dirigido por Hamra, donde se guardarían las Biblias. Tal institución aún no ha sido construida.
Al mismo tiempo, una organización diferente, la asociación de la judería de Damasco en Israel, apoyó la posición de la Biblioteca Nacional y quiso que las Biblias permanecieran allí. Los representantes de la comunidad judía siria de Nueva York se pusieron del lado de Hamra en la disputa, subrayando los esfuerzos del rabino por llevar los libros a Israel y afirmando que la Biblioteca Nacional quería “hacerse cargo” del control de las Biblias.
El Fiscal General Avichai Mendelblit dijo al tribunal en el pasado que las coronas de Damasco son “bienes culturales de carácter público y nacional, a los que se atribuye una importancia histórica, religiosa y nacional de primer orden”. Las Biblias no son propiedad privada de nadie y deben permanecer en manos de las “instituciones nacionales del pueblo judío y no en manos privadas”, añadió Mendelblit.

En los últimos años, Mendelblit y su ayudante Dina Zilber, han dirigido una política explícita de protección de esos tesoros nacionales de importancia histórica, y de mantenerlos fuera de las manos privadas. Este fue el caso de los borradores de la Declaración de Independencia de Israel que se habían mantenido en manos privadas, que se subastaron, pero que se entregaron al Archivo Nacional el año pasado por orden del Tribunal Supremo. “Los borradores de la Declaración de Independencia son parte de los bienes culturales del Estado de Israel, testimonio de nuestro pasado, parte de nuestra identidad colectiva”, irritó la Corte Suprema, aceptando la posición de Mendelblit.

La mayoría de las familias tienen una biblia en casa, nos guste o no. Con la colonización española llegó la religión católica que se ha quedado hasta nuestros días. En muchos colegios aún dan clase de religión y se lee la biblia, el libro sagrado.

Pero ¿recuerdan todos los versículos de la biblia?, seguramente no. Pero estos que les compartimos sí los van a recordar, porque contienen cosas absurdas para nosotros. Quedarás atónito al leer lo que dice el libro sagrado.

1. ¿La violación como arma de guerra?


Zacarías 14: 2-5: “Porque yo reuniré a todas las naciones para combatir contra Jerusalén; y la ciudad será tomada, y serán saqueadas las casas, y violadas las mujeres; y la mitad de la ciudad irá en cautiverio”.


2. Nunca te burles de un calvo


2 Reyes 2: 23-24: “Y subiendo por el camino, salieron unos muchachos de la ciudad, y se burlaban de él, diciendo: ¡Calvo, sube! ¡Calvo, sube! Y mirando él atrás, los vio, y los maldijo en el nombre de Jehová. Y salieron dos osos del monte, y despedazaron de ellos a cuarenta y dos muchachos”.

 3. Incesto para asegurar un heredero varón

Génesis 19: 34-36: “Dijo la mayor a la menor: He aquí, yo dormí la noche pasada con mi padre; démosle a beber vino también esta noche, y entra y duerme con él, para que conservemos de nuestro padre descendencia. Y dieron a beber vino a su padre también aquella noche, y se levantó la menor, y durmió con él, pero él no echó a ver cuándo se acostó ella, ni cuándo se levantó. Y las dos hijas de Lot concibieron de su padre”.

4. Hacer lo que quieran con las mujeres, pero no con los hombres

Génesis 19: 7-8: “Llamaron a Lot, y le dijeron: ¿Dónde están los varones que vinieron a ti esta noche? Sácalos, para que abusemos de ellos. Lot salió […] y dijo: He aquí ahora yo tengo dos hijas que no han conocido varón; os las sacaré fuera, y haced de ellas como bien os pareciere; solamente que a estos varones no hagáis nada”

5. ¿Violación incestuosa?

Samuel 11: 11-14: “Ven, hermana mía, acuéstate conmigo. Ella entonces le respondió: No, hermano mío, no me hagas violencia; porque no se debe hacer así en Israel. […] Más el no la quiso oír, sino que pudiendo más que ella, la forzó y se acostó con ella”.

6 .Licor y relaciones

Proverbios 7: 15-19: “Ven, embriaguémonos de amores hasta la mañana: / Alegrémonos en amores / Porque el marido no está en casa, /Se ha ido a un largo viaje.”

7. 50 piezas de plata por acostarse con una mujer

Deuteronomio 22: 28-29 “Cuando algún hombre hallare a una joven virgen que no fuere desposada, y la tomare y se acostare con ella, y fueren descubiertos; entonces el hombre que se acostó con ella dará al padre de la joven cincuenta piezas de plata, y ella será su mujer”.

8. La esclavitud era muy normal

Levítico 25: 45: “También podréis comprar de los hijos de los forasteros que viven entre vosotros, […] los cuales podréis tener por posesión.”

9. Tips para asediar


Jeremías 19:9: “Y les haré comer la carne de sus hijos y la carne de sus hijas, y cada uno comerá la carne de su amigo, en el asedio”.

10. Las excentricidades 


Samuel 18: 25-27: “Díganle a David: “Lo único que el rey quiere es vengarse de sus enemigos, y como dote por su hija pide cien prepucios de filisteos.”

domingo, 1 de mayo de 2016

54).-Museo de la Biblia de Washington DC. a


Esteban Aguilar Orellana; Giovani Barbatos Epple;Ismael Barrenechea Samaniego; Jorge Catalán Nuñez; Boris Díaz Carrasco; Rafael Díaz del Río Martí;Alfredo Francisco Eloy Barra ;Rodrigo Farias Picon; Franco Antonio González Fortunatti;Patricio Ernesto Hernández Jara; Walter Imilan Ojeda;Jaime Jamet Rojas;Gustavo Morales Guajardo;Francisco Moreno Gallardo; Boris Ormeño Rojas;José Oyarzún Villa;Rodrigo Palacios Marambio;Demetrio Protopsaltis Palma;Cristian Quezada Moreno;Edison Reyes Aramburu; Rodrigo Rivera Hernández;Jorge Rojas Bustos; Alejandro Suau Figueroa; Cristian Vergara Torrealba; Rodrigo Villela Díaz; Nicolas Wasiliew Sala;Marcelo Yañez Garin;Katherine Alejandra del Carmen  Lafoy Guzmán;Paula Flores Vargas; 

Vista frontal del Museo de la Biblia 

Después de tres años en construcción, Dios abre las puertas del esperado Museo de la Biblia , situado en la capital estadounidense. El edificio del libro sagrado del cristianismo ha costado 500 millones de dólares y ocupa, ni más ni menos, que 40.000 metros cuadrados repartidos en ocho pisos. Alberga miles de textos y artefactos relativos a la historia del Viejo y el Nuevo Testamento.
Su creador es Steve Green, el presidente multimillonario de Hobby Lobby, una cadena de 600 almacenes de manualidades que asegura en su página web “honrar al Señor de una manera consistente con los principios bíblicos”.
Con ocho plantas y 130.000 m2, en su entrada hay dos paneles de bronce de 12 metros 
de altura imitando la Biblia de Gutenberg.


Aunque no es el monumento al creacionismo como temían algunos liberales, el extenso museo ha atraído escepticismo sobre su misión ideológica y la procedencia de su colección. Su ubicación en la ciudad de Washington DC es inmejorable, ya que se encuentra a solo dos manzanas al sur del National Mall, sede del Capitolio de los Estados Unidos.
Asimismo, andará cerca del Smithsonian Institution, incluido el Museo Nacional de Ciencias Naturales, que tiene exposiciones sobre dinosaurios y la evolución humana.

 Se trata de la colección privada de ejemplares de la Torá más grande del mundo Incluso una verdadera curiosidad: uno de los pocos ejemplares que existen de la Biblia inmoral, también conocida como la Biblia de los pecadores o Biblia de los adúlteros, que data de 1631. Se trata de una Biblia publicada en Londres que comete un error crucial: se come el
“no” del séptimo mandamiento, el de “no cometerás adulterio”, así que lanza una orden muy distinta del original.En el edificio también hay varias secciones en las que se muestran cómo era Nazaret en la época de Jesús, y cómo la Biblia influyó y transformó el mundo en la literatura, la música, la ciencia, el arte, la arquitectura y la moda en todo el mundo, además de en la historia de Estados Unidos. También contiene una Biblia que perteneció a Elvis Presley y una enorme colección de ejemplares de la Torá, el libro sagrado para los judíos que se corresponde con el Antiguo Testamento.
El Rey Carlos I montó en cólera, multó a los editores, les quitó la licencia y ordenó quemar todos los ejemplares, pero se salvaron alrededor de una decena por las que se han pagado cifras enormes en subastas.
  
Scherezada Jacqueline Alvear Godoy

Cazadores de biblias, en busca de los textos sagrados


Cuando las piezas bíblicas inundaron el mercado a raíz de la crisis financiera mundial de 2008, Steve Green, fundador y director del Museo de la Biblia de Washington D. C., se lanzó a comprar. Pronto descubrió el lado oscuro del comercio de antigüedades, y pagó tres millones de dólares en concepto de acuerdo judicial por haber importado objetos que los peritos juzgaron como probable botín de saqueos en Iraq.

 Traducción al árabe de los Evangelios


Esta traducción al árabe de los Evangelios fue editada en 1590 en Roma por Fernando de Médici, un adinerado excardenal que buscaba la conversión de los musulmanes.
Foto: Paolo Verazone, colección de la Universidad Fisk, Museo d ela Biblia, Washington, D. C.


Publicación de la Biblia del rey Jacobo
La publicación de la Biblia del rey Jacobo en 1611 fijó el estándar de las Santas Escrituras en inglés para los siguientes tres siglos. Este volumen del Museo de la Biblia de Washington D.C. es una de las únicas dos primeras ediciones del Nuevo Testamento de la Biblia del rey Jacobo que han llegado hasta nuestros días.
Foto: Paolo Verzone



Biblias de esclavos
Las llamadas biblias de esclavos, como esta publicada en 1808 para las Indias Occidentales británicas, solo incluían partes seleccionadas del Antiguo y el Nuevo Testamento. Se omitián las referencias a la libertad y la huida de la esclavitud; se resaltaban las que fomentaban la obediencia y la sumisión.

Foto: Paolo Verzone, colección de la Universidad Fisk, Museo de la Biblia, Washington D.C.


Biblias microfilmadas
Cien minúsculas biblias microfilmadas viajaron a la Luna con el astronauta Edgar Mitchell a bordo del Apolo 14 en 1971. Las «biblias lunares» fueron creadas por la Apollo Prayer League, empleados de la NASA que rezaban por que los astronautas regresasen sanos y salvos. Más adelante algunas de ellas fueron enmarcadas en oro y vendidas a coleccionistas.
Foto: Paolo Verzone, Museo de la Biblia, Washington, D. C.


Texto neotestamentario

Copiado en Egipto y datado del siglo II, este fragmento de papiro se cuenta entre los textos neotestamentarios más antiguos de cuya supervivencia existe constancia. En cada cara aparecen unas cuantas líneas en griego del capítulo 18 del Evangelio según san Juan.

El calor se abate inmisericorde sobre las áridas colinas del desierto de Judea en su descenso hacia el mar Muerto, pero concede un respiro dentro de la cueva en la que el arqueólogo estadounidense Randall Price se ha tendido boca abajo para escudriñar la grieta de la que ayer mismo extrajo una vasija para cocinar de bronce de 2.000 años de antigüedad.

«Esta cueva fue saqueada por beduinos hace unos 40 años –explica Price, profesor de investigación de la Universidad Liberty de Virginia–. Por suerte para nosotros no llegaron demasiado abajo. Confiamos en dar con el filón si seguimos excavando».

Cualquiera que haya oído hablar de las famosas cuevas contiguas al antiguo asentamiento judío de Qumrán sabe a qué filón se refiere. En 1947 unos jóvenes cabreros beduinos entraron a curiosear en una cueva cercana e hicieron uno de los hallazgos arqueológicos más importantes del siglo XX: siete rollos de pergamino repletos de antiguos caracteres hebreos, el primero de los famosos manuscritos del Mar Muerto. Es probable que miembros de la secta disidente de Qumrán hubiesen escondido los rollos en la cueva hacia el año 70 de nuestra era, cuando las tropas romanas se acercaban dispuestas a sofocar la primera revuelta judía. Con el tiempo aparecerían cientos de rollos como aquellos. Escritos a partir del siglo III a.C., son los textos bíblicos más antiguos hallados hasta la fecha.
Las cuevas de Qumrán se hallan en la Cisjordania ocupada por Israel, y muchos consideran que la labor de Price es ilegal en virtud de la legislación internacional. Pero eso no lo ha disuadido ni a él ni al director israelí de la excavación, Oren Gutfeld, de la Universidad Hebrea de Jerusalén, de seguir un programa de investigación que deriva de una operación anterior igualmente polémica.

Cazadores de biblias

En 1993, tras la firma de los Acuerdos de Oslo –que creaban un marco de actuación para devolver a control palestino los territorios disputados–, el Gobierno israelí lanzó la Operación Manuscritos, una inspección urgente de todos los yacimientos arqueológicos que el país podía perder. El registro fue apresurado y superficial, y no se hallaron nuevos manuscritos, pero sirvió para documentar decenas de cuevas dañadas por terremotos y que posiblemente habían pasado inadvertidas a los cazadores de tesoros beduinos. La catalogada como Cueva 53 llamó la atención de Price en 2010, y más tarde también la de Gutfeld. «Encontraron mucha cerámica de una amplia horquilla temporal, desde el primer período islámico al helenístico pasando por el del Segundo Templo –dice Gutfeld–. Hay motivos para creer que pueda haber algo más».
Hace dos años, durante el examen inicial de la Cueva 53, los arqueólogos descubrieron un peque­­ño rollo de pergamino en blanco y cascos de jarras y demás recipientes de almacenaje, seductoras pruebas de que en su día la caverna pudo albergar rollos. Hoy, después de casi tres semanas de excavación, sus hallazgos están expuestos sobre una mesa plegable a la salida de la cueva. Hay puntas de flecha neolíticas, una hoja de obsidiana procedente de Anatolia y la vasija de bronce. Pero ningún manuscrito. Y por eso, la excavación continúa.
La veneración de reliquias religiosas es común en múltiples confesiones, pero para quienes creen que Dios habla en palabras escritas por profetas y apóstoles en tiempos pasados, los textos antiguos son el fundamento de su fe. Desde manuscritos medievales con una rica ornamentación hasta humildes fragmentos de papiro, los textos venerados constituyen vínculos tangibles con los mensajeros elegidos por Dios, ya sea Mahoma, Moisés o Jesucristo.
La veneración de las Sagradas Escrituras es esencial en la fe de los cristianos evangélicos, que se han convertido en uno de los mayores impulsores de la búsqueda de textos bíblicos perdidos desde tiempos inmemoriales en cuevas del de­sierto, en monasterios remotos y en mercados de antigüedades de Oriente Próximo. Los críticos se quejan de que el furor evangélico por acopiar piezas aviva la demanda de objetos saqueados, una acusación refrendada por indagaciones recientes y por declaraciones de comerciantes autorizados.

«Los cristianos evangélicos han tenido un im­­pacto tremendo sobre el mercado –dice Lenny Wolfe, marchante de antigüedades de Jerusalén–. Cualquier cosa relacionada con la época de Cristo se cotiza por las nubes».


Al margen de sus lealtades religiosas, los coleccionistas y los benefactores adinerados llevan mucho tiempo apuntalando la búsqueda de objetos exóticos antiguos. Entre los patrocinadores de la campaña de Price y Gutfeld en Qumrán figura una fundación creada por Mark Lanier, próspero abogado de Houston. Otra excavación arqueológica, en este caso en Tel Shimron (Israel), cuenta con el respaldo del nuevo Museo de la Biblia de Washington D.C., cuyo director, Steve Green, es el presidente de Hobby Lobby (una cadena de tiendas de manualidades) y uno de los mayores paladines de las causas cristianas en Estados Unidos.
«Hay mucho que encontrar, imagine cuánto material podría haber por esos mundos –me dice Green cuando me entrevisto con él en su flamante museo de 40.000 metros cuadrados que ha costado 500 millones de dólares–. Estamos deseando mirar debajo de cada piedra». Sin embargo, y tal como ha descubierto en primera persona este devoto baptista sureño, en el negocio de la búsqueda de biblias no todo el mundo es un santo. Debajo de las piedras puede haber manuscritos, pero también serpientes.

En el negocio de la búsqueda de biblias no todo el mundo es un santo. Debajo de las piedras puede haber manuscritos, pero también serpientes

Toparse con serpientes y otros peligros –desiertos abrasadores, cegadoras tormentas de arena, bandidos armados– eran gajes del oficio de los pioneros de la búsqueda de biblias en el siglo XIX y principios del XX. Egipto era uno de sus destinos predilectos; su clima seco es ideal para preservar los frágiles manuscritos. Muchos de aquellos primeros buscadores eran fornidos eruditos aventureros, y las crónicas de sus viajes y descubrimientos evocan imágenes de En busca del arca perdida.


Pensemos, por ejemplo, en Konstantin von Tischendorf, un erudito alemán que en 1844 hizo un largo y peligroso viaje a través del desierto del Sinaí para llegar hasta el más antiguo monasterio cristiano habitado permanentemente desde su funda­ción, el de Santa Catalina. Allí encontró «el tesoro bíblico más precioso que existe». Era un códice –un texto antiguo en forma de libro, no de rollo– de mediados del siglo IV. Conocido hoy como Códice Sinaítico, es una de las dos Biblias cristianas más antiguas que han llegado hasta nosotros, y el ejemplar completo más antiguo del Nuevo Testamento.


Según su propio relato de los hechos, Tischendorf vislumbró en un primer momento algunas páginas del códice en un cesto de pergaminos viejos que los monjes pensaban quemar. Rescató las páginas y solicitó permiso para llevarse el códice completo a Europa para su estudio. Los monjes, alertados del gran valor del códice por el entusiasmo del extranjero, solo accedieron a que se llevase unas 40 páginas.


Tischendorf repitió la ardua caminata hasta Santa Catalina en 1853, pero regresó prácticamente con las manos vacías. Volvió por tercera y última vez en 1859 tras haberse granjeado el patrocinio del zar ruso, considerado el «defensor y protector» de la Iglesia ortodoxa, a la que pertenece el monasterio. En esta ocasión la tenacidad de Tischendorf se vio recompensada. Después de comprometerse por escrito a devolver el códice en cuanto hubiese confeccionado copias exactas de él, se lo entregó a su real mecenas en San Petersburgo.


A partir de ahí la cadena de acontecimientos se embrolla en polémicas y acusaciones de coerción imperialista. Los monjes terminaron por «donar» el códice al zar, pero sigue siendo objeto de debate si lo hicieron de buen grado o coaccionados. En cualquier caso, aquella inestimable biblia permaneció en San Petersburgo hasta 1933, año en que el Gobierno de Stalin, ante la crisis financiera y la hambruna del país, se la vendió al Museo Británico por 100.000 libras esterlinas de la época (el equivalente a casi 400.000 euros).


Tischendorf no fue el primer buscador de manuscritos que visitaba aquel monasterio al pie del Sinaí, ni sería el último. Entre quienes lo emularon estaban Agnes Smith Lewis y Margaret Dunlop Gibson, gemelas escocesas y eruditas autodidactas. En 1892 las audaces hermanas presbiterianas, entonces viudas de mediana edad, atravesaron el desierto egipcio en camello y se plantaron en Santa Catalina. Les había llegado el soplo de que en una alacena oscura se almacenaban obras en siríaco antiguo, un dialecto del arameo, la lengua que hablaba Jesús.


Con permiso de los monjes examinaron varios volúmenes, entre ellos un códice mugriento que llevaba décadas, quizá siglos, sin abrirse. Valiéndo­­se del vapor de su tetera para separar las páginas, descubrieron que era una hagiografía femenina escrita en el año 778. La observadora Lewis percibió unos tenues caracteres debajo del texto principal y supo que tenía ante sí un palimpsesto, un manuscrito parcialmente borrado y reutilizado. Al estudiar el texto inferior, constató con asombro que era una traducción de los cuatro Evangelios. Datado de principios del sigl V aproximadamente, el Códice Sinaítico Siríaco, como se lo conoce hoy, es uno de los ejemplares de los Evangelios más antiguos que se han descubierto.


En vez de «llevarse prestado» el códice siríaco –que hoy en día sigue en Santa Catalina–, las hermanas lo fotografiaron página por página. También usaron una solución química para realzar el infratexto desvaído del palimpsesto. Su labor se adelantó más de un siglo al uso de técnicas de imagen multiespectral y otras tecnologías que revelan textos bíblicos antiguos ocultos bajo escritos más recientes.
Los extraordinarios manuscritos mostrados al mundo por Tischendorf y las hermanas escocesas fueron realizados sobre un costoso pergamino o vitela. Pero la mayoría de los textos de los primeros siglos del cristianismo se escribieron en papiro.


En 1896 Bernard Grenfell y Arthur Hunt, arqueólogos novatos de la Universidad de Oxford, buscaban piezas en la ciudad egipcia de Oxirrinco, sepultada desde hacía una eternidad, cuando se toparon con algo fuera de serie: un antiguo vertedero de basuras repleto de papiros. Durante la dé­­cada siguiente Grenfell y Hunt excavaron un foso de unos 10 metros de profundidad lleno de papiros y enviaron a Oxford medio millón de documentos. Desde entonces los investigadores siguen recomponiendo meticulosamente aquellos fragmentos.


La mayoría de aquellos papiros son prosaicos documentos cotidianos: facturas, cartas, tasaciones tributarias, el contrato de compraventa de un burro… Pero aproximadamente el 10% del tesoro es de tenor literario, con fragmentos de obras de autores clásicos como Homero, Sófocles y Eurípides. Algunos de los hallazgos más espectaculares –como evangelios perdidos que no llegaron a formar parte del Nuevo Testamento– han arrojado luz sobre los años formativos de la fe cristiana. Y más de un siglo después de su descubrimiento, todavía quedan miles de fragmentos por estudiar en condiciones. Es imposible adivinar cuántas revelaciones aguardan todavía en aquellas cajas.

Si buscamos historias de película, la de los manuscritos del Mar Muerto se lleva la palma. De acuerdo con una de las versiones de lo ocurrido, los cabreros beduinos vendieron los siete pergaminos que habían hallado a dos marchantes de antigüedades de Belén. Un erudito de Jerusalén adquirió tres de los rollos. Un marchante llamado Khalil Iskander Shahin, alias Kando, vendió los cuatro rollos restantes a un metropolitano de la iglesia siríaca en Jerusalén, que según dicen pagó por ellos el equivalente a 218 euros. En 1949, asustado por la guerra árabe-israelí, el metropolitano introdujo subrepti­ciamente los rollos en Estados Unidos con la esperanza de venderlos a un museo o a una universidad. Ante la falta de ofertas, el 1 de junio de 1954 publicó un anuncio clasificado en el Wall Street Journal. Un arqueólogo israelí, a través de un intermediario estadounidense, adquirió los rollos para el Estado de Israel por 250.000 dólares. Los siete rollos originales se custodian hoy en Jerusalén, donde tienen su propio pabellón en el museo nacional de Israel.


Cuando se corrió la noticia del descubrimiento, un equipo encabezado por el arqueólogo y sacerdote dominico Roland de Vaux se lanzó sobre Qumrán en 1949. Para 1956 De Vaux y los beduinos de la zona habían localizado otras diez «cuevas de rollos» que en conjunto contenían cientos de manuscritos, muchos de ellos desintegrados en miles de pedazos. Hicieron falta décadas enteras para que los expertos, trabajando en reclusión y secreto, recompusiesen y tradujesen los maltrechos pergaminos. El largo tiempo que tardaron en publicarse inspiró teorías conspirativas según las cuales las altas esferas –¿el papa?, ¿los sionistas?– estaban ocultando deliberadamente el contenido de los rollos.


Por fin, a mediados de la década de 2000 los tra­­ductores concluyeron la publicación del grueso de sus hallazgos. Los rollos incluían textos legales, tratados apocalípticos y rituales, crónicas de la vida en la secta de Qumrán y restos de 230 manuscritos bíblicos. Los estudiosos recibieron con regocijo la noticia de que entre ellos había un ejemplar casi íntegro del libro de Isaías de la Biblia hebrea. Su contenido era casi idéntico al de otra copia de Isaías casi mil años posterior. El Gran Rollo de Isaías pasaría a ser la prueba estrella de los eruditos que defienden la Biblia frente al argumento de que su texto fue deturpado por los escribas, quienes tras siglos de copiarlo a mano habrían introducido en él multitud de errores y alteraciones deliberadas.

La historia de la búsqueda de biblias está trufada de tesoros enterrados, pero no es oro todo lo que reluce. Cuando se iniciaron las excavaciones arqueológicas de las cuevas de Qumrán, otros beduinos emprendieron sus propias búsquedas y vendieron lo que hallaron a Kando. Su principal adquisición fue el Rollo del Templo, que con sus casi ocho metros de longitud es el más largo de los manuscritos del Mar Muerto.

En 1967, durante la guerra de los Seis Días, agentes israelíes de inteligencia se presentaron en el domicilio de Kando y confiscaron el Rollo del Templo, reclamándolo como propiedad del Estado. Tras aquel incidente se cuenta que Kando empezó a trasladar discretamente los fragmentos de los manuscritos que todavía tenía en su poder a familiares residentes en el Líbano y más tarde a una caja fuerte en Suiza.


En 2009 Steve Green empezó a adquirir biblias raras y otros objetos a un ritmo sin precedentes; con el tiempo llegó a atesorar unas 40.000 piezas, que hoy constituyen una de las mayores colecciones privadas de material bíblico del mundo. En su multimillonario frenesí de adquisiciones era obligado que tarde o temprano llamase a la puerta de Kando. (Cuyo hijo, William, se puso al frente del negocio familiar tras la muerte de su padre en 1993).


«Steve Green vino a verme muchas veces –me dice William Kando la mañana que nos vemos en su comercio de Jerusalén–. Es un hombre honrado, un buen cristiano. Me ofreció 40 millones de dólares por mi fragmento del Génesis. Los rechacé. Hay quien dice que no tiene precio». Green, por medio de un portavoz, afirma que fue Kando quien puso sobre la mesa el precio de 40 millones y que él optó por no comprar. En su lugar adquirió fragmentos de manuscritos más asequibles.


El marchante rebusca en un libro contable. «Mire, aquí lo ve», dice, y señala una anotación conforme vendió a Green siete fragmentos de los manuscritos del Mar Muerto en mayo de 2010.


Cuando visito el Museo de la Biblia la víspera de su inauguración se exhiben cinco fragmentos de los rollos. Me fijo en que la exposición se acompaña de una suerte de texto de descargo de responsabilidad en el que se admite la posible fraudulencia de los fragmentos. Desde entonces se han realizado análisis adicionales que han revelado que los fragmentos son probablemente falsificaciones modernas.


Kando desmiente con indignación que su familia haya vendido fragmentos no auténticos y sugiere que cuaquier eventual falsificación ha de proceder de marchantes menos acreditados. Green, por su parte, se toma con filosofía el asunto de sus adquisiciones estrella. «A uno le gustaría pensar que en el mundo bíblico las cosas son distintas, pero a la hora de la verdad resulta que, como en todos los negocios, siempre hay personajes dudosos sin más objetivo que sacar tajada. Y lo único que puedes hacer es aprender de los errores y no volver a hacer negocios con ellos».


Uno de los errores de Green –importar miles de tablillas de arcilla y otras piezas que, según los expertos, probablemente procedían de saqueos perpetrados en Iraq– se saldó con una multa de tres millones de dólares impuesta por el Departamento de Justicia de Estados Unidos y la confiscación del material. «Lo cierto es que la mayoría de las antigüedades son producto de saqueos, y la mayoría de sus compradores no preguntan de dónde proceden –me dice Eitan Klein, subdirector de la sección antisaqueos de la Autoridad de Antigüedades de Israel cuando hablo con él en su abarrotado despacho de Jerusalén–. Porque, a mi modo de ver, si trabajas con antigüedades, tendrás que mancharte las manos de un modo u otro».
Suena el teléfono. Klein se excusa: «Nuestra unidad ha pillado unos saqueadores. Tengo que irme».

Muchísimos manuscritos bíblicos se enmohecen olvidados en almacenes universitarios e enmohecen olvidados en almacenes universitarios. Conservarlos y documentarlos antes de que sus secretos se esfumen para siempre es «una carrera contrarreloj

Como los auténticos manuscritos del Mar Muerto constituyen «el tesoro cultural de naturaleza judaica más relevante sobre la faz de la Tierra», en palabras del conservador Adolfo Roitman, estos documentos sacros se conservan con cuidado infinito. Mientras tanto, muchísimos manuscritos bíblicos se enmohecen olvidados en almacenes universitarios o son pasto de incendios, inundaciones, insectos, saqueadores o guerras en países azotados por turbulencias políticas. Conservarlos y documentarlos antes de que sus secretos se esfumen para siempre es «una carrera contrarreloj», dice Daniel B. Wa­llace, director del Centro para el Estudio de Manuscritos Neotestamentarios de Plano, Texas.


Wallace y otros textólogos trotamundos –en primer lugar el monje benedictino padre Columba Stewart, del Museo y Biblioteca de Manuscritos Hill de la Universidad de Saint John de Minnesota– han recorrido decenas de miles de kilómetros por el mundo con una misión urgente: documentar digitalmente los antiguos manuscritos bíblicos guardados en archivos, bibliotecas monásticas y otros depósitos y ponerlos a disposición de cualquier estudioso vía internet. Es una tarea ingente. En el caso del Nuevo Testamento, escrito por grecoparlantes, se han localizado más de 5.500 manuscritos y fragmentos en griego, más que de ningún otro texto antiguo. Suman un total de hasta 2,6 mi­­llones de páginas, calcula Wallace, y la mayoría todavía no han sido estudiadas por los expertos.


«Alrededor del 80 % de los manuscritos conocidos que podrían ser de ayuda en los estudios neotestamentarios siguen inéditos», explica el padre Olivier-Thomas Venard, de la Escuela Bíblica y Arqueológica Francesa, un centro dominico de investigación sito en Jerusalén. «Es tal la sobreabundancia de tesoros –añade el padre Anthony Giambrone, colega de Venard– que, con franqueza, hace de la crítica textual una tarea inviable. Simple y llanamente no hay especialistas suficientes para ocuparse de todos ellos».

"Alrededor del 80 % de los manuscritos conocidos que podrían ser de ayuda en los estudios neotestamentarios siguen inéditos"


El Instituto de Investigación Textual Neotestamentaria de Münster, en Alemania, ha intentado reducir esta ímproba tarea clasificando los documentos bíblicos en función de pasajes claves, pero este sistema es básicamente un triaje que ignora por completo numerosos textos. Quizá la tecnología dé pronto con una solución mucho menos restrictiva, predice Wallace, quien espera utilizar programas de reconocimiento óptico de caracteres (OCR, por sus siglas en inglés) para poder digitalizar todos los volúmenes del Nuevo Testamento en griego. «Ahora mismo un experto necesitaría 400 años para leer y cotejar la totalidad de los documentos conocidos –dice–. Con el OCR creemos que podremos liquidar la tarea en 10 años».

LLegados a este punto es comprensible que uno se plantee una pregunta incómoda: ¿qué importancia tiene nada de esto? ¿Por qué tanto interés en unas biblias viejas y unos pedazos todavía más viejos de papiro egipcio? Para gente como Wallace, que imparte clases en un seminario evangélico, y como Green, que ha invertido buena parte de la fortuna familiar en un museo de talla internacional dedicado a la Biblia, todo se reduce a esto: ¿se basa la fe en he­chos o en ficciones?


«Cuando los visitantes de nuestro museo ven un texto antiguo –dice Green–, están viendo las pruebas de que aquello en lo que creen no es un cuento chino».
¿Pero cuán fiables son esas pruebas? Admitiendo que el Dios de la Biblia existe de veras y que de algún modo habló a los autores de esos documentos bíblicos milenarios, ¿son estos textos los que ellos escribieron? Al fin y al cabo, no se ha encontrado ninguno de los escritos originales, lo que los expertos denominan textos autógrafos. Si sus palabras han sobrevivido, es porque se copiaron una y otra vez hasta que se inventó la imprenta en el siglo xv. Y hasta los especialistas más conservadores reconocen que no hay dos copias idénticas.


A pocos editores se les habría ocurrido pensar que interrogantes como estos pudiesen generar un superventas, pero eso ocurrió en 2005 con la publicación de un libro de ingenioso título, Jesús no dijo eso: los errores y falsificaciones de la Biblia. Su autor, Bart Ehrman, sostiene que los «datos» relativos a Jesús expuestos en las biblias modernas se basan en siglos de copias cuyo contenido difiere en gran medida, hasta el punto de que no podemos saber qué decían realmente los textos originales.
Mientras nos tomamos un café cerca de la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill, donde imparte clases de estudios religiosos,
Ehrman recita una larga lista de pasajes de las Escrituras que le inspiran recelos. Los 12 últimos versículos del Evangelio según san Marcos, dice, seguramente se añadieron muchos años después, igual que el inicio del Evangelio según san Lucas, donde se augura el nacimiento de Jesús en Belén.
Muchas de sus afirmaciones son debatibles (en sentido literal: Wallace y él se han visto las caras en tres debates públicos), pero algunos expertos coinciden en que los escribas cristianos corrompieron a propósito ciertos pasajes a lo largo de la historia. La cuestión es hasta qué punto.
«En general estoy de acuerdo con lo que dice Ehrman –afirma Peter Head, erudito de Oxford que estudia manuscritos neotestamentarios griegos–. Pero los manuscritos sugieren una variabilidad controlada. Aparecen variantes, pero puedes medio imaginar cuándo y por qué. Es del período anterior del que sí carecemos de datos suficientes. Ahí radica el problema».
El «período anterior» al que hace referencia Head empieza con el nacimiento del cristianismo en el siglo I de nuestra era y concluye a principios del siglo IV . Y aunque es cierto que se han encontrado más de 5.500 manuscritos del Nuevo Testamento en griego, casi el 95% de ellos se escribieron entre los siglos IX y xvi. Solo unos 125 datan de los si­­glos II o III, y ninguno del I.


Esas cifras no preocupan a Wallace, contrincan­­te dialéctico –y también amigo– de Ehrman.

«A Bart le gusta resaltar que no tenemos autógrafos, solo copias –apunta Wallace–. Pero lo cierto es que no tenemos autógrafos de ninguna obra literaria grecorromana, con la excepción quizá de un fragmento de un autor clásico».


Wallace admite que los miles de manuscritos neotestamentarios conocidos contienen una miríada de diferencias achacables a errores de los escribas, pero sostiene que los expertos, gracias a que cuentan con una enorme cantidad de textos que estudiar y comparar, han podido identificar esos errores y recuperar en gran medida las frases originales. También señala que un indicador importante de la fiabilidad de cualquier documento histórico es su cercanía temporal a los acontecimientos de los que pretende ser crónica.

«Las copias más antiguas de la literatura grecorromana de que disponemos se realizaron, de pro­medio, 500 años después de su composición original –dice–. Pero en el caso del Nuevo Testamento las copias más antiguas apenas distan unas décadas de los hechos. Es una diferencia abismal».

Con todo, la ausencia de escritos cristianos del siglo I no deja de parecer un punto a favor de Ehrman, un punto que Wallace tiene prisa en contrarrestar. Demasiada prisa, quizá.
En febrero de 2012, en el transcurso de un debate con Ehrman, Wallace soltó una bomba: acababa de descubrirse un fragmento de un manuscrito del Evangelio según san Marcos que fehacientemente databa de finales del siglo I, más de cien años antes que el texto más antiguo conocido hasta entonces de ese mismo Evangelio. Sería el único documento neotestamentario del siglo i jamás descubierto, además del texto cristiano más antiguo de los llegados hasta nuestros días. Probablemente en 2013 saldría publicado un estudio de tan antiguo manuscrito, dijo el teólogo de Texas.
La revelación de Wallace causó sensación en el mundo de los buscadores de biblias. ¿Quién había descubierto el manuscrito de Marcos? ¿Dónde se custodiaba? ¿Estaba a la venta? ¿A cuántos millones ascendería su precio? Pero pasaron cinco años y el documento seguía sin salir a la luz.


Empiezo a hacer indagaciones en diciembre de 2017. Un mes más tarde me presento en la Biblioteca Sackler, en el campus de la Universidad de Oxford, que alberga la mayor colección de papiros antiguos del mundo. Una italiana ataviada con bata de laboratorio me conduce por una zona de seguridad. Es Daniela Colomo, investigadora asociada de Oxford y conservadora de la legendaria colección de papiros de Oxi­rrinco exhumada por Grenfell y Hunt en los albores del siglo XX.
Colomo saca un pa­­pel libre de ácido dobla­­do a modo de sobre. En el medio hay un trozo parduzco de pa­­piro, no mucho mayor que mi dedo pulgar. Si fuerzo la vista y me acerco a 30 centímetros de él, alcanzo a distinguir una serie de rasgos sobre el antiguo fragmento.
«Esto es Marcos –dice Colomo–. Seguramente data de finales del siglo II o principios del III. Nosotros no queríamos adoptar una postura oficial, pero con los blogs que se escriben y los rumores que corren por ahí, con toda esa publicidad anónima, tenemos que publicarlo pronto».
La investigadora Colomo y su colega Dirk Obbink, papirólogo estadounidense y profesor de Oxford, publicaron sus hallazgos el pasado mes de mayo. El fragmento, catalogado como P.Oxy. LXXXIII 5345, se encontraba entre los millares desenterrados por Grenfell y Hunt que todavía no se habían examinado a fondo. La Egypt Exploration Society, que patrocinó la excavación de Oxirrinco y se reserva la propiedad de la colección, emitió una nota de prensa en la que afirma: «Se trata del mismo texto que el profesor Obbink mostró a unos visitantes de Oxford entre 2011 y 2012, y que algunos de esos visitantes describieron en charlas y en las redes sociales como posiblemente originario de finales del siglo i basándose en una datación provisional efectuada hace muchos años, cuando el texto fue catalogado».


La expectación y el subsiguiente anticlímax a propósito del tan cacareado fragmento de Marcos han empañado la verdadera importancia del descubrimiento. Que se sepa, solo existen otros dos fragmentos de Marcos anteriores al año 300. Colomo achaca el delirio desencadenado a la fiebre primosecular de algunos investigadores que sueñan con desenterrar un evangelio o una epístola del puño y letra de un Apóstol.
«Entre los estudiosos del Nuevo Testamento, sobre todo en Estados Unidos, existe cierta tendencia a buscar los documentos más antiguos posibles con la esperanza de encontrar un autógrafo de una persona que conociera a Jesús –dice Colomo–. Tienden a datar los papiros muy a la baja, basándose en semejanzas caprichosas. Esta no es una actitud científica».
Por su parte, Wallace ha pedido disculpas a Ehrman por anunciar un hallazgo no verificado. «Asumo la plena responsabilidad –asegura–. No investigué como es debido. Pequé de ingenuo».
Esperar que un único fragmento minúsculo vaya a dirimir el eterno debate bíblico quizá también sea pecar de ingenuo, dice Ehrman. «¿Acaso alguien cambiaría de opinión en algún aspecto? –pregun­­ta–. Casi seguro que no, pienso yo. Ya he dicho y repetido que si se encontrasen tres o cuatro manuscritos muy antiguos de diferentes procedencias y con un contenido idéntico, entonces podría existir un argumento. Pero no lo veo probable».
Randall Price, el excavador de Qumrán, también tiene que reconciliarse con unas estadísticas en su contra. Salvo contadísimas excepciones, las hazañas arqueológicas son más cosa de avances milimétricos que de filones repentinos. El equipo de alumnos, amigos y familiares que él y Gutfeld han reunido está concluyendo la inspección de la Cueva 53 una ma­­ñana de finales de enero cuando de pronto se oye un grito. La mujer de Price, Beverlee, sale de un abrigo natural que el equipo ha descubierto hace poco con un objeto de arcilla de unos cinco centí­metros de longitud. Price lo estudia. «Sí –murmu­­ra–. Es un borde».

Se refiere a que es el borde de lo que podría haber sido un recipiente para rollos. Lo más probable es que el resto del objeto al que pertenecía ese fragmento se haya ido hace mucho tiempo en un carro de beduinos. Pero la Biblia que Price lee y en la que cree enseña por encima de todo a tener fe. Y si hay recipientes para rollos…

«¡Eh, salid de ahí! –grita hacia el interior de la Cueva 53–. ¡Tenemos que excavar una cosa!».

lunes, 18 de abril de 2016

53).-Santo Tomás de Aquino.-a


Esteban Aguilar Orellana; Giovani Barbatos Epple;Ismael Barrenechea Samaniego; Jorge Catalán Nuñez; Boris Díaz Carrasco; Rafael Díaz del Río Martí;Alfredo Francisco Eloy Barra ;Rodrigo Farias Picon; Franco Antonio González Fortunatti;Patricio Ernesto Hernández Jara; Walter Imilan Ojeda;Jaime Jamet Rojas;Gustavo Morales Guajardo;Francisco Moreno Gallardo; Boris Ormeño Rojas;José Oyarzún Villa;Rodrigo Palacios Marambio;Demetrio Protopsaltis Palma;Cristian Quezada Moreno;Edison Reyes Aramburu; Rodrigo Rivera Hernández;Jorge Rojas Bustos; Alejandro Suau Figueroa; Cristian Vergara Torrealba; Rodrigo Villela Díaz; Nicolas Wasiliew Sala;Marcelo Yañez Garin;Katherine Alejandra del Carmen  Lafoy Guzmán;Paula Flores Vargas; 


(en italiano, Tommaso d'Aquino; Roccasecca,​ Italia, 1224/1225-Abadía de Fossanova, 7 de marzo de 1274), teólogo y filósofo católico perteneciente a la Orden de Predicadores, es considerado el principal representante de la enseñanza escolástica​ y una de las mayores figuras de la teología sistemática​. En materia de metafísica, su obra representa una de las fuentes más citadas del siglo XIII además de ser punto de referencia de las escuelas del pensamiento tomista y neotomista. La Iglesia católica lo nombra Doctor Angélico, Doctor Común y Doctor de la Humanidad y considera su obra fundamental para los estudios de filosofía y teología.
Sus obras más conocidas son la Summa theologiae, compendio de la doctrina católica en la cual trata 495 cuestiones divididas en artículos, y la Summa contra gentiles, compendio de apología filosófica de la fe católica, que consta de 410 capítulos agrupados en cuatro libros, redactado a petición de Raimundo de Peñafort.
Así mismo, fue muy popular por su aceptación y comentarios sobre las obras de Aristóteles, señalando, por primera vez en la historia, que eran compatibles con la fe católica. A Tomás se le debe un rescate y reinterpretación de la metafísica y una obra de teología monumental,​ así como una teoría del Derecho que sería muy consultada posteriormente.​ Canonizado en 1323, fue declarado Doctor de la Iglesia en 1567 y santo patrón de las universidades y centros de estudio católicos en 1880. Su festividad se celebra el 28 de enero

Biografía 
Estatua de santo Tomás de Aquino, ubicada en Santiago de Chile.

Hijo de una de las familias aristócratas más influyentes de la Italia meridional, estudió en Montecassino, en cuyo monasterio benedictino sus padres quisieron que siguiera la carrera eclesiástica. Posteriormente se trasladó a Nápoles, donde cursó estudios de artes y teología y entró en contacto con la Orden de los Hermanos Predicadores. En 1243 manifestó su deseo de ingresar en dicha Orden, pero su familia se opuso firmemente, e incluso su madre consiguió el permiso de Federico II para que sus dos hermanos, miembros del ejército imperial, detuvieran a Tomás. Ello ocurrió en Acquapendente en mayo de 1244, y el santo permaneció retenido en el castillo de Santo Giovanni durante un año. Tras una queja de Juan el Teutónico, general de los dominicos, a Federico II, éste accedió a que Tomás fuera puesto en libertad. Luego se le permitió trasladarse a París, donde permaneció desde 1245 hasta 1256, fecha en que obtuvo el título de maestro en teología.

Durante estos años estuvo al cuidado de San Alberto Magno, con quien entabló una duradera amistad. Les unía -además del hecho de pertenecer ambos a la Orden dominica- una visión abierta y tolerante, aunque no exenta de crítica, del nuevo saber grecoárabe, que por aquellas fechas llegaba masivamente a las universidades y centros de cultura occidentales. Tras doctorarse, ocupó una de las cátedras reservadas a los dominicos, tarea que compatibilizó con la redacción de sus primeras obras, en las cuales empezó a alejarse de la corriente teológica mayoritaria, derivada de las enseñanzas de San Agustín de Hipona.

En 1259 regresó a Italia, donde permaneció hasta 1268 al servicio de la corte pontificia en calidad de instructor y consultor del Papa, a quien acompañaba en sus viajes. Durante estos años redactó varios comentarios al Pseudo-Dionisio y a Aristóteles, finalizó la Suma contra los gentiles, obra en la cual repasaba críticamente las filosofías y teologías presentes a lo largo de la historia, e inició la redacción de su obra capital, la Suma Teológica, en la que estuvo ocupado entre 1267 y 1274 y que representa el compendio último de todo su pensamiento.
Tomás de Aquino supo resolver la crisis producida en el pensamiento cristiano por el averroísmo, interpretación del pensamiento aristotélico que arranca del filósofo árabe Averroes (1126-1198). El averroísmo resaltaba la independencia del entendimiento guiado por los sentidos y planteaba el problema de la doble verdad, es decir, la contradicción de las verdades del entendimiento y las de la revelación.
En oposición a esta tesis, defendida en la Universidad de París por Siger de Brabante, afirmó la necesidad de que ambas fueran compatibles, pues, procediendo de Dios, no podrían entrar en contradicción; ambas verdades debían ser, además, complementarias, de modo que las de orden sobrenatural debían ser conocidas por revelación, mientras que las de orden natural serían accesibles por el entendimiento; filosofía y teología son, por tanto, distintas y complementarias, siendo ambas racionales, pues la teología deduce racionalmente a partir de las premisas reveladas.
A medio camino entre el espiritualismo agustiniano y el naturalismo emergente del averroísmo, defendió un realismo moderado, para el cual los universales (los conceptos abstractos) existen fundamentalmente in re (en las cosas) y sólo formalmente post rem (en el entendimiento). En último término, Tomás de Aquino encontró una vía para conciliar la revalorización del mundo material que se vivía en Occidente con los dogmas del cristianismo, a través de una inteligente y bien trabada interpretación de Aristóteles.

Santa Juana de Arco.-a

Santa Juana de Arcos (Domrémy, Francia, 1412 - Ruán, id., 1431) Santa y heroína francesa. Nacida en el seno de una familia campesina acomoda...