Apuntes de clases

Clases de filosofía y ciencias bíblicas del Instituto de Humanidades Luis Campino, y la Parroquia de Guadalupe de Quinta Normal.


domingo, 30 de abril de 2017

87).-La Biblia.-a


Esteban Aguilar Orellana; Giovani Barbatos Epple;Ismael Barrenechea Samaniego; Jorge Catalán Nuñez; Boris Díaz Carrasco; Rafael Díaz del Río Martí;Alfredo Francisco Eloy Barra ;Rodrigo Farias Picon; Franco Antonio González Fortunatti;Patricio Ernesto Hernández Jara; Walter Imilan Ojeda;Jaime Jamet Rojas;Gustavo Morales Guajardo;Francisco Moreno Gallardo; Boris Ormeño Rojas;José Oyarzún Villa;Rodrigo Palacios Marambio;Demetrio Protopsaltis Palma;Cristian Quezada Moreno;Edison Reyes Aramburu; Rodrigo Rivera Hernández;Jorge Rojas Bustos; Alejandro Suau Figueroa; Cristian Vergara Torrealba; Rodrigo Villela Díaz; Nicolas Wasiliew Sala;Marcelo Yañez Garin;Katherine Alejandra del Carmen  Lafoy Guzmán;Paula Flores Vargas;



 Curso de ciencias bíblicas en la parroquia de  Guadalupe de la comuna de Quinta Normal, años 2009


INTRODUCCIÓN GENERAL. 1. Nociones generales. 2. Nombres de la Biblia. 3. Divisiones y partes de la Biblia. 4. La revelación bíblica: acción y palabras divinas. 5. La Biblia y la Iglesia. 6. Interpretación de la Biblia. 7. El mensaje de la Biblia. 8. Biblia, vida cristiana y Liturgia. 9. Biblia y Teología. 10. La Biblia y los no católicos. 11. Biblia y Cultura.

1. Nociones generales. 

Llamamos B. o Sagrada Escritura (S. E.) a la colección de libros que «escritos bajo la inspiración del Espíritu Santo, tienen a Dios como autor, y como tales libros inspirados han sido entregados a la Iglesia» (cfr. Conc. Vaticano I, EB n° 62). El hecho de la existencia de unos libros sagrados, escritos bajo esa gracia especial qué llamamos inspiración divina (v. infra, III: INSPIRACIÓN), ha sido siempre una verdad de fe confesada en la Iglesia. De modo paralelo, el pueblo del A. T. ya desde varios siglos antes de Jesucristo tenía la clara y firme conciencia de poseer esas Sagradas Escrituras. La explicación teológica de la naturaleza o esencia de tales libros, en ;otras palabras, en qué consista el fenómeno sobrenatural de la inspiración divina de la S. E., ha ido, sobre la base de esa fe, desarrollándose en sus expresiones y perfilándose en su explicación a lo largo de los tiempos, a impulsos del esfuerzo teológico y de la orientación del Magisterio Eclesiástico. En la definición o descripción de la B., arriba expuesta, se pueden apreciar ya dos características primarias de los libros que la componen: a) son divinamente inspirados (v. in), y b) tienen a Dios por autor principal (v. Ib.). Cuáles son en concreto los libros que componen la B., y qué criterios o normas han de aplicarse para reconocerlos, es objeto del tratado teológico llamado Canonicidad de la S. E. (V. II: CANON BÍBLICO).

2. Nombres de la Biblia. 

El nombre castellano Biblia es una trascripción del latín. En latín clásico era un lural neutro; en la Edad Media fue tratado como sing. fem., y así pasó a las lenguas modernas. Pero a su vez, la voz latina era una trascripción de la griega tú biblía, plur. neut., derivado del sing. biblíon, originariamente diminutivo de biblos=libro, hoja escrita. Biblíon y su plur. biblía perdieron en griego su valor diminutivo, en favor del valor normal, que es el que pasó a las lenguas europeas. El nombre de B. corresponde al hebraico séfer (plur. sedarim) = documento(s) escrito(s), libro(s), nombre con el que ya en el A. T. designaron los hebreos algunas veces a sus libros sagrados (cfr. Is 34,16; Dan 9,12; 2 Esd 8,8).
En la antigüedad cristiana se empleó mucho el nombre de Escritura o Sagrada Escritura (o en plur. respectivamente), correspondientes a los latinos Scriptura, Sacra Scriptura, Scripturae, Scripturae Sacrae, y a los griegos hé grafé, hé grafé hé hagia, ha¡ grafai ha¡ hagíai. También ha sido muy usada la fórmula Antiguo y Nuevo Testamento, del latín Vetus et Novum Testamentum, que es traducción de la expresión griega hé palaia kai hé kainé diathéké; esta fórmula proviene de las dos grandes partes que abarca la B., y se relaciona con el vocablo hebreo berith (=alianza, v.). Los hebreos llaman normalmente al conjunto de los libros que integran el A. T. Thóráh, Neb?'Ym weKethúbim (=Ley, Profetas y Hagiógrafos), indicando con ello los tres grandes grupos de libros que lo integran. Finalmente, los cristianos aplican otros títulos y nombres a la B., como libros canónicos, libros santos, Sagradas Letras, Palabra de Dios, etc.

3. Divisiones y partes de la Biblia.

 Las dos grandes divisiones o partes de la B., Antiguo y Nuevo Testamento, proceden de los más antiguos tiempos cristianos. Esta división se relaciona con las dos etapas sucesivas de la historia de la salvación: El A. T. (v.) comprende los libros sagrados en los que se recogen las antiguas intervenciones divinas en la historia del pueblo israelita, intervenciones por las que Dios prometió a los patriarcas y profetas los bienes mesiánicos para ese pueblo y para la humanidad. El N. T. (v.) designa los libros en los que, merced a la obra salvífica y redentora de Jesucristo, Mesías prometido e Hijo de Dios, se anuncia y relata el cumplimiento de las antiguas promesas divinas precisamente en Jesucristo y la puesta en marcha del nuevo y espiritual pueblo de Dios, la Iglesia, instrumento universal de salvación y sucesor del pueblo veterotestamentario.
En total, la B. se compone de 73 libros, de los cuales 46 constituyen el A. T. y 27 el N. T. La lista completa de ellos, según el orden usual en la Iglesia Católica, desde el Conc. de Trento (Sess. 4a, del 8 abr. 1546: Denz.Sch. 15021503), es:
a) Antiguo Testamento: (Históricos) : 1. Génesis, 2. Éxodo, 3. Levítico, 4. Números, 5. Deuteronomio, 6. Josué, 7. Jueces, 8. Rut, 9. 1° de Samuel (=1° de Reyes), 10. 2° de Samuel (=2° de Reyes), 11. 1° de Reyes (=3° de Reyes), 12. 2° de Reyes (=4° de Reyes), 13. 1° de Crónicas o Paralipómenos, 14. 2° de Crónicas o Paralipómenos, 15. 1° de Esdras, 16. 2o de Esdras, o Nehemías, 17. Tobías, 18. Judit, 19. Ester; (Sapienciales o didácticos) : 20. Job, 21. Salterio o libro de los salmos, 22. Proverbios (=Parábolas), 23. Eclesiastés, 24. Cantar de los Cantares, 25. Sabiduría, 26. Eclesiástico; (Proféticos) : 27. Isaías, 28. Jeremías, 29. Lamentaciones o Trenos de jeremías, 30. Baruc, 31. Ezequiel, 32. Daniel; (doce profetas menores): 33. Oseas, 34. Joel, 35. Amós, 36. Abdías, 37. Jonás, 38. Miqueas, 39. Nahum, 40. Habacuc, 41. Sofonías, 42. Ageo, 43. Zacarías, 44. Mala
quías; (últimos históricos): 45. 1" de Macabeos, 46. 2° de Macabeos.
b) Nuevo Testamento: (Históricos): 47. Evangelio según S. Mateo, 48. Evg. según S. Marcos, 49. Evg. según S. Lucas, 50. Evg. según S. Juan, 51. Hechos de los Apóstoles; (Didácticos, a. Epístolas de S. Pablo): 52. Romanos, 53. la Corintios, 54. 2a Corintios, 55. Gálatas, 56. Efesios, 57. Filipenses, 58. Colosenses, 59. la Tesalonicenses, 60. 2a Tesalonicenses, 61. la Timoteo, 62. 23 Timoteo, 63. Tito, 64. Filemón, 65. Hebreos; (b. Epístolas Católicas): 66. la de Pedro, 67. 2a de Pedro, 68. la de Juan, 69. 2a de Juan, 70. 3a de Juan, 71. Santiago, 72. Judas; (Profético): 73. Apocalipsis.
En los artículos de la Enciclopedia correspondientes a cada uno de estos libros o escritos que componen la B., puede verse el origen, autor, época de composición, contenido y demás datos sobre los mismos.
El A. T. fue dividido por los hebreos en tres partes: la, Thóráh (=Ley, o Pentateuco), que comprendía los 5 primeros libros de la lista dada. 2a, Nebi'im (=Profetas), divididos en Nebi'im hare'sonim (=profetas anteriores), que son desde Josué al 4° (=2o) de Reyes, y Nebi'im ha'ajarónim (=profetas posteriores), que comprenden desde Isaías hasta Malaquías. 311, Kethúbim (=Hagidgrafos), el resto de los escritos sagrados (Ps, Prv, Iob, Cant, Ruth, Lam, Eccl, Est, Dan, Esd, Neh, 1 y 2 Chro o Par).
Esta división del A. T. fue sustancialmente recibida por la Iglesia, con algunas matizaciones (cfr. con la lista que hemos dado, usual desde el Conc. de Trento). Hoy día en la Iglesia la división más corriente es la llamada lógica, porque hace relación especialmente con el contenido de los libros; es la expuesta anteriormente, al hacer la enumeración completa de los escritos bíblicos; consta de tres grandes divisiones: históricos, sapienciales y proféticos, que se aplican paralelamente a uno y otro Testamento. Anterior a esta división, fue usual en las iglesias y en los documentos antiguos distribuir los libros
del N. T. en dos grandes secciones: Evangelio y Apóstol; la primera eran los cuatro evangelios canónicos (Mt, Mc, Lc y lo); Apóstol designaba de modo genérico el resto de los escritos; con ello se quería hacer referencia a la distinción entre escritos derivados directamente de la predicación de Jesús (Evangelio) o de los Apóstoles (Apóstol). Pero desde la Edad Media se hizo prevalente el uso de la división lógica.
Además, los antiguos hebreos dividieron el A. T., para la lectura cíclica en las reuniones sinagogales de las festividades religiosas (v. FIESTA II), según dos sistemas: 1°) ciclo trienal, según el cual la Thóráh o Ley se dividía en 167 órdenes o sedarim; 2°) ciclo anual, con arreglo al cual la Thóráh era dividida en 54 secciones o parasiyyóth. Éste es el que prevalece todavía entre los judíos. A las lecturas de la Ley se añaden lecciones selectas de los libros proféticos o haftaróth. En ciertas festividades se leen también los cinco rollos o meguillóth (el Cant en Pascua, Rut en Pentecostés, Lam en la conmemoración de la caída de Jerusalén a manos de Nabucodonosor, Eccli en Tabernáculos, Ester en Purim).
En la antigüedad cristiana, a su vez, en las celebraciones eucarísticas eran leídas junto con secciones selectas del A. T., todos los libros del N. T. cíclica y ordenadamente, en una doble lectura en cada sesión litúrgica: de un lado, las secuencias cursivas de los cuatro Evangelios; de otro, lecciones también cursivas del «Apóstol», e. d., del resto del N. T., especialmente de las Epístolas. De este uso queda constancia en los antiguos códices, por los signos que indican el comienzo de la lección arjé, y el final de la misma, télos. A partir del s. v o vi fue prevaleciendo la costumbre de leer sólo pasajes selectos, tanto del A. T. como del N. T., uso que ha dominado hasta la reforma actual de la liturgia eucarística, tras el Conc. Vaticano II (v. PALABRA III).
Los antiguos escribas (sóferim) hebreos dividieron el A. T. en versículos (pesúq¡m); al final de cada libro, hacia los s. viVII d. C., los masoretas (v. ANTIGUO TESTAMENTO II: Historia del texto hebreo del A. T.) consignaron el número total de vers. que lo componían (masora finalis). Fuera de esto, antiguamente se recurría a procedimientos variados para citar los pasajes de la B.; p. ej., en Mc 12,26 se cita Ex 3,6 diciendo: «en el libro de Moisés, en lo de la zarza...». Para facilitar las citas se fueron introduciendo en el uso cristiano varias divisiones en párrafos relativamente largos, capítulos (capita, kefálaia). La actual división de la B. en capítulos se debe a Stephan Langton hacia 1214, que la introdujo en las copias de la versión latina de la Vulgata en uso entre los estudiosos de la Univ. de París; de allí se fue propagando hasta ser generalmente admitida en las ediciones impresas en todos los idiomas. Posteriormente, Sanctes Pagnini dividió cada capítulo en versículos numerados, en la edición latina de la B. hecha en Lyon en 1528. Pagnini añadió los números de los versículos al margen de las líneas, pero sólo en los libros protocanónicos (v. II: CANON) de ambos Testamentos; para el A. T. siguió las divisiones en versículos hechas ya por los masoretas. Hacia mediados del mismo s. XVI, Roberto Stephan extendió el sistema a los libros deuterocanánicos. Así surgió la actual división en capítulos y versículos.

4. La revelación bíblica: acción y palabra divina. 

El hombre ha buscado y conocido a Dios en todo tiempo, sintiéndolo lejano y próximo a la vez. Lejano, porque la presencia de Dios se escapa a los sentidos corporales y trasciende incluso el espíritu humano. Próximo, sin embargo, porque la acción divina se manifiesta poderosa, rodeando al hombre en su mundo. Al expresar ese conocimiento que habían alcanzado de Dios es frecuente que los textos y tradiciones religiosas hablen de «revelaciones»; las antiguas culturas de Egipto (v.), de Sumer y Assur (v. SUMERIA; ASIRIA), de la India (v.) o de Persia (V. IRÁN), los oráculos de la antigua Grecia (v.), han dejado «textos sagrados» en que, cada uno a su modo, ofrecen diversas manifestaciones, «revelaciones», mensajes, etc., de la divinidad. Un análisis de esos textos según lo que ellos mismos nos dicen y valorados desde la fe cristiana nos manifiesta que la palabra revelación en esos casos ha de entenderse en un sentido lato: con ella se hace referencia al manifestarse de Dios en la creación, al reflejarse del poder divino en el mundo y en las cosas, percibido por el hombre en el uso normal de su inteligencia, acompañado a veces de experiencias subjetivas (oración intensa, etc.). En otras palabras, hay una diferencia cualitativa entre lo que ocurre en otras religiones y lo que acontece en Israel, y luego en la Iglesia, que están edificados sobre una Revelación en sentido propio: es decir, no un mero manifestarse de Dios a través de las cosas creadas, sino un formal hablar de Dios (V. REVELACIÓN I).
En virtud de su designio gratuito y libre Dios se escogió un pueblo para mostrarse a él en una manifestación pura y progresiva, para constituirlo como su verdadero testigo ante toda la humanidad . «Dios, que en diversas ocasiones y de muchos modos habló en el pasado a nuestros padres por medio de los profetas, en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo...» (Heb 1,1). En efecto, esta larga revelación, esta milenaria Palabra de Dios á los hombres ha sido consignada por escrito en los libros de ambos Testamentos. «Este plan de la revelación se realiza con palabras y gestos intrínsecamente conexos entre sí, de forma que las obras realizadas por Dios en la historia de la salvación manifiestan y confirman la doctrina, y los hechos significados por las palabras, y las palabras, por su parte, proclaman las obras y esclarecen el misterio contenido en ellas. Pero la verdad íntima acerca de Dios y acerca de la salvación humana se nos manifiesta por la revelación de Cristo, que es, a un tiempo, mediador y plenitud de toda la revelación» (Conc. Vaticano II, Const. Dei Verbum n° 2).
Así, la B. nos refiere la historia de la Palabra de Dios, la palabraacción de Dios que se revela, llama y salva a los hombres. Su carácter de acontecimiento libre, de historia, distingue la revelación bíblica de todo otro conocimiento de Dios, que nace en cambio de una reflexión sobre el mundo y las cosas. Con esa diferencia se une otra, aún más radical: la revelación que la B. transmite, fruto de la liberalidad divina, ha consistido en el comunicarnos Dios su intimidad: sabemos ahora de Dios no sólo lo que de Él se refleja en las criaturas, sino su misma vida íntima. Y a la vez conocemos por entero nuestro destino: estamos llamados a la amistad con Dios. Las ansias de eternidad que hay en el corazón humano, la inquietud ante la experiencia del mal..., alcanzan así su explicación definitiva. Es verdad que no todo se aclara desde el primer momento; la revelación bíblica es verdaderamente progresiva, creciente hasta llegar a su plenitud: Jesucristo; pero desde el comienzo el hombre es situado en una nueva dimensión: el hombre se encuentra vitalmente ante Dios, que ha salido antes a su encuentro, que se le ha dado primero en los profetas y luego en Jesucristo y que le exige una correspondencia total de fe, de entrega, de amor.

5. La Biblia y la Iglesia. 

El Conc. Vaticano II, sobre todo los párrafos 8, 9 y 10 de la Const. dogmática Dei Verbum, resume auténticamente la doctrina cristiana sobre las íntimas y esenciales relaciones existentes entre la B., Sagrada Tradición (v.) y Magisterio (v.) de la Iglesia, que «según el designio sapientísimo de Dios, están entrelazados y unidos de tal forma que no tienen consistencia el uno sin los otros, y que juntos, cada uno a su modo, bajo la acción del Espíritu Santo, contribuyen eficazmente a la salvación de las almas» (Dei Verbum, no 10).
Dios no se manifestó a hombres aislados, sino que eligió a un pueblo y se fue manifestando a 61 a lo largo de la historia. Para ello actuó en su beneficio, prodigando su misericordia a la vez que, a través de personas escogidas a las que hablaba y se comunicaba, le iba dando a conocer el sentido de sus obras, los designios de su voluntad y el contenido de sus promesas. Por eso la B. es inseparablemente Palabra de Dios y libro de un pueblo, ya que en ella, a impulsos del Espíritu Santo, se recoge la historia de la misericordia de Dios con los hombres, los gestos y las palabras de los profetas, y también la respuesta de docilidad, y en ocasiones de rebeldía, del pueblo escogido por Dios. Es libro divino, y al mismo tiempo profundamente humano, lo más santo y verdadero, aunque en él se reflejan, por auténtico, las debilidades de los hombres que protagonizaron la historia bíblica.
Finalmente, en el N. T., y de modo especial en los cuatro Evangelios (v.), se nos conserva por escrito, de modo singularísimo, de un lado, el testimonio de Jesucristo que constituye la mayor revelación posible de Dios Padre, por ser su Palabra Encarnada, y de otro, el testimonio acerca de Jesucristo de los testigos, también singulares que fueron los Apóstoles (v.) y aquellos otros varones apostólicos, discípulos directos 'de los apóstoles. «Dispuso Dios benignamente que todo lo que había revelado para la salvación de los hombres permaneciera íntegro para siempre y se fuera trasmitiendo a todas las generaciones. Por ello Cristo Señor, en quien se consuma la revelación total del Dios sumo (cfr. 2 Cor 1,30; 3,164,6), mandó a los apóstoles que predicaran a todos los hombres el Evangelio (cfr. Mt 28,1920), prometido antes por los profetas, lo completó y promulgó con su propia boca, como fuente de toda verdad salvadora y de la ordenación de las costumbres. Lo cual fue realizado fielmente, tanto por los apóstoles, que en la predicación oral comunicaron con ejemplos e instituciones lo que había recibido por la palabra, por la convivencia y por las obras de Cristo, o habían aprendido por la inspiración del Espíritu Santo, como por aquellos apóstoles y varones apostólicos que, bajo la inspiración del mismo Espíritu Santo, escribieron el mensaje de la salvación» (Dei Verbum, n° 7).
Hay así en el nacimiento y origen de la B. un sucederse y entrecruzarse de factores. Ante todo, y en primer lugar, la Revelación divina: las acciones con las que Dios interviene en la historia y las palábras proféticas con las que manifiesta el sentido de sus acciones y se revela a sí mismo. Está después el conservarse y transmitirse de esa Palabra de Dios, en el pueblo de Israel y la Iglesia naciente que, por obra de los Apóstoles, asistidos por el Espíritu Santo, recibía el testimonio de los dichos y hechos de Cristo y vivía de ellos. En tercer lugar (y en ocasiones contemporáneamente a lo anterior, ya que ha habido profetas escritores, etc.) el ser puesta por escrito la Palabra divina; acción en la que de nuevo interviene el Espíritu Santo, y con un carisma especialísimo: la inspiración. Los libros que componen la B. son por eso, en primer lugar, obra de Dios, que es su autor supremo y principal. Son también obra de un hombre que los ha compuesto y escrito, bien recogiendo tradiciones orales precedentes, bien poniéndolo originalmente, y actuando tanto en un caso como en el otro bajo la inspiración divina. Son finalmente, y en un sentido lato, obra de Israel, y de la Iglesia primitiva, cuya vida se refleja en ellos. Pero hay más, ya que, si bien la misión salvífica de Israel culminó cuando nace la Iglesia, ésta en cambio no pasa. Su tarea no termina con la redacción de las Sagradas Escrituras, sino que sigue viva y asistida por Cristo. En ella pervive la Tradición; ella es la depositaria legítima y el intérprete auténtico de la B.
La Iglesia ha custodiado, de generación en generación, el sagrado depósito de la Revelación divina escrita, y ha conservado este depósito de una manera viva: en el uso litúrgico (v. LITURGIA); en la predicación (v.) de sus pastores; en la enseñanza del Magisterio eclesiástico (v.); en la defensa frente a los falsos escritos, que en ciertas ocasiones pretendían presentarse como libros sagrados, etc. De modo semejante, y en íntima relación con esa custodia sagrada, la Iglesia ha sido el intérprete seguro y auténtico del sentido de la B. y de su mensaje, frente a toda especie de interpretaciones subjetivas.

6. Interpretación de la Biblia. 

La B., en cuanto conjunto de libros dirigidos a los hombres y escritos por hombres, puede ser analizada de acuerdo con las reglas y los métodos de interpretación racional, literaria e histórica, que se usan para acercarse y profundizar en todo documento del pasado. En este aspecto, la Iglesia católica proclama la legitimidad de quien intenta, con los métodos correctos de la ciencia de su tiempo y con el recto espíritu de verdad, escudriñar los valores de la B.
Ahora bien, en cuanto que no es sólo obra humana sino que tiene al mismo Dios como autor principal, la interpretación de la B. no se agota, ni mucho menos, con los métodos racionales de investigación, ni éstos son el árbitro supremo de dicha interpretación. Por el contrario, tanto los resultados de la investigación racional, como la aplicación de los propios métodos racionales a la interpretación, deben estar subordinados al' juicio último y a la dirección suprema de la Iglesia, la cual, como auténtica depositaria de la B. (v. supra, 5), es el autorizado intérprete de la misma, y el árbitro en definitiva del verdadero sentido de los escritos sagrados, tanto en su conjunto, como por lo que atañe a los diversos pasajes que los integran. Pues, en definitiva, Dios ha dado a la humanidad el sagrado depósito de la B. no de una manera indiscriminada, sino como depósito vivo en la Iglesia, para que lo guarde, lo interprete y lo dispense a sus propios hijos y a todos los hombres, con vistas a la salvación eterna (v. 111, 10). Por tanto, cuando la Iglesia define el sentido de un pasaje, o un aspecto del sentido total de la B., o condena como errónea alguna interpretación propuesta, su enseñanza debe ser aceptada con la misma fe con que se acepta la B. misma: es en efecto el mismo Espíritu Santo que movió a escribir los libros santos el el que asiste a la Iglesia cuando los interpreta.

7. El mensaje de la Biblia. 

Decir que la B. nos habla de Dios es decir mucho, pero no es decirlo todo. La B., podemos decir, no nos habla de Dios a la manera de los otros libros, sino que nos habla en nombre de Dios, lo cual es distinto.
Los libros que la componen no están escritos por mera iniciativa humana, sino que son fruto de esa acción especial de Dios a la que llamamos inspiración: la B. es por eso palabra que Dios dirige a la humanidad entera. Pero además Dios no se ha retirado del mundo una vez redactadas las Escrituras, sino que continúa obrando en los corazones: la lectura religiosa de la B. no es algo que acontezca al margen de Dios, sino acto que Dios acompaña con su gracia ayudando a entender su palabra y moviendo a identificarse con ella. No olvidemos además que en la B. Dios nos habla de Sí mismo, y lo hace de una manera viva. Nos habla no a la manera de un maestro que analizara fríamente un tema objeto de su investigación, sino a la manera de un amante que se da a conocer a aquellos a quienes ama. En la B. Dios nos habla de Sí mismo y de su amor por nosotros, y lo hace narrándonos sus misericordias: sus intervenciones pasadas en favor nuestro, que son como la incoación o anticipo de la plenitud de amor que nos tiene preparada. Por eso, fundamentalmente, la B. es una historia de salvación (v.), o mejor dicho, la historia de la salvación humana. Y en el medio de esa historia se alza algo radical: la Cruz de Jesús, seguida de su Resurrección (v.). En efecto, la Cruz es la gran verdad de esa historia: para salvar al mundo, Dios se hace hombre y se deja enclavar en la cruz como un malhechor y al tercer día resucita de entre los muertos. Así salva Dios a la humanidad del pecado y de la muerte, de la intramundanidad. La Encarnación MuerteResurrección, o dicho de otro modo, la entera vida del DiosHombre, Jesucristo, es, efectivamente, el centro de la B.: desde las primeras páginas del Génesis, hasta las últimas del Apocalipsis, todo tiende primero y depende después del «Cordero muerto y resucitado». Y una vez que la cruz ha sido alzada en las afueras de Jerusalén y en el centro de la historia, ésta y el mundo no pueden tener sentido alguno al margen de esa cruz. En esos momentos la historia de la salvación alcanza su punto culminante: Dios lleva su amor a los hombres hasta el extremo de humillarse hasta la muerte; Dios Padre envía a su Hijo como redentor, y el Hijo acepta gustoso la muerte ofreciendo un sacrificio perfecto que alcanza la plena victoria sobre el mal y sobre el pecado, más aún, que sobreabunda, y el Espíritu Santo se difunde sobre los hombres. Ahí está la paradoja: para vivir, hay que morir. Toda la B. confluye ahí. El mensaje de la B. es, en su profundidad, incomprensible si se ignora, si no se acepta en la fe el «misterio de Jesús». Antes de Jesús, todo es promesa, preparación, espera. Después, todo es cumplimiento, realidad, aunque también en esperanza y en fe, hasta que llegue la «consumación de los siglos».
Porque la historia bíblica no sólo nos narra episodios de la vida pasada y nos ilustra sobre nuestra situación presente, sino que es también profecía, anuncio de lo que acontecerá en un final o momento y etapa definitiva que ella misma da a conocer. El comienzo de esa historia es la creación del hombre y su inmediata elevación a un estado de justicia y santidad, de felicidad, dramáticamente perdido. Su centro, Cristo. El final es la visión de la futura y escatológica ciudad de Dios. En otras palabras, la revelación de lo que será la humanidad cuando la ejecución del plan salvífico de Dios en Cristo Jesús llegue a su fin. Esta historia bíblica se desarrolla a través del tiempo y del espacio, sin que podamos fijar siempre y exactamente los términos dentro de unas coordenadas. Podemos reconocer unas como edades con tal de que no urjamos precisaciones, que la historiografía bíblica no ha intentado:
la Después del paraíso (v.) perdido corrieron lentamente los tiempos, en los que Dios parece haber abandonado a la humanidad a su propia suerte: en el discurso a los atenienses en el Areópago, S. Pablo llama a esta edad los «tiempos de la ignorancia» (chronoi tés agno£as: Act 17,2930), y en su carta a los Romanos, «tiempos de la paciencia (anoché) de Dios» .(Rom 3,26); en el discurso a los ciudadanos de Licaonia habla Pablo de que en esa edad Dios permitió (eíasen) que las gentes siguiesen sus propios caminos (Act 14,16). Durante este periodo Dios «tiene paciencia», tolera que la humanidad experimente en sí misma las funestas consecuencias del pecado y de la ignorancia del verdadero Dios. Pero ese abandono es sólo aparente: Dios no se olvida de los hombres, y, como dice el mismo S. Pablo, continúa constantemente dándoles signos de su presencia y realidad (Act 14,17). La sombra del redentor, Cristo, se proyecta de algún modo sobre los tiempos que anteceden a su venida, ya que, en los planes divinos, todo está ordenado a hl.
2a Llegado un determinado momento, Dios interviene en la historia humana: es la vocación de Abraham (v.), seguida de la promesa: «en ti (en tu descendencia) serán benditas todas las tribus de la tierra» (Gen 12,3). Éste es el «tiempo de la promesa», chronos tés epaggelías, según el discurso de S. Esteban (Act 7,17). Desde aquí, la humanidad anda dividida: de un lado, el pueblo que nace de Abraham; de otro, el gran resto de la humanidad, los gentiles. La vida humana fuera del pueblo elegido ha tenido que regirse en base a los principios esculpidos por Dios en la conciencia (cfr. Rom 2, 1215); esos hombres, pues, podían ser justificados mediante el cumplimiento de la ley natural y habida cuenta de los méritos futuros de Jesucristo. Pero la humanidad, en gran proporción, ahogó la voz de su conciencia y vivió en el pecado (cfr. Rom 1,1832). Y en Abraham hace Dios una promesa que incluye la bendición en él de «todas las familias de la tierra» (Gen 12,3).
3a Una nueva intervención divina inicia como una tercera edad, el «tiempo de la Ley», chronos toú nomoú. Dios elige esta vez a Moisés (v.), revelándole su propia intimidad en el episodio de la zarza ardiente (Ex 3,1417) y estableciendo un pacto, la Alianza (v.) del Sinaí (v.) (v. t. LEY vii, 3; . cfr. Ex caps. 1924; Dt cap. 29). Mediante este transcendental acto de la Alianza, Dios constituye a los clanes hebreos en su pueblo, el pueblo de Dios. Desde entonces (s. XIII a. C.) hasta Jesucristo, la historia bíblica no es otra que la historia de la Alianza antigua, la historia del Antiguo Testamento.
La Alianza será el punto de arranque del pueblo veterotestamentario, el centro del resurgimiento hacia el cual deberá tornar una y otra vez después de sus crisis y de sus caídas, para volver ,y permanecer fiel a su vocación de pueblo de Dios. En momentos graves, o especialmente solemnes, se renovará la antigua Alianza. Sucederán épocas diversas: la de la conquista de Canaán (v. PALESTINA) bajo el caudillaje de Josué (v.) (fines del s. XIII a. C.); el periodo de las tribus dispersas (s. XII y primera mitad del xi; v. ISRAEL, TRIBUS DE), agrupadas parcial y ocasionalmente bajo los jueces (v.); los largos siglos de la monarquía (s. XIVI a. C.; v. ISRAEL. REINO DE, y JUDA, REINO DE), en los que los profetas (v.) hebreos ejercitarán un transcendental ministerio religioso y volverán a exhortar al pueblo y a sus dirigentes para que retornen al espíritu auténtico de la Alianza y de la Ley; la gran crisis nacional y religiosa del exilio de Babilonia (s. VI a. C.), terrible prueba de la que el alma insraelita se rehace gracias a la ayuda que le viene de Dios por los profetas y de algunos dirigentes de profunda religiosidad, como Nehemías y Esdras (v.); y, finalmente, el largo periodo posexílico (s. V al I a. C.), no exento de peligros y momentos graves, como la helenización forzada a la que quisieron someter los monarcas seléucidas de Siria (v.) a los judíos y contra la que éstos se sublevaron bajo el caudillaje de los Macabeos (v.) ~(s.' ii a. C.).
Durante estos largos siglos se fue forjando el alma israelita. A impulsos del Espíritu divino los jueces, los Reyes y los caudillos defendieron la independencia nacional, base de la conservación de la pureza monoteísta de la religión veterotestamentaria. A impulsos del mismo Espíritu, los Profetas fueron profundizando en la fe de Israel: unos subrayaron la responsabilidad moral y social del pueblo de Dios (v. AMós); otros el infinito y entrañable amor de Dios por su pueblo (v. OSEAS); o la inefable trascendencia de la majestad divina (v. ISAIAS); o bien la necesidad de fidelidad a la Alianza y la confianza sin límites en Dios (v. JEREMÍAS); o la responsabilidad individual frente al anonimato de la colectividad (v. EZEQUIEL); etc. Mientras tanto, un río conductor de la esperanza se fue haciendo cada vez más caudaloso, formando el cauce de la predicación profética: el mesianismo (v.) veterotestamentario, que tendrá su cumplimiento en la persona y en la obra de Jesús el Cristo, el Mesías (v. JESUCRISTO I). Al mismo tiempo, y sobre todo en los últimos siglos de la historia veterotestamentaria, y también a impulsos del mismo Espíritu divino se ha ido desarrollando la sabiduría (v.) hebrea: espíritus selectos, iluminados por Dios, formados en la meditación de la Ley y en las enseñanzas de los profetas y cultivados en la reflexión profunda sobre las cosas de la vida presente, irán labrando una literatura sapiencial, en la que se unen elementos religiosos y morales, empapado todo de una profunda piedad. El fruto de ello serán los sabrosos libros sapienciales (v.) del A. T. que completarán el alma humana y la religiosidad de Israel, preparándola para la venida del Mesías Salvador en la «plenitud de los tiempos».
4a Por fin: la «plenitud de los tiempos»: la Encarnación (v.) del Verbo de Dios, Jesucristo (v.). Por su vida sobre la tierra, por su sacrificio en la cruz seguido de su resurrección (v.) gloriosa, Jesús alcanza la victoria sobre los poderes y fuerzas que esclavizan a la humanidad. Jesús trae como una nueva y definitiva creación, aunque muy distinta de la primera. Él es el nuevo Adán (v.), según la imagen de S. Pablo, primogénito de toda la creación renovada; él es el generador en espíritu del nuevo pueblo de Dios, la Iglesia, no asentada sobre la «carne y la sangre», sino sobre el espíritu y la caridad y la Nueva Alianza en la propia sangre de Jesús. Por su resurrección y ascensión al estado glorioso, la humanidad de Jesús, unida a su divinidad en la misma y única persona del Verbo (unión hipostática), recibe de Dios Padre el Señorío sobre toda la creación, visible e invisible, terrestre y celestial: han comenzado los últimos tiempos, el éschaton. Los Apóstoles, animados por el Espíritu Santo, dan testimonio de Cristo y, por el Bautismo, incorporan a Él a los nuevos creyentes. Las palabras y los escritos apostólicos, o de varones que han recogido su testimonio, son recibidos por la Iglesia, que edificada sobre la Palabra divina y sobre los sacramentos, se difunde por la tierra. Es el tiempo o edad en que ahora nos encontramos: el tiempo de la Iglesia, el tiempo de la incorporación a Cristo por la fe y la gracia, el tiempo de la prueba en el que al refrendar con la perseverancia la fe se prepara la eternidad.
5a Pero la historia presente no está cerrada en sí misma; la muerte no es un fin, sino un comienzo. Nos encontramos ya en los tiempos definitivos, porque en Cristo se han cumplido todas las promesas, pero esas riquezas definitivas aún no se han manifestado en toda su plenitud y las tenemos sólo en esperanza (cfr. Rom 8,24; 1 lo 3,2 ss.). Con la muerte se manifiesta el juicio de Dios y la eficacia de su acción salvadora: quienes han rechazado su palabra reciben el castigo por sus pecados; quienes la han acogido alcanzan la visión de Dios. El juicio de Dios culmina cuando los tiempos terminen, resuciten los cuerpos y Cristo, viniendo en gloria y majestad, se presente como juez universal. El tiempo dará entonces paso a la plenitud de la eternidad, y Dios reinará con sus santos sobre todas las cosas (v. ESCATOLOGÍA).

8. Biblia, liturgia y vida cristiana. 

La palabra de Dios, contenida en la B., no es una realidad que resonó hace siglos, cuando fue anunciada por boca de los profetas, evangelistas, etc., y que después ha dejado paso al silencio, sino que continúa resonando en los oídos de los hombres. La lectura de la B. es y será siempre ocasión de encuentro con Dios que, a través de ella, nos habla. El hombre que lee hoy la B. se acerca a Dios, tanto si lee o escucha su palabra en una lectura privada o individual como si lo hace comunitaria y litúrgicamente (v. VIII). Particular relieve tiene la lectura de la B. en la Liturgia. Ciertamente el centro de la Liturgia lo constituyen los Sacramentos(v.), pero la vida sacramentarla está basada y penetrada en y de la S. E.; por eso, como preparación para la administración de los sacramentos, se dedica particular espacio a la lectura de la B. Lectura litúrgica que tiene además una peculiar eficacia, porque es un acto de la Iglesia. Para un mayor desarrollo del tema v. PALABRA DE DIOS III; CELEBRACIÓN LITÚRGICA y LITURGIA I.
Esa centralidad de la B. exige además que toda la predicación (v.) cristiana deba basarse en ella. Así lo ha enseñado siempre la Iglesia: «Los sacerdotes, obligados por oficio a procurar la salud eterna de las almas, después de recorrer ellos mismos con diligente estudio las sagradas páginas, después de hacerlas suyas por la oración y la meditación deben exponer celosamente al pueblo esta soberana riqueza de la divina Palabra en sermones, homilías, exhortaciones; confirmar la doctrina cristiana con sentencias tomadas de los libros sagrados; ilustrarla con preclaros ejemplos de la historia sagrada, sobre todo, del Evangelio de Cristo Nuestro Señor» (Pío XII, Enc. Divino Afflante Spiritu, 26). El Conc. Vaticano II reafirma esta orientación bíblica: «Es necesario que toda la predicación eclesiástica, como la misma religión cristiana, se nutra de la Sagrada Escritura y se rija por ella» (Const. Dei Verbum, 21).
Todo cristiano, en cuanto que se alimenta de la enseñanza de la Iglesia, conoce el contenido de la B., y eso aun en el caso de que no la lea directamente, ya que la está escuchando constantemente en la predicación. De todos modos, aparte de ese conocimiento de la B. a través de la predicación de la Iglesia, siempre ha sido recomendada la lectura directa de la misma. Recuérdense los consejos de S. Agustín: «Léela con frecuencia escribía a Eustoquia; que el sueño te sorprenda con el libro en la mano y que al inclinarse tu cabeza la reciba la página santa»; o lo que escribía a sus ermitaños: «Leed las Escrituras, leedlas para que no seáis ciegos y guías de ciegos. Leed la Santa Escritura, porque en ella encontraréis todo lo que debéis practicar y todo lo que debéis evitar». Es la enseñanza del Conc. Vaticano II: «El Santo Sínodo recomienda insistentemente a todos los fieles... la lectura asidua de la Escritura para que adquieran la ciencia suprema de Jesucristo (Philp 2,8); pues desconocer la Escritura es desconocer a Cristo (S. jerónimo). Acudan de buena gana al texto mismo: en la liturgia, tan llena del lenguaje de Dios; en la lectura espiritual, o bien en otras instituciones o con otros medios que para dicho fin se organizan...» (Dei Verbum, 25). Sobre las características que debe tener una lectura cristiana de la B., v. VIII.

9. Biblia y Teología. 

La Teología, en cuanto intento de profundizar en la comprensión de la Palabra de Dios revelada, necesariamente ha de apoyarse en la S. E., la cual, junto con la Tradición, constituye fuente de todo el saber teológico (v. TEOLOGÍA II, 1). El Magisterio de la Iglesia expresa esta verdad con frase gráfica: la B. debe ser el alma de la Teología (León XIII, Enc. Providentissimus Deus) ; expresión que recoge de nuevo el Conc. Vaticano II: «La teología se apoya, como en un cimiento perdurable, en la Sagrada Escritura unida a la Tradición; así se mantiene firme y recobra su juventud, penetrando a la luz de la fe la verdad escondida en el misterio de Cristo. La Sagrada Escritura contiene la Palabra de Dios, y en cuanto inspirada es realmente Palabra de Dios; por eso la Escritura debe ser el alma de la teología» (Dei Verbum, 24). Sobre este tema conviene hacer dos observaciones:
a) Ciertamente la lectura de la B. por parte del teólogo debe hacerse con actitud propia de la ciencia teológica, es decir, con la actitud propia de quien aspira, formalmente, a alcanzar una mayor comprensión de orden intelectual de lo que se dice en el texto sagrado. Se trata, pues, de una actitud marcada por lo intelectivo y no, inmediatamente, por lo afectivo y que acude a todos los medios adecuados también los medios humanos para una correcta interpretación del texto (v. INTERPRETACIÓN II). Pero el teólogo no puede olvidar nunca que debe situar la lectura de la B. no sólo la que haga él en su oración, sino también la teológica en un contexto religioso que es el contexto en el que la B. ha surgido y en el que se conserva. En el crecimiento de la inteligencia de la Palabra de Dios escrita, el hombre debe disponerse por la oración a recibir las luces que le vienen gratuitamente del Espíritu Santo. Quien lee, estudia o medita la B. debe fomentar en la oración asidua, en el trato con Dios, la disposición del espíritu que facilita la recta comprensión de la palabra santa. Si al teólogo le faltase la vida de piedad al investigar en la B. se condenaría al fracaso.
b) La segunda observación es que la lectura científica de la B. debe hacerse dentro de la Iglesia. La B. ha nacido en el interior de una tradición la de la Revelación divina y debe ser leída en ese contexto. Para ello se necesita vivir in sinu Ecclesiae. De manera análoga a como quien fuera de la fe se expone a interpretar la verdad trascendente que la B. contiene reduciéndola a su indigente medida, quien declare tener fe pretenda leer la B. abstrayendo de la Tradición se priva de una luz divina que Dios ha querido establecer y se condena a la falibilidad. La historia enseña que todos los intentos que se han hecho para interpretar la B. fuera de su medio ambiente vital, que es la Iglesia, han caído inexorablemente en la parcialidad y en el error. De modo que todo cristiano, tanto el fiel corriente como el teólogo o exegeta, ha de partir de la obediencia a la fe (Rom 16,26), unión con la única Iglesia de Jesucristo, para penetrar en la Palabra de Dios escrita.

10. La Biblia y los no católicos. 

La B. es reconocida como libro inspirado por Dios, no sólo por los católicos, sino también por todos los cristianos separados (v.), exceptuadas sólo algunas sectas de origen protestante; así como, aunque sólo el A. T., por los judíos. Le reconocen valor religioso, aunque subordinado al Corán, los musulmanes.
Los Ortodoxos (V. ORTODOXA, IGLESIA) mantienen el dogma cristiano sobre la S. E.: la reconocen como libro inspirado y Palabra de Dios, a la vez que reconocen también que está indisolublemente unida a la Sagrada Tradición y que la Iglesia es la depositaria y el intérprete autorizado de la B. y de la Tradición. El único punto de diferencia con la verdad católica (que, en realidad, afecta más a la comprensión del Magisterio que a la de la S. E.) es lo referente al Romano Pontífice, cuyo Primado y cuya infalibilidad singular no reconocen.
Los protestantes, habiendo negado el dogma cristiano sobre la asistencia del Espíritu Santo a la Iglesia, piensan que sólo en la B. (y no en la Tradición ni en el Magisterio de la Iglesia) resuena la Palabra de Dios. De ahí depende lo que es conocido históricamente como punto más significativo de su diferencia con el catolicismo: la célebre cuestión del libre examen (v.) de la Escritura. Frente a la doctrina católica según la cual todo cristiano al leer las S. E. debe aceptar el juicio de la Iglesia, único intérprete auténtico de la Escritura, el protestantismo sostiene que cada miembro de la Iglesia tiene facultad para examinar la B. sin atender a la Tradición ni a la Iglesia, sino con la sola luz de su inteligencia. En Lutero y Calvino ello se unía a la idea de que el Espíritu Santo inspiraba a cada fiel; en el protestantismo ilustrado y liberal del s. XVIII y siguientes se pone el acento en el recurso a los medios de investigación científica. De hecho todo ello da pie a un fuerte subjetivismo, que se agrava por un aspecto derivado de la misma teoría del libre examen: si cada fiel, a tenor de su lectura de la Escritura hecha en el Espíritu Santo, alcanza por sí solo la verdad, puede, y aun debe, juzgar de la entera comunidad eclesial a partir de la verdad alcanzada. La tendencia que el protestantismo, sobre todo el americano y en parte te] centroeuropeo, ha manifestado hacia la escisión parte de ahí.

11. Biblia y Cultura.

 La B., traducida total o parcialmente a más de mil cien lenguas (v. vi), ha transmitido, a lo largo de los últimos veinte siglos, el mensaje del cual ella, es portadora a todos los pueblos de la tierra.
Ese mensaje divino ha influido poderosamente en la vida de la humanidad, no sólo en el aspecto religioso, sino en todos los demás. La B., en cuanto parte de la tradición cristiana y unida a ella, ha informado la vida del antiguo Imperio romano, de amplias y diversas naciones de Oriente, de la Europa occidental, de América, etc. En ocasiones ha sido en la forma de un cristianismo pleno e íntegro; otras en formas limitadas (herejías, cismas); otras incluso a través de personas o movimientos que querían oponerse al cristianismo, pero que en algunos puntos estaban influidos por él. En cualquier caso, las enseñanzas bíblicas y cristianas están en la raíz de numerosísimos rasgos de la cultura y la civilización contemporáneas. El conocimiento de la B. es necesario también desde un punto de vista meramente cultural. Se trata ciertamente de una finalidad secundaria la B. ha sido escrita no en orden a la mera cultura, sino a la salvación, pero no por ello menos real.

J. M. CASCIARD RAMÍREZ. 


BIBL.: Para las fuentes, ediciones de la Biblia y Documentos del Magisterio Eclesiástico, v. BIBLIA VI, VII y IX. Enciclopedias y diccionarios: Enciclopedia de la Biblia, dir. A. DÍEZMACHO y S. BARTINA, 6 vols., Barcelona 1965; Diccionario de la Biblia, dir. H. HAAG, A. VAN DER BORN y S. DE AUSEJO, Barcelona 1963; F. SPADAFORA, Diccionario Bíblico, Barcelona 1959, Vocabulario de Teología Bíblica, dir. X. LÉoNDUFOUR, Barcelona 1965; DB, con su Suppl.; TWNT.



viernes, 21 de abril de 2017

86).-Domingo de Resurrección.-a


Esteban Aguilar Orellana; Giovani Barbatos Epple;Ismael Barrenechea Samaniego; Jorge Catalán Nuñez; Boris Díaz Carrasco; Rafael Díaz del Río Martí;Alfredo Francisco Eloy Barra ;Rodrigo Farias Picon; Franco Antonio González Fortunatti;Patricio Ernesto Hernández Jara; Walter Imilan Ojeda;Jaime Jamet Rojas;Gustavo Morales Guajardo;Francisco Moreno Gallardo; Boris Ormeño Rojas;José Oyarzún Villa;Rodrigo Palacios Marambio;Demetrio Protopsaltis Palma;Cristian Quezada Moreno;Edison Reyes Aramburu; Rodrigo Rivera Hernández;Jorge Rojas Bustos; Alejandro Suau Figueroa; Cristian Vergara Torrealba; Rodrigo Villela Díaz; Nicolas Wasiliew Sala;Marcelo Yañez Garin;Katherine Alejandra del Carmen  Lafoy Guzmán; Franco Natalino; 




La Pascua​ ―también llamada Pascua de Resurrección,​ Pascua Florida, Domingo de Pascua,Domingo de Resurrección​ o Domingo de Gloria― es la fiesta central del cristianismo,​ en la que se conmemora, de acuerdo con los evangelios canónicos, la resurrección de Jesucristo al tercer día después de haber sido crucificado y que se prolonga durante ocho días, hasta la Octava de Pascua.
La Pascua marca el final de la Semana Santa, en la que se conmemora la muerte y resurrección de Jesús. A la Semana Santa le sigue un período de cincuenta días llamado Tiempo pascual, que termina con el Domingo de Pentecostés.
El Domingo de Pascua es una celebración que no se fija en relación al calendario civil.2​ El Primer Concilio de Nicea (año 325) estableció la fecha de la Pascua como el primer domingo después de la luna llena tras el equinoccio de primavera en el hemisferio norte, y fijó el equinoccio en el 21 de marzo8​ Por lo tanto, la fecha varía entre el 22 de marzo y el 25 de abril.9​10​. Dado que en las iglesias ortodoxas se sigue el calendario juliano, para el cual el 21 de marzo corresponde al 3 de abril según el calendario gregoriano, para estas comunidades la pascua cae entre el 4 de abril y 8 de mayo.
Durante este día se celebran en distintos lugares del mundo procesiones religiosas, así como celebraciones litúrgicas.​ Las costumbres del Domingo de Resurrección varían en todo el mundo cristiano, pero la decoración de los huevos de Pascua es algo común en muchos países del mundo occidental

jueves, 20 de abril de 2017

85).-Vigilia Pascual.-a


Esteban Aguilar Orellana; Giovani Barbatos Epple;Ismael Barrenechea Samaniego; Jorge Catalán Nuñez; Boris Díaz Carrasco; Rafael Díaz del Río Martí;Alfredo Francisco Eloy Barra ;Rodrigo Farias Picon; Franco Antonio González Fortunatti;Patricio Ernesto Hernández Jara; Walter Imilan Ojeda;Jaime Jamet Rojas;Gustavo Morales Guajardo;Francisco Moreno Gallardo; Boris Ormeño Rojas;José Oyarzún Villa;Rodrigo Palacios Marambio;Demetrio Protopsaltis Palma;Cristian Quezada Moreno;Edison Reyes Aramburu; Rodrigo Rivera Hernández;Jorge Rojas Bustos; Alejandro Suau Figueroa; Cristian Vergara Torrealba; Rodrigo Villela Díaz; Nicolas Wasiliew Sala;Marcelo Yañez Garin;Katherine Alejandra del Carmen  Lafoy Guzmán; Franco Natalino; 


Foto de la Vigilia Pascual en la Abadía cisterciense de Heiligenkreuz, cerca de Viena , 2008.


La Vigilia Pascual es una celebración litúrgica que conmemora la Resurrección de Jesús y tiene lugar en la madrugada del Sábado Santo al Domingo de Resurrección. Es la celebración más importante del año en la mayoría de las confesiones cristianas, y en todas ellas tiene un ritual muy semejante que incluye los símbolos de la luz y el agua, dado que en la antigüedad los neófitos recibían el bautismo en este acto.

Liturgia católica

En la Vigilia Pascual, la Iglesia católica celebra una liturgia muy especial, y lo hace con la máxima solemnidad.
Los sacerdotes y diáconos están revestidos de ornamentos blancos, señal de alegría por la resurrección del Señor, aunque normalmente, el sacerdote celebrante suele vestir una casulla dorada debido a la gran solemnidad de la celebración que es al fin y al cabo, el centro del Año litúrgico.

Lucernario

Empiezan la vigilia con el templo completamente a oscuras, encendiéndose y bendiciéndose un fuego en el atrio, en un lugar fuera del templo. De ese fuego se enciende el Cirio Pascual, una enorme vela que simboliza a Cristo Resucitado. Acto seguido, se inicia la procesión del sacerdote y los ministros, y los fieles que esperan dentro del Templo encienden sus velas propias de la llama del Cirio, a medida que el diácono avanza con el cirio en alto por la nave central del Templo. El diácono se detiene en tres oportunidades para cantar: "Luz de Cristo", a lo que los fieles responden: "Demos gracias a Dios". Cada vez este canto se efectúa un tono más alto.
Llegados al presbiterio, se coloca en el centro del mismo, junto al altar o junto al ambón, y el sacerdote lo inciensa tres veces. Se encienden algunas luces del Templo (quedando a media luz), y acto seguido, el diácono, el sacerdote celebrante o un cantor entona el Pregón pascual, antiguo himno alusivo a la noche de Pascua que proclama la gloria de la Resurrección de Cristo, que envolverá toda la liturgia de esta noche.

Liturgia de la palabra

Luego continua con la Liturgia de la Palabra, en la que seminaristas o fieles Laicos, proclaman siete relatos del Antiguo Testamento alusivos al plan salvífico de Dios, intercalados con salmos o cánticos del Antiguo Testamento (interpretados por un cantor) y oraciones que se intercalan entre lectura y salmo (rezadas por el Sacerdote celebrante).

En la 2a. lectura se recuerda el sacrificio de Isaac.
Book of Exodus Chapter 15-7 (Bible Illustrations by Sweet Media).jpg
En la 3a. lectura se recuerda la huida de Egipto del pueblo de Israel y el paso por el Mar Rojo.
1a. Lectura: Génesis 1,1-2,2
1.er. Salmo: Sal 103, 1-2a.5-6.10.12-14ab.24.35 (Ant: Envía tu Espirtu Señor, y renueva la faz de la tierra.)
2a. lectura: Génesis 22, 1-18
2o. Salmo: Sal 15, 5.8-11 (Ant: Protégeme, Dios mío, porque me refugio en ti.)
3a. lectura: Éxodo 14, 15-15, 1a
3.er. Salmo: (Cántico) Éxodo 15, 1b-6.17-18 (Ant: Cantemos al señor, sublime es su victoria.)
4a. lectura: Isaías 54, 5-14
4o. Salmo: Sal 29, 2.4-6.11-12a.13b (Ant: te ensalzare Señor, porque me has librado.)
5a. lectura: Isaías 55, 1-11
5o. Salmo: (Cántico) Isaías 12, 2-6 (Ant: Sacarán aguas con gozo de las fuentes de la salvación.)
6a. lectura: Baruc 3, 9-15. 32-4, 4
6o. Salmo: Sal 18, 8-11 (Ant: Señor, tú tienes palabras de vida eterna.)
7a. lectura: Ezequiel 36, 17a.18-28
7o. Salmo: Sal 41, 3.5bcd; 42, 3-4 (Ant: Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti oh Dios mio.)
8a. Epístola: Carta a los Romanos 3, 6 - 11
8o. Salmo: 117, 1-2. 16ab-17. 22-23 (Ant: Aleluya, Aleluya, Aleluya)
9o. Evangelio: Ciclo A: San Mateo 28, 1-10, Ciclo B: San Marcos: 16, 1-7 o Ciclo C: San Lucas 24, 1-12.
Por razones pastorales, puede reducirse el número de lecturas a tres, siendo obligatorias la 1a., la 3a. y la 7a., con sus respectivos salmos. En algunos casos, suele acompañarse de instrumentos musicales como el órgano, el Canto del Salmo Responsorial de cada Lectura del Antiguo Testamento.

Tras estos sigue la Vigilia, el Sacerdote celebrante inicia la entonación del Gloria que no se había cantado desde que empezó la Cuaresma, (a excepción de la misa de la cena del Señor del Jueves Santo) junto con repique de las campanas de la torre de la iglesia y las campanillas de mano. Siguen el canto del Gloria el coro, acompañado de instrumentos musicales, y junto a él los fieles. Se encienden las restantes luces del Templo y los monaguillos encienden los cirios del altar tomando fuego del Cirio Pascual. Además, adornan los altares del Templo con arreglos florales, y si las imágenes del Templo estaban cubiertas con velos en este instante son descubiertas.

Terminado el Gloria, el Sacerdote reza la Oración colecta, y en seguida un seminarista o un seglar procede a la lectura de un fragmento de Epístola del Apóstol San Pablo (Romanos 6, 3-11). Tras esta lectura y previo al Evangelio se entona de manera solemne el Aleluya, con su salmo del aleluya (Sal 117, 1-2.16-17.22-23), y el diácono, o el propio sacerdote celebrante a falta de diácono, procede a leer el Evangelio correspondiente (la Resurrección del Señor: según San Mateo en ciclo A, según San Marcos en ciclo B y según San Lucas en ciclo C).

Liturgia bautismal

Tras la homilía, pronunciada por el celebrante principal, tiene lugar la Liturgia Bautismal, en la cual se administra el Bautismo a los nuevos cristianos de ese año. Se bendice el agua de la pila bautismal con un rito de exorcismo especial y se cantan las Letanías de los Santos. También, los fieles presentes renuevan sus promesas bautismales, tomando de nuevo la luz del cirio pascual, y se los asperja con agua bendita. Si el celebrante principal es Obispo, puede administrar también el sacramento de la Confirmación a los fieles que se hayan preparado debidamente para ello. Aunque actualmente, el RICA (Ritual para la Iniciación Cristiana de Adultos) permite que el sacramento de la Confirmación pueda ser administrado por cualquier sacerdote.

Liturgia eucarística

Finalmente, se continúa con la liturgia eucarística de la manera acostumbrada. Se suele usar la Plegaria Eucarística I o Canon Romano (más tradicional), tratándose de una liturgia muy solemne. En el momento de la comunión, se acostumbra a realizar la Eucaristía bajo las dos especies. La procesión de comunión suele ser con cantos jubilosos y en algunos casos carismáticos, y al final de la Vigilia Pascual el que está mandado en el Misal es el "Magnificat" (Canto de María).
Finaliza la eucaristía impartiéndose la bendición final, ya que la Vigilia Pascual es el fin del Triduo Pascual, puesto que la celebración comenzó con la misa de la Cena del Señor el Jueves Santo, continuó con la Celebración de la Muerte del Señor el Viernes Santo y finaliza con la Vigilia Pascual en la madrugada del Domingo de Resurrección donde se imparte la bendición solemne. El envío (Ite Missa est o Pueden ir en paz Aleluya, Aleluya.), en este día es solemnizado por el canto y por el doble aleluya que se añade.
Al final, aunque no es obligación, es costumbre cantar el Regina Coeli (Reina del Cielo), una alabanza a la Virgen María para que se alegre con la Resurrección de su Hij

miércoles, 19 de abril de 2017

84).-El Viernes Santo.-a


Esteban Aguilar Orellana; Giovani Barbatos Epple;Ismael Barrenechea Samaniego; Jorge Catalán Nuñez; Boris Díaz Carrasco; Rafael Díaz del Río Martí;Alfredo Francisco Eloy Barra ;Rodrigo Farias Picon; Franco Antonio González Fortunatti;Patricio Ernesto Hernández Jara; Walter Imilan Ojeda;Jaime Jamet Rojas;Gustavo Morales Guajardo;Francisco Moreno Gallardo; Boris Ormeño Rojas;José Oyarzún Villa;Rodrigo Palacios Marambio;Demetrio Protopsaltis Palma;Cristian Quezada Moreno;Edison Reyes Aramburu; Rodrigo Rivera Hernández;Jorge Rojas Bustos; Alejandro Suau Figueroa; Cristian Vergara Torrealba; Rodrigo Villela Díaz; Nicolas Wasiliew Sala;Marcelo Yañez Garin;Katherine Alejandra del Carmen  Lafoy Guzmán; Franco Natalino; 



El Viernes Santo es una de las más representativas y profundas conmemoraciones del cristianismo. Es el quinto día de la Semana Santa. En este día se recuerda la crucifixión y muerte de Jesús de Nazaret.
En este día, la Iglesia católica manda a sus fieles guardar ayuno y abstinencia de carne como penitencia.

Liturgia

En la religión católica, en este día no se celebra la eucaristía. En su lugar, se celebra la "Liturgia de la Pasión del Señor" a media tarde del viernes, a las 15:00, hora en la que se ha situado la muerte de Jesús en la cruz. Por razones pastorales puede celebrarse más tarde, aunque en ningún caso la celebración puede concluir después de las 18:00.
El sacerdote y el diácono visten ornamentos rojos, en recuerdo de la sangre derramada por Jesucristo en la cruz. Los obispos participan en esta celebración sin báculo y despojados de su anillo pastoral. Antes de iniciar la celebración, el templo se presenta con las luces apagadas, y de no ser posible, a media luz. El altar y los laterales se encuentran sin manteles ni adornos, mientras que a un costado de éste ha de disponerse un pedestal para colocar en él la santa cruz que será ofrecida a veneración.
El comienzo de esta celebración es en silencio. El sacerdote se postra frente al altar, con el rostro en tierra, recordando la agonía de Jesús. El diácono, los ministros y los fieles se arrodillan en silencio unos instantes. El sacerdote, ya puesto de pie, se dirige a la sede donde reza una oración (a modo de oración colecta).
En seguida, estando los fieles sentados, se inicia la Liturgia de la Palabra: se proclaman dos lecturas, la primera del profeta Isaías (el siervo sufriente) y la segunda de la Carta a los Hebreos, intercaladas por un salmo ("Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu").

Después de la segunda lectura, sin aclamación, se proclama el relato completo de la "Pasión según san Juan", en cuya lectura pueden participar varias personas, leyéndose los papeles de Jesús (por el diácono o el sacerdote), el cronista por una persona y el Sanedrín (las personas que aparecen en el relato) por otro, siendo un seglar el que informa de lo que se va a ir realizando a lo largo de ésta celebración, al igual que en el día anterior. La homilía es algo más breve de lo habitual debido a lo extenso del Evangelio.

La Liturgia de la Palabra finaliza con la "Oración universal", hecha de manera solemne. Se ora por la Iglesia, por el papa, por todos los ministerios —obispos, presbíteros y diáconos— y por los fieles, por los catecúmenos, por la unidad de los cristianos, por los judíos, por los que no creen en Cristo, por los que no creen en Dios, por los gobernantes, y por los atribulados.

Después tiene lugar la adoración del Árbol de la Cruz, en la cual se descubre en tres etapas el crucifijo para la adoración de todos. El sacerdote celebrante va a los pies de la iglesia junto con dos personas (diáconos o monaguillos normalmente) que portan unos cirios y va avanzando con la cruz tapada con una tela oscura o roja y la va destapando mientras canta en cada etapa la siguiente aclamación: " Mirad el árbol de la cruz, donde estuvo clavada la Salvación del Mundo", respondiendo los fieles y el coro "Venid a adorarlo", de modo que al llegar al Altar queda totalmente descubierta.

A continuación los sacerdotes besan la cruz y después todos los fieles. Mientras, se suele cantar alguna canción, la única en toda la celebración. Las que están mandadas en el Misal Romano son tres, que se cantan a continuación una de otra: Los "Improperios" o reproches de Jesús al pueblo, el "Crux fidelis" ("Oh Cruz fiel", alabanzas a la cruz de Cristo), y el "Pange lingua" (no el himno eucarístico, "Pange, lingua, gloriosi Corporis mysterium", que se canta durante el traslado del Santísimo Sacramento al Monumento el día anterior, sino un canto sobre la Pasión, "Pange, lingua, gloriosi proelium certaminis").

Terminada esta parte, se coloca un mantel en el Altar y el celebrante invita a los fieles a rezar el Padre Nuestro como de costumbre. Se omite el saludo de la paz, y luego de rezado el Cordero de Dios, se procede a distribuir la Comunión a los fieles con las Sagradas Formas reservadas en el monumento el día anterior, o sea, Jueves Santo. La celebración culmina sin impartirse la bendición, al igual que en el día anterior ya que la celebración culminará con la Vigilia Pascual, y se invita a esperar junto a María la llegada de la Resurrección del Señor, pero mientras tanto, se produce un profundo silencio y meditación sobre la Muerte del Señor. A continuación los sacerdotes, diáconos y ministros se marchan en silencio a la sacristía. En esta acción litúrgica se recoge una colecta, destinada a financiar el mantenimiento de los Santos Lugares donde vivió Jesucristo. Los encargados de mantener estos lugares son los Franciscanos Custodios de Tierra Santa.
Junto a las ceremonias que tienen lugar en los templos, en muchos lugares se conmemora el Viernes Santo con el rezo del Vía Crucis literalmente el camino de la cruz, donde a través de catorce estaciones se rememoran los pasos de Jesús camino a su muerte. Este suele realizarse en el templo (donde hay representaciones pictóricas o relieves de las estaciones) o por las calles en torno al mismo. En algunos lugares existe la costumbre de que algunos fieles, debidamente caracterizados, dramaticen las distintas estaciones.
También es costumbre en algunos lugares la meditación de las Siete Palabras que Jesús pronunció en la Cruz. En otros sitios se celebra la procesión del Santo Entierro y el turno de vela ante el sepulcro.
En muchos lugares por la mañana del Viernes Santo, al igual que al día siguiente, suelen predicarse retiros espirituales y se dispone de sacerdotes atendiendo confesiones.
El Viernes Santo y el Sábado Santo (antes de la Vigilia de la Resurrección) son los únicos días del calendario litúrgico católico donde no se celebra la Misa, como luto por la muerte del Señor. Las campanas permanecen mudas, siendo sustituidas en algunos lugares por matracas de madera. Tampoco el órgano suena, excepto para marcar el tono, y se evita el canto polifónico.
Es costumbre también que todas las limosnas recogidas en las iglesias católicas del mundo en este día son donadas a la Custodia de Tierra Santa para el sostenimiento de los santos lugares.

viernes, 14 de abril de 2017

83).-El Domingo de Ramos.-a


Esteban Aguilar Orellana; Giovani Barbatos Epple;Ismael Barrenechea Samaniego; Jorge Catalán Nuñez; Boris Díaz Carrasco; Rafael Díaz del Río Martí;Alfredo Francisco Eloy Barra ;Rodrigo Farias Picon; Franco Antonio González Fortunatti;Patricio Ernesto Hernández Jara; Walter Imilan Ojeda;Jaime Jamet Rojas;Gustavo Morales Guajardo;Francisco Moreno Gallardo; Boris Ormeño Rojas;José Oyarzún Villa;Rodrigo Palacios Marambio;Demetrio Protopsaltis Palma;Cristian Quezada Moreno;Edison Reyes Aramburu; Rodrigo Rivera Hernández;Jorge Rojas Bustos; Alejandro Suau Figueroa; Cristian Vergara Torrealba; Rodrigo Villela Díaz; Nicolas Wasiliew Sala;Marcelo Yañez Garin;Katherine Alejandra del Carmen  Lafoy Guzmán; Franco Natalino; 


Entrada triunfal de Jesucristo en Jerusalén, pintada por Giotto.

El Domingo de Ramos es una celebración religiosa en que la mayoría de las denominaciones del cristianismo conmemora la entrada de Jesucristo en Jerusalén, dando inicio a la Semana Santa.

Narración evangélica

De acuerdo a los Evangelios del Nuevo Testamento, Jesús de Nazaret entró triunfalmente en Jerusalén en medio de una multitud que lo aclamaba. Antes de entrar, Jesús se detuvo en Betania y Betfagé, y el Evangelio de Juan añade que cenó con Lázaro y sus hermanas María y Marta. Ahí, se narra que Jesús envió a dos discípulos a la aldea cercana, con órdenes de recuperar un burrito que había sido atado, pero nunca montado y dijo "Si os preguntan, decid que el Señor necesita el burrito, y que les será devuelto luego".
Los sinópticos y Juan establecen que Jesús supo que había gente en el área, como Simón el Leproso, así que pudo haber argumentado que la presencia del borrico había sido organizada por los discípulos de Jesús. El Evangelio de Juan, no obstante, simplemente dice que Jesús encontró el borrico. Juan y los Sinópticos establecen que Jesús entonces montó al borrico (o en Mateo al borrico y a la burra, madre de éste), dentro de Jerusalén. Los sinópticos añaden que los discípulos pudieron poner sus capas en el animal, haciéndolo así más confortable. Los Evangelios describen cómo Jesús entró a Jerusalén y cómo la gente alfombraba su camino y también cómo dejaba a un lado pequeñas ramas de árbol.
La gente también cantaba una parte del Libro de los Salmos, específicamente los versículos 25-26 del capítulo 118. ...Bendito es el que viene en el nombre del Señor. Bendito es el enviado del Reino de Nuestro Padre [David]... El lugar de esta entrada no está especificado, pero se supone que tuvo lugar en la Puerta Dorada, desde donde se creía que el Mesías entraría a Jerusalén, otros estudiosos piensan que el lugar fue hacia el sur, pues tenía entrada directa hacia el.

jueves, 13 de abril de 2017

82).-La Semana Santa.-a


Esteban Aguilar Orellana; Giovani Barbatos Epple;Ismael Barrenechea Samaniego; Jorge Catalán Nuñez; Boris Díaz Carrasco; Rafael Díaz del Río Martí;Alfredo Francisco Eloy Barra ;Rodrigo Farias Picon; Franco Antonio González Fortunatti;Patricio Ernesto Hernández Jara; Walter Imilan Ojeda;Jaime Jamet Rojas;Gustavo Morales Guajardo;Francisco Moreno Gallardo; Boris Ormeño Rojas;José Oyarzún Villa;Rodrigo Palacios Marambio;Demetrio Protopsaltis Palma;Cristian Quezada Moreno;Edison Reyes Aramburu; Rodrigo Rivera Hernández;Jorge Rojas Bustos; Alejandro Suau Figueroa; Cristian Vergara Torrealba; Rodrigo Villela Díaz; Nicolas Wasiliew Sala;Marcelo Yañez Garin;Katherine Alejandra del Carmen  Lafoy Guzmán; Franco Natalino; 


Folio_173v_-_The_Entry_into_Jerusalem


La Semana Santa​ es la conmemoración cristiana anual de la Pasión de Cristo, es decir, de la entrada a Jerusalén, la última cena, el viacrucis, la muerte y resurrección de Jesús de Nazaret. Por eso, es un período de intensa actividad litúrgica dentro de las diversas confesiones cristianas. Da comienzo con el Domingo de Ramos y finaliza el Domingo de Resurrección,​ aunque su celebración suele iniciarse en varios lugares el viernes anterior (Viernes de Dolores). La fecha de la celebración es variable (entre marzo y abril según el año) ya que depende del calendario lunar.
Precedida por el tiempo de Cuaresma, en la Semana Santa se celebra la institución de la eucaristía en el Jueves Santo, se conmemora la crucifixión de Jesús el Viernes Santo y la resurrección en la Vigilia Pascual durante la noche del Sábado Santo al Domingo de Resurrección. Durante la Semana Santa tienen lugar numerosas muestras de religiosidad popular a lo largo de todo el mundo, destacando las procesiones y las representaciones de la Pasión.

miércoles, 5 de abril de 2017

81).-La Biblia de Gutenberg IV Primera impresión.-a


Esteban Aguilar Orellana; Giovani Barbatos Epple;Ismael Barrenechea Samaniego; Jorge Catalán Nuñez; Boris Díaz Carrasco; Rafael Díaz del Río Martí;Alfredo Francisco Eloy Barra ;Rodrigo Farias Picon; Franco Antonio González Fortunatti;Patricio Ernesto Hernández Jara; Walter Imilan Ojeda;Jaime Jamet Rojas;Gustavo Morales Guajardo;Francisco Moreno Gallardo; Boris Ormeño Rojas;José Oyarzún Villa;Rodrigo Palacios Marambio;Demetrio Protopsaltis Palma;Cristian Quezada Moreno;Edison Reyes Aramburu; Rodrigo Rivera Hernández;Jorge Rojas Bustos; Alejandro Suau Figueroa; Cristian Vergara Torrealba; Rodrigo Villela Díaz; Nicolas Wasiliew Sala;Marcelo Yañez Garin;Katherine Alejandra del Carmen  Lafoy Guzmán;Paula Flores Vargas;


      
  Primera impresión.


partes de la hojas 


La Biblia de Gutenberg se trata sin duda del libro más valioso de un fondo bibliográfico y documental que merece figurar entre los más importantes de España. Valioso porque es el libro que inaugura la era de la imprenta, en torno a 1454, y porque está considerado por muchos como el libro más hermoso jamás impreso.
Es la Biblia de Gutenberg, también conocida como Biblia de las 42 Líneas, paradigma del fruto de la imprenta primitiva, un objeto a medio camino entre lo industrial y lo artesanal, pues aunque a partir del nacimiento de la imprenta los libros se producen en serie, cada ejemplar exhibe cierto número de rasgos diferenciadores que determinan su “individualización” que es un elemento casi definitorio del libro impreso del siglo XV.
Una parte de la tirada –de unos 200 ejemplares—de la Biblia de Gutenberg se hizo en papel y otra en vitela, presentando algunos ejemplares cuadernillos con variantes en la composición de las páginas y el número de líneas. Súmese a ello que en aquel tiempo los libros salían del taller sin encuadernar, y con los espacios para las iniciales en blanco, para que fuera el propietario quien en función de su poder adquisitivo y sus gustos eligiera una encuadernación y una decoración miniada para su libro.

La Biblia de las 42 líneas.



El ejemplar sevillano de la Biblia de Gutenberg es sólo el volumen segundo, correspondiente al Nuevo Testamento. La encuadernación en holandesa, del siglo XIX probablemente, es pobre pero digna. La decoración miniada de las capitales, sin llegar a la profusión y exuberancia de orlas que se prolongan por toda la página de otros ejemplares, es de un gusto exquisito y de una enorme elegancia. 
La Biblia ha regresado a los anaqueles de la Biblioteca de la Universidad de Sevilla, tras haber permanecido por espacio de seis meses, para su restauración, en el Monasterio de Santa María de las Cuevas, sede del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico. Aunque el estado de conservación es razonablemente bueno, la detección de pequeños signos de deterioro hizo que la Biblioteca solicitara a los técnicos del Instituto la realización de los estudios y análisis pertinentes y la intervención, si se estimaba necesaria, para detener posibles procesos de deterioro.
El diagnóstico del equipo de restauradores del IAPH confirmó la existencia de problemas menores de conservación, relacionados fundamentalmente con las cubiertas de la encuadernación que viste al volumen, la suciedad en algunas hojas y la pérdida de sustancias de sustentación en los pigmentos de algunas iniciales miniadas. Todo ello determinó la naturaleza de la intervención, limitada básicamente a la limpieza de todo el volumen, la reparación de las cubiertas y la fijación de los pigmentos. Se trata, por tanto, de una intervención menor, pero necesaria. A ello se suma la confección de una caja de conservación acorde con la importancia del ejemplar. 
Se da la circunstancia de que la Biblia de Gutenberg pasó a formar parte de la colección de la Biblioteca universitaria en 1770,  cuando la recién creada Universidad Literaria de Sevilla, ya separada del Colegio de Santa María de Jesús, ocupaba la que sería su sede durante doscientos años, en el edificio de la Casa Profesa de la Compañía, hoy Facultad de Bellas Artes, en la calle Laraña. 

                   


La mayor colección de Biblias de Gutenberg
El museo Morgan de Nueva York expone sus tres ejemplares del padre de la imprenta.
 20 MAY 2008 
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Tres biblias impresas por Johannes Gutenberg en el siglo XV y un libro de plegarias de Claudia de Valois (creado en 1517 para su coronación como reina de Francia) protagonizan las dos nuevas exposiciones que abrieron hoy sus puertas en la Biblioteca y Museo Morgan de Nueva York. Tres biblias de Gutenberg es el título de la exposición que se podrá disfrutar en la Gran Manzana hasta el 28 de septiembre, mientras que el libro de plegarias de la reina francesa (1499-1524) forma parte de la exhibición permanente como nueva adquisición de la prestigiosa institución neoyorquina.
"Somos el único lugar del mundo que tiene tres de estas biblias al mismo tiempo", dijo hoy a Efe el comisario de la muestra, John Bidwell, mientras que el director del Museo Morgan, William Griswold, indicó que se sentían "muy afortunados por haber reunido esta colección sin igual del gran trabajo que hizo Gutenberg". Griswold explicó que cada una de ellas "tiene características que la hacen diferente de las demás, pero reunidas ofrecen una fascinante visión de los ambiciosos planes que Gutenberg tenía para su obra impresa".
 El herrero alemán Johannes Gutenberg (1398-1468) fue el inventor hacia 1450 de la imprenta en Europa, que desarrolló mediante la invención de la técnica de tipos metálicos móviles y con una composición de letra por letra y línea a línea, con la que páginaspodían ser impresas en papel y en pergamino (vellum).
Los expertos de la Morgan explicaron que en las tres copias, propiedad de la institución, se observan las diferentes técnicas utilizadas por el inventor y los artistas, que "al realizar un libro muy bello también iniciaron un nuevo capítulo en las historia de la comunicación visual"
En ellas se pueden ver importantes diferencias del que fue el primer libro impreso en Europa occidental, así como las innovaciones en el arte del diseño gráfico de la época. Los bibliógrafos creen que Gutenberg y sus sucesores llegaron a imprimir en papel entre 120 y 135 copias de la Biblia y entre 40 y 45 en pergamino, pero de todas ellas sólo unas 50 han resistido el paso del tiempo y la mayoría en no muy buen estado.
"Cada una de las tres copias que hay aquí tiene una historia especial que contar sobre el diseño y la producción de este famoso libro", agregó Griswold. El comisario de la muestra subrayó que "estas biblias se imprimieron muchos años antes del descubrimiento de América y representan el libro más importante de Occidente".
De esas preciosas posesiones del museo neoyorquino una está impresa en papel y en buen estado de conservación y, aunque le faltan dos hojas, "se puede ver la composición de las páginas tal como las veía el inventor", dijeron los expertos.
La segunda copia en papel del museo contiene el Antiguo Testamento en 22 páginas y con un solo tipo de letra, pues, según los expertos, podría haber sido confeccionada con los restos del papel de las imprentas, "como un trabajo de último minuto sobre páginas que faltaban o estaban incompletas". Esta copia se le atribuye a Johann Fust (1400-1466), un artesano que decoró buena parte de las primeras impresiones hechas por Gutenberg en Maguncia y a quien ayudó a financiar las impresiones cuando el inventor de la imprenta estaba endeudado. Dicho ejemplar de la Biblia es muy similar a la que existe en la Biblioteca Nacional de Burgos (España) y, según la Morgan, "son casi gemelas".
La tercera está realizada en papel pergamino, contiene algunas iniciales decoradas y bordes ornamentales, de los que algunos habrían sido eliminados y reemplazados en el siglo XIX con facsímiles, que estaba tan bien confeccionados que (según los expertos del museo) engañaron a más de un erudito incauto. Esa copia de la Biblia de Gutenberg pasó por diferentes manos, pues estuvo a cargo de un artesano alemán del área de Maguncia y cuando la retomó otro, cambió el estilo incluyendo elaboradas iniciales en dorado, motivos botánicos y unos bordes muy complejos que se atribuyeron a un taller de la localidad belga de Brujas.
Además de estas valiosas biblias, el museo neoyorquino exhibe otra de sus adquisiciones: un bellísimo, raro y delicado manuscrito de la época renacentista que perteneció a Claudia de Francia. "Es el manuscrito decorado más importante adquirido por la Morgan en los últimos 25 años", aseveró Griswold de este libro-joya que mide poco más de 5 centímetros y que está ilustrado con 132 escenas de la vida de Jesús, la Virgen María, los apóstoles y numerosos santos. 
Este manuscrito -cuyo último propietario fue el neoyorquino Alexandre Rosenberg y ha sido donado al centro por su viuda- incluye un ex-libris diseñado por el pintor español Pablo Picasso y se expone junto a otro libro de plegarias que perteneció a otra reina de Francia, Ana de Bretaña, madre de Claudia y esposa de Carlos VIII y Luis XII.

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La imprenta

Mucho se ha discutido sobre cuál fue la verdadera aportación de Johannes Gutenberg a la industria de las artes gráficas. En sentido estricto no se le puede atribuir la invención de la imprenta, pues sus principios eran explotados con anterioridad a sus descubrimientos. Ya a comienzos del siglo XV se imprimían naipes y estampas con motivos religiosos mediante la aplicación de una plancha (de madera grabada y embadurnada con tinta grasa) sobre el papel o el pergamino. Este procedimiento de impresión, la xilografía, era originario de Extremo Oriente, China o Corea, y entró en Europa a través de Italia.
Tampoco fue mérito de Gutenberg la composición de textos con caracteres móviles, es decir, la fabricación de letras o símbolos individuales. Esta práctica surgió de un modo natural, a través de la necesidad de introducir correcciones en los textos de las planchas xilográficas, ya que era necesario extraer la letra a sustituir y reemplazarla por un taquillo o dado de madera que llevase grabado en relieve el nuevo carácter.
El verdadero mérito de Gutenberg fue perfeccionar estas técnicas hasta conseguir un procedimiento tipográfico que permanecería sin apenas cambios hasta los primeros compases del siglo XX. Para ello procedió a sustituir la madera por el metal, fabricando moldes de fundición capaces de reproducir tipos metálicos suficientemente regulares como para permitir la composición de textos. Fue esta invención, la impresión tipográfica con tipos móviles metálicos, la que dio origen al libro moderno.

Imprenta de la época

La autenticidad de sus aportaciones también es objeto de debates. El hecho de no haber dejado su nombre en ninguno de los libros por él impresos, junto con las sombras que existen en torno a su vida, ha dado pie a atribuir a otros los méritos de su invención. El principal adversario en disputarle el descubrimiento ha sido, y para algunos sigue siendo, Laurens Janszoon Coster, un impresor de Haarlem del que se dice que inventó el tipo móvil metálico unas dos décadas antes que Gutenberg. De hecho, se han encontrado incunables en Holanda, confeccionados con tipos móviles, que muy bien pudieran haber salido de su taller. No obstante, lo defectuoso de la impresión ha llevado a muchos eruditos a pensar que Coster se sirvió de punzones de madera y de moldes de arena fina o de arcilla para fabricar los tipos de imprenta, atribuyendo a Gutenberg el punzón metálico y el molde de fundición, sin cuyo concurso la tipografía no hubiese sido posible.
La invención de la imprenta con caracteres móviles es uno de los grandes hitos de la historia de la cultura. Basta con mencionar algunas cifras para corroborar la intuitiva impresión de que el impacto había de ser inmenso: se calcula, por ejemplo, que la producción de libros durante los primeros cincuenta años después de la decisiva aportación de Johannes Gutenberg fue, casi con toda seguridad, mayor que en los mil años precedentes.
La imprenta, en efecto, provocó una verdadera revolución en la cultura. La posibilidad de realizar tiradas de múltiples ejemplares de libros facilitó el acceso de un mayor número de personas en todo el mundo al saber escrito y conllevó radicales transformaciones en la política, la religión y las artes. El saber escrito dejó de ser patrimonio de una élite y se extendió a amplias capas de la población. La escritura fue sustituyendo a la tradición oral como forma privilegiada para transmitir conocimientos, a la par que las publicaciones impresas, como libros o periódicos, se generalizaron. En pocas centurias la escritura impresa se convertiría en el medio predominante en Occidente para la difusión del saber.
Los cambios que trajo consigo la imprenta de Gutenberg sólo son comparables a los que originaron los nuevos medios surgidos en el siglo XX (la radio, el cine, la televisión) y a los que está originando la generalización de la informática en el umbral del siglo XXI. Los ordenadores están sustituyendo a los documentos impresos como instrumentos para transmitir y conservar los textos. 
Aunque el libro, tal como lo hemos entendido hasta la actualidad, continuará siendo de gran utilidad durante mucho tiempo, la época de la historia marcada por el predominio de la letra impresa (siglos XV-XX) puede darse por finalizada; al menos, éste fue el parecer de Marshall McLuhan, el sociólogo canadiense que acuñó la expresión «galaxia Gutenberg» como designación de ese periodo de abrumador predominio de los medios impresos.



Historia de la primera biblia impresa.

Paula Flores Vargas
Gutenberg estuvo trabajando en su invento durante años en el más absoluto secreto. Con la excusa de fabricar espejos, se proveía de todos los instrumentos necesarios en la imprenta (prensas, moldes, plomo, etc.). Al parecer, aunque llevaba años dedicado a imprimir (incluso se cree que vendía libros impresos por manuscritos, cobrándolos lógicamente más caros), trataba por todos los medios de que su invención no fuera conocida (hasta el punto de destruir sus propios trabajos).
Se supone que en 1445 imprimió mediante esta técnica "El Juicio Final", del que sólo se conserva un fragmento. En 1450 se asocia con Johann Fust, prestamista y editor alemán, que le financia un taller tipográfico, del que sale el "Misal de Constanza", considerado como el primer libro tipográfico. 
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En 1452 realiza la "Biblia de las 42 líneas" (primera obra completa realizada con esta nueva técnica), también conocida como Biblia Latina, de "Gutenberg" o "Mazarina". Surgen desavenencias y problemas económicos entre Fust y Gutenberg y el primero se asocia con un empleado de Gutenberg, Peter Schöeffer.
 De este nuevo taller saldrá "El Salterio de Maguncia" (1457), primera obra que lleva colofón con año y lugar de impresión, está ilustrada con letras grabadas, se imprimió a más de un color y lleva marca de impresor. En 1462 imprimen la "Biblia de las 48 líneas"
Mientras tanto, Gutenberg rehace su taller y continúa su actividad como impresor. En 1460 Gutenberg abandona la imprenta, probablemente a causa de la ceguera, y muere en Maguncia en 1468.

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Paula Flores Vargas


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 COPIAS DE LA BIBLIA 


Se cree que se imprimieron 180 copias de la Biblia, pero esta información se basa en una única carta de Enea Silvio Piccolomini (el futuro Papa Pío II), quien vio muestras del trabajo de Gutenberg en Frankfurt en 1455. Actualmente los académicos, tras examinar las copias existentes, consideran que se pudieron imprimir entre 158 y 180 copias.


De las 49 copias más o menos completas que se conservan de la Biblia de Gutenberg (12 en vitela, 37 en papel), la de la Biblioteca del Congreso, junto a la de la Biblioteca Nacional de Francia y la de la Biblioteca Británica, son las tres copias más perfectas impresas en vitela de las que se tiene conocimiento.

PaísInstituciónHubay
n.°
EstadoMaterial
Austria (1)Biblioteca Nacional
 de Austria, Viena
27completapapel
Bélgica (1)Bibliothèque
universitaire, Mons
1incompletapapel
Dinamarca (1)Kongelige Bibliotek,
 Copenhague
12incompletapapel
Francia (4)Biblioteca Nacional
de Francia, París
15completapergamino
17incompletapapel
Biblioteca Mazarino,
 París
16completapapel
Bibliothèque
 Municipale,
 Saint-Omer
18incompletapapel
Alemania (12)Museo Gutenberg,
Maguncia
8incompletapapel
9
Landesbibliothek,
Fulda
4incompletapergamino
Universitätsbibliothek,
Leipzig
14incompletapergamino
Niedersächsische
Staats-und
 Universitätsbibliothek,
Göttingen
2completapergamino
Biblioteca Estatal de
Berlín
3incompletapergamino
Biblioteca Estatal de
 Baviera, Múnich
5completapapel
Universitätsbibliothek
Johann Christian
Senckenberg,
Fráncfort del Meno
6completapapel
Hofbibliothek,
Aschaffenburg
7incompletapapel
Württembergische
 Landesbibliothek,
Stuttgart
10incompletapapel
Stadtbibliothek,
 Tréveris
11incompletapapel
Landesbibliothek,
 Kassel
12incompletapapel
Japón (1)Universidad de Keiō,
 Tokio
45incompletapapel
Polonia (1)Biblioteka
Seminarium
 Duchownego,
 Pelplin
28incompletapapel
Portugal (1)Biblioteca
 Nacional de
 Portugal,
Lisboa
29completapapel
Rusia (2)Biblioteca
 Nacional
 Rusa,
 San
Petersburgo
-incompletapergamino
Universidad Estatal
de Moscú,
 Moscú
-completapapel
España (2)Biblioteca
 General.
Universidad
de Sevilla
32incompletapapel
Biblioteca
 Pública
 Provincial,
 Burgos
31completa​papel
Suiza (1)Biblioteca
Bodmeriana
30incompletapapel
Reino 
Unido (8)
British Library,
 Londres
?completapergamino
?completapapel
Biblioteca
Nacional
de Escocia,
 Edimburgo
26completapapel
Biblioteca del
Palacio de
 Lambeth,
 Londres
20incompletapergamino
Eton College
Library,
Eton
23completapapel
Biblioteca
Universitaria
John Rylands,
 Mánchester
25completapapel
Biblioteca
 Bodleiana,
Oxford
24completapapel
Biblioteca de la
Universidad
 de Cambridge
22completapapel
Estados
 Unidos (11)
The Morgan
Library &
Museum,
 Nueva York
37incompletapergamino
38completapapel
44incompletapapel
Biblioteca
 del Congreso
de Estados
Unidos,
 Washington D. C.
35completapergamino
Biblioteca Pública
 de Nueva York
42incompletapapel
Widener Library,
 Universidad de
 Harvard
40completapapel
Beinecke Library,
 Universidad
de Yale
41completapapel
Scheide Library, 
Universidad
de Princeton
43papel
Lilly Library,
Universidad
de Indiana
46incompletapapel
Henry E. Huntington
 Library,
San Marino,
 California
36incompletapergamino
Harry Ransom
 Humanities
 Research
 Center, 
Universidad
de Texas
 en Austin
39completapapel
Vaticano (2)Biblioteca
 Apostólica
 Vaticana
33incompletapergamino
34incompletapapel

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La Biblia gigante de Maguncia.


La Biblia gigante de Maguncia es un manuscrito iluminado de la Biblia Vulgata en dos volúmenes, de grandes dimensiones, realizado hacia los años 1452-1453, probablemente en Maguncia o alrededores.

Destaca por su belleza, por ser una de las últimas biblias manuscritas realizada antes de la invención de la imprenta en Occidente, y por sus posibles conexiones con la Biblia de Gutenberg.


Lugar y fecha de realización


El colofón de la biblia registra que el escriba comenzó a trabajar el 4 de abril de 1452 y terminó el 9 de julio de 1453. En torno a estas fechas, las grandes biblias, diseñadas para ser leídas desde un atril, estaban recuperando su popularidad por primera vez desde el siglo XII. En el período intermedio, habían sido habituales pequeñas biblias de mano.

Aunque no se puede conocer con certeza el lugar de confección, varios indicios lo vinculan con Maguncia, incluido el estilo de decoración. El estilo de la escritura también sugiere un origen en algún lugar de la región del Medio o Bajo Rin, y se sabe que la biblia fue propiedad de la Catedral de Maguncia desde al menos 1566.


La biblia fue escrita por un solo escriba en pergamino de alta calidad. Las páginas miden 576 x 405 mm (22,6 x 15,9 pulgadas) y el texto está organizado en 2 columnas de 60 líneas, con amplios márgenes. Hay decoraciones en una variedad de estilos, por más de un artista. La decoración nunca se completó, por razones desconocidas. Solo unas pocas páginas en el primer volumen tienen los bordes iluminados complejos y finamente dibujados por los que la Biblia es conocida.

La biblia está encuadernada en 2 volúmenes, con 244 hojas en el primero y 214 en el segundo. Es probable que falten una hoja preliminar y dos finales. La encuadernación es de piel de cerdo lisa sobre tablas de madera y es más o menos contemporánea al resto del libro.​ El bloque de texto está asegurado por nueve cuerdas con bandas en la cabeza y la cola de seda roja, blanca y verde.

El texto de la biblia ha sido poco estudiado pero está cerca de otras Biblias Vulgata del período.


La procedencia de la biblia se conoce desde 1566 en adelante. En ese año, Heinrich von Stockheim de la catedral de Maguncia depositó en la biblioteca de la catedral. No está claro si lo donó a la catedral o simplemente lo transfirió a la biblioteca desde la capilla.

En 1631 la biblioteca fue confiscada como premio de guerra por Gustavus Adolphus II de Suecia, quien entregó la Biblia a uno de sus oficiales, Bernardo de Sajonia-Weimar. Permaneció en la familia de Bernard hasta que se vendió a Lessing J. Rosenwald, a través del librero Hans P. Kraus, en 1951. En 1952 Rosenwald lo donó a la Biblioteca del Congreso.

La biblia está en muy buenas condiciones, lo que sugiere que nunca se leyó con regularidad. No hay marcas del pulgar y muy poca decoloración en los márgenes exteriores. Fue paginada en el siglo XIX.


La Biblia gigante se escribió al mismo tiempo que Johannes Gutenberg imprimía su Biblia, y posiblemente en la misma ciudad. La Biblia de Gutenberg se inspiró claramente en las Biblias manuscritas de gran formato que se estaban escribiendo en este momento, por ejemplo, en su tamaño de página y sus amplios márgenes. Se ha especulado que la Biblia gigante fue una influencia particular en Gutenberg, pero la evidencia de esto es limitada.​ La tipografía de Gutenberg tiene el mismo estilo de textura, pero no parece que la mano del escriba de la Biblia Gigante fuera el modelo. El texto de la Biblia Gigante no está especialmente próximo de la Biblia de Gutenberg.

Varios animales, humanos y flores que aparecen en los bordes decorados añadidos a algunas páginas están estrechamente relacionados con las figuras de la copia de la Biblia de Gutenberg de la Universidad de Princeton y también con la obra del Maestro de los naipes.​ Se asume que se utilizó el mismo libro modelo en cada caso. 

Se ha especulado que el maestro de los naipes trabajó en la Biblia gigante y que también pudo haber sido un socio de Gutenberg, aunque no hay pruebas contundentes de esto. ​ La copia de Princeton de la Biblia de Gutenberg parece haber sido decorada por un artista diferente a la Biblia gigante.


Santa Juana de Arco.-a

Santa Juana de Arcos (Domrémy, Francia, 1412 - Ruán, id., 1431) Santa y heroína francesa. Nacida en el seno de una familia campesina acomoda...