Apuntes de clases

Clases de filosofía y ciencias bíblicas del Instituto de Humanidades Luis Campino, y la Parroquia de Guadalupe de Quinta Normal.


sábado, 1 de abril de 2017

78).-La Biblia de Gutenberg I Biografía.-a


Esteban Aguilar Orellana; Giovani Barbatos Epple;Ismael Barrenechea Samaniego; Jorge Catalán Nuñez; Boris Díaz Carrasco; Rafael Díaz del Río Martí;Alfredo Francisco Eloy Barra ;Rodrigo Farias Picon; Franco Antonio González Fortunatti;Patricio Ernesto Hernández Jara; Walter Imilan Ojeda;Jaime Jamet Rojas;Gustavo Morales Guajardo;Francisco Moreno Gallardo; Boris Ormeño Rojas;José Oyarzún Villa;Rodrigo Palacios Marambio;Demetrio Protopsaltis Palma;Cristian Quezada Moreno;Edison Reyes Aramburu; Rodrigo Rivera Hernández;Jorge Rojas Bustos; Alejandro Suau Figueroa; Cristian Vergara Torrealba; Rodrigo Villela Díaz; Nicolas Wasiliew Sala;Marcelo Yañez Garin;Katherine Alejandra del Carmen  Lafoy Guzmán;Paula Flores Vargas; 

hoja

Introducción

 Aunque el dato más difundido es que la Biblia fue el primer libro reproducido con la imprenta de Johannes Gutenberg, lo cierto es que el inventor alemán reprodujo previamente otra obra.
En el año 1449 Gutenberg reprodujo -como ensayo- en la imprenta de Mainz el llamado “Misal de Constanza”, del que ahora existen solamente tres ejemplares en el mundo. Un misal es el libro católico en el que están los textos que se utilizan para la celebración de la Misa.
Un año después, en 1450 Gutenberg imprimió la llamada Biblia de 42 líneas o Biblia de Gutenberg, una versión de la llamada Vulgata, una traducción al latín usada por la Iglesia Católica. Por su importancia y amplio tiraje -unos 180 ejemplares-, este texto logró el estatus de icono del inicio de la “edad de la imprenta”.



Biografía Johannes Gutenberg



Johannes Gutenberg, de nombre verdadero Johannes Gensfleisch zur Laden, era hijo de un patricio de Maguncia, orfebre de profesión y director de la Casa de la Moneda de esta ciudad, que se casó, en segundas nupcias, con Else Wilse, de extracción burguesa, cuya familia aportó como dote una mansión llamada Zum Gutenberg, en la cual nació el célebre impresor, entre 1394 y 1399.
En el hogar familiar, el joven Johannes fue tempranamente iniciado en el arte de la orfebrería y en las técnicas de acuñación de monedas. Además de su padre, muchos de sus parientes trabajaban en estos oficios, y es posible que allí se le presentara la oportunidad de grabar punzones y de asistir a la fabricación de los moldes de arena que empleaban los fundidores.
Así transcurrieron los primeros treinta años de su vida, hasta 1428, cuando Maguncia, como tantas otras ciudades renanas, empezaba a sufrir las terribles consecuencias de una violenta agitación social y política entre comunidades enfrentadas, y al imponerse el partido de los gremialistas al de los patricios, al cual pertenecía Gutenberg, éste tuvo que huir de su ciudad natal. Nada se sabe de él durante los cuatro años siguientes. Sin embargo, los archivos de la ciudad de Estrasburgo confirman su presencia allí a partir de 1434. 
Algunos de estos documentos son reconocimientos de deudas contraídas, una constante de su vida. Existe también una denuncia formal, por ruptura de promesa matrimonial, presentada contra él por una tal Emelin zu der Yserin Tür. Gutenberg residió en las afueras de la ciudad, en el suburbio de Saint-Arbogast, cerca del convento del mismo nombre, a las orillas del  río Rin​. 
Placa de Der Hof zum Gutenberg, que  fue probablemente el lugar de nacimiento de Johannes Gutenberg y estaba ubicado en Schusterstrasse en el casco antiguo de Mainz .


El proceso de Estrasburgo

letra de la biblia

En Estrasburgo, Gutenberg se asoció con tres acaudalados ciudadanos, Hans Riffe, Andreas Dritzehn y Andreas Heilmann, en actividades relacionadas con el tallado de gemas y el pulimiento de espejos, oficios que Gutenberg se comprometía a enseñar y ejercer a cambio de dinero. Sin embargo, la mayor parte del tiempo lo invertía en un proyecto que procuraba mantener totalmente en secreto; pretendía de ese modo protegerse contra eventuales imitadores capaces de apropiarse del fruto de sus esfuerzos. Descubierto, no obstante, por sus socios, éstos insistieron en participar en aquel misterioso asunto que el inventor llevaba entre manos. 
Gutenberg accedió de buena gana, ya que precisaba dinero, y en 1438 se firmó un contrato en el cual se estipulaba, entre otras cosas, que los tres recién incorporados deberían abonar la cantidad de 125 florines. La muerte repentina de uno de ellos, Andreas Dritzehn en la Navidad de aquel mismo año, llevó a los hermanos del fallecido a exigir entrar en la sociedad o bien recibir una compensación económica. Sin embargo, en los términos del contrato no se contemplaba dicha eventualidad, y Gutenberg se negó a tal pretensión. El caso fue llevado ante los tribunales en 1439, y éstos fallaron en contra de los herederos.
El proceso de Estrasburgo sirvió al menos para arrojar algo de luz sobre la naturaleza del proyecto. Oficialmente, Gutenberg sólo tenía que ocuparse de las labores propias de los orfebres; pero las declaraciones de los testigos hacían alusión, en no pocas ocasiones, a la extraña actividad febril que reinaba en el taller del demandado. Se trabajaba allí a todas horas, de noche y de día. 
¿En qué? 
Los testimonios hablan de adquisiciones de plomo, de una prensa, de moldes de fundición, etc., en términos muy vagos e imprecisos, pero todos los objetos citados resultan familiares para los impresores.


Detalle de una de las biblias de Gutenberg.

biblia de Gutenberg 

Cuanto más se profundiza en el nacimiento de la imprenta tipográfica, mejor se comprende la importancia de los trabajos de Gutenberg en Estrasburgo, que debieron de venir marcados por arduas investigaciones, no sólo sobre los principios del invento, que ya estaban establecidos, sino también, y sobre todo, por una larga serie de posibles soluciones técnicas, obtenidas, sin duda, después de efectuar gran número de pruebas con éxitos y fracasos alternados, pero acompañadas de la obstinación de un hombre totalmente convencido de alcanzar el resultado esperado, de lo que da fe el testimonio de numerosas personas llamadas a declarar durante el proceso de Gutenberg. 
Sin duda, en él, tal convencimiento procedía de la formación recibida en la infancia, durante la cual se había familiarizado en las técnicas propias de los orfebres y grabadores de monedas, desde el grabado con punzones hasta la fundición de metales, pasando por la confección de matrices. Y es muy probable que allí, en Estrasburgo, Gutenberg empezara a realizar lo que constituye la originalidad de su obra: la producción de caracteres móviles metálicos.

De nuevo en su ciudad natal.

biblia
Permaneció en Estrasburgo al menos hasta 1444; así lo confirma su inscripción, aquel mismo año, en una lista de hombres útiles para defender la ciudad contra las tropas del conde de Armagnac. Después de esta fecha se pierde su paradero para reencontrarlo cuatro años más tarde en Maguncia, adonde había acudido en busca de dinero entre los prestamistas de la ciudad. Su arte como impresor había alcanzado el refinamiento suficiente como para seducir a Johann Fust, un acaudalado burgués, y obtener de él, en 1450, la suma de 800 florines, cantidad que equivalía a diez años de salario del sindico municipal. Sin embargo, Fust se limitó a aceptar las herramientas y utensilios de Gutenberg como garantía, y dos años más tarde, en 1452, a raíz de un nuevo préstamo, se convirtió en su socio. 
El negocio montado por ambos se llamaba Das Werk der Bücher, y constituyó, de hecho, la primera imprenta tipográfica en sentido moderno; allí el principal colaborador de Gutenberg era Peter Schöffer, un calígrafo de gran talento que había estudiado en París. Pero como los trabajos en el taller se llevaban a cabo a un ritmo parsimonioso, y Fust contaba con la pronta rentabilización de sus inversiones, comenzó a impacientarse y a requerir de Gutenberg mayor presteza en la comercialización de las obras. Este último, como tantos otros creadores, prefería la perfección a la realización precipitada, y por ello surgieron las primeras desavenencias entre los dos asociados.

En 1455, muy probablemente, fue completada la primera obra maestra del nuevo arte la célebre Biblia «de 42 líneas», así llamada por ser éste el número más frecuente de líneas por columna en cada una de sus 1.280 páginas. Era una versión latina de las Escrituras de san Jerónimo, y se precisaron fundir casi cinco millones de tipos, editándose 120 ejemplares en papel y 20 en pergamino, de los que se conservan 33 y 13, respectivamente.
A pesar del éxito obtenido por la publicación, Fust interpuso, aquel mismo año, una demanda judicial contra Gutenberg, acusándolo de no haber respetado sus compromisos financieros. El infortunado inventor fue condenado a pagar a su acreedor 2.026 florines, cantidad que incluía todo el capital prestado junto con los intereses devengados. Perdió además su taller y, al parecer, la mayor parte de su material, del que se apoderó Fust. Éste se asoció con Peter Schöffer, cuyas declaraciones contra el demandado condicionaron en gran medida, el resultado de la sentencia y el cual se casó más tarde con una de las hijas de Fust. Los nuevos amos de la imprenta publicaron, en 1457, el Mainzer Psalterium, un salterio, el primer libro que lleva el nombre del editor. La composición de esta bellísima obra debió de precisar varios años de trabajo y es verosímil que comenzara bajo la dirección de Gutenberg.
Tras perder su pleito con Fust, la existencia del célebre impresor conoció unos años amargos. Arruinado, se vio acosado por sus acreedores, algunos de los cuales le llevaron de nuevo ante los tribunales, y acabó por refugiarse en la comunidad de religiosos de la fundación de San Víctor. Más tarde, contó con la ayuda desinteresada de un tal Konrad Humery, funcionario del ayuntamiento de Maguncia, que le proporcionó material para montar un pequeño taller tipográfico. Se especula que allí imprimió varias obras menores, entre ellas la traducción al alemán de una bula papal contra los turcos y un calendario médico en latín. Una Biblia «de 36 líneas» habitualmente atribuida a su labor, parece más bien, según otros testimonios y características, obra de Schöffer.

biblia de Gutenberg 

A partir de 1465, Gutenberg comenzó a gozar de cierta seguridad económica gracias al mecenazgo del arzobispo elector de Maguncia, Adolfo II de Nassau. Le hizo miembro de la corte real, le eximió de pagar impuestos y le concedió una pensión anual de grano, vestido y vino. Gutenberg falleció el 3 de febrero de 1467, si es cierto el testimonio que dejó escrito un canónigo de la fundación de San Víctor, y fue enterrado en la iglesia que los monjes franciscanos poseían en Maguncia. 
Esta iglesia fue destruida a causa del fuego artillero a la que se vio sometida la ciudad en 1793, y la tumba de Gutenberg desapareció con ella. Sobre su emplazamiento pasa actualmente una calle que, ironías del destino, lleva el nombre de Peter Schöffer.


Johann Fust 

(c. 1400 - 30 de octubre de 1466) fue uno de los primeros impresores alemanes.

Pertenecía a una rica y respetable familia burguesa de Maguncia, cuyos antecesores se remontan a principios del siglo xiii. Algunos miembros de su familia tenían cargos civiles y religiosos.
Su apellido siempre se escribió Fust, pero en 1506 Peter Schöffer, al dedicarle la traducción alemana de Tito Livio al emperador Maximiliano I, llamó a su abuelo Faust y desde entonces la familia asumió este apellido. Por ello los Faust de Aschaffenburg, una antigua familia bastante distinguida, situaban a Johann Fust en su árbol genealógico.
El hermano de Johann, Jacob, de profesión orfebre, fue uno de los burgomaestres en 1462, y pudo haber resultado muerto cuando las tropas del conde Adolfo de Nassau tomaron al asalto y saquearon Maguncia (así lo sugiere un documento fechado el 8 de mayo de 1463).

Imprenta


No hay una evidencia clara sobre la teoría de que Johann Fust fuera orfebre, pero sí parece claro que pudiera haber sido prestamista o banquero. Debido a su conexión con Johannes Gutenberg, se le ha llamado el inventor de la imprenta, profesor, así como socio de Gutenberg. Algunos le consideran su mecenas y benefactor, ya que vio el valor del descubrimiento de Gutenberg y le proporcionó los medios para llevarlo a cabo. Sin embargo, otros le retrataron como un especulador que se aprovechó de la necesidad de Gutenberg y le robó los beneficios de su invento.

Sea cual sea la verdad, el documento Helmasperger del 6 de noviembre de 1455 muestra que Fust le adelantó dinero a Gutenberg (aparentemente 800 florines en 1450 y otros 800 en 1452) para continuar con su trabajo, y que Fust, en 1455, puso un pleito contra Gutenberg para recuperar el dinero que le había prestado, reclamando 2026 florines por el préstamo y los intereses. Parece que él no había pagado los 300 florines al año a los que se había comprometido para hacer frente a los gastos y salarios y, según Gutenberg, había dicho que no tenía intención de reclamar intereses.
El pleito aparentemente se decidió a favor de Fust el 6 de noviembre de 1455 en el refectorio de los Carmelitas Descalzos de Maguncia, cuando Fust juró que él mismo había pedido prestados 1500 florines y se los había dado a Gutenberg. No hay evidencia de que Fust, como se suele suponer, llevara a su casa una parte de los materiales de la imprenta cubiertos por su hipoteca y continuara imprimiendo allí con la ayuda de Peter Schöffer de Gernsheim, que se casó con la única hija de Fust, Christina, en 1455.
La primera publicación del Salterio de Maguncia (24 de agosto de 1457), un folio de 250 páginas, fue el primer libro impreso con una fecha completa, considerado extraordinario por la belleza de las letras mayúsculas impresas a dos colores, azul y rojo, de caracteres hechos en dos piezas. El salterio se reimprimió con los mismos caracteres el 29 de agosto en 1459, 1490, 1502 (última publicación de Schöffer) y 1516.

Igual, Fust es conocido, además, por considerarse el primero en imprimir en colores, además del negro, y sin recurrir a mano artesanal.

En 1464 Adolfo de Nassau nombró a tres maestros para la parroquia de San Quintín, los cuales tenían que elegir a 12 parroquianos como ayudantes de por vida, llamados Vervaren. Uno de los primeros fue Johann Fust, nombrado el 1 de mayo de 1464. En 1467 fue elegido Adam von Hoshheim en lugar del difunto Johann Fust. Se dice que Fust había ido a París el 4 de julio, cuando le dio a Louis de Lavernade de la provincia de Forez, entonces canciller del duque de Borbón y primer presidente del parlamento de Toulouse, una copia de su segunda edición de Cicerón, como aparece en una nota escrita a mano por el propio Lavernade al final del libro, que ahora se encuentra en la biblioteca de Ginebra.
No se sabe nada más que el 30 de octubre posiblemente de 1471, una misa anual fue instituida en su honor por Peter Schöffer, Conrad Henlif (de Henekes o Henckis, supuestamente colega de Schöffer y que se casó con la viuda de Fust alrededor de 1468) y Johann Fust hijo, en la abadía de San Víctor de París, donde fue enterrado; y que Peter Schöffer instauró un servicio conmemorativo similar en memoria de Fust en 1473 en la iglesia de la orden dominicana de Maguncia.
Fust fue a menudo confundido antiguamente con el famoso personaje legendario Dr. Johann Faust.


 Legado


Gutenberg vivió para ver cómo su invento se extendía rápidamente por toda Europa, empezando por las ciudades situadas a lo largo del valle del Rin. A ello contribuyó, sin duda, la violenta ocupación de Maguncia en 1462 por Adolfo II de Nassau, el cual entregó la ciudad al saqueo y pillaje de sus tropas. Numerosos habitantes huyeron, entre ellos Peter Schöffer, que se instaló en Frankfurt y fundó allí un nuevo taller de artes gráficas. 
A la muerte de Gutenberg, no menos de ocho ciudades importantes contaban con talleres de impresión, y en las décadas siguientes, aquella técnica revolucionaria era conocida desde Estocolmo hasta Cracovia, pasando por Lisboa.
 En España, la imprenta fue introducida por los alemanes, y se sabe que en 1473 funcionaban talleres en el reino de Aragón. Se considera que el primer libro español impreso que ha llegado hasta nosotros es Obres et trabes en lohors de la Verge Maria impreso en Valencia en 1474.


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Peter Schöffer 

(Gernsheim, c. 1425 - Maguncia, 1502) fue un impresor alemán. Colaborador de Johannes Gutenberg, posteriormente puso una imprenta en Maguncia con Johann Fust. Ideó la regleta y las notas marginales y, por primera vez, imprimió en color los títulos. Se le debe la impresión de la «Biblia de 42 líneas» (1462).
Peter Schöffer se formó intelectualmente en la Universidad de París y desarrolló su madurez profesional en Lyon, uno de los centros europeos de la industria bibliográfica del siglo xv. Como calígrafo de profesión tenía conocimientos profundos sobre geometría y sobre los sistemas de proporciones pitagóricos, materias sobre las que se suponía un conocimiento profundo sobre “el arte de escribir” y la morfología de las letras caligráficas.
El proyecto de la imprenta moderna se basó en tres pilares: Johann Fust, comerciante burgués que financió la idea, Johannes Gutenberg, orfebre que tuvo la idea y que realizó la parte mecánica y Peter Schöffer, calígrafo de profesión contratado para hacer gráficamente posible esta idea.

Marca de impresor de Johann Fust y Peter Schoeffer


Schöffer resolvió la técnica de los tipos movibles ya que encontró la regla fundamental de la tipografía según la cual la combinación de los caracteres movibles no se basa en las formas alfabéticas sino en un sistema de proporciones espaciales que permiten su intercambiabilidad.
En consecuencia, eligió para ello trabajar con una tipografía gótica textura, por el mero hecho de que se adecuaba perfectamente a la posibilidad de control proporcional del espacio gráfico, a pesar de que era una letra que había caído en desuso. Es decir, con esta tipografía resolvía el problema inicial de la armonía espacial para la combinatoria de tipos.
Otra razón para elegir esta tipografía fue la gran economía de medios que representa, ya que al tratarse de una letra absolutamente regular los grafismos y contragrafismos seguían el mismo régimen modular, lo que la hacía idónea para economizar y racionalizar el sistema tipográfico. Un ejemplo de ello son los contragrafismos internos de m, n y u que son idénticos al grafismo. Esto quiere decir que con el mismo punzón de la n, invirtiéndolo, se podría obtener una u.
Por su formación, Schöffer tenía el perfil idóneo para articular una propuesta de modulación del plano gráfico. En consecuencia su gran aportación fue el establecimiento del sistema de relaciones armónicas entre piezas modulares tipográficas y gráficas que serían capaces de aplicarse a cualquier forma alfabética o gráfica. Schöffer fue el responsable de uno de los primeros proyectos de diseño gráfico de la historia.



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Cronología.


¿1400? Nace en Maguncia.
1434 Se instala en Estrasburgo.
1438 Gutenberg se asocia con Andreas Dritzehn para llevar a cabo experimentos de imprenta.
1439 Es demandado y durante el juicio se pone al descubierto que trabaja secretamente en un invento.
1448 Regresa de nuevo a su ciudad natal.
1450 Se asocia con el comerciante y prestamista alemán Johann Fust, creando una imprenta donde probablemente comenzó a imprimir la gran Biblia sacra latina, así como libros más pequeños.
1455 Termina la impresión de la Biblia de 42 líneas. Fust entabla un pleito contra Gutenberg, reclamando el dinero que había invertido en la empresa, por lo que Gutenberg se ve obligado a ceder su participación en la misma.
1465 Adolfo II, arzobispo de Maguncia y elector de Nassau, se convierte en su mecenas, como reconocimiento a su invento.
¿1467? Fallece en Maguncia.



Filigrana (papel)

Una filigrana o marca al agua es una imagen formada por diferencia de espesores en una hoja de papel. El término filigrana se aplica también a las líneas verticales que se ven en ciertos papeles de embalaje.
Se utiliza para evitar la falsificación de documentos (documentos oficiales, por ejemplo), para mostrar la autenticidad del origen de algún papel o impreso, como adorno o como diferenciación entre diferentes fábricas de papel.
Filigrana hace referencia a las marcas que se ven a trasluz en distintos tipos de papel. Durante la época de la elaboración tradicional del papel, estas marcas, representadas por símbolos, iconos, escudos o logotipos, distinguían entre sí a los fabricantes. Suponen una información importante en la datación y procedencia de un libro.
Actualmente, la filigrana tiene un uso artesanal con el trabajo que se realiza de manera creativa con «tiras» de colores de papel bond. Pueden realizarse tarjetas de felicitación para toda ocasión, figuras ornamentales, bustos o pequeñas esculturas de personajes, en grupo pueden conformarse todo tipo de dioramas.

Bible de Gutenberg : filigrane Grappe de Raisin

Técnica utilizada

Modernamente y a escala industrial se crea durante el proceso de fabricación, cuando la hoja está todavía húmeda, mediante presión de un rodillo llamado «Dandy roll». El Dandy es un cilindro hueco recubierto por una malla (generalmente metálica), la cual tiene soldada un relieve con los dibujos, letras o insignias que se desean marcar en el papel. Con este rodillo también se puede marcar la «verjura», una serie de relieves horizontales que dan aspecto de papel antiguo.
La filigrana de alambre se originó en Bolonia, Italia, en 1282, siendo una característica del papel occidental, ausente totalmente en el oriente. Aun en hasta nuestros días la filigrana continua a ser usada por los artesanos y fabricantes de papel para identificar y dar prestigio a su producto.
Las marcas pueden ser desde un dibujo simple o complejo (unas letras, un logotipo) cosido con alambre o adherido al tejido, hasta réplicas de cuadros famosos u otros temas pictóricos obtenidas mediante la deformación en relieve del tejido metálico en el molde de fabricar papel a mano o rodillo Dandy industrial. Esta última técnica, denominada "filigrana de claroscuro", fue usada por primera vez en 1848 e incorpora una escala tonal al papel cuando se ve a trasluz. Para ello se incorpora relieve y una densidad no uniforme en el interior del papel. La alta complejidad de este proceso encuentra utilidad como medida de seguridad contra la falsificación, y es frecuente en los billetes bancarios, certificados de valores, así también con finalidad de expresión artística.
La marca de agua de alta seguridad es imposible de falsificar por fotocopia, escáner o impresión, ya que va formada en el papel. La marca de agua de forma redonda es un elemento de seguridad altamente recomendado por Interpol para la autentificación de los documentos (en el Congreso de Interpol de 1992).

Bible de Gutenberg : filigrane Tête de Taureau




I¿Cómo afecta al texto que la imprenta contribuya a fijar una versión o recensión particular?
pagina de biblia de gutenberg


Gutenberg descubrió y perfeccionó el arte de imprimir en el alfabeto occidental. Por primera vez en Europa, fue posible multiplicar palabras escritas en una infinita cantidad y en copias idénticas.

La Biblia de Gutenberg es un libro de 40.5 por 29.5 cm. Se compone de dos volúmenes, el primero de 324 hojas y el segundo con 319. Es un libro más grande que las biblias de los frailes del siglo trece, pero moderada en comparación con aquellas gigantes de los siglos XI y XII en Italia. El texto es el de la Vulgata Latina en el orden que se estandarizó durante el siglo XIII en París. Sin embargo, comparando los manuscritos de las biblias del Rhin del siglo XV no se han encontrado una copia que muestre afiliaciones textuales. La principal divergencia es que incluye los cuatro libros de Esdras en vez de los tres normales en el texto de París. El IV de Esdras (llamado II Esdras en latín) es un texto sometido a debate y no existe en ninguna Biblia Griega. Se ubica en el volumen I, folios 247r-260r.

La mayor parte de la impresión de la Biblia de Gutenberg esta en columnas de 42 líneas. El tipo de letra gótica recuerda la escritura formal de letra negra de los Misales y otros libros litúrgicos que resulta de notable elegancia. El análisis científico de la tinta muestra altos niveles de plomo y cobre poco usuales, lo que podría explicar el acabado de profundidad y negro brilloso de la impresión.

La Biblia en comento incluye los prólogos medievales normales, a excepción de aquellos para cada uno de los Profetas Menores; está dividida en capítulos según se acostumbraba desde el siglo XIV. No incluye al final la “Interpretación de los Nombre Hebreos”. Esta omisión no era inusual para el siglo XV, pero influyó para que desapareciera de todas las copias de la Biblia Latina después de Gutenberg.

Es evidente que hasta el siglo XV la Biblia sólo existió en manuscritos, excepción hecha de la Biblia Pauperum que se elaboró en xilografía, la que era más bien un compendio ilustrado de temas bíblicos y morales, de corta extensión. De aquellos manuscritos se han conservado 4271 del Antiguo Testamento y para el Nuevo Testamento 118 papiros, 242 pergaminos unciales —de letras mayúsculas—, 2535 códices en letras minúsculas, y para ambos 1839 leccionarios o porciones copiadas que se leían en los cultos de la iglesia primitiva, miles de testimonios en los textos de escritores antiguos, además de numerosas versiones antiguas que nos permiten ir reconstruyendo el texto original, es decir, alrededor de 32 mil manuscritos.

Por ello la Biblia es patrimonio universal, pues ese gran número de manuscritos se encuentra resguardado en los museos y bibliotecas más importantes del mundo: en Londres, Roma, Nueva York, París, Moscú, Hamburgo, Jerusalem, el Vaticano y un largo etcétera. Además, es patrimonio de la humanidad porque la Biblia es fundamento de varias religiones: del judaísmo, de las muchas ramas del cristianismo, entre ellas las iglesias antiguas orientales, las ortodoxas, la católica, la anglicana, las denominaciones protestantes, incluso fue base para el Islam y para muchos grupos que no se identifican con la cristiandad, es decir que casi la mitad de la población mundial la estima como un texto sagrado. Afortunadamente, ninguna de estas religiones tiene el monopolio de los manuscritos bíblicos, su repositorio está en países con mayoría de católicos, o de ortodoxos, de protestantes, de musulmanes, de judíos o de ateos, disponible para la investigación de todos.

Pero, y este es uno de los principios más importantes a considerar: antes de la invención de la imprenta no había ningún libro exactamente igual a otro. En el copiado hay variantes involuntarias y voluntarias que hacen ligeramente diferentes todos esos manuscritos. El texto latino principalmente se fue corrompiendo. Aunque esa corrupción del texto era más sutil en tanto que la difusión y circulación de un texto era más lenta y, además, cuanto que era difícil tener los recursos para acceder a la posibilidad de comparar un número significativo de manuscritos.

Recordemos que el texto bíblico fue escrito en tres idiomas: hebreo, arameo y griego. Posteriormente se fue traduciendo a las lenguas a las que llegaba oralmente su mensaje, de tal forma que hasta nuestros días se ha traducido a más de 2400 idiomas.

Una de esa traducciones, y de las más importantes, fue hecha por Eusebio Sofronio Jerónimo, ca. del año 400, llamada la Vulgata Latina. En su tiempo, fue necesaria esta versión como una alternativa seria y fiel, basada en manuscritos de los idiomas originales, y su realización permitiría que el contenido fuese conocido por gran parte de la población de un imperio que tenía como lingua franca el latín.

Con el decurso de los siglos el latín dio origen a las lenguas romances y la evangelización llegó también a lugares de lenguas no derivadas del idioma del Latium y, lentamente, la Biblia fue quedando plasmada en un idioma que los pueblos ya no hablaban. Aunque es el texto más copiado de la Edad Media, era asequible sólo a personas cultas que dominaran el antiguo lenguaje romano y que tuviesen tanto la licencia para abordar el texto sagrado cuanto los recursos para poseer una copia, pues eso implicaba el pago de amanuenses y de su trabajo profesional por un periodo promedio de cinco años, el material, normalmente pergamino, exigía una cantidad de piel equivalente al sacrificio de todo un rebaño. Verbi gratia, para la Biblia de Gutenberg, suponiendo que dos pares de hojas pudieran obtenerse de una sola zalea, cada copia impresa en pergamino habría requerido casi 160 pieles de animales. Una entrega de 25 copias habría requerido cerca de 4,000 pieles.

A fines del Medioevo se tradujeron raramente porciones del texto a los idiomas comunes, como el francés o el alemán, pero generalmente tales versiones no llamaban la atención de los lectores. La mayoría de la gente, si se le había enseñado a leer, prefería leer la Biblia en latín.

Dichas traducciones se basaban en el único texto que circulaba entonces, la Vulgata. La Biblia de Wycliffe por ejemplo, se basó servilmente en el latín. Prueba de ello es que Nicholas Hereford, traductor, partió hacia Roma para demostrar al papa Urbano VI que la traducción primitiva era extremadamente literal y exacta, precisamente de la Vulgata. El texto ofrecía poco más que los equivalentes en inglés del texto latino en casi el mismo orden de las palabras, de manera que tendría que conocerse muy bien el texto latino para entender el significado.

Usar la Biblia en idioma vernáculo era ilegal; pero concentrarse en el significado del texto latino era un acto de piedad. La verdadera Biblia, en la mente del devoto, aún era un texto latino. Aún un monje que meditara en las palabras de la Biblia, podría dejar que sus pensamientos, por ejemplo, en inglés, se introdujeran en su mente sin cometer herejía. Pero para un laico del siglo XV, una versión en inglés parecería no más que un espejo del original para incrementar la comprensión del sagrado texto latino.

El valor atribuido al texto bíblico latino era tal que podemos comprender la indignación que provocaban los lollardos que trataban las biblias en inglés no como libros acerca de la Biblia sino de hecho como si fueses biblias. Les otorgaban la veneración que sólo se había reservado a la Biblia real, entiéndase por ello el texto en latín. Eso parecía una blasfemia. Era herética e impía pretensión. Los seguidores de Wiclyffe introdujeron una realidad paralela en la que el mundo estaba de cabeza, y a los libros en inglés se les llamaba biblias. Esto era inaceptable y castigable con la muerte.

La creación de la Biblia de París del siglo trece había establecido la imagen de este texto en la mente de la mayoría como una entidad física de características muy peculiares. Sancionada por los dominicos, campeones del papa en la guerra contra la herejía, su forma precisa, formato y estructura textual persistieron desde finales de la Edad Media hasta el período de impresión y son los que predominan hoy. El único libro que se comprendía como Biblia fue promovido por los frailes, sus componentes estaban en un orden específico, estaba escrita en dos columnas en una tipografía reconociblemente bíblica, tenía subtítulos para las secciones e incluía la Interpretación de los nombres hebreos. “Era una entidad única. Era simultáneamente un concepto religioso eterno y un libro físicamente invariable… Como objeto era identificable por cualquiera en Europa, ya sea que la hubieran leído o no. El formato específico, representaba la Biblia”.1

La Biblia de Gutenberg fue hecha para parecerse a un manuscrito medieval, pero es más preciso decir simplemente que fue hecha para parecer un libro. Probablemente la diferencia más visible con los manuscritos de la Edad Media es que éstos usaban más de un color, por ejemplo títulos en rojo e iniciales en azul o páginas doradas. Gutenberg intentó que su Biblia tuviera títulos en rojo, por lo menos. Un gran número de páginas que debieron imprimirse al principio tiene encabezados impresos en tinta roja; pero como eso representaba gran dificultad técnica o pérdida de tiempo, los tipógrafos dejaron espacios para los encabezados a fin de llenarlos a mano. Gutenberg imprimió para la Biblia un suplemento de 8 páginas con una lista de esos encabezados para que los rotuladores pudieran copiarlos en los espacios. Los tamaños variaban de acuerdo a la importancia del inicio del texto.

No tiene espacios entre los libros de la Biblia y los tamaños de las iniciales más grandes no eran lo suficientemente grandes para las imágenes. Es un libro austero porque no fue planeada como una Biblia lujosa; aunque a los compradores se les ofreció una concesión opcional para obtener una Biblia lujosa. Así que algunas copias fueron impresas sobre pergamino y otras sobre papel. Esta fue la primera vez en la historia de la producción de libros que un libro idéntico estuviera disponible en dos versiones, y Gutenberg no podía anticipar con exactitud cuál sería la más vendida. Las copias en pergamino deben haber sido mucho más caras. También eran voluminosas y considerablemente pesadas. Una copia de papel, con su encuadernado, pesa cerca de 13.5 kilos; el mismo libro en pergamino pesa cerca de 22.5 kilos. Se imprimieron 180 copias: 140 de papel y 40 de pergamino.

La Biblia de Gutenberg rápidamente se convirtió en el principal ejemplar entre casi todas las Biblias posteriormente impresas, e impuso las características físicas y el repertorio textual que la inmortalizaron por generaciones.

A pesar de que hemos dicho que la imprenta nos permite reproducir gran número de ejemplares iguales, hay que matizar esta afirmación; pues aún con todos los cuidados posibles, varias copias carecían de alguna hoja. Cuando hasta por tres veces tuvieron que ponerse más hojas de repuesto en el tipo e imprimirse, se produjeron tres diferentes variantes textuales ligeras. Hay, por supuesto, muchas pequeñas diferencias entre las copias que quedan de la Biblia de Gutenberg. No se pudo evitar el error humano. En ese sentido esos ejemplares parecen manuscritos escrupulosamente copiados con todas las pequeñas peculiaridades de la individualidad común a cualquier trabajo de artesanía.

Pero hay otro aspecto de la Biblia de Gutenberg que hace que las copias parezcan impresionantemente diferentes una de otra. Es la decoración hecha a mano. Cuando salieron del taller de imprenta en Maguncia aún requerían títulos y letras capitulares. Cada comprador encargó la decoración de cada Biblia; los dibujos y la iluminación nos permiten rastrear cuando o donde se decoró cada copia, dónde se distribuyó y quienes fueron sus clientes originales.

Si la impresión de la Vulgata con Gutenberg difundía una forma del texto en particular, vinieron posteriormente también las impresiones del texto bíblico en hebreo, en griego, las políglotas, y finalmente, las ediciones científicas; con la impresión de estas últimas se construye la crítica textual cuyo objetivo es la reconstrucción del texto original de la Biblia. Con frecuencia se argumenta que, después de tantos siglos, y de la posibilidad que hayan participado muchas manos, ya no se conoce cuál haya sido el contenido original; supra vimos que es el documento del cual existe un número mayor de manuscritos antiguos que ningún otro en la historia. Ni de los escritos filosóficos griegos ni de la religión egipcia ni de los aztecas ni de ninguna otra cultura hay tantos documentos antiguos que prueben la historia y la fidelidad del texto.

Ningún texto autógrafo, o sea ningún papiro o pergamino escrito con puño y letra de los autores ha llegado hasta nosotros; pero gracias a la labor de los copistas; que eran los editores de aquel tiempo, el texto se ha conservado con alteraciones mínimas como transposición de letras o de palabras, unión de dos palabras o convertir en dos a una sola, cambiar una letra en una palabra por otra letra parecida, lo que daría una palabra diferente; en otros casos la redacción podía tener ligeras variantes y a veces incluso cambiando a propósito redacciones que pudiesen sonar irrespetuosas al nombre de Dios o demasiado fuertes.

Pocas veces también el copista anotaba una explicación al margen en un texto difícil, que luego un copista posterior incluía como parte del texto. Pero el mensaje esencial de la Biblia se ha transmitido íntegro, sin que las variantes —menos del 10% del texto— hayan afectado la sustancia.

Las traducciones impresas más modernas han echado mano de los instrumentos de crítica textual para fijar el texto que será editado y para superar las variantes ortográficas o de alguna porción oscura o difícil de traducir. Por tanto concluimos que la primera Biblia impresa hizo predominar una traducción, con todos sus defectos y aciertos, y con sus características secundarias; pero que la misma imprenta no brinda hoy la posibilidad de difundir el texto cercano a los originales en los idiomas en que se escribió y basar la mayoría de traducciones contemporáneas en ediciones críticas.

II. ¿Por qué imprimir la Biblia?

La Biblia fue el primer libro sustancial que imprimió Gutenberg, Pero ¿por qué fue ese el primer gran libro que salió de la prensa? Pensemos que debido a su extensión – 1400 folios- el costo, el tiempo y el esfuerzo se multiplicaban considerablemente, lo que nos hace buscar una razón de peso. Verbi gratia: en la época en que finalmente se imprimió la última página, en total habrían cerca de 100,000 páginas de la Biblia apiladas en el taller de Gutenberg. Cotejarlas todas y ordenarlas por juegos debió ser una tarea inmensa.

Antes Gutenberg había experimentado con cierto número de textos pequeños. Pero la Biblia fue el primer libro importante impreso en Europa, el más famoso en el mundo y uno de más valiosos.

Es imposible inferir cuándo concibió la idea de fabricar en serie la Biblia por medio de un proceso mecánico. Se supone que inventó la imprenta y luego buscó un texto mayor para publicar empleando esta nueva técnica, así que optó por la Biblia. Tal vez no podamos conocer su móvil más íntimo para haber escogido esta obra, quizá una preocupación espiritual; quizá la posibilidad de que sería un libro que se vendería mucho, o la inercia religiosa de la época, ya que la cultura estaba impregnada de sacramentalismo, y lo que hoy es Alemania formaba parte del Sacro Imperio Romano, es decir de una entidad política y sagrada, simultáneamente. O ¿es que su probable origen judío le motivó?
“Dos interpretaciones más se relacionan con un aspecto judío. Según Haemmerle, uno de los antecesores de Gutenberg fue un judío sefardí que huyó de España alrededor de 1300 y se convirtió al cristianismo en Maguncia. Hace referencia a la extraña forma del sombrero, semejante a uno judío, y que el sobrenombre Rafit del tatarabuelo proviene del árabe, significando caballo de guerra“.2

A mediados del siglo XV las biblias de atril volvieron a estar de moda, especialmente en el norte de Europa. Por 300 años los volúmenes bíblicos gigantes del siglo doce fueron hechos a un lado por los manuscritos de la Biblia de bolsillo inventados en París en el siglo XIII. Pero los monasterios empezaron a mirar con nostalgia su pasado romanesco. Algunos grupos enfatizaban el papel central de la Biblia en la vida religiosa. En este contexto se sugiere que Gutenberg pudo haber conocido a Nicholas de Cusa (1401-64), filósofo y legado papal en Alemania, defensor apasionado de las reformas monásticas que ponderaban la Biblia. Si es así, Nicholas de Cusa podría haber sugerido las bondades de la producción en serie de las biblias que tuvieran la característica de textos idénticos.

Además, desde la perspectiva mercadotécnica, la prensa ofrecía una oportunidad para las ventas en masa de artículos religiosos con un vasto mercado, como los espejos de los peregrinos y las indulgencias. La prensa en Maguncia era ideal para hacer copias idénticas. Gutenberg imprimió al menos cuatro ediciones de indulgencias a fin de recabar fondos para la guerra contra los turcos y para la defensa de la cristiandad en Chipre.

El sentimiento popular estaba cargado de expectación por el fin del mundo. Desde la larga duración del Gran Cisma papal, debida a la obstinación con que los papas contendientes se aferraban a sus cargos, se percibía un trasfondo escatológico porque Joaquín de Fiore había planteado que la gran tribulación del fin de la Sexta Edad incluía el concepto de un doble Anticristo: papa falso y tirano maligno.3

En ese contexto poco después, en 1492, Marsilio Ficino proclamó en una célebre carta la llegada de la Edad de Oro, que se manifestaba en el desarrollo de las artes, el florecimiento de las letras humanas y, precisamente, la invención de la imprenta.

Así que una posibilidad de por qué escogió Gutenberg imprimir la Biblia pudo ser la promesa de amplias ventas en una época en que la plasmación de la Sagrada Escritura era consideraba por muchos desde una perspectiva supersticiosa. Por ejemplo un Nuevo Testamento wyclifita abre con una oración porque, según se afirma, el papa garantizó 80,000 años de indulgencia a quien leyera.

Una prueba de esta facilidad con que se vendería la Biblia impresa es que la noticia de su preparación se extendió por Europa con extraordinaria velocidad. Y entre otros factores para esta gran demanda está el hecho de que en 1450 llegaron rumores apocalípticos del oriente del Mediterráneo sobre el implacable avance de los turcos sobre la cristiandad.
 “A través de la historia, las naciones con frecuencia han recurrido al consuelo de sus biblias durante épocas en las que su seguridad religiosa ha estado a prueba. La antigua capital cristiana oriental de Constantinopla, cayó bajo Mehmet II el 29 de mayo de 1453”4.

En el siglo XV, en 1454 Domenico Mauroceno compiló un libro de fragmentos proféticos que atribuía un papel especial a la flota veneciana que acudiría en apoyo de las fuerzas “del bien” cuando se entablara la batalla cósmica entre los papas y emperadores cismáticos y los auténticos. Cuando Savonarola dio el aviso solemne de catástrofe inminente, varios miembros de la Academia Platónica se volvieron sus penitentes, entre ellos estaba Pico della Mirandola.

Es notable que la primer exhibición aparente de la milagrosa Biblia de Gutenberg sucedió en una reunión de nobles y príncipes de la Iglesia quienes se reunieron porque estaban alarmados de que la cristiandad de Europa estuviese bajo amenaza.

Enea Silvio de Piccolomini (1405-64 más tarde papa Pío II, 1458-64) asistió a otra conferencia anti Turquía, y escribió en marzo de 1455 al cardenal español Juan de Carvajal sobre haber visto hojas muestra de la Biblia de Gutenberg. Fue en Frankfurt, según comentó, donde “el hombre milagroso” le mostró ejemplos de la Biblia. La escritura era hermosa y correcta por lo que Enea Silvio notó que el Cardenal Carvajal podía leer sin esfuerzo y sin lentes.

Algunos involucrados en el proceso de impresión pudieron haberse dado cuenta de que una renovada ansiedad en Alemania sobre el avance de las fuerza del anticristo aumentaría la venta de la muy ortodoxa Biblia Latina.5 Quizá no era tan vendible como los misales, pero éstos representaban todavía dificultades de impresión que no se resolverían pronto.6

Se necesito papel en grandes cantidades. Pero estuvieron llegando pedidos mientras la Biblia se estaba imprimiendo, pues la impresión de copias de papel se incrementó cerca del 30 por ciento del plan original pero las copias de pergamino se incrementaron 65 por ciento. Tal vez la participación de Gutenberg en el congreso en Frankfurt en octubre de 1454 le dejó ver que había más clientes de lo que pensó.

Esta es una clave de cómo percibía Gutenberg el mercado para su libro. Evidentemente para octubre de 1454 aún no estaba lista la Biblia completa, pero no es extraño que las biblias se ordenasen antes de estar terminadas, porque la mayoría de los manuscritos se encargaban antes de que se hicieran. Era la forma normal de comprar libros. Al emperador le llevaron algunos folios. Enea Silvio le dijo que trataría de conseguir una copia para él; pero temía que no fuera posible por la distancia y porque a los compradores se les dijo que acapararan todas las copias antes de que los libros fuesen terminados.

III. Consecuencias de la impresión

A partir de la imprenta la Biblia se leería más bien que se escucharía. Los libros antiguos estaban hechos para leerse en voz alta.

San Agustín se sorprendío de que Ambrosio, obispo de Milán, leyera en silencio: 

“Cuando él leía [Ambrosio], recorrían las páginas los ojos y el corazón profundizaba el sentido, pero la voz y la lengua descansaban. Muchas veces, estando nosotros presentes – -porque a nadie se le prohibía la entrada, ni había costumbre de anunciarle al visitante–, le vimos leer así en silencio y jamás de otra manera”7.

Recuerdo las palabras con que comienza una novela del siglo XII, Tristán: “Caballeros, ¿queréis oír un cuento de amor y de muerte?”

Recordemos las palabras de Isaías: “Cómo creerán si no han oído”, retomadas por San Pablo cuando dice: “La fe viene por el oír”, porque la actividad preponderante en sinagogas e iglesias era la lectura de las Escrituras, para dar cumplimiento al mandato de meditar diariamente. Y ¿cómo hacerlo si hemos visto que tener un manuscrito en casa era casi imposible por su costo y tiempo de producción? Poner atención en la escucha y memorizar era un arte más desarrollado antes de la cultura visual.

Una de las características del texto de Gutenberg sugiere que fue deliberadamente diseñada para la lectura en voz alta en las comunidades. El tipo no es tan largo sino más pequeño que la escritura de muchos manuscritos bíblicos de ese periodo. Sin embargo, es notoriamente práctica para la lectura en público. A vista normal, la Biblia de Gutenberg es perfectamente legible desde un metro de distancia. Siempre se escriben números en palabras pero nunca en su equivalente a dígitos romanos, como en las biblias de los frailes. Se manifiesta por tanto una política y el hecho de que Gutenberg tenía en mente un mercado institucional.

Paradójicamente un texto hecho para seguirse leyendo en voz alta fue el inicio de la transformación cultural para leer en silencio y en forma individual.

La práctica de la impresión se difundió por toda Europa gracias a la diáspora de los impresores alemanes. Hacia 1500, las imprentas se habían establecido en más de doscientos cincuenta lugares de Europa (ochenta en Italia, cincuenta y dos en Alemania y cuarenta y tres en Francia). Los impresores llegaron a Basilea, Roma, París, Venecia, a Lovaina, Cracovia y Praga. Ese mismo siglo estas imprentas produjeron alrededor de 27.000 ediciones, lo que significa -suponiendo una tirada media de quinientos ejemplares por edición- que en una Europa de cien millones de habitantes circulaban en esos días alrededor de trece millones de libros. De esos, aproximadamente dos millones se produjeron sólo en Venecia; otro importante centro editor era París, que en 1500 contaba con ciento ochenta y un talleres.

Marshall McLuhan especuló que el cambio que llevó de la percepción auditiva a la visual era una «escisión que produjo la imprenta entre la cabeza y el corazón». Walter Ong, más cauto, creía en las consecuencias psicológicas que la imprenta tendría a largo plazo. Llamo la atención sobre el surgimiento de diagramas y la organización visual o espacial de los libros académicos del siglo XVI, con sus cuadros sinópticos de contenido, “que para el ojo lo dicen todo y para el oído nada”, porque es imposible leerlos en voz alta.

IV. La cultura Occidental tiene su origen en la Biblia

Nuestra cultura es hija del pensamiento hebreo, legado a través de la Biblia, y de los saberes de Grecia: de ellas derivan nuestra filosofía, teoría jurídica, política, leyes, bases epistemológicas, la mayor parte del cúmulo del arte, y por supuesto los conceptos centrales en religión.

A la caída del imperio Romano y la simultánea expansión del cristianismo, éste comenzó a ocupar los puestos del vacío político y cultural que había quedado. A la par de los grandes errores y pecados de las instituciones religiosas que se alejaron de la Biblia, la influencia de las Escrituras en el pensamiento se dejó sentir en la civilización de los pueblos bárbaros. El concepto de persona, de igualdad de todos los hombres, la emancipación de los esclavos, el reconocimiento de las mujeres, la importancia de la libertad, los ideales de justicia, un mundo que aspirara a construirse bajo el mandato del amor, todas ellas, ideas fundamentales del mundo moderno, incluidos los conceptos de derechos humanos, hunden sus raíces en la ética de los profetas de Israel y su mensaje de equidad social y de rectitud que debe nacer en la hondura del individuo.

Incluso la escatología de la alta cultura cristiana fijó la agenda de las filosofías seculares de la historia y al mismo tiempo ofreció un detallado marco al milenarismo religioso popular. La visión agustiniana del Juicio Final forjó el sentido ético de la Eda Media y de la Modernidad. Existen también paralelos sorprendentemente estrechos entre las teorías posmodernas de la poshistoria y el milenarismo fundamentalista, de tal manera que podría decirse que el apocalipsismo secular popular es una inversión de la alta escatología religiosa, una retórica en que los condenados parecen estar celebrando su propia condenación.

Pero no puede pasar inadvertido el hecho de que la cultura fue detenida y la libertad restringida por los obstáculos a la libre circulación de las ideas y la prohibición a la lectura de la Biblia.

Que la Biblia hubiese sido el primer libro impreso, no significa que en ese entonces se promoviera su lectura ni su traducción, ni que se permitiera leerla a los legos. El contexto inmediato, anterior y posterior de la edición de la Biblia de Gutenberg está signado por un contraste: mientras hay monjes y teólogos para quienes la Biblia es el texto central de sentido para su vocación y reyes que promueven su traducción y conocimiento como Alfonso X El Sabio y el texto bíblico que formará parte de la Grande e General Estoria; se vive ya en Europa la prohibición de que los legos lean la Biblia –en el caso poco común de que sepan leer- y de que se traduzca a lenguas vernáculas.

En Inglaterra, por ejemplo, las traducciones wyclifitas son las biblias más sobresalientes de finales de la Edad Media al inglés. El texto se preparó a finales del siglo catorce por un grupo de académicos de Oxford, asociados con el controvertido teólogo John Wycliffe (c.1330-84). Por breve período las traducciones fueron toleradas por la Iglesia, pero como eran símbolo de una tendencia de modernidad heterodoxa profundamente inquietante, se les asoció a temores de desavenencias religiosas, libre pensamiento y rebelión social, pues, entre otras cosas, los lollardos, en 1395 se opusieron vehementemente al uso de imágenes en los manuscritos.

Cerca del 1400 fueron fuertemente cuestionadas por heréticas. En 1409 fueron proscritas por el arzobispo de Canterbury; se prohibió además la traducción de cualquier texto bíblico al inglés y la lectura de cualquiera de los manuscritos de la época de Wycliffe, u otro que pudiera prepararse, completo o en partes, en público o en privado, a menos que la traducción hubiese sido aprobada por la diócesis local. Cualquiera que infringiera esta cláusula sería excomulgado bajo el cargo de herejía. Durante los siguientes 125 años fue ilegal hacer o tener una Biblia en inglés, y cualquiera que fuese sorprendido en posesión de una copia podría ser enjuiciado y quemado por hereje. Mucha gente fue ejecutada con gran crueldad.8

Otro ejemplo es de los valdenses o pobres de Lyon, que virtieron en el siglo XII los Evangelios y otras partes de la Biblia al occitano, perseguidos en Francia, España e Italia, donde enseñaban la Escritura en lenguas del pueblo; finalmente muchos de ellos fueron masacrados en la Cruzada que en 1448 ordenó contra ellos el papa Inocencio VIII, y dirigida por los dominicos que intentaban extinguir lo que consideraron herejía.

El mismo obstáculo a la cultura lo encontramos con Jaime I de Aragón, en 1233, reunió el Concilio de Tarragona, responsable de las palabras en el siguiente edicto: 
“Se decreta igualmente que nadie tenga en posesión ningún libro ni del Antiguo ni del Nuevo testamento en romance. Y su alguno los poseyera, deberá entregarlos al obispo de su diócesis en el plazo de ocho días a partir de la publicación de este edicto para que sean quemados. Aquél que así no lo hiciera, sea clérigo o seglar, será acusado de herejía hasta que se purgue”9.

Ya más cerca de la fecha de nuestro estudio, en los años precedentes a la expulsión de los judíos de España, muchos manuscritos que contenían la Biblia en lengua castellana fueron quemados. En 1492 los Reyes Católicos publicaron una pragmática en la que se prohibía traducir la Biblia al romance o poseerla, bajo gravísima pena.

La intensa oposición nos permite colegir que había gran número de ejemplares de traducciones que en España se hicieron a fines de la Eda Media, por ejemplo sólo en el Convento de San Francisco en Salamanca se quemaron 20 biblias romanceadas.

Alfonso de Castro, en su Tratado de las Herejías, escrito en 1534, muestra el espíritu de intolerancia hacia la Biblia en aquella época cuando dice: 

“Hay que alabar con toda justicia el edicto de los esclarecidos y católicos reyes de España… por el que prohibieron bajo severísimas penas que nadie tradujera los libros sagrados a la lengua vulgar o que nadie retuviera lo traducido por otro con cualquier autorización”.

Los inquisidores de Ávila ordenan también que “todo escrito hebraico de la Biblia sea confiscado y quemado”, y excomunión y confiscación de bienes para los poseedores. Tales decretos serán confirmados en esencia por Felipe II y por la Iglesia Católica, que en el índice de libros prohibidos por Paulo IV y en el Índice español del inquisidor Valdés (ambos publicados en 1559), prohíbe explícitamente la lectura de la Biblia en el idioma vulgar o en otro cualquiera. Ese veto sería ratificado en el Concilio de Trento unos años más tarde.

La Reforma se afianzó en su postulado de que cada persona pudiese tener una Biblia en su idioma y leerla directamente, así como entenderla con la recta razón, gracias a la imprenta. Y con ella se afianzó también la cultura de toda la Europa del Norte y sus consecuencias políticas, sociales y culturales.

La oposición a la libertad de imprenta se manifiesta meridianamente en las decisiones del V Concilio de Letrán en 1515 que impide la impresión de libros sin la autorización del obispo; en la promulgación de las 30 ediciones del Index Librorum Prohibitorum, suprimido apenas en 1966. Que contribuyó con las medidas de hecho a sumir varios pueblos en la incultura. Lugar preponderante en el Index ocupó la proscripción de la Biblia en lengua vulgar. Entre otros libros, se prohibió su entrada a México durante más de 300 años.

Paradójicamente hoy, el malentendido de lo que debe ser la cultura laica, niega a la Biblia su estatus cultural. ¿Pero cómo no tendría relación con la cultura el libro más leído, amado, traducido y perseguido del mundo?, vertido a más de 2,300 idiomas, entre ellos a más de 100 lenguas mexicanas.

“No hay otra manera de adquirir la teología -decía Don Miguel Hidalgo y Costilla en un tiempo en que estaba negado el acceso de las personas al Libro de los libros- que a partir de las Sagradas Escrituras. Cuando era conducido al patíbulo rezaba el Miserere, que es el Salmo 51. Porque la Biblia, junto con la ciencia, son demoledoras de los Idola, como decía Bacon, y destructoras de las supersticiones.

En estos últimos años en que se han dado grandes avances de investigación en los campos de la fenomenología, filosofía, antropología, sociología e historia de la religión, en que las grandes universidades de Europa cuentan con Facultades de Ciencias Bíblicas que investigan manuscritos, crítica literaria, hermenéutica y reconstrucción de textos, ninguna universidad mexicana pública debería quedar atrás ni mucho menos -en su calidad de abierta a todo el conocimiento- discriminar este ámbito del conocimiento no circunscrito a una religión particular, ámbito de reflexiones en Cervantes, Unamuno, Hegel, Heidegger, Kierkegaard, Tillich, Kolakowsky y muchos otros pensadores.
La ciencia no se dio en ámbitos geográficos donde las religiones fuesen contemplativas; la ciencia surgió en el contexto de una cultura signada por raíces bíblicas, donde se reconocía un mundo creado por Dios con un orden, sujeto a regularidades que había que descubrir; un mundo que era la obra del Amado y que en ese carácter había que admirar tanto en su belleza, cuanto en su funcionamiento. Todo ello sobre la base de la razón no era contraria a la fe, sino dos aspectos del logos y de la participación existencial en el amor. Por supuesto orígenes que hoy se han olvidado y pretende negarse.
Poco se reconoce el tema bíblico en las escuelas que imparten filosofía en México, sin embargo la mayoría de los filósofos, a partir del siglo II y hasta el XXI, reflexionan en torno a la Biblia, sea en acuerdo con ella o para combatirla, pero siempre desde las categorías discursivas tanto hebreas y cristianas, cuanto griegas.
Como dije, comenzando en Justino, Agustín, y pasando por Maimónides, Tomás de Aquino, Alberto Magno, Guillermo de Ockham, Descartes, Hobbes, Spinoza, Kant, Leibnitz, Paul Ricoeur, Panenmberg y una interminable lista para la que nos falta el espacio, todos conocieron, hablaron y se preocuparon por el mensaje de la Biblia.

Hoy es necesario ponderar la importancia de las Escrituras frente a una propuesta que quiere desvirtuar la cultura, haciendo de todo acto humano tabula rasa, un relativismo que considera todo fuera igual. Vale la pena replantear que cultura viene de cultivar, que es mejorar una planta, y por analogía es sólo aquello que mejora y encamina al hombre a su realización plena, a alcanzar la virtud en el sentido renacentista, a ser justo, como diría Platón, a ser exactamente aquello que debe ser, o a alcanzar, como dijera Kierkegaard, una vida auténtica y libre, a hacer suya la esencia de hombre en la fe.

1 Hamel, Christopher de, The Book. A History of the Bible, Ed. Phaidon, Londres, 2001, p.182 5

2 Rangel Alanís, Luz María. Del arte de imprimir o la Biblia de 42 líneas: aportaciones de un estudio crítico. Tesis de doctorado, Universidad de Barcelona. 2011. p. 26

3 La teoría del apocalipsis y los fines del mundo, Comp. Bull Malcolm, Fondo de Cultura Económica, México 1998. p. 119

4 Idem, p. 121
5 Hamel, op. cit., p. 199

6 Rangel, op. cit., pp. 80,81
7 San Agustín, Confesiones, México, Porrúa, 1982 (traducción de Francisco Montes de Oca) (Libro VI, Cap. 3)

8 Hamel, op. cit., p.170.
9 Biblia Romanceada, Biblioteca Nacional de Madrid, Edición de Francisco Javier Pueyo, Madison, 1996, p. IX



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