Apuntes de clases

Clases de filosofía y ciencias bíblicas del Instituto de Humanidades Luis Campino, y la Parroquia de Guadalupe de Quinta Normal.


domingo, 14 de febrero de 2016

49).-Exégesis bíblica (III) a

Scherezada Jacqueline Alvear Godoy


Esteban Aguilar Orellana; Giovani Barbatos Epple;Ismael Barrenechea Samaniego; Jorge Catalán Nuñez; Boris Díaz Carrasco; Rafael Díaz del Río Martí;Alfredo Francisco Eloy Barra ;Rodrigo Farias Picon; Franco Antonio González Fortunatti;Patricio Ernesto Hernández Jara; Walter Imilan Ojeda;Jaime Jamet Rojas;Gustavo Morales Guajardo;Francisco Moreno Gallardo; Boris Ormeño Rojas;José Oyarzún Villa;Rodrigo Palacios Marambio;Demetrio Protopsaltis Palma;Cristian Quezada Moreno;Edison Reyes Aramburu; Rodrigo Rivera Hernández;Jorge Rojas Bustos; Alejandro Suau Figueroa; Cristian Vergara Torrealba; Rodrigo Villela Díaz; Nicolas Wasiliew Sala;Marcelo Yañez Garin;Katherine Alejandra del Carmen  Lafoy Guzmán;Paula Flores Vargas; 


Historia de la exégesis

La historia de la exégesis muestra sus comienzos, crecimiento, decadencia y restauración. Señala los métodos que se pueden recomendar de forma segura, y advierte contra aquellos que más bien corrompen que explican las Sagradas Escrituras. En general, podemos distinguir entre la exégesis judía y la cristiana.

Exégesis judía

La interpretación judía de las Escrituras se inició casi en la época de Moisés, como puede deducirse a partir de vestigios encontrados tanto en los libros canónicos más recientes como en los libros apócrifos. Pero los judíos palestinos diferían de los helenísticos en su método de interpretación.

(A) Exégesis palestina:

Todos los intérpretes judíos concurren en admitir un doble sentido de la Escritura, uno literal y uno místico, aunque no debemos entender estos términos en su sentido estrictamente técnico.

(1) La exposición literal es representada principalmente por la llamada paráfrasis caldea o Tárgum, que entró en uso después del Cautiverio, porque pocos de los exiliados que regresaron entendían la lectura de los Libros Sagrados en su hebreo original. El primer lugar entre estas paráfrasis se le debe dar al Tárgum de Onkelos, el cual parece haber estado en uso ya para el siglo I d.C., aunque adquirió su forma presente sólo alrededor de 300-400 d.C. Explica el Pentateuco, adhiriéndose en sus partes legales e históricas a un texto hebreo, que es, a veces, más cercano al original de los Setenta que al de Masora, pero tan alejado del original en las porciones proféticas y poéticas al punto de dejarlas casi irreconocibles. ---Otra paráfrasis del Pentateuco es el Tárgum Pseudo-Jonatán, o el Tárgum de Jerusalén. Escrito después del siglo VII d.C., es de poco valor tanto desde el punto de vista crítico como exegético, puesto que sus explicaciones son del todo arbitrarias. ---El Tárgum Jonatán, o la paráfrasis de los profetas, comenzó a ser escrita en el siglo I, en Jerusalén; pero le debe su forma presente a los rabinos de Jerusalén del siglo IV. Los libros históricos son una traducción bastante fiel del texto original; en las partes poéticas y en los profetas posteriores, la paráfrasis a menudo presenta la ficción en lugar de la verdad. ---La paráfrasis de la Hagiógrafa trata sobre el Libro de Job, los Salmos, el Cantar de los Cantares, Proverbios, Rut, Lamentaciones, Eclesiastés, Ester y Crónicas. No fue escrito antes del siglo VII, y está tan lleno de ficción rabínica que apenas merece la atención del intérprete serio. Las notas sobre el Cantar, Rut, Lamentaciones, Eclesiastés y Ester descansan en la tradición pública; aquellas sobre otras hagiógrafas expresan las opiniones de uno o más maestros privados; la paráfrasis de Crónicas es la más reciente y menos confiable.

(2) El método de argumentación utilizado en el Primer Evangelio y en la Epístola a los Hebreos muestra que antes de la venida de Cristo los judíos admitían un sentido místico en la Escritura; lo mismo se puede deducir de una carta de Pseudo-Aristeas y el fragmento de Aristóbulo. La narrativa del Evangelio, por ejemplo, Mateo 23,16 ss., da testimonio de que los fariseos intentaban derivar sus tradiciones arbitrarias de la [Legislación de Moisés|Ley]] por medio de las más extraordinarias contorsiones de su significado real. La interpretación mística de la Escritura practicada por los eruditos judíos que vivieron después de la época de Cristo puede reducirse a los siguientes sistemas:

(a) Los talmudistas le adscribieron a cada texto muchos miles de significados legítimos pertenecientes ya sea a la Halajá o a la Hagadá. La Halajá contenía las inferencias legales derivadas de la Legislación de Moisés, todas las cuales los talmudistas atribuían al mismo Moisés; la Hagadá era la colección de todo el material reunido por los talmudistas a partir de la historia, arqueología, geografía, gramática y otras fuentes extra-bíblicas, sin excluir las más ficticias. En sus comentarios, estos autores distinguen un doble sentido: el propio, o primitivo, y el derivado. El primero se subdividía en el sentido manifiesto y el recóndito; este último se dividía en deducciones lógicas e inferencias basadas en la forma en que se escribieron las palabras hebreas o en asociación de ideas. En cuanto a las reglas de hermenéutica seguidas por los talmudistas, Hillel las redujo a siete, Ismael a trece, y R. José de Galilea a treinta y dos. En substancia, muchos de estos principios no difieren de los que prevalecen en nuestros días.

El intérprete ha de guiarse por la relación del género con la especie, de lo que está claro con lo que está oscuro, de los paralelismos verbales y reales con sus respectivos homólogos, del ejemplo con lo ejemplificado, de lo que es lógicamente coherente con lo que parece contradictorio, del ámbito del escritor con su producción literaria. Los comentarios escritos de acuerdo con estos principios se llaman Midrashim (plural de Midrash); se debe mencionar los siguientes:

Mekhilta (medida, regla, ley) explica a Éxodo 12,1-23.30; 31,12-17; 35,1-4, y es variamente asignado al siglo II o al III, o incluso a tiempos más recientes; da la Halajá de los ritos y leyes ceremoniales, pero también contiene material que pertenece a la Hagadá;
Siphra explica el Libro de Levítico;
Siphri, los Libros de Números y Deuteronomio]];
Pesiqta, las secciones sabáticas.
Rabboth (plural de Rabba) es una serie de Midrashim que explica los libros individuales del Pentateuco y los cinco Megilloth o los cinco Hagiógrafa que se leían en las sinagogas; el sentido alegórico, anagógico y moral es preferido al literal, y se valoran altamente las fábulas y dichos de los rabinos;
Tanchuma es el primer comentario continuo sobre el Pentateuco; contiene algunas valiosas tradiciones, especialmente de origen palestino.
Yalqut contiene anotaciones sobre todos los libros del Antiguo Testamento.
(b) Los caraítas se relacionan con los talmudistas, según los saduceos se relacionan con los fariseos. Rechazaban las tradiciones talmúdicas, según los saduceos se negaban a reconocer la autoridad de la enseñanza farisaica (cf. Josefo, Ant., XVIII, X, 6). Los caraítas derivan su origen de Anán, nacido alrededor de 700 d.C., quien fundó esta secta por rencor, pues no había obtenido la jefatura de los judíos fuera de Palestina. Desde Bagdad, su lugar de origen, la secta pronto se extendió a Palestina y especialmente a Crimea, de modo que alrededor de 750 d.C. ocasionó lo que fue prácticamente un cisma entre los judíos. Los caraítas rechazan todas las tradiciones, y aceptan sólo la ley mosaica. Por medio de las trece reglas hermenéuticas de Ismael, establecen el sentido literal de la Escritura, y complementan esto con el silogismo y el consenso de la sinagoga. Debido a su rechazo a la interpretación auténtica y su pretensión al juicio privado, han sido llamados por algunos autores "protestantes judíos".

(B) Exégesis helenística:

En términos generales, los judíos alejandrinos fueron favorables a la explicación alegórica de la Escritura, tratando así de armonizar los registros inspirados con los principios de la filosofía griega. Eusebio ha conservado ejemplares de esta exégesis helenística en los fragmentos de Aristóbulo (Hist. Eccles, VII, XXXII, Praepar evang, VIII, X) y en la carta del Pseudo-Aristeas (Præpar. Evang., VIII, IX), ambos de los cuales escribieron en el siglo II a.C. Filón da fe de que los esenios]] se adhirieron a los mismos principios exegéticos (De vit. contempl, X); pero el propio Filón (murió en 39 d.C.) es el principal representante de esta forma de interpretación. Según Filón, Abraham simboliza las virtudes adquiridas por la doctrina; Isaac, la virtud innata; Jacob, la virtud adquirida por la práctica y la meditación; Egipto representa el cuerpo; Canaán, la piedad; la paloma, la sabiduría divina, etc. (De Abraham, II).

Los cabalistas superaron a los intérpretes anteriores en su explicación alegórica de la Escritura. Vestigios de su sistema se encuentran en los últimos siglos antes de la cristiana, pero su pleno desarrollo no tuvo lugar hasta el final del primer milenio antes de Cristo. De acuerdo con su nombre, el cual se deriva de una palabra que significa "recibir", los cabalistas reclamaban que poseían una doctrina secreta recibida a través de la tradición de Moisés, a quien le había sido revelada en el monte Sinaí. Afirmaban que todas las cosas terrenales tenían sus prototipos celestiales o ideales; creían que el sentido literal de la Escritura incluye el sentido alegórico, según el cuerpo incluye al alma, aunque sólo los iniciados podían llegar a este significado velado. Tres métodos ayudaban a alcanzar dicho objetivo: Gematria toma el valor numérico de todas las letras que forman una palabra o una expresión y deriva el significado oculto del número resultante; Notaricón forma nuevas palabras completas con las solas letras de una palabra, o forma una palabra a partir de las letras iniciales de varias palabras o de una frase; Temura consiste en la transposición de las letras que componen una palabra, o en la substitución sistemática de otras letras. Así ellos transponen las consonantes de mal’akhi (mi ángel; Éxodo 23,23) para formar Mikha’el (Miguel). Hay un sistema doble de sustitución: el primero, Athbash, sustituye la última letra del alfabeto por la primera, la penúltima por la segunda, etc. El segundo sistema sustituye las letras de la segunda mitad del alfabeto por las letras correspondientes de la primera mitad. La doctrina cabalística se ha reunido en dos libros principales, uno de los cuales se llama "Yecirah", el otro "Zohar".

Podemos añadir los nombres de los comentaristas judíos más destacados:

Saadya Gaon (n. 892; m. 942), en el Fayum, Egipto, tradujo todo el Antiguo Testamento al arábigo y escribió comentarios sobre el mismo.
Moisés ben Samuel Ibn Chiqitilla, de Córdoba, explicó la totalidad del Antiguo Testamento en arábigo, entre los años 1050 y 1080 d.C.; sólo se conservan fragmentos de su obra.
Rabí Salomón ben Isaac, conocido también bajo los nombres de Rashi y Yarchi (nació alrededor de 1040, en Troyes; m. 1105), explicó la totalidad del Antiguo Testamento, excepto Crónicas y Esdras, según su sentido literal, aunque no descuidó el alegórico; mostró una tendencia anti-cristiana.
Rabí Abraham ibn Ezra, a menudo llamado Aben Ezra (nació alrededor de 1093 en Toledo, España, y murió en 1167 en la isla de Rodas). Entre sus muchas otras obras dejó un comentario incompleto sobre el Pentateuco y otras partes del Antiguo Testamento; tradujo el sentido literal fielmente sin excluir el alegórico, por ejemplo, en el Cantar.
El Rabí David Kimchi, llamado también Radak (nació en 1170 en Narbona m. 1230); explicó casi todos los libros del Antiguo Testamento en el sentido literal, sin excluir el espiritual; su sentimiento anti-cristiano se manifiesta en su tratamiento de las profecías mesiánicas.
Rabí Moyses ben Maimón, llamado comúnmente Maimónides o Rambam (nació en 1135 en Córdoba, España, y murió en 1204 en Egipto); se convirtió al islamismo con el fin de escapar de la persecución; luego huyó a Egipto, donde vivió como judío, y donde, para guiar a los que no podían armonizar sus principios filosóficos con la enseñanza de la Sagrada Escritura, escribió su famosa "Guía de los Perplejos", una obra en la que presenta algunos de los relatos bíblicos como meras expresiones literarias de determinadas ideas.
Rabí Isaac Abrabanel (m. 1508 ), explicó el Pentateuco, los libros proféticos y Daniel, y a menudo añadió material irrelevante y argumentos en contra la revelación cristiana.
Rabí Elías Levita (m. después de 1542), es conocido como uno de los mejores gramáticos judíos, y como autor de la obra "Tradición de la Tradición", en la que da la historia de la crítica masorética.
Entre los intérpretes caraítas podemos mencionar a:

Rabí Jacob ben Rubén (siglo XII), que escribió escolios breves sobre todos los libros de la Escritura;
Rabí Aarón ben Joseph (m. 1294), autor de un comentario literal sobre el Pentateuco, los primeros profetas, Isaías, los Salmos y el Libro de Job;
Rabí Aarón ben Elia (siglo XIV), quien explicó el Pentateuco;
Entre los cabalistas:

Rabí Moisés Najmánides, también conocido como Rambam (m. alrededor de 1280), merece mención debido a su explicación del Pentateuco, que es citado muchas veces por Pablo de Burgos.
Los principales comentadores judíos han sido reimpresos en las llamadas Biblias Rabínicas que aparecieron en Venecia de 1517; Venecia, 1525, 1548, 1568, 1617; Basilea, 1618; Ámsterdam, 1724.

Exégesis cristiana

En aras de la claridad podemos distinguir tres grandes períodos en la exégesis cristiana: el primero termina alrededor de 604 d.C., el segundo nos lleva hasta el Concilio de Trento y el tercero abarca el tiempo después del Concilio de Trento.

(A) Primer periodo: hasta el 604 d.C.: período patrístico:

El período patrístico comprende tres distintas clases de exégetas: los apostólicos y escritores apologéticos, los Padres griegos y los Padres latinos. La cantidad de literatura apologética producida por estas tres clases varía grandemente; pero su carácter es tan claramente propio de cada una de las tres que apenas podemos considerarlas bajo el mismo encabezado.

(1) Los Padres Apostólicos y apologistas:

Los primeros cristianos usaron las Escrituras en sus reuniones religiosas al igual que los judíos las empleaban en las sinagogas, sin embargo, los primeros añadían los escritos del Nuevo Testamento más o menos completamente a los del Antiguo. Los Padres Apostólicos no escribieron ningunos comentarios profesionales; el uso de las Escrituras fue incidental y ocasional en lugar de técnico, pero sus citas y alusiones muestran inequívocamente su aceptación de algunos de los escritos del Nuevo Testamento. En los escritos de los apologistas del siglo II tampoco hay tratados profesionales de la Sagrada Escritura. San Justino y San Ireneo se destacan por su hábil defensa del cristianismo, y sus argumentos se basan a menudo en los textos de la Escritura. San Hipólito parece haber sido el primer teólogo católico que intentó dar una explicación a toda la Escritura; conocemos su método por los fragmentos existentes de sus escritos, especialmente de su comentario sobre el Libro de Daniel. Se puede decir en general que estos primeros escritores cristianos admiten en la Escritura tanto el sentido literal como el alegórico. Este último sentido parece haber sido aceptado por San Clemente de Roma, San Justino, San Ireneo, mientras que el literal parece prevalecer en los escritos de San Hipólito, Tertuliano, los Clementinos y entre los gnósticos.

(2) Los Padres griegos

La Encíclica "Providentissimus Deus" se refiere principalmente a los Padres Griegos cuando dice: "Cuando en varias sedes surgieron escuelas de catequesis y teología, de las cuales las más famosas fueron las de Alejandría y de Antioquía, en las mismas se enseñó poco de lo que estaba contenido en la lectura, la interpretación y la defensa de la Palabra divina escrita. De ellas salió un número de Padres y escritores cuyos laboriosos estudios y admirables escritos han merecido justamente para los tres siglos siguientes la denominación de la edad de oro de la exégesis bíblica.”

(a) La Escuela de Alejandría La tradición ama rastrear el origen de la Escuela de Alejandría hasta el evangelista San Marcos. Sea como fuere, hacia el final del siglo II nos encontramos con San Panteno, presidente de la escuela, ninguno de cuyos escritos se conservan, pero Eusebio (Hist. Eccl., V, X) y San Jerónimo (De vir. Ill., c. XXXVI) testifican que explicaban la Sagrada Escritura. Clemente de Alejandría lo coloca entre los que no escribieron ningún libro (Strom., I, I); murió antes de 200. Su sucesor fue Clemente de Alejandría, que había sido primero su discípulo, y después de 190 fue su colega. De sus escritos se conservan "Cohortatio ad Gentes", "Pedagogo", y "Stromata", también la traducción al latín de parte de sus ocho libros exegéticos (Migne, PG, IX, 729-740). Clemente fue seguido por Orígenes (n. 185; m. 254), la gloria principal de toda la escuela. Entre sus obras, cuya gran mayoría se ha perdido, merecen atención especial su "Hexapla" y su triple explicación de la Escritura, a modo de escolios, homilías y comentarios. Fue Orígenes, también, quien desarrolló completamente los principios hermenéuticos que distinguen a la Escuela de Alejandría, aunque ningún otro Padre los haya aplicado en su totalidad. Aplicó la distinción de Platón de cuerpo, alma y espíritu a las Escrituras, reconociendo en ellos un sentido literal, moral, y místico o espiritual. No es que toda la Escritura tenga este triple sentido. En algunas partes se puede ignorar el sentido literal, en otros puede faltar el alegórico, mientras que en otros se pueden encontrar los tres sentidos. Orígenes cree que las aparentes discrepancias de los evangelistas se pueden explicar sólo mediante el sentido espiritual, que toda la ley ceremonial y ritual debe ser explicada místicamente, y que todas las profecías acerca de Judea, Jerusalén, Israel, etc., se deben referir al Reino de los Cielos y a sus ciudadanos, a los ángeles buenos y malos, etc. Entre los escritores prominentes de la Escuela de Alejandría se puede mencionar a Julio Africano (c. 215), San Dionisio el Grande (m. 265), San Gregorio Taumaturgo (m. 270), Eusebio de Cesarea (m. 340), San Atanasio (m. 373), Dídimo de Alejandría (m. 397), San Epifanio (m. 403), San Cirilo de Alejandría (m. 444), y finalmente también los famosos Padres capadocios, San Basilio el Grande (m. 379), San Gregorio Nacianceno (m. 389) y San Gregorio de Nisa (m. 394). Sin embargo, estos últimos tres tienen muchos puntos en común con la Escuela de Antioquía.

(b) La Escuela de Antioquía

Los Padres de Antioquía se adhirieron a los principios hermenéuticos que insisten más en el llamado sentido gramático-histórico de los Libros Sagrados que en su significado moral y alegórico. Es cierto que Teodoro de Mopsuestia insistió en el sentido literal en detrimento del típico, creyendo que el Nuevo Testamento le aplica algunas de las profecías al Mesías sólo a modo de acomodación, y que debido a sus alegorías el Cantar de los Cantares, junto con otros pocos libros, no deben ser admitidos en el canon. Pero generalmente hablando, los Padres de Antioquía y Siria oriental, los últimos de los cuales formaron la Escuela de Nisibis o Edesa, tomaron un curso medio entre Orígenes y Teodoro, evitando los excesos de ambos, y poniendo así el fundamento de los principios hermenéuticos que los exégetas católicos debían seguir. Los principales representantes de la Escuela de Antioquía son San Juan Crisóstomo (m. 407); Teodoro de Mopsuestia (m. 429), condenado por el Quinto Concilio Ecuménico debido a su explicación de Job y el Cantar de los Cantares, y en ciertos aspectos precursor de Nestorio; San Isidoro de Pelusio, en Egipto (m. 434), contado entre los comentadores antioquenos debido a sus explicaciones bíblicas insertadas en cerca de doscientas de sus cartas; Teodoreto, Obispo de Ciro en Siria (m. 458), conocido por sus Preguntas sobre el Octateuco, los Libros de Reyes y Crónicas, y por sus Comentarios sobre los Salmos, el Cantar, los Profetas, y las Epístolas de San Pablo. La Escuela de Edesa se gloría en los nombres de Afraates, quien floreció en la primera mitad del siglo IV, San Efrén (m. 373), Cirilona, Balæo, Rábulas, Isaac el Grande, etc.

(3) Los Padres Latinos

También los Padres latinos admitieron un doble sentido en la Escritura, insistiendo diversamente ahora en uno, ahora en el otro. Sólo podemos enumerar sus nombres: Tertuliano (n. 160), San Cipriano (m. 258), San Victorino (m. 297), San Hilario (m. 367), Mario Victorino (m. 370), San Ambrosio (m. 397), Rufino (m. 410), San Jerónimo (m. 420), San Agustín (m. 430), Primasio (m. 550), Casiodoro (m. 562), San Gregorio Magno (m. 604). San Hilario, Mario Victorino y San Ambrosio dependen, en cierto grado, de Orígenes y la Escuela Alejandrina; San Jerónimo y San Agustín son dos grandes lumbreras de la Iglesia Latina de quienes dependen la mayoría de los escritores latinos de la Edad Media; al final de las obras de Sam Ambrosio aparece insertado un comentario a las epístolas paulinas que ahora se atribuye a Pseudo-Ambrosio o Ambrosiastro.

(B) Segundo período de exégesis, de 604 a 1546 d.C.

Consideramos los nueve siglos siguientes como un período de exégesis, no debido a su productividad uniforme o su esterilidad en el campo del estudio bíblico, ni debido a su tendencia uniforme de desarrollar ninguna rama particular de exégesis, sino más bien debido a su dependencia característica en la obra de los Padres. Ya sea que resumiesen o ampliasen, ya sea que analizasen o derivasen nuevas conclusiones a partir de premisas antiguas, siempre partieron de los resultados patrísticos como su base de operación. Aunque durante este período las obras de los escritores griegos no pueden de ninguna manera compararse con las de los latinos, todavía será conveniente considerarlas aparte.

(1) Los escritores griegos:

Los escritores griegos que vivieron entre los siglos VI y XIII compusieron en parte comentarios, en parte recopilaciones. Los obispos de Cesarea, Andreas y Aretas, que son variamente asignados a los siglos V y VI, o al VIII y IX, explicaron el Apocalipsis; Procopio de Gaza (524) escribió sobre el Octateuco, Isaías y Proverbios; Hesiquio de Jerusalén escribió probablemente para fines del siglo VI sobre Levítico, Salmos, Isaías, los Profetas Menores y la concordancia de los Evangelios; Anastasio Sinaíta (m. 599) dejó doce libros de comentarios alegóricos sobre el Hexameron; Olimpiodoro (m. 620) y San Máximo (m. 662) dejó más explicaciones sobrias que Anastasio, aunque no están libres de alegorismo; San Juan Damasceno (m. 760) tiene muchas explicaciones bíblicas en sus obras dogmáticas y polémicas, además de escribir un comentario sobre las Epístolas Paulinas, en el que sigue a Teodoreto y a San Cirilo de Alejandría, pero especialmente a San Crisóstomo. Focio (m. 891), Oecumenio (siglo X), Teofilacto (m. 1107) y Eutimio (m. 1118) fueron seguidores del Cisma Griego, pero sus obras exegéticas merecen atención. Las antedichas compilaciones se denominan técnicamente catenae. Ofrecen explicaciones continuas de varios libros de la Escritura de tal manera que después de cada texto dan las diversas explicaciones patrísticas, ya sea en pleno o por medio de un resumen, y por lo general añaden el nombre del Padre particular, cuya opinión se transcribe. Varias de estas catenae han sido impresas, como Nicéforo, en el Octateuco (Leipzig, 1772), B. Corderius, en los Salmos (Amberes, 1643-1646); A. Schottius, sobre Proverbios (Lyon, 1633); Angelo Mai, sobre Daniel (Roma, 1831); Cramer, sobre el Nuevo Testamento (Oxford, 1638 a 1640).

(2) Los escritores latinos:

A los escritores latinos de esta época se les puede dividir en dos clases: los pre-escolásticos y los escolásticos. Las dos no son de igual importancia, pero son demasiado diferentes para ser tratadas bajo el mismo encabezado.

(a) El período pre-escolástico: Entre los muchos escritores de esta época que fueron fundamentales en difundir las exposiciones bíblicas de los Padres, los siguientes merecen mención: San Isidoro de Sevilla (m. 636), San Beda el Venerable (m. 735), Alcuino (m. 804), Haymo de Halberstadt (m. 855), Rábano Mauro (m. 856), Walafrido Strabo (m. 849), quien compiló la glossa ordinaria, Anselmo de Laon (m. 1117), autor de la glossa interlinearis, Rupert de Deutz (m. 1135), Hugo de San Víctor (m. 1141), Pedro Abelardo (m. 1142) y San Bernardo (m. 1153). Los escritos particulares de cada uno de estos grandes hombres se encuentran bajo sus respectivos nombres.

(b) Los escolásticos: Sin dibujar una línea matemática de distinción entre los escritores de este período, podemos decir que las obras que aparecieron al principio son notables por sus explicaciones lógicas y teológicas; las obras siguientes mostraron más erudición filológica; y las finales comenzaron a ofrecer material para la crítica textual. El primero de estos grupos de escritos coincide con la llamada época dorada de la teología escolástica que prevaleció alrededor del siglo XIII. Sus principales representantes son tan conocidos que sólo necesitamos mencionar sus nombres. Pedro Lombardo (m. 1164) encabeza correctamente la lista, pues él parece ser el primero que introdujo completamente a su obra exegética las divisiones, distinciones, definiciones y método de argumentación escolásticos. Luego le sigue el Card. Stephen Langton (m. 1228), autor de la división en capítulos según existen en nuestras Biblias de hoy día; el Card. Hugh de Saint-.Cher (m. 1260), autor del llamado “Corrector Dominico”, y de la primera concordancia bíblica; el Beato Alberto Magno (m. 1280); Santo Tomás de Aquino (m. 1274); San Buenaventura (m. 1274); Raimondo Martini (m 1290) quien escribió la obra polémica conocida como “Pugio Fidei” contra los moros y judíos; se puede añadir cierto número de otros nombres, pero son de menor importancia.

En 1311, en el Concilio de Vienne, el Papa Clemente V ordenó que se fundaran cátedras de lenguas orientales en las principales universidades, de modo se pudiese refutar a los judíos y mahometanos a partir de sus propias fuentes. Los resultados filológicos de esta ley pueden verse en la famosa “Postilla” de San Nicolás de Lira (m. 1340), una obra que recibió notables adiciones por Pablo de Burgos (m. 1435). Alfonso Tostato, llamado también Abulense (m. 1455), y Denis el Cartujo (m. 1471) regresaron al método de interpretación más escolástico; Lorenzo Valloa (m. 1457) aplicó los resultados de sus estudios griegos a la explicación del Nuevo Testamento, aunque se opuso indebidamente a la Vulgata Latina.

Sin insistir en los exégetas menos ilustres de este período, pasaremos a aquellos que aplicaron a la Escritura no sólo su erudición filológica, sino también su acumen para la crítica textual en su estado incipiente. Aug. Justiniani editó una Octapla del Salterio (Génova, 1516), el Card. Jiménez terminó su Políglota Complutense (1517); Erasmo publicó la primera edición de su Nuevo Testamento Griego (1517); el Card. Cajetan (m. 1535) intentó una explicación de las Escrituras según los textos originales; Santes Pagnino (m. 1541) tradujo el Antiguo y el Nuevo Testamento de nuevo a partir de sus textos originales; cierto número de otros eruditos trabajaron en el mismo campo, y publicaron ya sea nuevas traducciones o escolios, o también comentarios en los que se arrojaba nueva luz sobre uno o más libros de las Sagradas Escrituras.

(C) Tercer período de exégesis: después del Concilio de Trento

Unas cuantas décadas antes del Concilio de Trento, el protestantismo comenzó a hacer sus incursiones a las diversas partes de la Iglesia, y sus resultados se sintieron no sólo en el campo de la teología dogmática, sino también en la literatura bíblica. Por lo tanto, debemos distinguir después de éste a los exégetas católicos y a los protestantes.


Bibliografía: MANGENOT en Vig., Dict. de la Bible, s.v. Herméneutique; SCHANZ en Kirchenlex., s.v. Exeqese; ZAPLETAL, Hermeneutica Bibl. (Friburgo, 1897); DÖLLER, Compendium herm. bibl. (Paderborn, 1898); CHAUVIN, Leçons d'introduction générale, théologique, historique et critique aux divines Ecritures (París, 1898); SENEPIN, De divinis scripturis earumque interpretatione brevis institutio (Lyon y París, 1893); LESAR, Compendium hermeneuticum (Laybach, 1891); CORNELY, Introductio in Libros Sacros (París, 1885 y 1894), I. Casi todas las obras sobre hemenéutica darán una lista más o menos completa de la literatura reciente. En cuanto a los Padres y escritores latinos, el lector puede consultar a MIGNE, P.L., CCXIX, 79-84. Vea también: ORÍGENES, De Principiis IV.8-27; TERTULIANO, De pr scriptionibus; TICONIO, Liber de septem regulis; AGUSTÍN, De doctrinâ christ.; JUNILIUS, De partibus divin leqis; VICENTE DE LÉRINS, Commonitorium; EUQUERIO Liber formularum spiritualis intelligent ; CASIODORO, De institutione divinarum literarum; KIHN, Theodor von Mopsuestia und Junilius Africanus (Friburgo, 1880). Para la Edad Media consulte: RÁBANO MAURO, De clericorum institutione, III, VIII-XV; HUGO DE SAN VÍCTOR, Erudit. didascal., Lib. V; y algo más tarde, JEAN GERSON, Propositiones de sensu literali Scriptur sacr in Opera (París, 1606), I, p. 515. Luego del surgimiento de la Reforma:: PAGNINO, Isagoges seu introductionis ad sacras scripturas liber unus (Lyon, 1528, 1536); SIXTO SENENSIS, Bibliotheca sancta (Venecia, 1566); el lector encontrará un número de obras pertenecientes a este período en MIGNE, Scriptur. Sacr. Cursus Completus. Entre las obras protestantes se deben señalar: BRIGGS, General Introduction to the Study of Holy Scriptures (Nueva York, 1899); FAIRBAIRN, Hermeneutical Manual (Edimburgo, 1858); TERRY, Biblical Hermeneutics (Nueva York, 1883); DAVIDSON, Sacred Hermeneutics (Edimburgo, 1844).

Fuente: Maas, Anthony. "Biblical Exegesis." The Catholic Encyclopedia. Vol. 5. New York 1908

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