Apuntes de clases

Clases de filosofía y ciencias bíblicas del Instituto de Humanidades Luis Campino, y la Parroquia de Guadalupe de Quinta Normal.


domingo, 27 de noviembre de 2016

68).-Las concordancias de las Sagradas Escrituras.-a

  Esteban Aguilar Orellana ; Giovani Barbatos Epple.; Ismael Barrenechea Samaniego ; Jorge Catalán Nuñez; Boris Díaz Carrasco; -Rafael Díaz del Río Martí ; Alfredo Francisco Eloy Barra ; Rodrigo Farias Picon; -Franco González Fortunatti ; Patricio Hernández Jara; Walter Imilan Ojeda ; Jaime Jamet Rojas ; Gustavo Morales Guajardo ; Francisco Moreno Gallardo ; Boris Ormeño Rojas ; José Oyarzún Villa ; Rodrigo Palacios Marambio; Demetrio Protopsaltis Palma ; Cristian Quezada Moreno ; Edison Reyes Aramburu ; Rodrigo Rivera Hernández; Jorge Rojas Bustos ; Alejandro Suau Figueroa; Cristian Vergara Torrealba ; Rodrigo Villela Díaz; Nicolas Wasiliew Sala ; Marcelo Yañez Garin; 

 Clase de religión del Presbítero Marcial Umaña, en el Instituto de Humanidades Luis Campino, Años 1990 y 1991




Concordancias» o como demorar 17 años la publicación de un artículo

El redactor o colaborador de la Enciclopedia Espasa encargado de elaborar la entrada dedicada a las concordancias (que entonces lo eran por antonomasia de la Biblia, pues de hecho no existían aún concordancias de otros textos) no logró terminar su artículo en 1912, cuando se publicó el tomo 14 que alfabéticamente debía contener ese término. Pero tampoco renunció a publicar tal entrada, privando a la enciclopedia de una exposición que, sin duda, estaba preparando cuidadosamente, y se sirvió del recurso de prometer al lector tales explicaciones bajo otro rótulo que, por orden alfabético, habría de publicarse más adelante: Concordancias de la Biblia… ver Escrituras.
Tempus fugit, y cuando hubo que cerrar la entrada dedicada a las Escrituras sagradas, que apareció en el tomo 20, en 1915, tampoco tenía ultimada su explicación de las concordancias. El agobiado redactor recordó la promesa y la renovó, pero le volvió a suceder lo mismo, una y otra vez. Al final, ¡diecisiete años después!, y tras un total de seis demoras sucesivas, en las que ingeniosamente siempre supo ir encontrando otra entrada cada vez más postergada en el orden alfabético, las cinco eruditas columnas dedicadas a las Concordancias de la Sagrada Escritura, maduradas durante tanto tiempo, encontraron acomodo en la voz Testamento, tomo 61, en 1928. 
¿Cuántos lectores coetáneos a la publicación de la Espasa sufrieron con ansiedad los sucesivos retardos? 
¿Cuántos habrán fallecido a lo largo de aquellos años, angustiados por tanta espera, sin saber que la Espasa acabaría por cumplir lo prometido? 
¿Cuantos lectores de esta enciclopedia, a lo largo de más de un siglo, habrán recorrido el siguiente itinerario por siete tomos distintos de la obra?:

 Concordancias

1912 Enciclopedia Espasa, tomo 14, página 993, al final del artículo Concordancia:
Concordancias de la Biblia. Bibl. V. Escrituras (Sagradas)
1915 Enciclopedia Espasa, tomo 20, página 977, al principio del artículo Escrituras Sagradas:
Escrituras Sagradas. El título de Escrituras Sagradas comprende los mismos tratados a cuestiones que suelen estudiarse en la Introducción general a las Sagradas Escrituras, y son: […] y 7º Los principios y normas de la hermenéutica o exégesis que han de guiar para la exacta interpretación del texto sagrado, donde entra el estudio histórico de la exégesis a través de los siglos, de los principales comentarios que se han escrito, de los medios que sirven para la recta interpretación, como son las concordancias… De estas cuestiones, la mayor parte, por su importancia y substantividad, merecen ser tratadas separadamente: […] la séptima en Exégesis.
1924 Enciclopedia Espasa, tomo 22, página 1512, artículo Exégesis bíblica:
Exégesis bíblica. V. Hermenéutica.
1925 Enciclopedia Espasa, tomo 27, página 1205, artículo Hermenéutica:
Hermenéutica. Arte de interpretar textos para fijar su verdadero sentido. Se aplica especialmente a la interpretación de lo que es simbólico. V. Interpretación y Sagradas Escrituras.
1926 Enciclopedia Espasa, tomo 28-2ª, página 1835, al final del artículo Interpretación:
Interpretación. Rel. V. Sagradas Escrituras.
1926 Enciclopedia Espasa, tomo 52, página 1246, dentro del artículo Sagrado:
Sagradas Escrituras. Rel. Por otros nombres, Sagradas Letras, Escritura, Biblia. Son los escritos inspirados que forman el Antiguo y el Nuevo Testamento. La vasta y compleja materia comprendida con este título se trata en los varios artículos de esta Enciclopedia: Biblia, Escrituras Sagradas, Evangelios, Pentateuco, Reyes (Libro de los), Sabiduría (Libro de la) y sobre todo en Testamento (Antiguo y Nuevo), donde se halla desarrollado especialmente lo relativo a Concordancias, Exégesis o Hermenéutica, Inspiración, Interpretación, Versiones, &c.
1928 Enciclopedia Espasa, tomo 61, páginas 155-158, dentro del artículo Testamento:
Testamento… → Concordancias de la Sagrada Escritura…


Concordancias de la Sagrada Escritura

 [ s.v. Testamento. II. ]
Entiéndense por este nombre ciertos libros o colecciones en que se encuentran reunidos y citados por orden alfabético los diferentes pasajes de la Escritura, donde se trata un asunto determinado, o donde se encuentra un término o palabra particular. Las primeras se llaman concordancias reales; las segundas, verbales.
Concordancias reales. Esta especie de concordancias distribuye las materias de la Sagrada Escritura en cierto número de epígrafes, por ejemplo: caridad, fe, redención, infierno, justicia, &c., y, disponiéndolos en orden alfabético, facilitan a los predicadores, teólogos, &c. (pues de estas concordancias las hay que son morales, dogmáticas, &c.), el hallazgo de los pasajes de la Sagrada Escritura donde se tratan las materias que quieren estudiar. El inventor de este género de concordancias fue san Antonio de Padua (1195-1231), con su obra Concordantiarum moralium in S. Biblia Libri V, obra que fue impresa en Venecia (1575), en Roma (1623), en París (1641) y en Colonia (1647). A las concordancias reales compuestas por san Antonio pueden añadirse las siguientes: Siglo XV: Compendium biblicum quod aureum alias Bibliae Repertorium nuncupatur (París, 1497). Siglo XVI:Concordantz über die ganze Bibel aus die dolmetschung Lutheri gerichtet, por Pedro Patient (Francfort, 1571); Concordantiae breviores omnium fere materiarum ex sacris Bibliorum libris, por Antonio Broickwy de Koninsteyn, O. F. M. (Colonia, 1550; París, 1551 y 1554); Thesaurus Bibliorum omnem utriusque vitae antidotum… complectens, por Guillermo Allot (Amberes, 1579). Siglo XVII: Sacra Scriptura in locos communes morum et exemplorum novo ordine distributa, por Antonio de Balinghen, S. J. (Douai, 1621; Colonia, 1659; Trévoux, 1705; Lyón, 1711); Bibliorum sacrorum concordantiae morales el historicae, concionatoribus imprimis atque universis S. Scripturae studiosis utilissimae, por el P. Eulard, S. J. (Amberes, 1625), es concordancia mixta de reales y verbales. Siglo XVIII: Thesaurus biblicus, hoc est, dicta, sententiae et exempla ex sanctis Bibliis collecta et per locos communes distributa, ad usum concionandi et disputandi, por Felipe Pablo Merz, luterano convertido y sacerdote católico (Augsburgo, 1731, 1738, 1751 y 1791; Venecia, 1758 y 1818; París, 1822, 1825 y 1883). Sirve de tabla homilética en la Sainte Bible de Lethielleux, de París. Es una abreviación y corrección de la obra de Allot; Biblische Handconcordanz, por Godofredo Büchner. Contiene definiciones y notas. Ha salido a luz en dos formas: la breve, en Jena (1740), y la mayor, en Jena (1750). Muchas ediciones. Retocada por L. H. Heubner (6.ª ed., Halle, 1840), ha recobrado su antigua aceptación. En 1888 se hacía en Alemania la 18.ª edición, y en América se hizo una (Filadelfia, 1871) por Spät. Kleine biblische Concordanz, por G. Michaelis (Jena, 1712 y 1734-41); Biblische Kern und Stern, oder Handconcordantz über den Haupt-Sprüche der Heiligen Schrift, por W. Niederwefer (Leipzig, 1714).
 Siglo XIX: Répertoire universel et analytique de l'Ecriture Sainte, contenant tout le texte sacré selon l'ordre alphabétique des sujets d'histoire, de dogme et de morale, por Mataléne (París, 1837 y 1864);Dictionnaire de l'Ecriture Sainte, ou Répertoire el Concordance de tous les textes de l'Ancien et Nouveau Testament mis par ordre alphabétique et méthodique, por A. J. James (París, 1838); Biblische Realconcordanz, por Lueg (Ratisbona, 1855); S. S. Scripturae Concordantiae novae, seu doctrina moralis et dogmatica e sacris Testamentorum codicibus, ordine alphabetico dessumpta, por C. Mazeron (París, 1869); Biblische Concordanz, por F. G. Bernhard (7.ª ed., Dresde, 1890).
Índices bíblicos. A las concordancias reales pueden reducirse los índices de materias que acompañan la mayor parte de las ediciones modernas de la Sagrada Escritura, así griegas como latinas. El primero que introdujo este linaje de índices dícese que fue el franciscano Gabriel Bruno, quien editó su Index bibliorum en 1496. Siguieron su ejemplo Conrado Pelicano (1537), Roberto Stéfano (1540), &c. Entre los índices más correctos merecen citarse los de la edición de la Vulgata, de Desclée, Lefebvre y C.ª (Tournai, 1901).
Notas marginales. También pertenecen a las concordancias reales las notas que suelen ponerse al margen de las páginas en las ediciones de la Escritura y contienen las citaciones de los lugares paralelos o que tratan de la misma materia. Hugo Menardo (cisterciense) fue, según parece, el primero que ensayó esta forma de concordancias en los cuatro Evangelios. Su trabajo se imprimió en Nuremberg, en 1478. Después (1489) imprimió todo el Nuevo Testamento, con notas marginales, en que se citan los lugares paralelos de toda la Escritura. Los lugares paralelos del Antiguo Testamento vieron la luz por primera vez en Basilea (1491).
Concordancias verbales. Estas concordancias contienen en orden alfabético las palabras de la Sagrada Escritura. Las hay de los textos originales y de las versiones; las más antiguas son de la Vulgata latina.
Concordancias latinas. Su inventor es el famoso cardenal Hugo de Santo Caro (n. cerca de Viena, en el Delfinado, y m. en 1263), de la orden de Predicadores. Adoptó en parte la división de la Sagrada Escritura en capítulos introducida poco antes por Esteban Langton (doctor en París, más tarde arzobispo de Canterbury), y añadió una subdivisión de los capítulos en siete partes, que designó por las letras minúsculas a, b, c, d, e, f, g. Debajo de cada palabra de la Escritura se anotaban, conforme a estas divisiones, los lugares en que se encontraban. Por ejemplo:
Unigenitus
Gen., XII, a, d, f.
Prov., IV, a.
Jer. VI, g.
Heb., XI, d.
Amos, VIII, f.
Zach., XII, f.
Joan., I, b. III, d.
I Joan., IV, c.
Estas concordancias se llaman Concordantiae Sti. Jacobi, del nombre del convento en que se compusieron. En esta primera forma resultaron de poca utilidad; no daban más que una lista escueta de lugares que era menester ir a leer en el texto. Por esto, otros tres dominicos ingleses: Juan de Derlington (m. en 1284), Ricardo de Stevanesby y Hugo de Croyndon, residentes en el mismo convento de San Jacobo, emprendieron en 1250 la obra llamada de las grandes concordancias (concordantiae magnae Sti. Jacobi), que contenía, junto con la indicación del lugar, el texto o versículo íntegro. Por ejemplo:

Aaron
Exod., IV, c.  Aaron frater tuus scio quod eloquens sit.
g.  dixit dominus ad A. vade in occursum Moysi in desertum.
VII, a.  A. frater tuus erit propheta tuus, &c.
Estas concordancias, que se llamaron también inglesas (anglicae) por razón de la nacionalidad de sus autores, tenían el inconveniente de ser excesivamente voluminosas. Para obviarlo ideó hacia 1310 el dominico alemán Conrado de Halberstadt otra forma de concordancias que, sin contener todo el lugar citado, contuviese las palabras principales. Además, para las citaciones, dividió los capítulos breves en solas cuatro partes: a, b, c, d. Por ejemplo:
Aaron
Exod., 4, c.  egredietur in occursum.
g.  Moysi in desertum.
7, a.  erit propheta tuus
17, d.  et Hur sustentabant manus, &c.
Estas concordancias fueron las primeras que se imprimieron (Estrasburgo, 1470).
Todas estas concordancias contenían sólo las partes variables de la oración; mas pronto el célebre Juan de Ragusa (Juan Stoikovic), dominico también, que presidió en 1433 el Concilio de Basilea en nombre del papa Martín V, se dió cuenta de la importancia de algunas partículas indeclinables. En las disputas que tuvo con los bohemios vió la fuerza que éstos hacían en la partícula nisi del Evangelio de san Juan, cap. VI, 54, y más tarde, discutiendo en Constantinopla con los griegos sobre la procesión del Espíritu Santo, hubo de ver cuánto convenía fijar el valor de las preposiciones ex y percorrespondientes a las griegas κχ y διά, y, por tanto, de cuánta utilidad fuese la reunión de todos los lugares de la Escritura donde tales partículas y otras de semejante valor ocurriesen. Ayudado por su capellán, el escocés Jonau, y por el arcediano español Juan de Segovia, coleccionó la mayor parte de las partículas indeclinables y formó un suplemento utilísimo para completar las concordancias precedentes. Sebastián Brant fue el primero que editó, muy esmeradamente enmendadas, las concordancias de Halberstadt, junto con el suplemento de Juan de Ragusa (Basilea, 1496, imprenta de Froben).
Roberto Stéfano (Estienne) mejoró las concordancias precedentes, publicando mezcladas las partes declinables y las indeclinables e indicando los lugares por el número del capítulo y el del versículo, si bien conservó también la división en las partes a, b, c, &c.
La numeración de versículos la había excogitado e introducido él mismo hacía poco. Sus concordancias las tituló Concordantiae Bibliorum utriusque Testamenti V. et N. novae et integrae, quas revera majores appellare possis (París, 1555). Ejemplo:
Ante
Gén. 3, d. 24.  collocavit ante paradisum.
11, d. 28.  mortuus est Aran ante Thare.
27, d. 29.  incurventur ante te filii.
30, f. 38.  ante oculos haberent virgas.
32, a.  3.  misit nuntios ante se, &c.
Las concordancias precedentes, como salieron antes de la revisión de la Vulgata mandada por Sixto V y ejecutada en su tiempo y en el de Clemente VIII, seguían diferentes recensiones de la Vulgata y, por tanto, diferían más o menos entre sí. Después de la publicación de la Biblia Clementina,todos los católicos hubieron de conformarse a esta edición. Las primeras concordancias que tienen esta condición son las Concordantiae Bibliorum juxta recognitionem Clementinam (Amberes, 1599, imprenta de Plantin).
Más tarde, en 1617, el célebre Lucas de Brujas dió a luz sus Concordantiae sacrorum Bibliorum Vulgatae editionis, Hugone Cardinali authore, ad recognitionem jussu Sixti V. P. M. adhibitam recens et emend. op. et studio Fr. Lucae Brug., Antwerpiae, 1617. Estas concordancias se reeditaron en 1618 (Amberes y Venecia), en 1620 (Ginebra), en 1625 (Ginebra y Francfort), en 1635, 1638 y 1646 (París). A estas concordancias pueden añadirse las del español Gaspar de Zamora, S. J., Concordiantae sacrorum librorum… absolutissimae (Roma, 1627); las de H. Phalesius, 1649, 1652, 1667, 1687, 1700 (Lyón), 1656 (París), 1684 (Colonia), 1685 (Maguncia) y 1825 (Viena). La de los benedictinos de Wessobrunn, Concordantiae… opera PP. Monasterii Wessofontani (Augsburgo, 1751).
Finalmente, entre las concordancias recientes son dignas de mención las de F. P. Dutripon (París, 1838); las de G. Tonini (Prado, 1861); las de M. Bechis (Turín, 1887), y, de un modo especial por su forma manual, las de los padres de Raze, de Lachaud y Flandrin, S. J. (Lyón, 1851; París, 11.ª ed., 1881), y las de los padres Peultier, Etienne y Gantois, S. J., Concordantiarum Universae S. Sae. Thesaurus (Paris, 1896).
Concordancias hebreas. Las primeras se deben al judío provenzal R. Isaac Mardoqueo Natán, en 1448. Se imprimieron por primera vez en Venecia en 1523. Admite la división en capítulos de la Vulgata latina, pero cita los versículos según la división hebrea de Soph-Passuk.
Las de Mario de Calasio, O. F. M., muy superiores a las precedentes (Roma, 1621-22), han sido reeditadas en Colonia (1646) y en Roma (1657).
Las de J. Buxtorf, Concordantiae Bibliorum hebraicae nova et artificiosa methodo dispositae(Basilea, 1632); las de Nolde, Concordantiae particularum hebraeo-chaldaicarum (Copenhague, 1675 y 1679), contienen sólo las partículas indeclinables; las de B. Baer son las de Juan Buxtorf, corregidas y aumentadas con la adición de las partículas (Stettin, 1847); las de Tympe (Jena, 1734); las de Ch. Rave son manuales (Berlín y Francfort, 1677). Finalmente, las de Julio Furst (Leipzig, 1840) y las de S. Mandelkern (Leipzig, 1896; edición menor, 1900) son hoy las más usadas y, sin duda alguna, las mejores.
Concordancias griegas. El primero que emprendió la obra de componer unas concordancias griegas fue el monje Basilio Eutalio de Rodas, en 1300. Comprenden el Antiguo Testamento según la versión de los Setenta y el original del Nuevo Testamento. Estas concordancias las vió Sixto Senense en una biblioteca de Roma, pero nunca han sido impresas. De las que han sido dadas a luz, unas comprenden sólo el Antiguo y otras el Nuevo Testamento.
Concordancias griegas del Antiguo Testamento. Las primeras vieron la luz en Francfort (1607); su autor es Conrado Kircher de Augsburgo, párroco de Donanworth. Se titulan Concordantiae V. T. graecae, Ebraeis vocibus respondentes. Comprenden dos partes: la primera contiene en orden alfabético las palabras hebreas que ocurren en la Sagrada Escritura, y debajo de ellas las diferentes expresiones griegas con que se las traduce en los Setenta, indicando juntamente los pasajes. Como se ve, más bien merece esto el nombre de concordancias hebreas que el de griegas. La segunda parte de las obra contiene una tabla alfabética de las voces griegas que usan los Setenta intérpretes, con indicación de los lugares en que ocurren. Esto último es un esbozo, de concordancias griegas.
Mucho más perfectas son las Concordantiae graecae versionis vulgo dictae LXX interpretum, cujus voces secundum ordinem elementorum sermonis graeci digestae recensentur, contra atque in opere Kircheriano factum fuerat (Amsterdam y Utrecht, 1718). Su autor es el párroco calvinista de Groninga, Abraham Tromm. Además de las palabras griegas, da su correspondencia en hebreo, su traducción latina, y añade las variantes de las versiones griegas de Aquila, Símaco y Teodoción. Bagster ha publicado en Londres (1887) una concordancia con las diferentes lecciones de los códices Vaticano, Sinaítico y Alejandrino. La más perfecta hasta hoy parece ser la que en el último decenio del siglo XIX dieron a luz en Oxford E. Hatch y H. A. Redpath.
Concordancias griegas del Nuevo Testamento. El primero que tentó esta empresa fue Sixto Birken, más conocido por el nombre latinizado Betulius o Betulejus, bibliotecario y director del Gimnasio de Augsburgo. Ayudáronle en la obra sus discípulos, y, después de diez años de trabajo, salió a luz en Basilea (1846). Contiene los nombres propios, pero no las partículas, salvo raras excepciones. Acompaña a cada voz griega su traducción latina, de ordinario según la Vulgata. Da las diferentes formas de las conjugaciones verbales, pero no de las declinaciones.
El editor parisiense Roberto Stéfano es el segundo que puso la mano en la publicación de unas concordancias griegas del Nuevo Testamento. Terminó la obra su hijo Enrique, en 1594. No se sabe quién es el autor de estas concordancias; se distinguen de las precedentes en que citan los versículos y contienen muchas palabras omitidas por Betulejo. Sin embargo, no tienen la perfección que solían tener las obras editadas por la casa Stéfano (Estienne). En 1600, Pablo Stéfano publicó en Ginebra una segunda edición de esta obra completada con un suplemento de R. O. Estienne.
Erasmo Schmid publicó en 1638 (Wittemberg) su Novi Testamenti Jesu Christi graeci, hoc est, originalis linguae Ταμιεϊον (Tamieion). Corrige muchas de las faltas y omisiones de las obras precedentes, no da la traducción latina de las voces griegas, abrevia las frases y, por lo general, no contiene los pronombres. Ernesto Salomón Cyprian hizo otra edición en Gotha y Leipzig (1717), casi sin corrección alguna. La tercera edición salió en Glasgow (1819). Un compendio de estas concordancias lo publicó en Londres Guillermo Greenfied (1830).
Las mejores concordancias del Nuevo Testamento son las que publicó en Leipzig Carlos Hermann Bruder (1842) con el título Ταμιεϊον των τής καινής διαθήκης λέξεων (Tamieion ton tes kaines diathekes lexeon) sive Concordantiae omnium vocum N. T. Graeci, primum ab Erasmo Schmidio editae, nunc secundum critices et hermeneutices nostrae aetatis rationes emendatae, auctae meliore ordine dispositae, 2.ª ed., abreviada, Stuttgart, 1869; 3.ª ed., Leipzig, 1876; 4.ª ed., Leipzig, 1887)

 También son excelentes la Englishman's Greek Concordance of the New Testament, de G. V. Wigram (Londres, 1839 y 1844), y la Critical Greek and English Concordance of the New Testament(3.ª ed., Boston, 1875).

Concordancia siríaca del Nuevo Testamento. Casi merece este nombre el diccionario que Carlos Schaaf publicó en Leyden en 1709: Lexicon syriacum concordantiale, omnes N. T. syriaci voces et ad harum illustrationem multas alias syriacas et linguarum affinium complectens, en 4º.

Concordancias alemanas. Juan Schröter (Estrasburgo, 1524). Contiene sólo el Nuevo Testamento. Leonardo Brunner (Estrasburgo, 1546) añade a la precedente el Antiguo Testamento. Miguel Muling (Leipzig, 1602), Lucas Stöckel (Herborn, 1606), Conrado Agrícola (Francfort del Mein, 1610), Ch. Zeise (Leipzig, 1658 y 1674) y Federico Lanckisch (Leipzig y Francfort, 1677, 1688, 1696, 1705, 1718 y 1742).

Concordancias inglesas. The Concordance of the New Testament (Londres, sin fecha ni nombre de autor). Juan Marbeck (Londres, 1550), Cotton (Londres, 1618), Samuel Newman (Londres, 1643; Cambridge, 1720), Mulbing (Londres, 1666), Alejandro Cruden (Londres, 1737) y Roberto Young (Edimburgo, 1879; 4.ª ed. 1881). Es la mejor de todas.

Concordancias flamencas. J. Twisck (Horn, 1615) y S. Dranck (Harlem, 1618).

Concordancias danesas. E. Ewald (Copenhague, 1748-49) y C. Levinsen (Kjöbenhavn, 1856).

Concordancias suecas. L. Holenius (Estocolmo, 1734 y 1742).


Concordancias francesas. (Todas son protestantes.) Marc Wilks (París, 1840), W. B. Mackensie (París, 1867), Dictionnaire des concordances des Saintes Ecritures d'après la version du Dr. Segond(en 8.º, Lausana, 1886)

viernes, 23 de septiembre de 2016

67).-¿FILOSOFÍA EN LA BIBLIA? a.-


Esteban Aguilar Orellana; Giovani Barbatos Epple;Ismael Barrenechea Samaniego; Jorge Catalán Nuñez; Boris Díaz Carrasco; Rafael Díaz del Río Martí;Alfredo Francisco Eloy Barra ;Rodrigo Farias Picon; Franco Antonio González Fortunatti;Patricio Ernesto Hernández Jara; Walter Imilan Ojeda;Jaime Jamet Rojas;Gustavo Morales Guajardo;Francisco Moreno Gallardo; Boris Ormeño Rojas;José Oyarzún Villa;Rodrigo Palacios Marambio;Demetrio Protopsaltis Palma;Cristian Quezada Moreno;Edison Reyes Aramburu; Rodrigo Rivera Hernández;Jorge Rojas Bustos; Alejandro Suau Figueroa; Cristian Vergara Torrealba; Rodrigo Villela Díaz; Nicolas Wasiliew Sala;Marcelo Yañez Garin;Katherine Alejandra del Carmen  Lafoy Guzmán; Franco Natalino; 

biblia


EL PENSAMIENTO NEOTESTAMENTARIO COMO UNA PROPUESTA FILOSÓFICA

CHRISTIAN TRONCOSO CASTILLO
Universidad Autónoma de Chile, Talca. Chile

Resumen: El problema de la definición de alma y espíritu puede tener su origen en las exégesis bíblicas de Agustín de Hipona, quien lee la ontología del "cuerpo, alma y espíritu" y la reduce a "cuerpo, espíritu". El presente artículo es una relectura del texto bíblico que también resultó controversial entre las escuelas filosóficas de su época.

Introducción

El enunciado del título nos lleva a una interrogante justa ¿Es la Biblia un tratado de filosofía? Y la pregunta derivada ¿pretendía alguno de sus escritores que lo fuera? Sin embargo, podrá argumentarse que no todos los libros de filosofía se crearon como manuales y, que, en este aspecto, varios de sus grandes clásicos están escritos en clave literaria. Por lo demás, un texto puede ser abordado desde distintas perspectivas y la búsqueda de una filosofía en la Biblia se desprende del hecho de que todas las ideologías descienden de un pensamiento filosófico que responde a una cosmogonía y cosmovisión particulares de las cuales quedarán inevitables huellas en sus textos. En cuanto a la segunda interrogante podrá cuestionarse la idea de que exista una sola filosofía en la Biblia, ya que lo más lógico es que existan diversos puntos de vista debido a la cantidad de autores y contextos culturales diversos y hasta contrarios; no obstante, asumiremos que en este libro, que es una antología, existe un criterio organizador –por lo menos, el criterio que compiló los libros– que sí concibió que los libros llevan hacia una misma perspectiva.

En torno al pensamiento ideológico neotestamentario se han derramado ríos de tinta para vincularlo con el pensamiento griego del primer siglo, y, aquellos comentaristas más intrépidos, que son también los más respetables, han establecido un paralelo entre la ontología cristiana y las doctrinas de Platón y de Aristóteles. Agustín y Tomás de Aquino son, quizás, a quienes se les deba en gran medida lo que hasta hoy se realiza en cuanto a los estudios teológicos. Desde la óptica cristiano-católica, por ejemplo, el pensamiento de Pablo acerca del alma es descendiente directo de la filosofía griega. Pero cabe preguntarse,

¿hasta qué punto Pablo estaba influenciado por las escuelas griegas y hasta qué punto era "nueva" su propuesta? Porque, a la luz de las investigaciones sobre el contexto contemporáneo de lectura de los discursos paulinos citados en el libro de los Hechos, además del cotejo entre los textos mismos, en mi opinión, nos encontraremos con que a pesar de que se recogen varios conceptos clásicos, en realidad, los escritores neotestamentarios los reescriben y resemantizan, interpretándolos, al parecer, según un lente oriental.

Para ello será determinante indagar en los términos comunes del naciente cristianismo con la filosofía griega; pero, semejante empresa puede resultar presuntuosa y excesiva para nuestros fines, por lo que solamente me remitiré a enunciarlos de modo general, a modo de un panorama de la filosofía en la Biblia.

Dios y la inmanencia

En el evangelio de Juan aparecen asociados a Jesús los términos logos (palabra) y archae (principio) que marcaron toda la discusión de los filósofos presocráticos. "En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios" (Juan 1:1), este versículo aparece como una reescritura de Génesis 1:1, que también comienza con la frase "En el principio", pero ahora, en griego, la palabra principio adquiere un significado que la tradición filosófica entendía no solo como origen temporal, sino también como agente constitutivo de la materia; el archae de la physis (naturaleza, materia) es para Tales de Mileto el agua, para Anaximandro el apeirón (lo desconocido) y para Demócrito el átomo. Ahora bien, lo complejo será entender este concepto desde la Biblia sin pasar por la tradición neoplatónica helenista1, puesto que desde Agustín (inspirado en Platón) hasta Descartes se ha interpretado el mundo real en torno a un sistema binario entre lo visible y lo invisible, entre el cuerpo y el alma.

En el libro de Juan, el principio constitutivo de la naturaleza es logos, que es estudio racional, selección; pero también, pensamiento y palabra, es decir, lo inmaterial y lo material, al mismo tiempo2. En este sentido, es que interpreta este texto el esotérico francés, René Guénon, cuando asume que el mundo resulta simbólico de la divinidad:

Si el Verbo es Pensamiento en lo interior y Palabra en lo exterior, y si el mundo es el efecto de la Palabra divina proferida en el origen de los tiempos, la naturaleza entera puede tomarse como un símbolo de la realidad sobrenatural. Todo lo que es, cualquiera sea su modo de ser, al tener su principio en el Intelecto divino, traduce o representa ese principio a su manera y según su orden de existencia (Guénon, 1969, p. 58).

Este es, también el modo en que lo interpreta Pablo, quien escribe a los romanos: "Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa" (Romanos 1:20). El contexto de este versículo es una apología de la verdadera sabiduría, haciendo la diferencia con aquellos romanos que la buscan fuera de Dios; entendemos, entonces, que para Pablo toda la naturaleza y el mundo son una manifestación de la divinidad y el poder de Dios –lo que Mircea Eliade llama hierofanía y cratofanía respectivamente– y que todo conocimiento o estudio debería acercarse a Dios, por eso es que dice que los sabios "no tienen excusa". Al parecer, la idea de los autores neotestamentarios acerca de las manifestaciones de Dios es también una revelación para iniciados, es decir, para quienes por la fe examinan el mundo, de allí, que asuma también que Dios es la partícula fundamental de la materia. Por ahora, en base a Juan 1, diremos que si Jesús es el logos de Dios, decimos que es también el componente de todas las cosas, a eso apunta el versículo 3: "Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho" (Juan 1:3), entendiendo siempre que la cláusula di "por" en griego quiere decir "mediante" o "a través de" como si se tratara de un instrumento o material para construir algo. Esta idea parece ser entendida por Pablo quien lo enseña así en su carta a los romanos (Romanos 11:36) y en su epístola a los cristianos de Colosa, en este último caso, es enfático en señalar que Jesús es el principio de la materia en términos cronológicos y en términos de sustancia constitutiva.

Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten; y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia (Colosenses 1:16-18).

En términos específicos, el Dios cristiano aparece manifestado similar al dios inmanente de los estoicos y epicúreos (sin embargo, para nada binario), pero, a la vez, sigue siendo el como el dios trascendente del Antiguo Testamento (Salmos 19:1). Es, en cierto sentido, una revelación parecida al mana de los maoríes que Mircea Eliade (2001) describe:

Hay que plantear, pues, el problema en términos ontológicos: lo que existe, lo que es real, y lo que no existe, y no en términos de personal-impersonal, corpóreo-incorpóreo, conceptos que no tienen en los «primitivos» la precisión que han adquirido en las culturas históricas. Lo que está dotado de mana existe en la plano ontológico y, por consiguiente, es eficaz, fecundo y fértil… Además, no aparece en ninguna parte el mana hipostasiado… separado de los objetos y de los hombres (p. 90).

Eliade enfatiza que esa fuerza vital no es una fuerza mágica impersonal y que se manifiesta en cada acontecimiento asombroso. De esta forma, Dios se vuelve palpable tanto para el científico como para el creyente. Esta es la razón por la que, para Pablo, no hubiera para los romanos una excusa.

Estas aseveraciones pueden resultar muy debatidas con la tradición teológica cristiana occidental. Sin embargo, lo cierto es que con esto el estudio del Dios cristiano se complejiza, entendiendo que nuestras nociones para su estudio provienen más de una tradición de lectura que del propio texto, en el fondo, el Dios de la Biblia no es el Dios de la teología; no quiero aquí derogar la tradición ni mucho menos, sino más bien destacar que en el Nuevo Testamento el acercamiento a Dios nunca supone el apartarse de una lógica de interpretación, solo que, en principio, nos insta a indagar más en la historia de la lectura de los textos bíblicos, en vez de asumir la autoridad de una tradición de lectura pontificia.

La verdad

En la Biblia, quizás el fragmento más conocido acerca de la verdad sea lo que Jesús enunciaba de sí mismo: "Yo soy el camino, la verdad y la vida" (Juan 14:6a). Lo primero que llamará la atención del lector es el uso de la fórmula "Yo soy", que era eludida por los hebreos de la época porque entendían que el único "Yo soy" es el nombre de Dios que se reveló a Moisés (Éxodo 3:14); en lo literal, la fórmula ego eimi (Yo soy) que aparece en el texto original griego es la misma que ocupa Jesús cuando los soldados van a apresarle: "Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy. Tomaron entonces piedras para arrojárselas; pero Jesús se escondió y salió del templo; y atravesando por en medio de ellos, se fue" (Juan 8:58-59). Esta escena demuestra la potencia social que tenía decir "Yo soy", por lo tanto, podemos asumir que no es arbitrario que Jesús la ocupe al definir la verdad. Como ya vimos, en el evangelio de Juan se enuncian varios términos que son parte de la discusión académica griega de la época, en este caso, los términos de verdad y de vida.

En el fondo, en este pasaje se proponen la aletheia (verdad) y la zoe (vida) como atributos del logos dan cuenta de una visión de Dios muy cercana a la reflexión de las escuelas griegas del siglo V a.C. como la de los estoicos, epicúreos y cínicos, por ejemplo, sin embargo, a los griegos pudo parecerles controversial el hecho de que el discurso neotestamentario unía dos áreas que, para ellos, siempre corrieron por vías separadas: la filosofía y la revelación divina (a excepción de algunos de los presocráticos o en ciertos pasajes de las enseñanzas de Sócrates).Hay que pensar, eso sí, que esta visión acerca de lo divino no fue compartida a los griegos sino hasta años después de la crucifixión de Cristo, con la escritura del evangelio de Juan en griego y el pensamiento del Pablo de Tarso.

Pensamiento paulino en el contexto de las escuelas griegas

En el siglo I, el reciente grupo cristiano compartía ciertos conceptos con la filosofía griega que, con los estudios se Agustín fueron interpretados según la tradición de la Escuela de Atenas, "cristianizando" Platón y Aristóteles. Agustín tiene el mérito de no haber evaluado la fe y la razón como contrapuestas sino como complementarias y, hasta hoy, sus estudios teológicos son la base de los que se realizan tanto en la vereda católica como en la vereda protestante. Sin embargo, cabe preguntarse hasta qué punto los conceptos introducidos en las palabras de Jesús en el libro de Juan y el pensamiento de Pablo vienen a descender de esta tradición y si, pudiera ser, que estuvieran proponiendo algo nuevo; entendiendo que ni Platón, ni Aristóteles adscribían a esta visión de la revelación divina. En la Biblia aparece una escena que nos dará el punto de partida para esta responder a esta pregunta:

Y algunos filósofos de los epicúreos y de los estoicos disputaban con él; y unos decían: ¿Qué querrá decir este palabrero? Y otros: Parece que es predicador de nuevos dioses; porque les predicaba el evangelio de Jesús, y de la resurrección. Y tomándole, le trajeron al Areópago, diciendo: ¿Podremos saber qué es esta nueva enseñanza de que hablas? Pues traes a nuestros oídos cosas extrañas. Queremos, pues, saber qué quiere decir esto. (Porque todos los atenienses y los extranjeros residentes allí, en ninguna otra cosa se interesaban sino en decir o en oír algo nuevo.) (Hechos 17: 18-21)

El capítulo narra la estadía de Pablo en Atenas y su frustrado intento al comparecer ante el Areópago. Quizás mucho se ha comentado ya acerca de la forma peyorativa en la que los estoicos y epicúreos tratan a Pablo; pero, ciertamente, el que estas escuelas fueran las que discutieran con Pablo tiene poco
3 que se ha vinculado las enseñanzas éticas de Pablo en particular con la escuela estoica: "Tarsus, when Paul was born, was one of the chief seats of the Stoic philosophy, and the Apostle was almost as much bornin to the ethics of this sect a she was intorabbinical way sofargument" (Gardner, 1913, p. 61)4. En la Biblia, no aparecen detalles que nos contribuyan a confirmar la formación filosófica de Pablo, pero resulta verosímil asumirlo así al ver su estilo y uso del idioma. Sin embargo, que Pablo haya simplemente cotejado su enseñanza helénica y hebrea es una presunción un tanto más aventurada, por eso, nos parece extraño que casi todos los estudios sobre él den por hecho esta síntesis paulina (ver Howell, 1964; Duque, 2008 y Spencer, s/a).

de la discusión académica de la época, por ejemplo, para los cínicos: "The Logo sis the unifying principle in the world of men, just as the fiery Pneuma is the cohesive principle in Nature. Butthere was no distinct dualism between Logos and Pneuma as world-principles" (Grant, 1915, p. 272)5, entendían el pneuma y el logos en función de lo que da movimiento a los objetos o sujetos y los comprendían como entidades fundamentales, incluso, muchos de los estoicos del siglo I d.C. figuraban al mundo como un animal, influenciados por Aristóteles. También asumen algunas enseñanzas de Heráclito, quien asumía el alma (psique) de la vida (zoe) en relación al fuego. Su modo de concebir la ontología humana, con un alma inseparable del cuerpo quien está inmerso en un logos universal se enfoca en un ser bipartito, rodeado por el alma y el cuerpo del mundo: "It was thus that their pantheitic physics and thieirethic scame together in thephrase, ‘Living according to nature’: ζην κατα φυσιν" (Grant, 1915, p. 272). Es decir, para ellos, logos y pneuma eran un tipo de psique e, incluso, que esta sería una entidad física, como lo afirma Jean Wahl:

Los estoicos destacaron el elemento voluntario del alma. Eran materialistas. Mas esto no era para ellos una razón para negar la actividad del sutil e ígneo elemento bajo la figura del cual se representaban el alma. En cuanto a los atomistas, sostuvieron que el alma, lo mismo que cualquier otra cosa, está compuesta de átomos, pero más pulidos y fácilmente fluyentes (Wahl, 2012, p. 307).

Ahora bien, como destaca Grant: "Paul certainlly was not a Stoic. Most of his principles were diametrically opposed and utterlyaliento Stoicism" (Grant, 1915, p. 276)6. Sería un error admitir que el estoicismo influyó a Pablo porque, entre otras cosas, el apóstol oponía el principio de la vida natural al de la vida espiritual, lo que, ya lo distancia suficientemente de los estoicos, para quienes no existe tal distinción.

Por su parte, para Platón, el alma y el cuerpo viven en una relación dialéctica entre la corruptibilidad e incorruptibilidad, y por eso, la idea fundamental del alma está asociada a la inmortalidad. Para él, el debate es sobre si el alma es una "armonía" entre el cuerpo y la naturaleza o una entidad inmaterial que, incluso, existe desde antes de que el humano posea un cuerpo:

El alma es lo más semejante a lo divino, inmortal, inteligible, uniforme, indisoluble y que está siempre idéntico consigo mismo, mientras que, a su vez, el cuerpo es lo más semejante a lo humano, mortal, multiforme, irracional, soluble y que nunca está idéntico a sí mismo (Platón, Fedón, 80b).

Esta es la razón por la que el designara el conocimiento como reminiscencia. Más adelante en el mismo diálogo, agrega: "-Contéstame entonces -preguntó él-. ¿Qué es lo que ha de haber en un cuerpo que esté vivo?/ -Alma-contestó" (106c). Aquí defiende la idea del alma como partícula fundamental del la vida7 que luego relaciona con el conocimiento y aprendizaje: "Porque el alma se encamina al Hades sin llevar consigo nada más que su educación y su crianza, lo que en verdad se dice que beneficia o perjudica al máximo a quien acaba de morir y comienza su viaje hacia allí" (107d). De allí que, para Platón, el filósofo debe rehuir de contaminar su alma con su cuerpo y abstenerse de pasiones que lo lleven a corporalizar su alma. De algún modo, aquí el alma es también el nous, intelecto. En el Fedro, Platón añade que el alma es el principio del movimiento; posteriormente, su discípulo Aristóteles le objeta que: "no sólo es falso que la entidad del alma sea tal cual afirman quienes dicen que es aquello que se mueve a sí mismo –o bien aquello que tiene la capacidad de moverse a sí mismo–, sino que además es imposible que el movimiento se dé en el alma" (Del alma, 406a); luego, también, critica la idea de que el alma sea el intelecto: "Platón da a entender que el alma del Universo es como el denominado intelecto y no como el alma sensitiva o apetitiva, ya que el movimiento de éstas no es de transición circular" (407a), por ello es que el estatigirita establece los tipos de alma, aunque no nos ocuparemos de esto por ahora. Tampoco, para Aristóteles, el alma ocupa un lugar en el espacio ni ha de producir movimiento, porque "no todos los seres dotados de sensibilidad son capaces, además, de producir movimiento" (410a). Para Aristóteles, el alma es entelequia del cuerpo: "Por tanto, si cabe enunciar algo en general acerca de toda clase de alma, habría que decir que es la entelequia primera de un cuerpo natural organizado" (412b)8 y por ello, el alma tiene la característica de ser definitoria de cierto tipo de cuerpo, es decir:

si el ojo fuera un animal, su alma sería la vista. Esta es, desde luego, la entidad definitoria del ojo. El ojo, por su parte, es la materia de la vista, de manera que, quitada ésta, aquél no sería en absoluto un ojo a no ser de palabra, como es el caso de un ojo esculpido en piedra o pintado (412b).

Es trascendental, entonces, para Aristóteles la idea de propósito o función en el alma como definitoria del cuerpo, ahora bien, ¿cuál es el propósito del ser humano? Este no parece ser un problema para Aristóteles, pues no lo desarrolla en su teoría.

Como se ve, los estoicos toman algunos principios platónicos del alma; pero ellos ven el alma como armonía, y no como reminiscencia, proveniente del mundo de las ideas, por lo tanto, para Platón, todo lo que puede llegar a conocer a lo largo de la vida corporal es solamente un recuerdo del mundo de las ideas, según comenta Aristóteles, esto involucra que "el alma conoce todas las cosas" (Del alma, 405b).

Platón y Aristóteles, eso sí, coinciden en la idea de una bipartición ontológica del hombre, es decir, el hombre es cuerpo y alma, lo que ha pasado íntegro hacia la tradición cristiana, no obstante, en el pensamiento neotestamentario y, en particular, en las cartas paulinas, la ontología del hombre es tripartita. Además, en las citas planteadas ha sido evidente que las características que Platón y Aristóteles debaten en torno al alma, son palabras que encontramos en la ontología que muestra Pablo (y todo el Nuevo Testamento), sin embargo, muchas de ellas están asociadas a la idea de espíritu, por ejemplo, el movimiento es consecuencia del espíritu (Hechos 1:8), el espíritu conoce todas las cosas (1 Corintios 2:11) y el espíritu está en dialéctica constante con el cuerpo, en la epístola a los gálatas, Pablo señala: "Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis. Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley" (Gálatas 5:16-18), lo que viene contrastarse con el concepto platónico "vemos que el alma se opone a las inclinaciones del cuerpo" (Platón, Fedón, 94c); por su parte, la idea aristotélica de que el alma es el principio superior que mantiene la unidad de un sujeto, tanto de su parte material como de la inmaterial, se ve reescrita por Pablo en función del espíritu en su epístola a los romanos: "Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz" (Romanos 8:6) y, además, lo confirma el apóstol Santiago: "el cuerpo sin espíritu está muerto" (Santiago 2:26). Ahora bien, la gran diferencia en el esquema ontológico del hombre entre Pablo y los filósofos griegos9es que el modelo binario queda superado un modelo trinario o tripartido, esto se basa, fundamentalmente, en la creación semejante a Dios que es también trino. Pablo afirma: "Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo" (1 Tesalonisenses 5:23), es verdad, sin embargo, que el estilo y contexto en el que Pablo enuncia el espíritu, alma y el cuerpo no es el establecimiento de una taxonomía fija ni de una ontología especial, sino que forma parte de los saludos finales en su carta. Sin embargo, no hay razón para pensar que no sean tres los componentes de ser en su propuesta; lo más seguro es que Pablo se tome de las palabras de Jesús (que a su vez parafraseaba el Deuteronomio), quien decía: "Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente" (Mateo 22:37), es objetable en este fragmento, que no son los mismos conceptos que utiliza Pablo y que, en el Nuevo Testamento, siempre se establecen metáforas al hablar de "corazón" y nunca se le utiliza en el sentido de órgano. Ello nos conduciría a afirmar que, en el pasaje, no se habla del aspecto físico. Ahora bien, todos los sentidos figurados que con los que se usa el "corazón" tienen que ver con la espacialidad y/o los deseos, en el fondo, el corazón es el lugar íntimo. De modo que es lugar, debe estar relacionado con lo físico (un lugar es, por definición, espacio) y por ello necesariamente con el cuerpo, de un modo semejante Aristóteles alude a que el corazón físico es inseparable del alma por cuanto se mueve producto de las evocaciones que esta realiza en virtud de las sensaciones. En este sentido, psique y kardias (corazón) son conceptos afines que representan una identidad personal e íntima; en relación al uso léxico de ambas palabras en el Nuevo Testamento, kardias se usa cuando se quiere enfatizar su significado de lugar o intimidad, en tanto, psique aparece como un término más general, aunque a menudo enfatiza los deseos, del mismo modo en que zoe se identifica con alma. El kardias es descrito como lugar porque contiene y es residencia del espíritu. A este respecto, pneuma (espíritu) está emparentado morfológicamente con nous que es la capacidad de razonamiento y, este lexema está presente también en la palabra dianoia, enunciada en Mateo 22:37, que se traduce por mente; lo cierto es que los escritores neotestamentarios utilizan esta palabra, en todo momento con alusión a que genera, concibe, dice, etc… en definitiva, el espíritu mueve, pero a él le está asociado un movimiento que el dinamis y se traduce generalmente como potencia, en cambio, la fuerza física iskus, queda ligada al soma, cuerpo10. De este modo, en el pasaje de Mateo 22 en que Marcos y Lucas narran narran también, ellos agregan un cuarto elemento: "Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento" (Marcos 12:30). Si se examina a través de lo visto hasta ahora, se entenderá que los cuatro elementos que Jesús enuncia en los evangelios de Marcos y Lucas son, en realidad, solo tres; puesto que corazón y alma son términos afines, fuerzas (iskus) es cuerpo; y mente, (dianoia) es lo espiritual, decimos esto en base a las referencias de Pablo a los romanos, en donde reafirma, además, la relación del Dios cristiano y el conocimiento:

Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta" (Romanos 12:1-2).

La búsqueda racional de la verdad se vuelve siempre, para Pablo, en una búsqueda de Dios, para lo cual es necesaria la renovación de la mente (nous) que, léxicamente al menos, está contenida en el espíritu (pneuma). Para hacerlo más claro lo ilustro en el siguiente esquema:


Los orígenes de la ontología trinaria

No se puede afirmar que Pablo haya sido estoico, ni platónico, ni aristotélico, principalmente, porque a los conceptos que utiliza les otorga en significados harto distintos de los que los griegos usaban. Eso sí, los conceptos estaban completamente situados en el pensamiento estoico de principios de siglo I d. C, sin embargo,la filosofía griega y la filosofía paulina se oponen en esta ontología binaria helénica y la ontología trinaria de origen hebreo.

Pablo resemantiza conceptos como psique, pneuma y logos, pero lo más interesante es que la separación, siempre compleja entre alma y espíritu no es al azar. Mircea Eliade, citando a Franz Cumont, señala que "la pareja espiritual psyché-nous es de origen oriental" (Eliade, 2001, p. 79) y cita al respecto dos conceptos hebreos que, para él representan un alma espiritual, ruah, y un alma vegetativa, nephesh. Aquellos términos son los que, desde siempre, se han traducido por espíritu y alma respectivamente. Según Juan Ruiz de la Peña (1988), el nephesh es "lo que hoy llamaríamos la personalidad o idiosincrasia de tal o cual ser humano" (p. 22), en tanto el ruah está más relacionado a Dios.

En definitiva, Pablo no adapta el pensamiento cristiano a una configuración griega, dualista o dicotómica, sino que resemantiza desde dentro de la academia griega los conceptos presentados, e incorpora ciertos paradigmas ontológicos hebreos. Basados en Eliade podríamos afirmar incluso que Pablo intenta reconstruir el significado original del par psyché-nous y de los otros conceptos estudiados en este trabajo. Esto hace que la ontología trinaria propuesta en el Nuevo Testamento y defendida por Pablo devenga no sólo en una propuesta filosófica, sino en un estudio hermenéutico, como lo ha intentado ser este. Obviamente, el presente trabajo queda incompleto, puesto que los alcances del pensamiento neotestamentario como una filosofía, o, al menos, una ontología hará que, por lo bajo, se le haga justicia a los textos paulinos que han sido leídos, desde Agustín, por una tradición helenista neoplatónica y no como una propuesta propia proveniente desde una lógica diferente, quizás, aquella "lógica del amor" que menciona Ricoeur (2001).
Estoicos y epicúreos, tienen ahora la palabra.

NOTAS

1 Por ello, Paul Ricoeur (2001) apunta que: "la atormentada historia de relaciones entre helenismo y judaísmo, y entre helenismo y cristianismo, quedará marcada por innumerables reelaboraciones del modo como debe entenderse el significado de einai y de esse" (p. 346), destacando así, la necesidad de un acercamiento a los textos bíblicos sin ese paradigma.

2 La palabra "lógica" proviene de este concepto griego y, en definitiva, este capítulo del evangelio propone a un Dios ligado a la lógica, cuando no, su fundador.

3 Una traducción rudimentaria sería la siguiente: "La gente de Tarso se ha dedicado con exhaustividad, no solo al estudio de la filosofía, sino también de todo tipo de educación general; han superado a Atenas, Alejandría o cualquier otro lugar que pueda ser nombrado; allí se han dado cita escuelas y lecturas de filósofos" (Geografía, XIV, 5.13).

4 "Tarso, cuando Pablo nació, era uno de los primeros asentamiento de la filosofía estoica y el Apóstol fue formado de la ética de esta secta desde su nacimiento tanto como en las formas de argumentación rabínicas".

5 "El Logos es el principio unificador en el mundo del hombre, así como el Pneuma es el principio cohesivo del mundo de la Naturaleza. Pero no hay una distinción dualista entre Logos y Pneuma como partículas fundamentales del mundo".

6 Pablo ciertamente no fue un estoico. La mayoría de sus principios fueron diametralmente opuestos y totalmente ajenos al estoicismo.

7 La que, sin duda, tenían los helenistas que tradujeron la Septuaginta en el episodio en que Dios crea al hombre "y fue el hombre un alma viviente"

8 Entre otras cosas, el entender la entelequia como el propósito hacia el que el ente se desarrolla constantemente, el alma viene a ser el propósito por el cual el ente se mueve. No principio del movimiento, sino su fin.

9 Pienso que, en rigor, debería decir "diferencias entre Pablo y otros filósofos griegos".

10 La diferencia entre ambos tipos de fuerza queda clara en 2 Pedro 2:11.


REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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GRANT. F. C. (1915). St. Paul and stoicism, The Biblical Word (5), 268-281.      

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RICOEUR, P. YA. LA COCQUE. (2001). Pensar la Biblia: estudios exegéticos y hermenéuticos. Barcelona: Herder.        
RUIZ DE LA PEÑA, J. (1988). La imagen de Dios: antropología teológica fundamental. Bilbao: Presencia teológica.     

SPENCER, J. (s/a), Free from Al lMen: Stoic Influence in the Writings of Saint Paul, Brigham Young University. Disponible en: <http://www.stanford. edu/group/dualist/vol11/Spencer.pdf>        
VARIOS AUTORES. (1994). La Santa Biblia (traducción Reina-Valera 1960). Tennesse: Broadman & Holman Publishers.       

WAHL, J. (2012). Introducción a la Filosofía. México D.F: Centro de Cultura Económica.        

puerta del infierno

lunes, 19 de septiembre de 2016

66).-Cristo y el tributo al césar.-a


Esteban Aguilar Orellana; Giovani Barbatos Epple;Ismael Barrenechea Samaniego; Jorge Catalán Nuñez; Boris Díaz Carrasco; Rafael Díaz del Río Martí;Alfredo Francisco Eloy Barra ;Rodrigo Farias Picon; Franco Antonio González Fortunatti;Patricio Ernesto Hernández Jara; Walter Imilan Ojeda;Jaime Jamet Rojas;Gustavo Morales Guajardo;Francisco Moreno Gallardo; Boris Ormeño Rojas;José Oyarzún Villa;Rodrigo Palacios Marambio;Demetrio Protopsaltis Palma;Cristian Quezada Moreno;Edison Reyes Aramburu; Rodrigo Rivera Hernández;Jorge Rojas Bustos; Alejandro Suau Figueroa; Cristian Vergara Torrealba; Rodrigo Villela Díaz; Nicolas Wasiliew Sala;Marcelo Yañez Garin;Katherine Alejandra del Carmen  Lafoy Guzmán; Franco Natalino; 



Muestran un denario, moneda de plata y de referencia del Imperio Romano con un valor real equiparable al de la dracma griega, que es de época del emperador Tiberio (14-37): en el anverso aparece la efigie del monarca y la inscripción TI (Tiberio) CAESAR DIVI AUG(usti) F(ilius) AUGUSTUS y en el reverso, posiblemente, su madre Livia, sedente, (o tal vez la diosa Paz, representada con la rama de olivo y lo que podría ser un cetro), con la inscripción: PONTIF(ex) MAXIM(us), un título y cargo religioso muy importante que fue asociado al título imperial.


"Y le envían a algunos fariseos y herodianos para intentar cazarlo de palabra. Y tras ir le dicen: 'Maestro, sabemos que eres recto y no te preocupas por nadie; pues no miras el rostro de los hombres, sino que enseñas con rectitud el camino de Dios: ¿Se atiene a la Ley pagar el tributo al César o no? ¿Pagamos o no pagamos?' Pero él, entendiendo su hipocresía, les dijo: '¿Por qué me tentáis? Traedme un denario para que lo vea'. Y se lo trajeron. Y les dice: '¿De quién es la imagen esta y la inscripción?'. Y le dijeron: 'Del César'. Y Jesús les dijo: 'Lo del César, devolvedlo al Cesar, y lo de Dios, a Dios'. Y se admiraban de él." (Marcos 12,13-17. Paralelos en Mateo 22,15-22; Lucas 20.20-26 y Evangelio de Tomás, 100).


'La moneda del tributo' (1612)
Obra barroca del pintor flamenco Pieter Paul Rubens
(Fine Arts Museum, San Francisco, EEUU)

En este conocido pasaje, Jesús se muestra más bien opuesto al pago del tributo romano.

Repasemos algunos puntos:

1. La pregunta no es si era obligatorio (la respuesta habría sido sí, porque lo era), sino si era lícito que los judíos lo pagaran. La escena tiene lugar en el templo (Mc 11,27), donde frecuentemente Jesús enseñaba.

2. Nótese que no aparece la palabra 'dar' sino 'devolver', que es distinta, pues implica dar algo que se te ha dado previamente. Esta parece ser la traducción más aceptada para el vocablo griego ‘apódote’.

3. Jesús pide una moneda romana, el denario, porque él no tiene; se sobreentiende porque él no usa moneda romana. Si hubiese tenido alguna... ¿su juicio hubiera sido igual de válido? Tal vez, no.

4. En la moneda estaba la efigie de Tiberio y, posiblemente, la de su madre en el reverso. Las imágenes estaban prohibidas en el judaísmo por el segundo mandamiento de Moisés. Es plausible que aquel que le lanzó la moneda, si era el mismo que había preguntado como parece, quedara bien retratado, y ello pudiera provocar cierta carcajada entre la audiencia.

5. Si Jesús hubiese recomendado el pago del impuesto nos encontraríamos ante dos problemas: uno, que al pueblo - que al parecer gustaba de escucharle -, no le agradaría oír eso; y dos, no se entendería que Lucas hubiese escrito que Jesús fue acusado ante Pilato por negarse a pagar el impuesto al césar (Lc 23,2).

¿Entonces...?

Jesús da una respuesta doble:

- Lo que es del césar, que es su moneda y que es un signo idólatra (porque representa la efigie de un hombre coronado), líder de un pueblo idólatra (el Imperio Romano, politeísta), y que oprime la Tierra de Israel, que se lo quede el césar. No la queremos. Yo (Jesús) no tengo su moneda. Nosotros (los judíos) ya tenemos las nuestras.

- Pero lo que es de Dios, es para Dios. Es decir, los judíos (no los romanos que lo oyesen) debían entender que no era lícito entregar al César lo que era de Dios, es decir: los frutos que da la tierra (Salmo 24,1: “De Yahveh es la tierra y cuanto hay en ella, el orbe y los que en él habitan”). El pueblo, pues, debía cumplir el pago de los impuestos que mandaba la ley de Dios: el diezmo, el tributo al templo,...

En resumen, Jesús reconoció el poder de Dios por encima de todo, como todo buen judío. Jesús cumplió la ley de una forma consecuente, pero astuta. Y por eso "se admiraban de él".

Nótese la diferencia con San Pablo, quien abogaba abiertamente por el pago de impuestos a Roma (Romanos 13,5-7). Marcos (y el resto de los evangelistas, que son también mayoritariamente de corte paulino), tranquilizan a los cristianos para que paguen los impuestos y no se opongan al castigo del césar. Marcos escribe, según recoge la opinión mayoritaria de especialistas, para la comunidad cristiana de Roma y no podía exigir un acto de rebeldía tan serio, que Roma castigaría con máxima severidad.

domingo, 18 de septiembre de 2016

65).-La «Biblia» perdida del cardenal Cisneros.-a


Esteban Aguilar Orellana; Giovani Barbatos Epple;Ismael Barrenechea Samaniego; Jorge Catalán Nuñez; Boris Díaz Carrasco; Rafael Díaz del Río Martí;Alfredo Francisco Eloy Barra ;Rodrigo Farias Picon; Franco Antonio González Fortunatti;Patricio Ernesto Hernández Jara; Walter Imilan Ojeda;Jaime Jamet Rojas;Gustavo Morales Guajardo;Francisco Moreno Gallardo; Boris Ormeño Rojas;José Oyarzún Villa;Rodrigo Palacios Marambio;Demetrio Protopsaltis Palma;Cristian Quezada Moreno;Edison Reyes Aramburu; Rodrigo Rivera Hernández;Jorge Rojas Bustos; Alejandro Suau Figueroa; Cristian Vergara Torrealba; Rodrigo Villela Díaz; Nicolas Wasiliew Sala;Marcelo Yañez Garin;Katherine Alejandra del Carmen  Lafoy Guzmán; Franco Natalino; 




Durante décadas el manuscrito BH MSS 22 fue un fantasma bibliográfico, una leyenda que todos los investigadores mencionaban, pero que nadie podía consultar. Una «Biblia» en griego, copiada en Italia, con encuadernación en piel de becerro de color amarillo rojizo y cierres de cobre que había servido de base para la «Biblia Políglota Complutense» (1517) y que la historia había ligado para siempre a una palabra: «Quemado».

A comienzos de noviembre de 1936, las tropas nacionales alcanzaron Madrid y comenzaba el asalto de la capital. Una batalla que derivó en un frente de trincheras. La escasez de suministros y el intenso fuego artillero que castigaba la zona obligó a los brigadistas intenacionales, a los que se les había encomendado defender la Universidad Complutense, a suplir la carencia de sacos terreros con libros y documentos. Las bibliotecas de las facultades fueron saqueadas y uno de los grandes tesoros bibliográficos, y cimiento imprescindible del Renacimiento en España, desaparecía en la inmensidad de la guerra.

A finales del siglo XX y principios del XXI, apareció, en un depósito del Instituto de Patrimonio Histórico, un volumen ennegrecido, con las páginas pegadas y encogido por las llamas. «En el centro se apreciaba un hueco –comenta el conservador Javier Tacón– y el comienzo y el final estaban afectados por el fuego. En la parte inferior de los folios se veían restos de tierra y hongos, lo que indicaba que se había mojado o que estuvo en contacto con humedad». Un primer análisis arrojaba la hipótesis de que el ejemplar se había utilizado para proteger una ventana y que sufrió el impacto de una explosión o un disparo. Se tomaron las primeras imágenes; 58 fotografías que dieron pie a un examen inicial. En 2017, cuando se procedió a su restauración, ya bajo la observación de Felipe G. Hernández Muñoz, de la Universidad Complutense, y Carlos A. Martins, de la Universidad de Coimbra, se confirmó no solo lo que ya se sabía, que se trataba de la «Biblia» perdida de Cisneros, sino que además se conservaba entre el 70 y 80 por ciento del manuscrito: 223 folios de los 307. «Para mí ha sido muy especial contribuir a recuperar este libro, que es de un enorme valor histórico y patrimonial. No soy español y me ha encantado haber contribuido a la historia de España con algo tan importante», afirma Carlos Martins. «Hemos rescatado una joya. Ha sido como entrar en diá-logo con el copista y las personas que conocieron esta obra hace más de 500 años», asegura Felipe Hernández.


Scherezada Jacqueline Alvear Godoy

De Venecia a España

El Cardenal Cisneros, un hombre de fe, devoto de Dios y la política, inició un humanismo renacentista que partía del credo, pero se apartaba del legado medieval. Su tutelaje amparó el nacimiento de la Universidad de Alcalá, bastión renacentista que cobijó a los más prominentes hombres de letras y las ciencias. Bajo su auspicio se inició una de las mayores empresas culturales de Europa: la «Biblia Políglota Complutense», que aspiraba a fijar el texto de las Sagradas Escrituras en sus lenguas originales –hebreo, arameo y griego– y en latín. Para este proyecto se encargó a la Señoría de Venecia una «Biblia» que recogiera los siguientes libros del Antiguo Testamento: Proverbios, Eclesiastés, Cantar de los Cantares, Esdras, Esther, Jueces, Rut, Reyes, Judith, libro de la Sabiduría y Macabeos. Un pergamino en griego clásico y letra de inicios del siglo XV que sirvió para preparar los tomos segundo y tercero de la «Políglota» y que los historiadores conocerían como manuscrito BH MSS 22 .

La tarea recayó en Juan Severo de Lacedemonia, un copista diestro y de origen griego que lo redactó en la Biblioteca Marciana de Venecia (su firma aún es apreciable en la última página). Algunas notas marginales revelan que proceden de la pluma de Marco Musuro, socio del gran impresor Aldo Manucio, y también de humanistas de la talla de Hernán Núñez, Alonso López «el pinciano» o Demetrio Ducas, que ostenta el título de ser el primer catedrático de griego de la Universidad de Alcalá. Este ejemplar se convirtió en uno de los primeros títulos que integraron el fondo bibliográfico del centro universitario, que, al trasladarse a Madrid, pasaría a ser la biblioteca más importante de España después de la Nacional. Desde su llegaba se convirtió en una joya apreciada y valorada por generaciones de intelectuales, pensadores y escritores, y fue consultada en abundantes ocasiones. «Es crucial que haya reaparecido, porque esto nos permitirá estudiar las variantes que pueda haber en un texto como el de las Escrituras», explica Carlos Martins. «Todos los manuscritos de la “Biblia” –subraya Felipe G. Hernández–traen cambios y éstos son relevantes para la crítica, porque permiten determinar a qué clase de familia, de toda la genealogía bíblica que conocemos en la actualidad, pertenece». 
A partir de ahora, el manuscrito BH MSS 22 , que a lo largo de tantas décadas ha estado perdido, estará disponible para el público. Se han sacado más de quinientas imágenes de alta definición y dentro de poco se pondrán en línea para que tengan acceso a él los historiadores y los curiosos que lo deseen consultar. Estas fotografías permiten ampliar cada una de las páginas hasta un alto grado de detalle. Esta opción permite observar con minuciosidad las glosas anotadas a los márgenes, por ejemplo, y las heridas que el pasado ha dejado en este pergamino, porque la historia de un libro, como dijo alguien, no es solo el texto que transmite, el morral intelectual, sino las mellas del tiempo y sus avatares.

Santa Juana de Arco.-a

Santa Juana de Arcos (Domrémy, Francia, 1412 - Ruán, id., 1431) Santa y heroína francesa. Nacida en el seno de una familia campesina acomoda...