Apuntes de clases

Clases de filosofía y ciencias bíblicas del Instituto de Humanidades Luis Campino, y la Parroquia de Guadalupe de Quinta Normal.


domingo, 2 de junio de 2013

Bibliotecas de la Edad media y del Renacimiento.-a


Esteban Aguilar Orellana; Giovani Barbatos Epple;Ismael Barrenechea Samaniego; Jorge Catalán Nuñez; Boris Díaz Carrasco; Rafael Díaz del Río Martí;Alfredo Francisco Eloy Barra ;Rodrigo Farias Picon; Franco Antonio González Fortunatti;Patricio Ernesto Hernández Jara; Walter Imilan Ojeda;Jaime Jamet Rojas;Gustavo Morales Guajardo;Francisco Moreno Gallardo; Boris Ormeño Rojas;José Oyarzún Villa;Rodrigo Palacios Marambio;Demetrio Protopsaltis Palma;Cristian Quezada Moreno;Edison Reyes Aramburu; Rodrigo Rivera Hernández;Jorge Rojas Bustos; Alejandro Suau Figueroa; Cristian Vergara Torrealba; Rodrigo Villela Díaz; Nicolas Wasiliew Sala;Marcelo Yañez Garin;Katherine Alejandra del Carmen  Lafoy Guzmán; Franco Natalino; 



El saqueo de Roma por los vándalos determinó la destrucción de las bibliotecas por el fuego, su mutilación, deterioro o dispersión. Pudieron salvarse, sin embargo, pequeñas colecciones de manuscritos aislados. Estos manuscritos fueron conservados y copiados por monjes en los diversos monasterios en que hallaron refugio.

Biblioteca de  monasterios 

Una de las más antiguas colecciones monásticas es la de la Abadía de Montecassino, en Italia, fundada en 528 por San Benito. Al diseminarse la Orden Benedictina por toda Europa, florecieron a su sombra bibliotecas y centros del saber, tales como los de Corvey, Fulda y Cluny en el continente y los de Canterbury (596), York, Wearmouth, Whitby, Glastonbury y Coryland en Inglaterra. También establecieron numerosas colecciones monásticas los monjes agustinos, franciscanos y dominicos. 
La llegada de San Patricio a Irlanda a principios del siglo v provocó una espléndida floración cultural por toda la isla. San Patricio llevó consigo muchos libros y enseñanzas de las escuelas de Germano en Auxerre y San Martín en Tours. Más tarde, los monjes irlandeses volvieron al continente e influyeron con sus libros y doctrinas en muchos monasterios continentales.
Por regla general, cada monasterio elaboraba alguna suerte de catálogo o inventario de su colección e incluso se llegaron a compilar varios catálogos generales. Entre éstos se encuentra el de los franciscanos del siglo xiv, que incluye las colecciones de 160 bibliotecas europeas. Un monje agustino, John Bastón de Bury, hizo un catálogo de las colecciones de 195 bibliotecas británicas en el siglo xv.

El tradicional movimiento renacentista, cabalgando entre las edades Media y Moderna, se caracterizó por el resurgimiento del saber y por un inmenso interés en coleccionar libros de influencia clásica.

Biblioteca renacentistas 

El interés en coleccionar libros y constituir bibliotecas fue más evidente en Italia que en otros lugares y en este empeño ocupó puesto preeminente Petrarca (1304-74), que acogió sobre todo transcripciones de Virgilio, Cicerón, Homero y Platón. Estableció Petrarca dos bibliotecas privadas en Vaucluse y Parma y se cree que fue de los primeros de su tiempo en reconocer a las bibliotecas públicas un valor superior al de las privadas. En 1352 donó a las bibliotecas públicas libros de sus colecciones particulares. 
Otros coleccionistas de renombre fueron Boccaccio, Poggio Bracciolini (1380-1459) y Palla degli Strozzi (1372-1462). Se considera a Palla como el primer coleccionador en su época de libros expresamente destinados a bibliotecas públicas. Sin embargo; fue desterrado en 1434 por Cósimo de Médicis (1389-1464), quien realizó el proyecto de establecer la biblioteca de San Maggiore en Venecia, junto con muchas otras.

Desde Italia irradió el movimiento a toda la Europa occidental e Inglaterra. En este último lugar, John Tiptoft, conde de Worcester, entre otros, incorporó manuscritos a la biblioteca del duque Humphrey; William Gray, más tarde obispo de Ely, fundó la biblioteca del Balliol College. En Francia, Carlos V formó una gran colección de 900 volúmenes, que él catalogó en 1373, y en Hungría el rey Matías Corvino acumuló una extensa colección de manuscritos.
 Muchas de las colecciones principescas o reales de esta época constituyeron las bases o formaron parte de las colecciones de las grandes bibliotecas modernas. Fue, sin embargo, el descubrimiento de la imprenta de tipos móviles lo que revolucionó la formación de colecciones y el desarrollo de las bibliotecas. Por lo que hasta entonces costaba un manuscrito podían en adelante editarse muchos libros, que vendrían a engrosar considerablemente las bibliotecas.

Biblioteca vaticana.


Los papas debieron tener desde el principio una colección importante de libros a su disposición sin embargo la primera noticia que se tiene es la biblioteca que estaba instalada en el palacio de Letrán. Estos libros debieron desaparecer o dispersarse con el traslado en el siglo XIV a Aviñón. No obstante, allí crearon una importante biblioteca con 2400 volúmenes, donde se quedaron al regresar a Roma. Por fin, el Papa Nicolás V fundó la biblioteca Vaticana en 1448 reuniendo unos 350 códices griegos, latinos y hebreos heredados de su antecesor Eugenio IV así como con sus propias adquisiciones, entre las que estaban varios manuscritos de la biblioteca imperial de Constantinopla. La fundación propiamente dicha tuvo lugar cuando Sixto IV, con la bula Ad decorem militantis Ecclesiae (15 de junio de 1475), le asignó un presupuesto y nombró bibliotecario a Bartolomeo Platina, quien elaboró un primer catálogo en 1481. La biblioteca poseía entonces más de 3.500 manuscritos, lo que la convertía de lejos en la mayor del mundo occidental.
En 1527 sufrió el saqueo de Roma por los soldados de Carlos V cuyos soldados cometieron todo tipo de tropelías. Hacia 1587, el Papa Sixto V encargó al arquitecto Domenico Fontana que construyera un nuevo edificio para albergar la biblioteca, el que se utiliza todavía. A comienzos del siglo XVII se segregó de la biblioteca el Archivo Secreto Vaticano, así como la de Fulvio Orsini que había ofrecido su biblioteca a su muerte a cambio de una pensión vitalicia. Esta contenía códices incluso del siglo IV. En 1623, la Biblioteca Palatina de Heidelberg, que contenía unos 3.500 manuscritos y 5.000 libros impresos, fue donada a la Biblioteca Vaticana por Maximiliano I, duque de Baviera, en agradecimiento por el apoyo que le había prestado el Papa Gregorio XV durante la Guerra de los Treinta Años.

Actualmente tiene más de 700.000 obras impresas (entre ellas 6.000 incunables) además de 60.000 manuscritos. Por desgracia, Hollywood ha hecho ver a muchos una idea muy equivocada de cómo es el interior de esta biblioteca. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

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