Esteban Aguilar Orellana ; Giovani Barbatos Epple.; Ismael Barrenechea Samaniego ; Jorge Catalán Nuñez; Boris Díaz Carrasco; -Rafael Díaz del Río Martí ; Alfredo Francisco Eloy Barra ; Rodrigo Farias Picon; -Franco González Fortunatti ; Patricio Hernández Jara; Walter Imilan Ojeda ; Jaime Jamet Rojas ; Gustavo Morales Guajardo ; Francisco Moreno Gallardo ; Boris Ormeño Rojas ; José Oyarzún Villa ; Rodrigo Palacios Marambio; Demetrio Protopsaltis Palma ; Cristian Quezada Moreno ; Edison Reyes Aramburu ; Rodrigo Rivera Hernández; Jorge Rojas Bustos ; Alejandro Suau Figueroa; Cristian Vergara Torrealba ; Rodrigo Villela Díaz; Nicolas Wasiliew Sala ; Marcelo Yañez Garin;
|
Martes 07 de Junio de 2005
En una emotiva y masiva Eucaristía, realizada en calle Alonso de Córdova, contigua a la Parroquia Inmaculada Concepción, en la comuna de Vitacura, fue despedido el Padre Miguel Ortega Riquelme, quien falleciera el sábado 4 de junio, producto de un infarto al miocardio. A pesar del frío y de la amenaza de lluvia, los fieles se mantuvieron de pie durante todo la Misa que se prolongó por casi dos horas.
La Eucaristía fue presidida por Monseñor Cristián Contreras Villarroel, Obispo Auxiliar de Santiago y Secretario General de la Conferencia Episcopal de Chile; y concelebrada por Mons. Alejandro Goic, Obispo de Rancagua y Presidente de la Conferencia Episcopal; Mons. Ricardo Ezzati, Obispo Auxiliar de Santiago; Mons. Manuel Camilo Vial, Obispo de Temuco; Mons. Horacio Valenzuela, Obispo de Talca, y Mons. Patricio Infante, Arzobispo Emérito de Antofagasta. También concelebraron los vicarios episcopales de la Arquidiócesis de Santiago y más de un centenar de sacerdotes, entre ellos el Pbro. Ignacio Ortúzar, párroco de la Inmaculada Concepción de Vitacura.
La multitud que asistió al oficio religioso obligó a cerrar al tránsito vehicular la calle Alonso de Córdova en la que se instaló un altar. Cientos de fieles, en su mayoría jóvenes, participaron en forma activa y emocionada en la Misa. Muchos de ellos fueron discípulos y alumnos del Padre Miguel durante su paso por los colegios Notre Dame, Seminario Menor e Instituto de Humanidades Luis Campino; o recibieron su legado espiritual a través de los más de 80 libros que escribió durante su vida.
Autoridades
Entre las autoridades presentes, se encontraban el ex presidente Patricio Aylwin, el Ministro Secretario General de la Presidencia, Eduardo Dockendorff; el Ministro de Educación, Sergio Bitar; los senadores Gabriel Valdés, José Antonio Viera-Gallo, Ricardo Nuñez y Rafael Moreno, entre otros parlamentarios. También asistieron los alcaldes de Vitacura, Raúl Torrealba; de Peñalolén, Claudio Orrego; y de Maipú, Alberto Undurraga.
Homilía
El Padre Cristián Precht, Vicario de la Zona Sur de Santiago, en su homilía destacó la figura del P. Ortega y su labor sacerdotal en medio de los jóvenes, en los colegios, en el Santuario del Cerro San Cristóbal y en las parroquias en que estuvo destinado. “Hay entre nosotros jóvenes y adultos que descubrieron su vocación a la vida religiosa y al sacerdocio ministerial, su llamado a la política, al arte, a las ciencias sociales, sus ganas de vivir y de servir, gracias al contacto con la vida de Miguel…Y esta es realmente la peregrinación más importante que hay que hacer si queremos calibrar la calidad de un verdadero sembrador. Son semillas sembradas por Dios, en el corazón de muchos, a través del Padre Ortega, su fiel servidor”, dijo el Mons. Cristián Precht en su homilía. Ver texto completo de la homilía
Testimonios
Al final de la Misa, emotivos testimonios destacaron la vida del Padre Miguel, en sus distintas facetas, y su compromiso con el Evangelio de Jesucristo. A nombre de la familia, habló su hermano Eugenio, quien agradeció el regalo que Dios les ha brindado en la persona del P. Miguel. Lo mismo destacaron dos sobrinas y un joven que fuera “adoptado” por él. “Miguel fue un verdadero padre para mí, y fue el mejor papá”, dijo emocionado este último.
Luego de la Misa, los restos mortales del Padre Miguel Ortega fueron sepultados en el Cementerio General, donde fueron despedidos por ex alumnos, familiares, amigos y numerosos sacerdotes.
Biografía
El Padre Miguel Ortega Riquelme nació en Constitución el 22 de noviembre de 1941. Estudió en el Liceo Blanco Encalada de Talca y en el colegio Notre Dame, de Santiago. Ingresó al Seminario Pontificio Mayor de Santiago en 1961. Estudió Teología en la Pontifica Universidad Católica de Chile. Fue ordenado sacerdote el 26 de abril de 1969.
Al momento de su fallecimiento era Vicario parroquial de la parroquia Inmaculada Concepción, de Vitacura; y rector del Santuario del Cerro San Cristóbal.
Fue Vicario de Pastoral Juvenil del Cardenal Raúl Silva Henríquez, y rector de los colegios Seminario Menor, Luis Campino y Notre Dame. Una de sus primeras destinaciones fue como párroco de la parroquia San Joaquín, en Renca, entre los años 1973-1981.
El Padre Miguel Ortega, además de realizar una importante labor en el ámbito de la educación y de la pastoral juvenil, fue un destacado autor de libros de espiritualidad. Sus publicaciones son ampliamente conocidas en todo el continente, en forma especial el Pan de la Palabra, breves oraciones para la mesa familiar.
Homilía Misa P. Miguel Ortega Riquelme 05 de Junio 2005 Inmaculada Concepción de Vitacura
Fecha: Lunes 06 de Junio de 2005 Pais: Chile Ciudad: Santiago Autor: P. Rodrigo Tupper Altamirano
Todo comenzó en Galilea te oí decir entusiasta hace muchos años atrás. Tengo nítida en mi memoria tu palabra en esa casa de Las Rosas cuando nos fuiste a hablar de Jesucristo. Pocas veces en mi vida escuché palabras más claras, profundas, certeras, convincentes y alegres. Y con esa palabra jovial fuiste entusiasmando a muchos, muchísimos en verdad, con el Evangelio del Señor Jesús. Nos cautivaste con alegría, con inteligencia, con sencillez.
Al oír el santo Evangelio que la liturgia de la Iglesia providencialmente nos regala en este día, no queda más alternativa que decir Gracias Señor!!.
Gracias por el discípulo fiel y audaz que conocimos en Miguel. Gracias por el padre y amigo que nos regalaste. Gracias por este hermano grande que supo entusiasmarnos con la pureza y nitidez del Evangelio. Gracias por su acogida cariñosa y cercana. Gracias por enseñarnos a través de él que tú eres un Padre amoroso que estás siempre dispuesto a perdonarnos con amor. Gracias por enseñarnos a través de Miguel que no hay nada más hermoso en esta vida que conocerte a ti y el proyecto de tu Reino.
Gracias por deletrear en la vida de Miguel el Evangelio que esta tarde nos regalas: misericordia quiero y no sacrificios. Y por enseñarnos que viniste precisamente por los enfermos y los demás desamparados, a salvar y no a juzgar, a dar la vida por todos, incluso por los que te crucificaron.
Gracias Señor porque Miguel nos enseñó que tu siempre pasaste en medio nuestro haciendo bien. Acogiendo a los pecadores y a los indiferentes. A los marginados y a los despreciados. Nos enseño que tú eras amigo de prostitutas, cobradores de impuestos y borrachos. Hermano de los cojos, ciegos y moribundos. Señor de los pobres y salvador de los desamparados.
Gracias porque a través de Miguel conocimos una Iglesia sencilla, cercana, acogedora y amorosa. Una Iglesia cercana a los perseguidos, a los mendigos, a los drogadictos, a los pobres. Una Iglesia servidora de los jóvenes, de los maltratados y de los que sufren la injusticia. Una Iglesia que tiene oídos para el que está solo y boca para proteger al huérfano y a la viuda. Una Iglesia comprometida consecuente y solidaria, una Iglesia Madre y Maestra. y de entrañable humanidad.
Palabras de bendición conocimos de tus labios. Lo que le habías oído decir a nuestro Dios sabías que tenías que proclamarlo a tiempo y a destiempo. Por toda esta larga y angosta geografía, como tantas veces nos invitaste a rezar. La bondad que habías conocido del Señor era una urgencia en tus labios. Tenías la urgencia de contarnos a todos que Jesucristo era el gran Señor de tu vida.
El profeta de la justicia, el maestro de juventudes el señor de la misericordia, el carpintero de la solidaridad, el testigo de la bondad, el Dios de la vida. Dios es así. Nuestras manos lo pueden tocar, nuestros ojos lo pueden ver, nuestros oídos lo pueden escuchar. Nuestro Dios no es un Dios de muertos sino de vivos. No habita en las sacristías sino que en los grande templos del mundo, en las orillas del campo y en el centro de la ciudad. Entre los pobres, los mendigos y los más desamparados, así nos enseñaste a reconocerlo vivo entre nosotros.
De ti aprendimos que Dios es un artista de la creación, un músico encantador, un pescador valiente, un pastor jugado, un Dios comprometido con todos nosotros.
Como pocos proclamaste entusiastamente a Jesucristo como el Señor de tu vida. El hermano, el compañero de ruta, el hijo de María, el carpintero de Nazaret, el Dios Salvador y Redentor.
Los sueños de nuestro Dios siempre han tenido que ver con nuestra vida. Siempre han hecho referencia a nuestra plenitud de vida. Dios está totalmente comprometido con nosotros, nunca nos abandona, siempre está en medio nuestro y a pesar de las dificultades siempre carga sobre sus hombros nuestras pesadumbres. Por eso Miguel siempre comprendió que cada uno de nosotros tenía una tarea que construir. Los talentos que habíamos recibido eran un regalo pero también un compromiso para hacer de este mundo un lugar digno de la presencia de Dios y de los hombres. Un lugar en donde todos pudieran tener pan, respeto, trabajo, paz, justicia y alegría.
Miguel tomó la decisión de ser feliz. Y quiso que fuéramos muchos los que también tomáramos esa decisión. Somos muchos los que decidimos hacernos curas para dar testimonio vivo del amor de Jesucristo en medio del mundo. Son muchas las parejas bendecidas por Miguel invitadas a decirnos con su amor que Dios está dispuesto a jugársela siempre por nosotros. Son muchos los hombres y mujeres públicos que decidieron entrar en política para servir a los más pobres y abandonados. Son muchos los jóvenes que cautivados por el testimonio simpático y entusiasmante de Miguel vencieron sus egoísmos y se pusieron a servir a sus hermanos. Son muchos los niños que conocieron en Miguel a un Dios amoroso y bondadoso.
Gracias Miguel porque tu supiste amar y reír. Gracias porque fuiste un hermano jugado y valiente. Gracias por el cariño que le tuvista a tu querida Iglesia de Santiago, gracias por el cariño y lealtad con la que colaboraste con tus pastores, especialmente el querido cardenal Raúl Silva Henríquez, gracias por la valentía con la que defendiste los derechos y la vida de los que fueron perseguidos. Gracias por el cariño entrañable que tuviste por tu familia, por tus hermanos y hermanas, cuñado y cuñadas sobrinos y sobrinas. Gracias por la cercanía de tu amistad y de cariño. Gracias por tu transparencia y por tu generosidad. Gracias por el testimonio de amor evangélico que tuviste con aquellos que te persiguieron y que hablaron mal de ti, especialmente en estos últimos años de tu vida. Gracias por el testimonio vital que nos diste de amor a Jesucristo, el único verdadero amor y pasión de tu vida. Gracias Miguel!!.
Hace algunos años atrás escribiste sobre tu muerte y hoy quiero compartir esa visión de un hombre creyente que hoy con toda certeza finalmente goza contemplando el rostro de su Dios bien amado.
“Llegará algún día. De eso estoy seguro. Pero no quiero dejar que ella me sorprenda.
Pensaré en la muerte ahora mismo para prepararme a recibirla. Me gustaría que ella me encontrara con la agradable sensación de haber cumplido mi misión en esta vida.
Me gustaría que cuando venga yo pudiera confiar y estar tranquilo. Quisiera haber hecho todo lo posible, haber amado lo suficiente, haberme entregado en mi trabajo y haber servido con amor a mucha gente.
No quiero irme de este mundo con la percepción de no haber vivido a concho, de no habérmelas jugado en lo que hice, de no haber mejorado suficientemente (o no haber ayudado a mejorar) la triste situación de este mundo.
Viviré con la conciencia limpia esperando en “cualquier lugar” y a “cualquier hora” que la muerte quiera visitarme. No quiero vivir temblando ante su presencia y cercanía.
Estoy especialmente consciente de que la muerte es la llave maestra que me abre todas las puertas a la verdadera vida.
Pasaré por la oscuridad de su túnel hasta ver la luz. No dudaré no un instante: Encontraré el reposo, la alegría intensa, el amor sin limitación, la paz definitiva, después de haber sufrido y después de haber luchado.
Atravesando los umbrales de la muerte podré re-encontrar el regocijo de la vida. Veré y amaré a mis amigos y parientes que se adelantaron en el camino.
El encuentro será una gran fiesta. Una fiesta de eternidad y de cariño. Allí tendré “todo el tiempo del mundo” para el amor y la amistad. Dialogaremos lo que aquí no tuvimos tiempo de dialogar. Iremos al fondo de nuestro ser para alegrarnos de lo que Dios nos entregó.
Pero de una manera especial, la muerte me dará el pase para abrazar a Dios. Por fin conoceré la hermosura de su rostro, la dulzura de su voz, la caricia de sus manos y la intensidad de su amor.
¡Tanto tiempo hablando de él! ¡llega el tiempo de hablar con él!
Morirse no es nada tan tremendo. Es una maravilla lo que nos espera. Pero debo reconocerlo francamente: cuesta dejar esta tierra. ¡Dios la hizo tan bella!
Cuesta dejar a quienes amamos. Es tan profundo nuestro amor. Cuesta partir a lo desconocido ¡preferimos lo concreto!.
Sin embargo, cuando venga el llamado, quiero tener puesta mi confianza en Dios. En sus manos quiero dejar a los que amo. Quiero partir a la eternidad del gozo para disfrutar siempre del amor.
Desde allí seguiremos muy unidos. Entre los que viven acá y los que viven allá no hay una frontera imposible de cruzar. Hay común-unión. Los de arriba y los de abajo, los del cielo y de la tierra vivimos en relación muy íntima.
¡Jamás los abandonaré! ¡nunca dejaré de amarlos intensamente!
No me atemoriza pasar a vivir la eternidad del tiempo, el re-encuentro con los que partieron, la belleza impresionante de mi Dios.
Mi miedo es buscar asegurarme los encantos de esta vida y no fascinarme por los encantos de la vida plena y alegre de los cielos.
Quiero ir tranquilo y sonriente al encuentro de mi Dios. Quiero, lo pido, lo anhelo. Esa será por fin, mi felicidad definitiva, amén!!”.
En fin, Miguel, como nos hiciste rezar a todos los chilenos, en la espera del Papa Juan Pablo, ahora lo decimos contigo, esperando el día del reencuentro.
Digamos juntos:
“Virgen María, Madre del norte y del Sur, señora del mar y de la cordillera, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
P. Rodrigo Tupper A.
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario