La Escuela Aristotélica
La identidad de la Escuela Aristotélica fue conservada desde el momento de la muerte de Aristóteles hasta el siglo tercero de la era cristiana, gracias a la sucesión de Escolares, o directores oficiales de la escuela. El primero de ellos, Teofrasto, así como su sucesor inmediato, Estrato, dedicaron una atención especial al desarrollo de las doctrinas físicas de Aristóteles. También bajo su dirección la escuela se interesó por la historia de los problemas filosóficos y científicos. En el siglo I a.C. Andrónico de Rodas editó las obras de Aristóteles, y posteriormente la escuela produjo sus comentaristas más famosos, Aristocles de Messene y Alejandro de Afrodisias (alrededor del 200 d.C.). En el siglo III la labor de comentarista fue continuada por los filósofos neoplatónicos y eclécticos, el más famoso de los cuales fue Porfirio. En los siglos V y VI los principales comentaristas fueron Juan Filopono y Simplicio; éste último estaba enseñando en Atenas cuando, en el año 529, la escuela ateniense fue cerrada por orden del emperador Justiniano. Después del cierre de la escuela de Atenas, los filósofos exiliados hallaron un refugio temporal en Persia. Allí, así como en Armenia y Siria, las obras de Aristóteles fueron traducidas y explicadas. Uranio, David el Armenio, los cristianos de las escuelas de Nisibis y Edesa y, finalmente, Honain ben Isaac, de la escuela de Bagdad, fueron especialmente activos como traductores y comentaristas. Fue de esta última escuela de la que los árabes, que bajo el reinado de los abasíes experimentaron un renacimiento literario similar al de la Europa Occidental bajo Carlomagno, obtuvieron el conocimiento de las obras de Aristóteles. Mientras tanto se había preservado en Bizancio una tradición más o menos intermitente de las enseñanzas aristotélicas, las cuales, habiendo sido representadas en siglos sucesivos por Miguel Psellus, Focio, Arethas, Nicetas, Juan Italo y Ana Comnena, alcanzaron su más alto desarrollo en el siglo XII, bajo la influencia de Miguel Efesio. En este siglo las dos corrientes, una procedente de Persia, Siria, Arabia y la España árabe, y la otra de Atenas, a través de Constantinopla, se encuentran en las universidades cristianas de Europa Occidental, especialmente en la Universidad de París.
Los escritores cristianos de la época patrística fueron, con escasas excepciones, platonistas que miraban a Aristóteles con suspicacia y generalmente le minusvaloraban como filósofo. Había excepciones como Juan de Damasco, que en su "Origen de la ciencia" compendia las "Categorías" y la "Metafísica" de Aristóteles y la "Introducción" de Porfirio; Nemesio, obispo de Emesa, que en su "Naturaleza del hombre" sigue las huellas de Juan de Damasco; y Boecio, que tradujo varios de los tratados de lógica de Aristóteles al latín. Estas traducciones y la "Introducción" de Porfirio eran las únicas obras aristotélicas que conocían los universitarios más destacados, es decir, los filósofos cristianos de Europa Occidental desde los siglos IX al XII. En el siglo XII la tradición árabe y la bizantina se encontraron en París, las obras metafísicas, físicas y éticas de Aristóteles fueron traducidas en parte de los textos árabes y en parte de los griegos, y después de un breve periodo de suspicacias y dudas por parte de la Iglesia, la filosofía de Aristóteles fue adoptada como la base de una exposición racional del dogma cristiano.
Las suspicacias y dudas fueron debidas al hecho de que, en los textos árabes y sus comentarios, las enseñanzas de Aristóteles habían sido tergiversadas y orientadas al materialismo y panteísmo. Después de más de dos siglos de triunfo casi universalmente indiscutido, Aristóteles se constituyó una vez más en tema de disputa en las universidades cristianas del periodo renacentista, debido a que los humanistas, al igual que los árabes, pusieron el énfasis en aquellos elementos de las enseñanzas aristotélicas que eran irreconciliables con la doctrina cristiana. Con la llegada de Descartes y el desplazamiento del centro de los interrogantes filosóficos desde el mundo externo al interno, de la naturaleza a la mente, el aristotelismo como sistema empezó a ser más y más identificado con la escolástica tradicional y no se estudiaba separado de la escolástica más que por su interés histórico.
Los escritores cristianos de la época patrística fueron, con escasas excepciones, platonistas que miraban a Aristóteles con suspicacia y generalmente le minusvaloraban como filósofo. Había excepciones como Juan de Damasco, que en su "Origen de la ciencia" compendia las "Categorías" y la "Metafísica" de Aristóteles y la "Introducción" de Porfirio; Nemesio, obispo de Emesa, que en su "Naturaleza del hombre" sigue las huellas de Juan de Damasco; y Boecio, que tradujo varios de los tratados de lógica de Aristóteles al latín. Estas traducciones y la "Introducción" de Porfirio eran las únicas obras aristotélicas que conocían los universitarios más destacados, es decir, los filósofos cristianos de Europa Occidental desde los siglos IX al XII. En el siglo XII la tradición árabe y la bizantina se encontraron en París, las obras metafísicas, físicas y éticas de Aristóteles fueron traducidas en parte de los textos árabes y en parte de los griegos, y después de un breve periodo de suspicacias y dudas por parte de la Iglesia, la filosofía de Aristóteles fue adoptada como la base de una exposición racional del dogma cristiano.
Las suspicacias y dudas fueron debidas al hecho de que, en los textos árabes y sus comentarios, las enseñanzas de Aristóteles habían sido tergiversadas y orientadas al materialismo y panteísmo. Después de más de dos siglos de triunfo casi universalmente indiscutido, Aristóteles se constituyó una vez más en tema de disputa en las universidades cristianas del periodo renacentista, debido a que los humanistas, al igual que los árabes, pusieron el énfasis en aquellos elementos de las enseñanzas aristotélicas que eran irreconciliables con la doctrina cristiana. Con la llegada de Descartes y el desplazamiento del centro de los interrogantes filosóficos desde el mundo externo al interno, de la naturaleza a la mente, el aristotelismo como sistema empezó a ser más y más identificado con la escolástica tradicional y no se estudiaba separado de la escolástica más que por su interés histórico.
Obras
Es costumbre distinguir, siguiendo la autoridad de Gelio, dos tipos de obras aristotélicas: las exotéricas, destinadas al público en general, y las acroamáticas, destinada sólo a un circulo limitado, formado por aquellos que estaban versados en la fraseología y modos de pensamiento de la Escuela. Al primer tipo pertenecen los "Diálogos", de los cuales los más conocidos son el "Eudemus", tres libros sobre "Filosofía", cuatro libros "De la justicia", además de los tratados (que no están en forma de diálogo) "Del bien" y "De las ideas", todos los cuales desafortunadamente se han perdido. Bajo este apartado se debería mencionar también los "Poemas", "Cartas", "Oraciones", "Apología", etc., que en un momento dado se atribuyeron a Aristóteles, aunque hay pocas dudas sobre su falsedad. Al tipo de las obras acroamáticas pertenecen todas las obras existentes y también los tratados perdidos anatomai (que contenía cartas anatómicas), periphyton y los politeiai (una colección de las diferentes constituciones políticas de los estados griegos; una porción, que contenía la Constitución de Atenas fue descubierta en un papiro egipcio y publicada en 1891). Las obras existentes, con sus títulos en latín, como se acostumbra citarlas, pueden ser agrupadas en las siguientes clases:
Tratados de lógica: Fueron conocidos por los escritores bizantinos como el "Organon", e incluía (1) "Categoriae"; (2) "De Interpretatione"; (3) "Analytica Priora"; (4) "Analytica Posteriora"; (5) "Topica"; (6) "De Sophisticis Elenchis".
Tratados de metafísica: La obra corrientemente citada como "Metaphysica" o "Metafísica" (o, al menos, una porción de ella) fue titulada por Aristóteles "Filosofía primera" (prote philosophia). El título meta ta physika fue dado por primera vez por Andrónico de Rodas, en cuya colección o edición de las obras de Aristóteles estaba situado después de los tratados de física.
Tratados de física: (1) "Physica", o "Physica Auscultatio", comúnmente denominado Física; (2) "De Coelo"; (3) "Meteorologica".
Tratados de biología y zoología: (1) "Historiae Animalium"; (2) "De Generatione et Corruptione"; (3) "De Generatione Animalium"; (4) "De Partibus Animalium".
Tratados de psicología y antropología: (1) "De Anima"; (2) "De Sensu et Sensibili"; (3) "De Memoria et Reminiscentia"; (4) "De Vita et Morte"; (5) "De Longitudine et Brevitate Vitae".
Tratados de ética y política: (1) "Ethica Nicomachea", (2) "Politica". La "Etica a Eudemo" y la "Magna Moralia" no tuvieron como autor directo a Aristóteles.
Tratados de poética y retórica: (1) "De Poetica"; (2) "De Rhetorica; ambos son genuinos sólo en algunas de sus partes.
De las obras existentes, algunas fueron escritas en su forma actual y estaban destinadas a ser exposiciones científicas acabadas. Otras, aunque fueron escritas por Aristóteles, eran únicamente anotaciones para las clases, para ser completadas con la enseñanza oral. Finalmente, otras no son más que apuntes de clase de sus alumnos, y no fueron nunca corregidas por el maestro.
Esta consideración obliga, como es obvio, al estudioso de Aristóteles a atribuir un valor muy diferente a las diferentes partes del texto; por ejemplo, nadie pensaría en atribuir el mismo valor a una cita del primer libro de la "Metafísica" que a una del segundo. De acuerdo con una bien conocida historia, contada en principio por Estrabón y repetida por Plutarco y Suidas, la biblioteca de Aristóteles, incluyendo los manuscritos de sus propias obras, fue dejada en herencia a Teofrasto, su sucesor como director de la Escuela Peripatética. Teofrasto se la legó a su heredero, Neleo de Scepsis. Tras la muerte de Neleo, los manuscritos fueron escondidos en una bodega o fosa, para evitar que fueran confiscados por reyes aficionados a coleccionar libros, y allí permanecieron durante casi dos siglos, hasta que en los tiempos de Sulla fueron descubiertos y traídos a Roma. Una vez en Roma fueron copiados por un gramático llamado Tyrannion y editados por Andrónico de Rodas (alrededor del 70 a.C.).
El núcleo de esta historia puede ser considerado como verdadero; sin embargo, la deducción de que durante todo ese tiempo no se dispuso de ninguna copia de las obras de Aristóteles no está corroborada por los hechos. No está implícito en la narración de Estrabón, y tampoco es probable en si mismo. Puede que uno o dos libros estuvieran desaparecidos para la Escuela hasta que apareció la edición de Andrónico, pero esto mismo no puede ser cierto para todo el Corpus Aristotelicum. La edición de Andrónico continuó siendo utilizada por la Escuela Peripatética durante los primeros siglos de nuestra era. Para las varias traducciones del texto al sirio, árabe, latín, etc. véase lo anterior.
Esta consideración obliga, como es obvio, al estudioso de Aristóteles a atribuir un valor muy diferente a las diferentes partes del texto; por ejemplo, nadie pensaría en atribuir el mismo valor a una cita del primer libro de la "Metafísica" que a una del segundo. De acuerdo con una bien conocida historia, contada en principio por Estrabón y repetida por Plutarco y Suidas, la biblioteca de Aristóteles, incluyendo los manuscritos de sus propias obras, fue dejada en herencia a Teofrasto, su sucesor como director de la Escuela Peripatética. Teofrasto se la legó a su heredero, Neleo de Scepsis. Tras la muerte de Neleo, los manuscritos fueron escondidos en una bodega o fosa, para evitar que fueran confiscados por reyes aficionados a coleccionar libros, y allí permanecieron durante casi dos siglos, hasta que en los tiempos de Sulla fueron descubiertos y traídos a Roma. Una vez en Roma fueron copiados por un gramático llamado Tyrannion y editados por Andrónico de Rodas (alrededor del 70 a.C.).
El núcleo de esta historia puede ser considerado como verdadero; sin embargo, la deducción de que durante todo ese tiempo no se dispuso de ninguna copia de las obras de Aristóteles no está corroborada por los hechos. No está implícito en la narración de Estrabón, y tampoco es probable en si mismo. Puede que uno o dos libros estuvieran desaparecidos para la Escuela hasta que apareció la edición de Andrónico, pero esto mismo no puede ser cierto para todo el Corpus Aristotelicum. La edición de Andrónico continuó siendo utilizada por la Escuela Peripatética durante los primeros siglos de nuestra era. Para las varias traducciones del texto al sirio, árabe, latín, etc. véase lo anterior.
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